Fue un Alto Ejecutivo, Ganó Muchísimo Dinero y Hoy, Jubilado, Se Convirtió en Plantador de Árboles: Ya Sembró 41.100 y Cambió Su Entorno
Apenas unos minutos antes de esta conversación, el brasilero Helio da Silva, superando por escándalo la célebre máxima del cubano José Martí (“Hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro”), plantó dos decenas árboles. Sí, leíste bien: hoy, sólo hoy, Helio plantó 20 árboles. “Mi relación con ellos es de fraternidad, de amor, de generosidad y de escucharlos todos los días y ponerme a su disposición”, dice.
Fue ejecutivo de grandes empresas durante más de 47 años y, en aquel entonces, estaba en las empresas y ahora, sostiene, es un plantador de árboles. Estar y ser, ser y estar, que no es lo mismo. “Es muy importante dejar un legado para nuestros seres queridos”, refuerza. Así las cosas, desde el 23 de noviembre de 2003 que Helio se dedica exclusivamente a plantar árboles.
Ya plantó 41.100 y planea llegar pronto a los 50.000.
Plantar árboles: inversiones verdes
Ganó mucho dinero, crio 3 hijos (otro check de Martí; del libro no hablamos pero Nadir Antonio Pichler escribió sobre él Helio da Silva, o plantador de árvores: Uma filosofia da árvore de um homem feliz, sustentável e cuidador) y ahora, asegura, gasta (¿invierte?) los ahorros de toda su vida plantando árboles, sí, pero también, en el mismo envión, procura dejar un legado.
“Eso es lo que importa. Es mejor que gastarlo en médicos. En nuestro parque están todos los médicos que necesitamos”, señala a El Planteo. “En América del Sur y en el mundo falta cultura ambiental. Ahora vemos algunas iniciativas: los gobiernos y las autoridades aprenderán por la vía dolorosa. El tiempo del amor ya pasó. Ahora es tiempo de la acción y de la actitud, no de las palabras”.
El árbol que lo cambió todo
Detrás de los 41.100 árboles hay uno, el primero, que todavía recuerda: un jequitibá, un árbol imponente y emblemático de la Mata Atlántica de Brasil, conocido por su gran tamaño y longevidad. Es, en pocas palabras, casi como un mito fundacional de su causa, uno de los más altos de la selva atlántica brasileña.
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Su causa, por si hiciera falta aclarar, es plantar árboles. Muchos. Helio es, en rigor, un plantador de árboles profesional. “La siembra de árboles ha beneficiado a toda la comunidad que frecuenta el parque todos los días y, con esto, las personas de las mini Cracolandias se han ido alejando gradualmente”.
Es que allí, donde por estos días se yergue el verde y frondoso Parque Lineal Tiquatira, emplazado en la populosa ciudad de San Pablo, había una Cracolandia, una tierra del crack habitada por un tendal de adictos y traficantes. Pero, entre los locales de esta área, afirma Helio, “también hay gente sensible que me ayuda a preservar los árboles. Y siempre les agradezco”.
El peligro mermó: los árboles cambiaron la cara, el aire y el espíritu de la zona.
Un oasis urbano
Antes de los árboles, de esa enorme variedad de 160 especies diferentes, se expandía una zona abandonada, degradada y era, según palabras de Helio, “un hotel a cielo abierto”. A partir de su intervención, fue creando paulatinamente el Parque Lineal y para mayo de 2008, con más de 5.000 árboles plantados en esa área, la zona ya había se había renovado completamente.
“Hoy, el Parque Lineal Tiquatira es el cuarto más grande del mundo”, se enorgullece.
El jubilado de 73 años está literalmente urbanizando lo que el hombre segregó hacia los montes. Se explica: “El hombre ocupó espacios de los árboles y el resultado ahí está. Según la organización brasileña SOS Mata Atlántica, más de 259 grupos de plantación y yo venimos trabajando en la inspiración por la siembra. Mi objetivo más grande es ese: inspirar a las personas, especialmente a los niños”.
Algunas lecciones para el futuro
Helio sigue una mecánica amorosa y cercana para sembrar árboles. Dice: “Primero, hay que elegir el lugar. Segundo, comprar las plántulas. Tercero, hacer un hueco o fosa. Cuarto, plantar y fertilizar. Quinto, fertilizarlas durante un año. Hay que cuidarlos durante los tres primeros años. Un árbol es como un niño. Necesita ayuda y eso es fantástico. No basta sólo con cavar un hoyo y plantarlo. Si sólo hacés eso tardás 30 minutos”.
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En ese sentido, aprovecha la metáfora del “árbol como niño” para dejar un mensaje para las próximas generaciones, a quienes les pone un pleno: “Planten un árbol en el lugar correcto, con la especie correcta. Imaginen cómo será ese árbol cuando tengan 20 años, dónde irá la copa, las raíces, etcétera. Piensen en ese devenir, en ese crecimiento, igual que un hijo. Plantando así, seríamos más felices. Convivan con ellos, háblenles siempre que puedan. Aprecien el sentido de la vida. Eso es generosidad, eso es amor”.
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