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Psicodélicos

¿Constituye la Ibogaína un Tratamiento Seguro y Eficaz contra las Adicciones?

Por El Planteo

¿Constituye la Ibogaína un Tratamiento Seguro y Eficaz contra las Adicciones?

✍ 22 August, 2022 - 12:35

El consumo de sustancias de distintos tipos es inherente al ser humano. A lo largo de toda la historia, individuos pertenecientes a diversas culturas, sociedades y civilizaciones han buscado sensaciones placenteras o de confort a través de las mismas. El uso de drogas no representa en sí mismo una problemática siempre y cuando no sea abusivo. Sin embargo, cuando se da de manera continuada y excesiva puede traer consecuencias negativas de gran impacto, incluyendo cambios en las conductas de las personas, daños en el organismo e, incluso, la muerte.

Se denomina adicción a aquel consumo excesivo y prolongado de una sustancia, sin importar sus consecuencias, de la cual el individuo no puede prescindir debido a la dependencia que ésta genera. En la actualidad, las adicciones constituyen uno de los padecimientos más difíciles de tratar. Sin embargo, gracias al renacimiento del uso de psicodélicos en la medicina, varios estudios y experiencias clínicas sostienen que existe una sustancia prometedora para aquellas personas que luchan contra esta condición: la ibogaína.

La dificultad que representa el tratamiento de la dependencia reside, principalmente, en el hecho de que las conductas adictivas tienden a modificar la estructura y el funcionamiento del cerebro. Revertir estas modificaciones implica un esfuerzo enorme. El camino hacia la recuperación de las adicciones es, por lo general, un proceso sinuoso y de larga duración, en el cual el paciente puede sufrir numerosas recaídas. Las estrategias terapéuticas comprenden programas altamente estructurados que integran diferentes aspectos psicológicos, fisiológicos, conductuales, farmacológicos y sociales.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Abuso de Drogas de los Estados Unidos (NIDA), las adicciones, como sucede con otras enfermedades crónicas, no son curables, aunque pueden ser tratadas con éxito. Se trata de lograr una recuperación sostenida mediante la evitación del consumo que conduce a la abstinencia extendida. En otras palabras, prevenir las recaídas para que el paciente supere del síndrome de abstinencia. El uso de determinados fármacos, en combinación con terapias psicológicas, suele ser la vía más efectiva para alcanzar ese fin. Sin embargo, los índices de recaída de personas tratadas por trastornos por consumo de drogas alcanzan, de acuerdo con los datos de NIDA, el 60%.

Esto da cuenta de las limitaciones que existen en los tradicionales tratamientos contra las adicciones. En los últimos años, ha proliferado una cantidad considerable de investigaciones orientadas a proveer evidencia que conduzca a alternativas con mejores resultados. Los estudios en torno a las propiedades de la ibogaína para tratar pacientes con problemas de adicciones se remontan al año 1962, cuando el joven investigador Howard Lotsof descubrió por casualidad la capacidad de esta sustancia para interrumpir el síndrome de abstinencia de la heroína.

Hoy en día existen numerosos trabajos que demuestran científicamente que la ibogaína posee la capacidad de revertir los cambios neuroadaptativos que inducen a los comportamientos adictivos. Este artículo retoma algunos de los resultados más relevantes a este respecto, explorando la posibilidad de tratar las adicciones de forma segura mediante terapias basadas en la administración de ibogaína.

¿Qué es la ibogaína?

La ibogaína es un alcaloide indólico extraído de la corteza de la raíz del Tabernanthe iboga, un arbusto que crece naturalmente en el África ecuatorial, en particular en el delta del río Ogoué y en los bosques húmedos del Congo y Gabón. El uso medicinal y ceremonial de esta planta posee una extensa historia. Existe, en efecto, evidencia de que los pigmeos de la cuenca del Congo ingerían iboga para sus rituales sagrados hace, al menos, unos 20.000 años atrás. Desde entonces hasta la actualidad, diferentes pueblos de la región se han servido de las propiedades alucinógenas y estimulantes de la iboga dándole valor cultural. Un caso paradigmático es el del movimiento religioso Bwiti, originado en Gabón y difundido por Guinea Ecuatorial y Camerún, que emplea esta planta desde hace unos tres siglos para promover el crecimiento espiritual de sus fieles y resolver cuestiones vinculadas con el restablecimiento de la salud.

En occidente, las investigaciones y los primeros usos de la ibogaína con fines terapéuticos se remontan a los comienzos del siglo XX. El primero en comercializar un extracto de iboga en forma de comprimidos para uso medicinal fue el médico Albert Schweitzer en el año 1939. Este medicamento, bautizado por Schweitzer como Lambarene, estaba reservado para uso hospitalario y fue prohibido en 1967 debido a sus efectos toxicológicos y alucinógenos.

Los estudios en torno a los efectos benéficos de la ibogaína para la salud mental tienen, sin embargo, su auge en las investigaciones de Howard Lotsof. Se sabe que el joven Lotsof era adicto a la heroína y que, por casualidad, en 1962, descubrió casualmente que la ingesta de ibogaína contribuye a disminuir los síntomas del síndrome de abstinencia. Este descubrimiento despertó su interés científico al respecto, por lo que, durante el resto de su vida, Lotsof se dedicó a la investigación en torno a esta sustancia y sus efectos sobre los pacientes con problemas de consumo dependiente.

De particular relevancia son los estudios publicados por este autor y sus colaboradores entre las décadas del ochenta y noventa del pasado siglo. Los ensayos realizados bajo la dirección de Lotsof entre los años 1989 y 1993 dan cuenta de los efectos desintoxicantes de la ibogaína en pacientes con problemas de adicción a opioides. En efecto, 29 de los 33 participantes de estos estudios han demostrado una desintoxicación completa.

Sin embargo, no fue hasta el año 1993 que la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) dio aprobación al primer estudio de fase 1 de ibogaína. A partir de entonces, el número de estudios sobre las potencialidades de la ibogaína para tratar las adicciones se encuentra en constante incremento. En los últimos tiempos, la Asociación Multidisciplinaria de Estudios Psicodélicos (MAPS) ha desarrollado dos estudios de carácter observacional en virtud de definir cuál es el grado de eficacia a largo plazo del tratamiento contra la adicción asistidos por ibogaína. Pero el estudio con el mayor número de pacientes tratados con ibogaína por adicción hasta el momento proviene de Brasil, donde el uso de ibogaína está autorizado bajo supervisión médica, en hospitales.

Estudios realizados en Brasil

En Brasil, la ibogaína no está ni registrada, ni prohibida. Además, la autoridad sanitaria del país permite, desde el año 2013, la importación de fármacos no registrados, cuando sea para uso terapéutico y el paciente cuente con prescripción médica. En el estado de São Paulo, hay incluso un decreto del 2016, para exigir que el tratamiento con ibogaína sea obligatoriamente bajo supervisión médica y en contextos hospitalarios. Fue en este contexto que se produjo el estudio sobre la ibogaína para la adicción con la mayor muestra de pacientes realizada hasta la fecha.

La investigación fue realizada en 2014 por un grupo de científicos brasileños, que analizaron los resultados de 75 pacientes tratados con una o más dosis de ibogaína. Entre las mujeres de la muestra, el 100% se declaró abstinente al momento de la entrevista. Entre los hombres, el 72% permaneció abstinente, con un 57% sin ningún tratamiento paralelo. Para 66 pacientes, fue posible comparar el período medio de abstinencia antes y después del tratamiento. Entre los dos géneros hubo un incremento significativo en el tiempo sin recaídas.

En otro trabajo más reciente, de 2021, Bruno Ramos Gomes describe su observación participante en diversas clínicas brasileñas que realizan terapias asistidas con ibogaína, así como su propio seguimiento a una serie de pacientes que se sometió a este tipo de tratamientos para combatir las adicciones. De acuerdo con este autor, el espacio de que está ganando la ibogaína en los tratamientos para la adicción a las drogas en Brasil responde, más que nada, a la efectividad de la misma para combatir el síndrome de abstinencia.

¿Cómo funciona la ibogaína?

Los efectos de la ibogaína se diferencian de los de otros psicodélicos, como el LSD, la psilocibina y la mescalina, ya que, además de tener efectos alucinógenos, posee propiedades disociativas. De acuerdo con el testimonio de diferentes usuarios, esta sustancia produce una experiencia onírica intensa que induce a un estado profundo de introspección y a la activación de la memoria a largo plazo.

Se estima que las propiedades psicoactivas de la ibogaína proporcionan momentos de realización y autocomprensión, reconectando al individuo con su propia naturaleza y poniendo en evidencia aquellos procesos y patrones conductuales no saludables. Esto explica por qué la mayor parte de las investigaciones en torno a esta droga se centran en su potencial utilización para tratar las adicciones.

De acuerdo con Mandrile, y Bongiorno de Pfirter, es posible afirmar que los efectos alucinógenos de la ibogaína se deben, principalmente, “a una ocupación de los receptores celulares de serotonina, lo que hace predominar la acción de los centros simpáticos antagónicos”. Los autores en cuestión no dudan en considerar a esta sustancia como una de las más activas en el Sistema Nervioso Central.

Por su parte, Alper y Lotsof sostienen que los efectos neurológicos de la ibogaína se deben a su capacidad de antagonizar al receptor nicotínico de la acetilcolina nAChR mediante su metabolito 18-MC, promoviendo la disminución de sensibilidad al flujo de dopamina en el nucleus accumbens, la interfase neutral entre la motivación y la acción motora. De este modo, la acción de la ibogaína interviene en el sistema de recompensa, pudiendo ser éste el mecanismo de acción que tiende a disminuir el síndrome de abstinencia.

¿Es la ibogaína un método seguro para el tratamiento de las adicciones?

La ibogaína produce múltiples efectos sobre el sistema nervioso central y el sistema cardiovascular. Estos efectos suelen variar en función de diferentes factores, que incluyen desde la dosis administrada hasta otras cuestiones vinculadas con los antecedentes médicos de individuos, su predisposición a diferentes enfermedades, su edad y su entorno social. Por este motivo es preciso el conocimiento de la historia clínica del paciente y la realización de exámenes médicos antes de iniciar cualquier tipo de tratamiento contra las adicciones basado en la administración de esta sustancia.

El carácter controversial de este tipo de intervenciones terapéuticas reside, principalmente, en los riesgos que éstas conllevan. Entre los efectos colaterales más frecuentes se encuentran la presencia de mareos, náuseas, vómitos, dificultades de coordinación motora y taquiarritmias. Es por este motivo que resulta necesario realizar los tratamientos con ibogaína en entornos hospitalarios, bajo estricto seguimiento médico y con una previa realización de los chequeos necesarios para detectar cualquier tipo de anormalidad que pueda representar un riesgo para el paciente.

“En efecto, la ibogaína se encuentra contraindicada en algunos pacientes con problemas cardiológicos”, dice Bruno Rasmussen, director médico de Clínicas Beneva, que ofrece tratamientos con ibogaína en salas hospitalarias de Brasil. “Hay que analizar cada caso individualmente. Con la preparación y exámenes adecuados, incluso ciertos pacientes con soplos o infartos por ejemplo pueden realizar el tratamiento en el hospital con seguridad”.

La ibogaína también puede estar contraindicada en pacientes con trastornos psiquiátricos, tales como la esquizofrenia, la psicosis, el trastorno bipolar o el trastorno límite de la personalidad. “El psiquiatra es esencial para analizar la presencia de estos trastornos y su gravedad. En ciertos casos, estos pacientes suelen ser excluidos del tratamiento con ibogaína si hay la posibilidad de la sustancia provocar la reaparición o el empeoramiento de los síntomas”, explica Rasmussen.

Asimismo, es preciso considerar que no todos los pacientes logran lidiar con la experiencia introspectiva producida por la ibogaína, pudiendo sufrir episodios de ansiedad y paranoia. Nuevamente aquí, se pone de manifiesto la necesidad de realizar una evaluación psiquiátrica y psicológica en profundidad antes de comenzar con la ibogaína. Además, resulta fundamental, en virtud de disminuir riesgos, el seguimiento de profesionales de la salud mental durante el tratamiento.

También resulta de particular importancia evitar cualquier consumo de psicoactivos unas semanas antes y durante la administración del tratamiento, dado que la interacción de la ibogaína con otras sustancias podría potenciar tanto los riesgos cardíacos como psiquiátricos de los pacientes.

¿Dónde es posible recurrir al tratamiento con ibogaína para la adicción?

En el contexto internacional, el estatus legal de la ibogaína restringe su uso medicinal en varios países. En los Estados Unidos y en varios estados europeos esta sustancia se encuentra prohibida. Sin embargo, otros países, como México y Brasil, ofrecen terapias asistidas con ibogaína para tratar a pacientes con problemas de adicción. En México, existen diversos centros privados en los que se realizan este tipo de terapias, recibiendo a pacientes de diferentes partes del mundo. Sin embargo, las regulaciones del Estado mexicano no exigen que los tratamientos se lleven a cabo en ambientes hospitalarios ni que se emplee ibogaína purificada para su realización.

En Brasil, en cambio, tal como se ha indicado, el uso de la ibogaína para tratamientos contra el consumo dependiente se encuentra autorizado siempre y cuando éstos se realicen en entornos hospitalarios y bajo la adecuada supervisión de profesionales médicos. Actualmente, en el Estado de São Paulo, Clínicas Beneva, una empresa de salud mental integradora que ofrece tratamientos de psicoterapia asistida por psicodélicos, realiza este tipo de procedimientos en salas hospitalarias y con seguimiento constante por parte de profesionales de la salud.

Dicho protocolo exige a los pacientes un periodo de abstinencia de al menos 30 días para evitar los posibles riesgos de la ibogaína en el organismo. Cabe destacar que estas clínicas se encuentran bajo la dirección y supervisión del Dr. Bruno Rasmussen, quien no sólo ha realizado una serie de investigaciones en torno a los efectos de la ibogaína en los pacientes con problemas de consumo dependiente, sino que también ha tratado con esta sustancia a más de 2.000 personas en sus 27 años de actividad.

Foto por Alex Green vía Pexels

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