“Una vez más, queremos hacer que la universidad esté al servicio de quienes más lo necesitan. Y, además, buscamos ofrecer alternativas para la parte terapéutica y, también, para la parte productiva”, dice Oswaldo Aranda, coordinador de “control de calidad” del Proyecto Cooperativo y Multidisciplinario de Cultivo de Cannabis Terapéutico de la Universidad de La Plata (UNLP). “Somos unos enamorados de la universidad y, con poco, queremos dejar su nombre bien en alto”, continúa.
Por caso, la idea germinal surgió originalmente hace unos cinco años. “Estábamos preocupados por la temática terapéutica”, aseguró el profesional. En un principio, se materializó como un proyecto de extensión universitaria y, “por diferencias”, el proyecto terminó dividido.
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Lo explica Aranda: “Los que nos quedamos decidimos encarar un proyecto institucional. Con esta nueva etapa quisimos que abarcara el ciclo completo: desde la producción hasta el producto terminado de calidad farmacéutica, como flores al vacío, aceites y derivados”.
Desde su espacio académico, las facultades de Ciencias Agrarias y Forestales y de Ciencias Exactas buscaron nutrirse del conocimiento empírico de las asociaciones civiles.
“Nosotros no tenemos el conocimiento. Podemos llegar a adquirirlo, pero el conocimiento práctico lo tienen las asociaciones”, afirma Aranda, que es veterinario por la Universidad de Tolima (Colombia), Magíster en Tecnología e Higiene de Alimentos por la UNLP y aspirante doctoral en Ciencias Biológicas por la misma casa de estudios. Aranda trabaja, entre otros profesionales, con el Dr. Christian Weber, director del proyecto, ingeniero agrónomo y prosecretario de vinculación tecnológica de la universidad.
Entretanto, el proyecto se convirtió en un profundo y complejo desafío para la universidad y sus miembros: “Desde afuera nos empujaron hacia una pared y tenemos que pensar que, por más que tenemos una universidad enorme, hay temas que se nos escapan”.
En lo formal, la UNLP cuenta desde febrero de 2021 con la aprobación necesaria para cultivar cannabis con fines terapéuticos. Y fue el Ministerio de Salud de la Nación la autoridad encargada de aceptar la solicitud realizada por los platenses.
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Por estos días, se encuentran tramitando en el Instituto Nacional de Semillas (INASE) las genéticas con las que van a trabajar. “La aprobación del Ministerio fue una partecita chiquitita del asunto”, confiesa.
Con el avance de la legislación a nivel nacional, el proyecto prosperó y los organismos competentes le dieron calce jurídico a sus requerimientos. “Gracias al apoyo de organizaciones y de distintos actores políticos, pudimos superar lo de INASE, con quienes venimos trabajando muy bien”.
¿En qué andan entonces? Viendo si, finalmente, pueden registrar una genética que ya está disponible en Argentina. Bueno, eso y mancillando sobre otros detalles no menores como hacia dónde apuntar la producción, qué va a pasar con el THC, cuáles son los límites permitidos, cuál va a ser la norma para el control de calidad, etcétera.
“Nos enfrentamos a situaciones nuevas y todavía tenemos que definir ciertas cuestiones que son cruciales”, Aranda dixit.
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—¿Cómo pensás que deberían darse los procesos de estandarización?
—La estandarización de la producción no debe ir hacia el usuario ni al cannabicultor, sino que tiene que ir hacia un proceso más complejo: a una empresa que quiera producir flores, cremas o aceites. Nunca a los usuarios, no les podemos tirar la responsabilidad. Por ejemplo, no deberían hacerse cargo de las determinaciones analíticas. Es una batería muy compleja y no consideramos que el usuario tenga que asumir ese costo. Se nos hace injusto que el usuario tenga que rondar por laboratorios sacando plata de su bolsillo para acceder a un producto que ya sabemos que es seguro.
—¿Cómo fue el camino dentro de la universidad para terminar de configurar el proyecto?
—La universidad es el reflejo de nuestra sociedad. Fueron más los que quisieron ayudar que aquellos que quisieron poner palos en la rueda. Fuimos andando de a poco un camino que, a veces, en universidades grandes, es difícil. Arrancamos la escritura del proyecto recién en 2020. Terminamos entregándolo a finales del 2020. Y la resolución salió en febrero. A partir de ahí, Exactas y Agronomía empezaron a vincularse a otros actores. Tomamos la decisión de que el proyecto esté conformado por estas dos facultades y por la asociación civil. La experiencia que tiene la asociación civil con respecto al manejo de usuarios y plantas no la tenemos nosotros en la facultad.
Asimismo, desde el multidisciplinario Proyecto Cooperativo y Multidisciplinario de Cultivo de Cannabis Terapéutico de la Universidad de La Plata buscan formar agrónomos, botánicos y farmacéuticos en el tema para que empiecen a generar más conocimientos y, así, entre otras cosas, las asociaciones tengan todavía más información disponible.
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En tanto, la naturaleza del proyecto se sostiene sobre varios ejes fundamentales. ¿El primero? Desarrollar el cultivo, con estudios del suelo, selección de semillas, estabilización de genéticas, clonación y micropropagación, secado y crecimiento de la planta. “Agronomía es fundamental en este proceso”.
¿El segundo? El proceso de producción de la planta, no solo en términos terapéuticos, sino en la extracción de fitocannabinoides, técnicas de recuperación, secado y empacado.
¿El tercero? Desarrollar la parte farmacéutica. “No creo que el aceite sea lo mejor. Era lo mejor para administrar a los chicos. Ahora hay gomitas y grajeas. Nosotros apuntamos a producir flores empacadas al vacío para vaporizar, que es una mejor vía de administración”.
¿El cuarto? El cáñamo, la alimentación animal, la producción de fibra, la recuperación de suelos, el biocombustible y los aceites esenciales.
A la sazón, el cultivo estará emplazado en una estación experimental perteneciente a la Facultad de Agronomía, en Los Hornos, La Plata. Y, dentro de la Facultad de Exactas, desarrollarán la parte de extracción y procesamientos. “Estamos haciendo la adecuación de los invernáculos”, apunta Aranda.
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Y sigue: “Queremos cubrir parte de la demanda de la provincia y de algunos hospitales locales con productos buenos a precios razonables. Consideramos que, desde la universidad, podemos aportar y hacer que el asunto sea atractivo desde la parte productiva”.
—¿Cuál es la inversión para un proyecto de estas características?
—Lo hacemos con los mismos sueldos de siempre. No tenemos un presupuesto extra asignado. La asociación civil pone el equipamiento para el riego, la facultad pone el espacio. Con un proyecto en particular se compró el nylon, con otro la tierra y así sucesivamente. Se hace todo con colaboración. Más adelante nos presentaremos a convocatorias. Mientras tanto, resolvemos con mucho corazón.
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