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Cultura

Malajunta Malandro: Devoción por Larralde, Lectura Popular, Timidez y Más de 15 Años Activando Hip Hop

Malajunta Malandro: Devoción por Larralde, Lectura Popular, Timidez y Más de 15 Años Activando Hip Hop

✍ 28 November, 2021 - 16:20

POR JUAN JOSÉ RELMUCAO

Mauro dice, hace dos años, en YouTube: “Este momento de mi vida se llama felicidad”. Una bandera del club Tigre que hace de puerta al conventillo de la estación de Carupá dice: “EL MATADOR”. El viejo Don Antonio, sentado en la estación de servicio de la avenida Cazón, mirando a lo lejos la televisión en la pared, con el cigarro en la oreja, le dice a la chica del mostrador: “Son lindas las canciones del muchacho este. Me dan paz”. Antes de entrar al chino, Ezequiel Mansilla, el Malandro, 36 años, 16 en la cultura hip hop, mira como para sacar charla y dice: “Me hice mi casa al final, che”.

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Pagar la última bolsa de cemento, mirar de abajo, llena, la cabecera de la cancha de Tigre, la paz que trae el viejo cuando vuelve silbando de trabajar, la alegría de que el trompo de Internet te haya tirado, justo justo, ese tema. De muchas maneras, desde hace muchos años, y con la pericia que dan las horas de vuelo y de bajón, el Malandro supo registrar en su música las vivencias de los que cruzan la ruta para vivir. Sea de día o de noche. Mañana domingo, a las 19, ese registro se apunta otro hito, la presentación del último álbum del MC de Las Tunas, De Nuevo, en la Sala Siranush.

En la previa, El Planteo charló con el MC para hablar de la música, la calle y de cómo insistir, como Mauro con YouTube, como la familia de la estación de Carupá, como el viejo, como él mismo, con los artificios que le acercan, a los humildes, la felicidad.

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Música nueva, música de siempre

—¿Cómo llegó la idea de De Nuevo?

Malandro: Este disco lo pensé como una manera de devolverle a la gente muchas canciones que ya existían hace tiempo, pero que ahora tenía la oportunidad de grabar mejor. Hay canciones que tienen ya sus años y la gente las sigue pidiendo y no pueden faltar en el repertorio, como “En las buenas y en las pairas”. Volver al estudio para grabar esos temas con mejor producción fue una oportunidad muy linda.

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—De aquellos años hasta hoy, tu propia relación con tu elemento de trabajo, la música, habrá cambiado mucho. ¿Cómo ves eso?

Yo nací en el ‘84 y la música de los vagos que curtían escabio, fasito -que el fasito era tabú, los veías con los ojos rojos y era como estos están re drogados-, escuchaban heavy metal. Hermética a full, Ácido Argentino, Víctimas del Vacimento, Sepultura, Ratos de Porao, Cowboys from Hell de Pantera. Yo tenía once años y mi mamá y la vecina se juntaban abajo a tomar mate en el verano, y mi vecino, vení pibe, vení, y fumábamos cigarrillos y escuchábamos eso en un grabador y era como, “uh re grosso, estoy fumando escuchando esto”. Me acuerdo que estaba en séptimo grado, y con pintura Polydor, un vecino me pintó una S de Sepultura en una remera negra. Yo le pedí un jean chupín negro a mi mamá y me vestía de heavy metal. Iba a la escuela con la remera de Sepultura abajo del guardapolvo. Y yo no entendía lo que decía, pero era como, sí, esto es lo que se escucha… A mí la música me salvó la vida, me hizo más extrovertido. En la escuela era súper tímido, nunca le pude decir a una mina que me gustaba o escribirle una carta. Siempre era perdedor, porque el que es tímido, en la escuela, es perdedor. Siempre fui tímido para encarar la vida. Pareciera que no, pero ahora porque estoy en un momento íntimo. Siempre mi vida gira íntimamente, con la gente que ya me conoce, pero me cuesta mucho desenvolverme. Me cuesta ir a comprarme ropa. Me pongo mal, nervioso. Y la música fue como el lugar para decir. Para explayarme y mostrarme.

Milonga campera

—Y cuando llegó la cumbia villera, ¿cómo lo viviste?

—Me identifiqué al toque. Todo lo que cantaban era lo que pasaba en el barrio. La discriminación, el ser un pibe cabeza, todo eso más el rock, el heavy metal, que hablaba de la discriminación desde otro ángulo. Era todo re contestatario. Y otra influencia de la infancia, mi abuelo. Era visitarlo y pum: folklore en la TV tooooda la mañana. Sentante acá, escuchá, mirá lo que dice acá. Y, yo con 11 o 12, me chupaba un huevo, pero, viste, era el abuelo. “Ah sí, muy bueno”. El folklore lo empecé a entender después a través de los músicos del rock. [Ricardo] Mollo venera mucho a los folkloristas, por ejemplo. Ahí empecé a buscar y, ahora, cuando estoy dibujando, haciendo algo, en mi casa suena Larralde.

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—¿Larralde?

—¡No puedo escuchar otra cosa! Por ejemplo, “Sobre mi sombra” me pone la piel de gallina. Él está cajeteando a la jermu y dice pasa tu piel rosada en una nube o en el yunque del pasto las chicharras / van rompiendo pedazos de la tarde. También me parece increíble cuando describe vivencias. Él dice: Ayer bajé al poblao pucha que andaba / con ganas de agarrarme un pedo flor / ¿Con qué? me dije, ahijuna, si no agarré ninguna / y no hay quien fíe un trago de favor. Y dice: La liebre es una luz con tanta bala / mi viejo .12 chico ni tosió / las balas del pueblero, pelaron los potreros / haciéndole un aujero al pobre peón. Yo digo: mirá vos, es como lo que canto en “En las buenas y en las pairas”, pero en su mundo y en su época. El tipo explica que no hay para papear y encima su escopeta va para atrás al lado de todos los que vienen a cazar con unas escopetas de la concha de la lora, y el chabón queda penando en un bar a ver si le fían un trago. Y lo dice de una manera que te lo imaginás.

El éxito ‘de grande’

—Hace poco El Indio Solari te saludó como “Joven Rapsoda”. Y cuando Los Redondos lanzaron Gulp, El Indio tenía 35. Tu edad.

—Que haya hecho ese comentario fue increíble. Y, es más, me siento identificado con algo que leí en una nota de él cuando dice “a nosotros nos agarró grandes esto del éxito”. Porque él estaba exiliado de todo lo que pasaba con el rock porque los rockeros tenían 20 años y él tenía 35. Hoy me pasa que estoy en una situación en la cual hago hip hop y se sabe que esa música está buena, pero su público es muy joven. También me pasa que, por ejemplo, mi música no es para el boliche, no es para la joda. Es para el recital o para gente que está como nosotros ahora, escabiando, hablando y escuchando de fondo. Es como cuando yo veo a la gente un poco más grande que yo que chupa, come y está está escuchando La Renga, Divididos.

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—¿Saber eso te da otra paciencia?

—La música tiene sus olas, sus altas y bajas, y el músico tiene que estar preparado para eso. Yo voy haciendo, voy con mi tablita, ahí, y si no hay ola sigo remando hasta que venga. No sé si la palabra es “paciencia” porque la tranquilidad te puede dejar estancado, sin querer innovar, pensando que ya estás. Creo que saber eso me da entender que voy bien, que es por este camino.

Sobre el autor

Juan José Relmucao (@juanrelmu) es un comunicador e investigador formado en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y ha trabajado como periodista en Rest of World, Vice y Remezcla. Actualmente se encuentra produciendo un libro sobre cultura urbana argentina.

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