Innovación y Solidaridad: El Proyecto de Ingeniería Sin Fronteras para Garantizar Agua Potable a las Familias Rurales

En la búsqueda de soluciones alternativas para garantizar el acceso al agua y el saneamiento en zonas rurales dispersas y semiáridas, ingenieros argentinos implementaron un innovador sistema de recolección de agua de lluvia usando unos techos de chapa que funcionan como superficie de captación, almacenamiento y extracción.

Históricamente, en Argentina, las políticas públicas se han centrado en áreas urbanas y en el desarrollo de redes centralizadas. No obstante, instituciones como el Ministerio de Agricultura y el INTA han diseñado e implementado estrategias complementarias, incluyendo sistemas de cosecha de agua de lluvia.

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Al mismo tiempo, unas 9 millones de personas todavía no tienen acceso a agua potable. A su vez, en las comunidades rurales aisladas de nuestro país son alrededor de 2 millones de personas. Y, sabemos, el agua es un derecho humano fundamental, algo básico y esencial para la vida. “La falta de agua afecta la salud, la vida cotidiana y la economía de las familias campesinas”, asegura María Hernández, coordinadora del programa “Agua para comunidades rurales”.

Agua para todos

Así las cosas, la asociación civil interdisciplinaria y sin fines de lucro Ingeniería Sin Fronteras, vía el mencionado programa “Agua para comunidades rurales”, trabaja específicamente en la provincia de Santiago del Estero, donde sólo llueve unos 6 meses al año. Allí, bajo este escenario, crearon este proyecto con el objetivo de contribuir con el almacenamiento y las reservas de agua.

Se trata de sistemas domiciliarios que incluyen una cisterna o aljibe para almacenamiento con capacidad de 16.000 litros, un techo de chapa que funciona como superficie de captación y canaletas con las que se recolecta el agua, un sistema de preparación de “primeras aguas” y una bomba manual de extracción del agua almacenada.

“Muchas de estas zonas rurales presentan lo que se conoce como Hidroarsenicismo Crónico Regional Endémico (HACRE). Es decir, el agua subterránea contiene arsénico en un nivel mayor al recomendado. Y también gran presencia de salitres, por lo que las perforaciones para obtener agua no son una alternativa posible para el consumo humano”, avisa Hernández.

Estrategias sostenibles para el agua

A la escasez de agua se suma el aislamiento geográfico y el nivel de dispersión de las comunidades, por los kilómetros de distancia que existen entre las viviendas. Por caso, este contexto impide la implementación de tecnologías convencionales como las redes de agua y, por eso, resulta fundamental contar con aljibes o cisternas para almacenar agua. Hasta el momento han construido sistemas domiciliarios que llegan a 227 familias en 11 parajes rurales.

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A la sazón, estos sistemas se construyen hace más de 20 años en distintas zonas semiáridas de nuestro país: Chaco, Salta, Córdoba, y Formosa. Y también en Brasil. ¿El costo estimado de los materiales? Aproximadamente unos USD 2.000. “Además, se cuenta con el valioso aporte de las familias, quienes proveen los postes para la estructura de los techos y contribuyen con su trabajo en toda la construcción”, continúa Hernández.

La técnica constructiva que emplean en este programa de Ingeniería sin Fronteras tiene su origen en una tecnología social desarrollada en Brasil por la Articulação Semiárido Brasileiro (ASA), bajo el programa “Un Millón de Cisternas”. Señala Hernández: “Esta metodología se destaca por su bajo costo en materiales, su facilidad de aprendizaje para las familias y su rápida ejecución”.

Ingeniería Sin Fronteras: construyendo futuro

Basados en modelos comunitarios, donde las familias y colectivos forman parte de la toma de decisiones, desde esta activación de Ingeniería sin Frontera lograron incidir en el primer programa nacional de acceso al agua en comunidades rurales dispersas del Ministerio de Obras Públicas, una política pública que permitió la construcción de 83 sistemas en cuatro parajes rurales.

“Almacenar y reservar agua para la temporada de sequía es una práctica común de las familias que viven en regiones semiáridas, por eso la construcción de estos sistemas tiene un impacto significativo. La devolución es súper positiva porque con los sistemas hay un antes y un después”, identifica Hernández.

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Cómo el acceso al agua transforma vidas

En primera persona, Carolina, del paraje Las Cañas, dice: “Vivir sin agua es muy feo, el río lo tenemos muy lejos y el pozo que tenemos cerca tiene el agua muy salada. A veces pedimos a la municipalidad y tarda en llegar, entonces le tenemos que dar ese agua a los chicos, ese agua salada difícil de tomar. Todos los días voy caminando con baldes a buscar agua al pozo. Tener un aljibe es una alegría muy inmensa que me cambia la vida, porque ya no tengo que estar de aquí para allá, dejando a los chicos para ir al pozo y tener que darles ese agua fea”.

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“Antes, cuando llovía, juntábamos el agua en un balde y la volcábamos en una pileta. Si no llovía, teníamos que ir a sacar de la represa. A veces traíamos con tarro o a veces teníamos que pedir prestada zorra para sacar el agua. Era un agua que no se podía tomar. No era un agua muy sana para los chicos. Ahora tomamos agua de lluvia en los aljibes”, se suma Roxana, del paraje San Antonio.

Y remata Angélica, del paraje Santa Rosa: “Estos aljibes nos cambian mucho porque ya no dependemos del tacho que te dura apenas 15 días”.

La información para colaborar con este y otros programas de Ingeniería Sin Fronteras está disponible en su sitio web.

Portada por Ariana Irastorza. Fotos por Ariel García Giménez.

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