Cultivar, Criar, Crear: Breeding para Principiantes
Este artículo fue escrito por Linneo Argentina y editado por El Planteo.
Cultivar es hacer. Sin embargo, esta práctica no se cristaliza ni se reduce, por ejemplo, al momento de regar; es más que eso.
Se trata de construir y sentir el cultivo como una práctica de resistencia, como una praxis, como una experiencia dialéctica que se encuentra íntimamente ligada a lo político. Es pensar, es planificar, es significar y resignificar, y también es hacer, es trabajar, es poner a jugar la tierra y el amor, y en esa dialéctica, en algún punto de esta entropía, la libertad.
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Cultivar es un hacer contextualizado que está atravesado, queramos o no, por diferentes factores, no solo biológicos y ambientales sino también culturales, sociales, políticos y económicos. En este sentido, hay que poner sobre la mesa tres ejes fundamentales que son la salud (entendida en un sentido integral en relación a la soberanía sanitaria), la cultura cannábica y la economía popular. Estos son factores sumamente invisibilizados y manipulados que tenemos que empezar a tener en cuenta.
Salud no es ausencia de enfermedad, la cultura cannábica no es solamente fumar porro y el sostén económico de muchas familias está vinculado al autocultivo (ya sean grow shops, empresas que elaboran productos, proveedores de semillas o productores clandestinos de cannabis -cultivadorxs que venden sus excedentes de flores o aceites, breeders, entre otras-).
En estos términos es que cultivar es resistir al saber-poder médico, a un capitalismo mortífero y a la alienación cultural. Foucault decía “donde hay poder hay resistencia”; en ese sentido podemos decir “donde hay prohibicionismo hay gente plantado porro”. No nos olvidemos que resistir es un acto de amor.
De esta forma, el autocultivo es una práctica de resistencia y más aún en épocas donde el cuidado y el amor son desechados en pos de la producción y la ganancia y a costa de la salud y del ambiente. Tanto es así que la creación de semillas debe ser nuestro mecanismo de defensa predilecto contra la industria capitalista.
Breeding
La posibilidad de criar cannabis (lo que se llama “breeding”), de reproducirlo, de recrearlo, no debe quedar reducida a la industria o a expertxs. Todas las personas debemos tener el acceso a la información para poder llevar el proceso a cabo y desarrollar nuestras propias genéticas; no necesitamos matrículas en ingeniería agronómica para poder hacerlo.
Si bien es un proceso complejo, no es imposible. Se trata de paciencia, dedicación y aprendizaje. Pero no solo es la experiencia en el cultivo de cannabis lo que cuenta: un eje fundamental a la hora de arrojarnos en la tarea del breeding es la clonación (la realización de esquejes).
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Hay que tener en cuenta que la forma de hacer semillas que aquí presentamos no es la única. Nos enfocaremos en el cruce de dos genéticas distintas a partir de la reversión de una de ellas en razón de obtener semillas feminizadas. Es preciso aclarar que cuando se cruzan diferentes cepas de landrace o endogámica el resultado es un híbrido F1. Por otra parte, un polihíbrido es una cepa que resulta del mestizaje de dos cepas híbridas.
El primer paso es la selección de las genéticas que deseamos cruzar, es decir, debemos elegir genéticas que posean los rasgos (las características) que queremos encontrar en el resultado final (sin perder de vista que los resultados jamás son puros).
Luego de esta selección, al conseguir las semillas debemos realizar el primer filtro: la selección a partir del germinado. Nos quedaremos con aquellas semillas que hayan germinado con mayor fuerza y posean mayor potencia y descartaremos las semillas que han tardado demasiado en germinar o son muy débiles. Aclaramos: no se trata de guardar algunas y tirar otras, sino de marcar y registrar las características deseadas de cada fenotipo a lo largo de todo el proceso.
A raíz de esta selección continuamos con el próximo paso: la selección en vegetación. Aquí debemos registrar las plantas que posean las características deseadas en cuanto a crecimiento, estructura y morfología.
Una vez realizado este proceso, el siguiente paso es esquejar cada planta luego de haberlas diferenciado mediante sus respectivas nomenclaturas (idealmente debemos realizar dos esquejes).
Una vez garantizada la clonación, continuamos con el proceso de floración -punto clave, ya que en ella se dará la reproducción-.
Por un lado, debemos seleccionar el macho (revertido) con las características deseadas, luego de haber decidido qué planta revertiremos con el producto necesario.
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Para revertir el sexo de una planta únicamente necesitaremos Tiosulfato de Plata, también conocido como STS (Silver Tiosulfate). Este componente, al ser aplicado sobre nuestra planta hembra, actuará modificando los niveles de etileno (hormonas responsables de determinar el sexo en ciertos tipos de plantas), por lo que ésta revertirá su sexo, convirtiéndose en macho.
Por el otro, debemos seleccionar la hembra que polinizaremos. La hembra está lista para ser polinizada desde sus primeros cálices, sin embargo el macho debe abrir sus flores para liberar su polen en el momento adecuado (esto lo podemos manipular y controlar). Es decir, una vez revertida, cuando la planta macho esté madura, las flores abrirán sus sépalos dejando al aire libre sus estambres y liberando el polen. En este momento la planta macho posee sus índices más altos de fertilidad.
Luego de la polinización la mayoría de las semillas tardarán entre 4-6 semanas en madurar completamente (el tiempo de maduración depende de la variedad). Al cosechar este primer cruce separaremos las semillas correspondientes a cada planta con su respectivo nombres.
Aquí está la bisagra.
Comenzamos con una nueva germinación y selección, esta vez de nuestras genéticas. Este proceso es similar al que realizamos en un principio en la etapa de germinación y la etapa de vegetación. Seleccionaremos nuestros mejores fenotipos -la expresión genética deseada-. Sin dudas, realizaremos los esquejes y de allí pasaremos a enfocarnos en la floración. Por supuesto que la expresión genética abarca todo el proceso, sin embargo los rasgos principales que buscamos se encuentran en la flor: sus tonalidades, su densidad, sus tiempos, su resina, sus cannabinoides, sus flavonoides, sus terpenos, su morfología, sabores.
La planta que seleccionamos en este proceso es la que reproduciremos para llegar a una primera estabilización de nuestra genética.
¿Cómo se estabiliza una variedad? Una forma de hacerlo es mediante lo que se conoce como retrocruzamiento. Cuando lxs criadorxs desean crear una variedad nueva, seleccionan dos variedades madre con rasgos deseables. Al cruzarlas, se produce la primera generación con la que contamos.
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El retrocruzamiento consiste en tomar un miembro de esta generación y cruzarlo con una de sus variedades madre. Este tipo de endogamia contribuye a reforzar la presencia de los genes de uno de los padres. También es importante considerar que podemos buscar la estabilización mediante el cruce de una genética por sí misma (mediante la reversión de esquejes).
Como mencionamos anteriormente, si hemos cruzado dos genéticas híbridas, lo que tendremos como resultado es un polihíbrido. Luego de este proceso tendremos nuestras semillas para sembrar, cultivar y compartir e incluso seguir cruzando.
Por Linneo Argentina – Cultivo Comunitario de Rosario.
Publicada originalmente en junio de 2021.
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