¿Qué Hay Detrás de los Incendios en el Delta?

Publicación original: septiembre 2020

Verde sangre, rojo fuego: el humo se adueña del paisaje. En lo que va del año se quemaron más de 175.000 hectáreas. Eso equivale a unas 8 veces el tamaño de Capital Federal. “Se prenden fuego los pastos para beneficiar al rebrote y que ese nuevo pasto sea el alimento del ganado. Hace años que respiramos humo. Lo tenemos bastante naturalizado”, se lamenta la joven Jackeline Ermini, activista de Jóvenes por el Clima.

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Los incendios recorren los humedales desde el Delta del Paraná hasta el Delta bonaerense. “En esas zonas de Buenos Aires no es tan fuerte la actividad agrícola-ganadera, sino que predomina la inmobiliaria”, suma Ermini.

Por caso, la asiduidad no alivia la consecuencia: “En los últimos meses no podíamos respirar. Desde junio que empezamos a vivir esas quemas pero de una manera exacerbada. En muy pocos días, Rosario y las ciudades aledañas se inundaron de humo. Te subías a un edificio y no veías las calles. Las columnas y bancos de humo eran realmente enormes”, asegura la joven desde el centro de Rosario, Santa Fe.

“Vivir en ese contexto es terrible”, sentencia.

El ojo público

Desde el día uno, Jóvenes por el Clima denuncia esta situación. Su militancia contribuyó a la mediatización del problema; el apoyo de las personas lo puso en la esfera pública. Allí fue que las autoridades comenzaron a darle atención al asunto.

“La presión pública fue la clave para que este tema se toque y se empiece a pensar en alguna solución”, expone.

Los principales incendios están en los humedales del Delta, en el bosque serrano de Córdoba, en el monte formoseño y también hay focos en la provincia de Buenos Aires, Santa Fe, Salta, Jujuy, Tucumán, Chaco y Corrientes, entre otros. El dato: apagar un incendio como el del Delta del Paraná cuesta, entre recursos, herramientas, helicópteros y labor de brigadistas, unos 22 millones de pesos por día.

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Los incendios conllevan también conflictos interjurisdiccionales. Por eso, además de las soluciones oficiales, distintas movidas ciudadanas se plegaron al rescate de los ecosistemas en peligro. “Con lo que tenían a mano, unos 400 voluntarios sin ningún tipo de experiencia fueron a apagar el fuego”.

¿Cómo seguimos?

Entre las soluciones que se mascullan está la creación de una red de conservación: una serie de áreas protegidas que tendrán el monitoreo y vigilancia de Parques Nacionales. “Se habla del Parque Nacional Pre-Delta, en Entre Ríos; de la Isla Charigüé, en Rosario y de otra en Victoria, Entre Ríos. Del resto no sabemos mucho”, asegura Ermini.

Sin embargo, la activista sostiene que las soluciones de fondo trascienden a estas cuestiones. En sus palabras: “Tenemos que repensar nuestro modelo productivo y poner el foco en un montón de sectores que están invisibilizados. Por ejemplo, las comunidades isleñas, los pueblos de las islas, que llevan ritmos de vida diferentes, unas prácticas valiosas y sostienen economías regionales. Ellos trabajan sin dañar el ambiente”.

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Con 24 años, esta estudiante de biotecnología y auxiliar de la Universidad Nacional de Rosario sabe que, para resolver este dilema, tienen que emerger soluciones razonables: “Entendemos que no se puede prohibir la ganadería ni proceder con soluciones extremistas”, afirma.

¿Entonces? “Tenemos que repensar cómo producimos, para quiénes y qué producimos. Hay que ir hacia una transición mucho más sustentable”, Ermini dixit.

A propósito del modelo ganadero, la activista advierte que “la carne tiene un valor simbólico en nuestra sociedad”. Es por esto que plantean una salida transicional, que contemple la dimensión del impacto ambiental.

Los humedales

Otra información poderosa es que un 20% del territorio argentino está constituido por humedales. Entre ellos, los Salares de Altura de la Puna, los Altoandinos, las Turberas en el sur, etcétera. “Argentina tiene humedales de Norte a Sur, de Este a Oeste”, continúa.

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¿Qué función cumplen los humedales? Lo explica Ermini: “Ofrecen servicios ecosistémicos. El más importante es la provisión de agua. Las ciudades respiran y toman agua gracias a los humedales. Son esponjas que absorben el agua, la drenan y la almacenan. Cuando llueve, controlan los niveles de agua. No tenerlos implica que, ante una lluvia, se te inunde la ciudad. Cumplen un rol fundamental en cuanto a la vida de las ciudades”.

De acuerdo a su magnitud, los incendios impactan en diferentes niveles. Con unos 25.000 focos de incendios activos, el fuego destruye la biodiversidad. “Hay especies autóctonas que habitan solo en los humedales. Si se extinguen un montón de especies, no las recuperamos más”, comenta.

“El Delta tiene la capacidad de regenerarse. En algún momento vamos a tenerlo verde de nuevo. Lleva tiempo y es complejo predecir cómo y cuándo. El fuego destruye todo y lo pone en peligro. Hay especies que murieron calcinadas y no las vamos a recuperar más. La flora puede recuperarse, pero lleva su tiempo”, revela.

El fuego que hemos construido

En su zona de residencia, los fuegos están relacionados casi estrictamente a la práctica ganadera. Sin embargo, los responsables del sector agrícola-ganadero dio su versión sobre los hechos: si bien prenden algunos fuegos, el descontrol también los perjudica.

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De nuevo, ¿y entonces? “Muchos nos han dicho que no son los ganaderos que habitualmente practican la quema, sino que detrás hay intereses como la expansión del desarrollo inmobiliario. Queman para limpiar el terreno, lotearlo y construir countries y hoteles”, detalla.

Ermini insiste: “Urge repensar nuestro modelo productivo”.

La regulación es poder

La falta de información ante los incendios genera una especie de vacío existencial: ¿cómo se combate lo que se desconoce? En tanto, por estos días, se discute en el Congreso la implementación del Acuerdo Escazú, un tratado internacional de América Latina y el Caribe que garantiza el acceso a la información, la participación pública y ciudadana y el acceso a la justicia en términos ambientales.

Sobre una Ley de Humedales se apoya una necesidad crucial: no hay ninguna regulación sobre estos lugares. “Están liberados a que las provincias apliquen sus propias reglas”, amplía.

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Actualmente, hay unos 8 proyectos en la Cámara de Diputados y 3 en Senadores. En los últimos 10 años se presentaron otros 8 proyectos y todos perdieron estado parlamentario. “No queremos que pase lo mismo esta vez”.

“Buscamos una ley que regule y legisle en pos de conservar estos territorios y que se pueda desarrollar la actividad humana sin dañar el ambiente”, concluye.

Fotos gentileza de Jóvenes por el Clima y Jackeline Ermini