Orgullo LGBTIQ+: ¿Se Puede Aprender a Vivir con Miedo a Ser Felices?

Por Pablo Redes Vidart

Orgullo LGBTIQ+: ¿Se Puede Aprender a Vivir con Miedo a Ser Felices?

Las personas que conformamos la comunidad LGBTIQ+ aprendimos a crecer con miedo. La aceptación constante que perseguimos -aun cuando perturbe nuestros sentidos- se constituye como parte de la esencia que acompaña la búsqueda de nuestra identidad. Sin embargo, hay una franja mayoritaria de la sociedad que piensa que, para nosotres, abrirse al mundo sin temores es una tarea fácil, mecánica, obligatoria. 

¿Puede ser tan inmensa la ausencia absoluta de empatía? 

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Muchas veces, transcurrir una vida de privilegios otorgados por la hegemonía imperante enceguece la manera de comprender las realidades ajenas. Cual freak show, las experiencias que devienen diferentes a las historias cotidianas de la normalidad se convierten en un agente totalmente desconocido y, a la vez, atractivo. Este es, por caso, uno más de los casilleros del juego que plantea el patriarcado. 

¿Y los siguientes casilleros?

Quienes sostienen que nuestra existencia multicolor es siniestra y bizarra son, a su vez, les principales impulsores de los cánones que dominan el sistema heteropatriarcal en el que vivimos. La interseccionalidad cultural demuestra que nuestra actitud predominante debe ser similar a la de los bufones frente al rey: un espectáculo humorístico, ridículo. Así es como somos burlades, dicriminades, anulades, privades de nuestra libertad y hasta incluso desaparecides físicamente. 

¿Cómo pretenden que no tengamos miedo? 

¿O acaso tenemos que vivir con la incertidumbre de no saber si volvemos a casa? 

El 11 de marzo de este año, Tehuel de la Torre, un chico trans, fue a una entrevista de trabajo y nunca regresó a su hogar de San Vicente.

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Todas nuestras revoluciones por los derechos humanos que nos corresponden por formar parte de la misma especie, fueron y serán a través de los gritos libertarios contra el régimen patriarcal, despojando todo tipo de cobardía. La diversidad se ve en nuestra lucha y la libertad es nuestro lema sideral. Como lo fue Stonewall en 1969 cuando un grupo de homosexuales, bisexuales, lesbianas y personas trans resistieron contra la represión policial y el abuso a su derecho de vivir. 

“Nuestra lucha no es hipócrita, es el orgullo de les oprimides, de quien se ha reconocido como tal. Nunca el orgullo del desclasade que ha negado su condición de excluide. Mi orgullo no pide permiso, es el orgullo de quién soy”, compartió José María Di Bello, une activista no binarie que, junto a Alex Freyre, se consagraron como el primer matrimonio disidente de la Argentina. 

Gracias al volumen de personas que militaron y resistieron la barbarie impuesta por el sistema heterocis-opresor, hoy en el país hay un reconocimiento del DNI no binario y la inclusión laboral travesti/trans, en honor a las referentes indiscutidas de Diana Sacayan y Lohana Berkins. Por estas latitudes, se respira un aire prometedor de inclusión, igualdad y diversidad. 

Esta 30° Marcha del Orgullo es uno de los espacios para salir a la calle resilientes, con los temores metabolizados para mostrarle al universo que nos gusta sentir, amar y ser de forma orgánica, siempre fieles a nuestra constitución de pensamiento. Comprometides con los conceptos que representan cada uno de los colores de la bandera de la diversidad, empoderando nuestra felicidad frente a tanta culpa inculcada a través de los años. 

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El patriarcado aún no cae, pero dependerá de cada une el grado de poder que le otorguemos para imperar sobre nuestras conductas. No podemos seguir permitiendo que se reprima lo que sentimos, lo que somos, lo que deseamos.

Puede ser que las cosas no salieron como pensamos o no tuvimos tiempo de lograr lo que encontramos como una solución a tanta ignorancia y desigualdad. Superamos muchos obstáculos y vendrán otros nuevos. No obstante, la comunidad LGBTIQ+ seguirá firme y celebrante en nombre de todas las personas que ya no están, las que vendrán y las que somos.