Alemania: el Campeón Sospechado
Gracias a la neutralidad con la que Suiza se mantuvo durante el contexto de la Segunda Guerra Mundial, el país helvético fue elegido sede de la máxima competencia del fútbol. Las garantías sociales y económicas que ofrecían los suizos brindaban el marco ideal para llevar a cabo un evento con estas características.
Entre las selecciones competitivas destacaba Alemania Federal, quienes regresaban a un torneo de estas características luego del veto impuesto por FIFA, a raíz de la Segunda Guerra Mundial. En lo que respecta a lo sucedido en el campo de juego, el conjunto teutón debutó contra Turquía en Berna con un contundente 4-1 a favor. Luego, en el siguiente partido, se enfrentó a Hungría. Aunque, esta vez, el resultado fue deportivamente catastrófico: un pesadillesco e inaudito 8-3 en favor de los húngaros, los grandes favoritos a alzarse con la copa.
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Sin embargo, esta rimbombante derrotó hizo mella en el orgullo alemán. Las siguientes victorias por 7 a 2 a Turquía, el certero 2 a 0 contra Yugoslavia y el 6 a 1 propinado a Australia depositó al equipo europeo en su primera final del mundo. ¿El próximo rival a sortear? La poderosa selección de Hungría, quienes ya habían tenido a maltraer al inicio del certamen.
El andar de los húngaros era demasiado prometedor. A la mencionada y abultada victoria frente a los alemanes, le siguió un aplastante 9 a 0 contra Corea del Sur, otra goleada por 4 a 2 enfrentando a Brasil y un resultado idéntico contra la selección de Uruguay.
El 4 de julio de 1954, el extinto Estadio Wankdorf recibió a estos dos poderosos conjuntos bajo una intensa lluvia. Luego de un disputado primer tiempo igualado 2 a 2, a cinco minutos del final, el extremo derecho Helmut Rahn se convirtió en leyenda, anotando el 3 a 2 que sentenció la llegada de la primera copa del mundo a las vitrinas alemanas. Este triunfo cobró tal magnitud que, popularmente, se lo conoció como “El milagro de Berna”, en alusión a la ciudad suiza en la que se llevó a cabo el cotejo.
No obstante, unos cincuenta años después, la misma historia que celebró este trascendental triunfo quedó bajo la lupa. El hallazgo por parte de los utileros del conjunto alemán fue contundente. En el vestuario correspondiente a los campeones se hallaron jeringas con algo que, en palabras de los propios testigos, “debería estar prohibido”
En 2010 se divulgó una investigación realizada por la Universidad de Humboldt y el Instituto Federal de Ciencias Deportivas, con el apoyo del Comité Olímpico alemán. En este trabajo se concluyó que las ampollas descubiertas en aquellas inmediaciones podrían haber contenido metanfetamina pervitina, una droga psicoestimulante que permite superar las capacidades físicas y mentales.
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Según los especialistas, esa droga aumenta la agudeza mental, retarda el agotamiento, facilita la concentración y brinda combatividad. Una conjunción de características ideales para afrontar una competencia deportiva tan exigente como una final del mundo. Cabe destacar que, en aquel entonces, los controles de dopaje no se llevaban a cabo. Recién en el mundial disputado en Inglaterra durante 1966 se implementó este riguroso control con el fin de impedir el uso de sustancias para lograr un mayor rendimiento.
De esta manera, la consagración que determinó el renacimiento deportivo de Alemania luego de la guerra quedó un tanto empañado con el uso de drogas basadas en anfetaminas. ¿Lo llamativo? La droga aplicada y denominada Pervitin, fue desarrollada en la Segunda Guerra Mundial, precisamente para hacer más resistentes a los soldados nazis.
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