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Del Tomate al Cannabis: Internet de las Cosas y Horticultura en Argentina

Del Tomate al Cannabis: Internet de las Cosas y Horticultura en Argentina

✍ 28 November, 2022 - 12:47

La Ley de Cannabis Medicinal e Industrial 27669, sancionada en abril de 2022, prevé que el cannabis sirva para tecnificar las economías extra-pampeanas, como el vino, la yerba, el tabaco, el algodón o la fruta y que los productores aumenten su rentabilidad.

Desde esta perspectiva, el cannabis podría representar una oportunidad para los cinturones hortícolas de la Argentina que, en general, tienen magros márgenes de ganancia.

Según el Banco Mundial, en 2019 en Latinoamérica, de 450 proyectos dedicados a tecnificar la agricultura, un 51% se dedican a la agricultura intensiva y la ganadería, y solo el 3% se dedica a emprendimientos como la horticultura y la provisión de alimentos frescos. Sólo 3 proyectos se dedicaban al diseño de sistemas de agricultura protegida, como invernaderos, que sirven para producir cannabis.

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La transición “del tomate al cannabis” no es sencilla. Como mínimo, requiere el acondicionamiento industrial de los cultivos para garantizar la calidad e identidad del cannabis argentino.

Sin embargo, la tecnología necesaria puede llegar a ser muy costosa y su incorporación requiere el acompañamiento de los productores en los procesos de aprendizaje regional.

Entonces, ¿cómo asegurar que los productores hortícolas tengan acceso a las tecnologías necesarias para participar en la cadena de producción del cannabis argentino? Y más importante aún: ¿cómo hacerlo accesible a la estructura de costos de la agricultura familiar?

FANIOT: Desarrollo Tecnológico Federal

Ayelen Ebene es Directora de Innovación de FANIOT, un consorcio de cooperación formado por una empresa del Gobierno de Misiones y Smart Cultiva, la empresa que cofundó con Martín Bueno, en el 2016 para el desarrollo de dispositivos IoT [Internet of Things], una red de sensores, software y otras tecnologías que intercambian datos a través de internet u otras redes de comunicación

Aplicados al agro, estos robots y sensores recolectan y analizan información para tomar decisiones. En el caso particular del cannabis, los sensores son fundamentales para una cosecha óptima, el adecuado uso de recursos, el control del estado del suelo, la actividad biológica, los niveles de ventilación e iluminación, y la estabilización de la producción a escala.

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La estrategia de FANIOT no es arbitraria, el consorcio busca federalizar el desarrollo tecnológico y científico más allá de las grandes ciudades como Buenos Aires, Rosario, Córdoba. “Las provincias necesitan sus propios proyectos tecnológicos y científicos. Tiene que haber proyectos así en las provincias para que las personas estudien allí y se puedan quedar también en su provincia”, detalla Ebene.

“Desarrollamos termómetros infrarrojos, sensores de CO2 para medir la ventilación de los espacios y hacer mejores políticas públicas. Estamos enfocados en poder colaborar con la agricultura familiar, porque después de todo producen los alimentos que consumimos día a día”, continúa Ebene.

Agricultura Familiar y IOT

El desarrollo de paquetes tecnológicos para el pequeño productor es indispensable para su integración a la cadena de valor del cannabis. Y, de hecho, los sensores monitorean variables que pueden traducirse en un sello de origen que dé legitimidad al cannabis regional argentino.

“La industria del cannabis medicinal en Argentina va a requerir de todo tipo de controles, porque estamos hablando de cannabis, de uso médico, cuando no de grado farmacéutico, y tenemos al mismo tiempo una buena cantidad de cultivadores en Argentina y pequeños productores que están ansioso de pasarse a este segmento. Pero, sin una bisagra, sin un umbral tecnológico accesible, eso no va a ser posible”, continúa Ebene.

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Además, Ebene explicó que los requerimientos del cannabis y de las plantas comestibles son diferentes. La agricultura de ambiente controlado es costosa y no se justifica en todas las zonas geográficas.

“Holanda tiene los mejores invernaderos del mundo. Pero, ¿esa tecnología se puede aplicar exactamente igual en Argentina? No, porque son costos que escapan a los productores. Un productor del cordón hortícola de La Plata, por ejemplo, no podría justificar esa inversión en invernaderos altamente tecnologizados”, destaca Ebene.

¿Entonces cómo puede ayudar la tecnología argentina al pequeño productor de cannabis?

“Hay un camino intermedio. Por ejemplo, la mayoría de los invernaderos en Argentina son estructuras de madera. Las estructuras en Holanda son metálicas y cuestan cinco veces más. Con lo que cuesta uno de estos invernaderos, un productor cubre hasta cinco hectáreas. No tiene sentido una inversión de ese tipo, pero sí puede con esta misma estructura y ese mismo invernadero mejorar las condiciones internas del cultivo”, explica Ebene.

¿Cómo? Con tecnología.

“El sector hortícola es muy marginal, y si se le diera la posibilidad de incorporar paquetes tecnológicos de este tipo, podrían mejorar sus vidas y obviamente la situación en la que producen. Si ellos ven que funciona, lo incorporan, pero necesitan un marco regulatorio que los ayude financieramente”, concluye Ebene.

IoT Argentino

Los desarrollos en IOT no se limitan a aplicaciones industriales. Existen emprendedores adaptando estas tecnologías a los entornos domésticos.

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Cultivo Espacial es una startup argentina que se dedica a producir dispositivos de control para autocultivadores. Formada por Javier Rebello y Santiago Cabeza, un programador de sistemas e infraestructura y un experto en domótica (automatización de viviendas), apunta a garantizar que el usuario medicinal tenga acceso a cannabis seguro y de calidad.

Los emprendedores avizoran un mercado potencial enorme en el segmento smart house, viviendas cableadas con sensores de todo tipo y sistemas de comunicación, que permiten monitorear y analizar las condiciones de vida dentro, el uso de recursos, la seguridad y el wellness.

Desde jardines verticales hasta techos solares, la tecnología IoT permite transformar hogares en un gran “invernadero” donde prolifera la vida en condiciones hipercontroladas.

“Los equipos físicos se componen de una carcasa impresa en 3D, la electrónica y la eléctrica. Los ensamblamos nosotros mismos en nuestro taller y los insumos algunos son importados, por ejemplo el filamento para imprimir en 3D y partes de las placas de electrónica”, detalla uno de ellos.

El sensor diseñado por los argentinos para el monitoreo de cultivos domésticos viene acompañado de un software que permite la portabilidad del sistema. Se puede acceder a los datos desde cualquier dispositivo y, además, analizar los datos recolectados para entender la evolución del cultivo.

Growing es otra startup argentina, creadora de la GI-Box, una central de monitoreo con cámara integrada que te permite estar al tanto de las condiciones de tu cultivo, humedad, riego, temperatura. “Lo fundamental es el software”, explican, porque te permite recopilar información para orientar al usuario o al productor, podés customizar tu configuración para tu genética y condiciones de producción.

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“Pensamos escalar a medida que crezca el proyecto para eso pensamos opciones para bajar costos y adquirir escala con costos más bajos para ganar competitividad. Lo pensamos para invernaderos más grandes. Tenemos una opción más robusta que se adapta a espacios más grandes que se puede adaptar al tablero [dashboard] de los invernaderos”, explican, en referencia a los programas de software que integran todas las funciones del invernadero en una aplicación.

“El desarrollo de software y electrónica [hardware] es fundamental para cubrir los desarrollos que no hacemos en Argentina. Nos permitirá escalar la producción y abordar soluciones que tenemos pensadas. Nos permitirá negociar de otra manera, con otro volumen. Hoy nos apoyamos en soluciones adaptadas”, agregan.

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ACERCA DEL AUTOR

Nicolás es Licenciado en Relaciones Internacionales e investigador del Doctorado en Política Pública y Urbana de The New School en la ciudad de Nueva York. En 2014, trabajo para Naciones Unidas en Kosovo y co-fundó la Open Data Kosovo Foundation for Digital Capacity-Building. En 2015 recibió un Master en Asuntos Internacionales y en 2020 un Master en Filosofía. Actualmente se dedica a estudiar la relación entre la industria del cannabis y las políticas de desarrollo económico equitativo, en Argentina, donde conduce su trabajo de campo.

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