Cinco Lugares Realmente Increíbles para Bajonear en Buenos Aires
Durante estos últimos años, las estadísticas nos invitaron a corregir el rumbo de la alimentación: que comamos mejor, que comamos menos, que comamos “bien”. Sin embargo, nadie puede negarse a unos manjares de urgencia, a una glotonería express, a una bacanal espontánea.
Y antes que la vida nos aloje maltrechos en un geriátrico o que los médicos prendan las endemoniadas alarmas de sal, colesterol y blá blá blá, bien vale darse unos cuantos gustos y bajonear de lo lindo.
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Hincar el diente como el estómago convoca y el corazón dispone: bajonear es un acto compartible, colectivo, abundante e inconfundiblemente popular.
En rigor, el bajón queda urdido por una necesidad: en el instante previo, se prendió mecha a un porrito, se agitaron los nervios en un recital, las rodillas se doblaron hasta abajo en un baile o el cuerpo entronizó tamaña energía extática que ahora, para reponerse, necesita de una ingesta voraz, desmedida y grasienta.
Lejos de considerarse “baja gastronomía”, los lugares bajoneros constituyen dos nociones básicas de la vida: suponen la culminación de la felicidad (la faena recién termina después y solo después de bajonear) y ofrecen los más exquisitos (y nobles, y abundantes, y amorosos, y muchas veces pornográficos) platos de comida.
Desde aquí, entonces, una guía posible en la que diversos especialistas culinarios eligieron cinco lugares para bajonear en Buenos Aires:
Eddie Fitte, de #DeBarrio: El Antojo (Tinogasta 3174, Villa del Parque)
No tengo muchas opciones, solo una: El Antojo, que para mí es el lugar bajonero por excelencia. No solamente tiene unas papas fritas de la concha de la lora, sino que tiene las famosas milanesas que se cortan con cuchara. A la hora de bajonear, ayuda usar pocos instrumentos para comer de manera más atropellada.
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Primero, la milanesa de El Antojo es la más grande de Buenos Aires. Segundo, es la más tierna porque se corta con cuchara. Y tercero, la napolitana a caballo que preparan ahí es bestial.
Creo honestamente que es el mejor lugar para ir a bajonear. Es imposible que no te sobre milanesa y está bueno eso de llevarse una mitad de mila para destrozar a la madrugada sacándola fría de la heladera.
Mauro Albarracín, de Les Amateurs: Panchería El Porteño (Monseñor López May 2889, Gregorio de Laferrere)
Para mí, El Porteño de Laferrere es el lugar indicado para comer. Es como una casa de comidas rápidas en la que no solo podés encontrar hamburguesas y demás, sino que encontrás oferta cultural de países limítrofes: asadito paraguayo, salchipapa y un montón de condimentos bien de la zona.
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Chorrea conurbano. Es todo muy grasiento pero a la vez de calidad.
Es un lugar muy bueno. Además, se puede jugar mucho con el nombre: se llama “El Porteño”, siendo que no es para nada “porteño”.
Lonza Álvarez, de Panza Llena: La Guitarrita (Cuba 3300, Núñez)
Hace no mucho fui a ver a Guasones a Obras. Fue un recital tremendo y salí con un hambre bárbaro. Esquivando al McDonald’s y a sus sabores de siempre, me dirigí a La Guitarrita, ya que quería comer una buena pizza.
Es finita, rica y le tiré veinticuatro mil ingredientes. Me acuerdo que esa vez pedí una mitad de “La Máquina”, que lleva muzzarella, jamón, morrones asados, huevos y aceitunas negras. Y, por otro lado, pedí “La Tirolesa”, que es más jugada y a mí me encanta: viene con matambre casero, ajíes en vinagre, jamón y morrones. Bomba.
Tremenda la pizza de La Guitarrita.
Natalia Torres, de #VéngaElLíquido: El Litoral (Moreno 2201, Balvanera)
El Litoral es una parrilla de ochava típicamente porteña. Cero pretensiones. Sirven tanto en salón como en la vereda. Pero, aparte del salón, tienen una ventanita de la que se expenden sánguches constantemente.
Y hay de todo para llevar, pero lo que la gente usualmente va a comprar son sánguches de vacío, de bondiola o choripanes. Son sánguches del tamaño de las zapatillas de Shaquille O’Neal y son vergonzosamente baratos. Casi que te dan ganas de sumarle unos $100 pesos más de onda.
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Podés pedir con papitas, salsita criolla y chimichurri.
Ya tienen toda la ciencia de la cuestión. Por más que hubiera 10 personas delante mío, nunca tuve que esperar un sánguche más de 5 minutos.
Muchos ambulancieros del Centro Gallego de Buenos Aires van a comer ahí y también muchos tacheros.
Es un lugar muy pintoresco que milagrosamente sobrevivió a la pandemia. Ahora, además, tiene cola constante en el salón. Y a toda hora. Pasás a las 5 de la tarde y hay gente comiendo. Es un lugar maravilloso.
Cecilia Boullosa, de Chica Eléctrica: La Cocina (Av. Pueyrredón 1508)
Ya no hay muchos lugares que abran tan tarde. Durante los ’90 y los ‘2000 había lugares para comer toda la noche. Ahora no quedan tantos. Lamentablemente, Buenos Aires perdió un poco la noche gastronómica. Y después de la pandemia, todavía más.
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Me gusta mucho un bolichín que se llama La Cocina, que venden empanadas muy ricas y muy buenas. Ahí, elegiría la “Pikachu”, que es como una buena empanada doble, cerrada. No es canastita, porque no nos gusta la canastita [risas]. Viene con tres tipos de queso, cebolla caramelizada y una salsa medio picante. Es la gloria.
La Cocina es un lugar chiquitito y muy cálido. Solo tiene una barra. Son empanadas estilo catamarqueñas. Y de las mejores que se pueden conseguir en Buenos Aires.
Fotos de cortesía // Foto de portada por Karthik Garikapati vía Unsplash.
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