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Clubes Cannábicos, un Empleo que Atrae a Jóvenes Argentinas en Barcelona

Por Lola Sasturain

Clubes Cannábicos, un Empleo que Atrae a Jóvenes Argentinas en Barcelona

✍ 24 September, 2023 - 13:05

Conseguir un trabajo que permita alquilar y vivir una vida más o menos decente es una de las preocupaciones principales, sino la principal, de los miles de jóvenes inmigrantes argentinos que llegan a España cada año. Y sin papeles, lo que significaría sin nacionalidad ni permiso de residencia, se vuelve una tarea que va de incómoda a desesperante.

Para el segmento joven y de clase media, los históricos elegidos siempre fueron la gastronomía, atención al público, hotelería y el último tiempo, las apps de entrega. Pero hay una figura que cobró fuerza los últimos años: los clubes cannábicos, o asociaciones de cannabis, conocidas coloquialmente como “asos”.

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La gran mayoría de clubes de este tipo que hay en España se encuentran en Barcelona. Se estima que sólo en la capital catalana hay alrededor de 300, en su mayoría ubicados en áreas de alta circulación. Y llama la atención al visitar uno, o al conversar con cualquier grupo de amigos de entre 20 y 40 años, una realidad que emerge: casi todas las personas que trabajan ahí dentro son mujeres migrantes. Y en muchísimos casos, latinoamericanes, con una predominancia de argentines.

Si bien los sueldos no son los mejores, y el modelo que plantean está plagado de irregularidades, siguen ofreciendo un ingreso estable y condiciones laborales laxas y favorables.

¿Qué son estos clubes, y porqué tantos inmigrantes los eligen para trabajar?

Las “asos” son espacios donde se facilita y se consume cannabis bajo una dinámica de club: entre socios y a puertas adentro. Son asociaciones sin fines de lucro; ésto quiere decir que no se obtienen beneficios económicos de la venta del cannabis. Los espacios subsisten gracias a la cuota de membresía de sus integrantes, las venta de la barra y los eventos que organizan. Los requisitos para fundar uno son los mismos que para fundar cualquier asociación sin fines de lucro.

Para ser parte de uno, se debe llegar por invitación de otra persona que ya sea socia del club y se debe pagar una cuota anual muy accesible, que suele rodear los 20 euros. Luego, para conseguir cannabis tanto en formato flores como comestibles o extractos, se debe pagar una suma más a precio variable dependiendo del producto y de la asociación.

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Los clubes son espacios acondicionados para el esparcimiento y el relax: ofrecen sitios para sentarse, carta con comida y bebida, música y diversas comodidades y valores agregados según la propuesta.

Éstos existen desde la década del 90 pero su explosión fue a partir del año 2011, Para asociarse se requiere un documento reconocido por la unión europea, sea DNI español, NIE o pasaporte.

¿Cómo funcionan estos clubes?

Las asociaciones existen gracias a un gris legal: el cannabis no es legal en España, lo cual significa que está penado por la ley comprar, vender o consumirlo en público. Lo que no está penalizado es su cultivo para uso personal ni su consumo puertas adentro. Es por ésto que la venta de cannabis no puede ser fuente de ingresos para estos clubes. Esa es la diferencia básica y fundamental con los coffe shops holandeses,. “Las formalidades en forma de una invitación y la pertenencia a un club, son medidas necesarias para cumplir con la letra de la ley. En los clubes no existe el concepto de venta ni de compra, sino de cuotas voluntarias. Es inapropiado utilizar la palabra “comprar” aquí, en su lugar se dice “conseguir”, “tener” o “probar””, reza la guía de clubes cannábicos de Barcelona, https://es.cannabisbcn.com/

Valeria, argentina de 30 años que trabaja en un club del trendy barrio de Poblenou, explica un poco mejor la cuestión legal y como eso repercute en la organización del trabajo en la aso así como en sus políticas de membresía. “Hay un vacío legal. Por ejemplo lo que están permitidos son los cultivos comunitarios. Somos un grupo de personas que queremos tener nuestro cultivo y aportamos dinero a la causa, entonces por eso, si o si los socios tienen que tener residencia en el país, ya que de otra forma no podrías pertenecer a un cultivo comunitario”.

En su aso son muy estrictos con eso, a diferencia de otras que aceptan muchos turistas. Y Valeria destaca otra cosa: en su club, a aquellos que se presentan con receta médica, se les hace un descuento importante del 50%.

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Por supuesto que este modelo encarna una paradoja: es una fuente de ingresos segura para miles de personas que, por sus condiciones migratorias o por su falta de calificación, no pueden conseguirlo de otra manera; pero por otro lado, como empleo es muy precario. Precisamente, porque en lo formal, ni siquiera es estrictamente un trabajo.

Siguiendo con el modelo que describe Valeria, las personas que trabajan adentro no son consideradas “trabajadores” sino “colaboradores”. Ésto tiene que ver con las condiciones formales de su empleo: no se cobra un sueldo fijo sino por horas trabajadas, que suelen ser fijas y pactadas previamente. Esto también abre un paraguas sobre su estabilidad: “si el día de mañana un colaborador decide irse está en todo su derecho y lo mismo al revés; si el dia de mañana quisieran echarte del club también se puede, pero es algo que no pasa frecuentemente. Y lo mismo con las vacaciones, si unx quisiera irse de vacaciones cuando quiera también esta en todo su derecho”, explica Candela, argentina que trabaja de encargada en una aso. La flexibilidad es un pacto implícito que le sirve a ambas partes. Candela entró a la aso porque no le pedían residencia; y cuando la obtuvo, igualmente eligió quedarse.

Lara, argentina de 25 años que trabaja en una aso del barrio de Poble Sec, aporta: “Tantos migrantes trabajamos en asos porque básicamente no te pueden poner en blanco. A ellos les conviene que tengas residencia y toda la capacidad de facturar en blanco, pero se pueden hacer muchas excepciones”.

Esta laxitud, tanto burocrática como horaria, hace que también sea el trabajo temporario elegido por muchas personas que están “de paso”, o como fuente de ingresos complementaria de personas que tienen trabajos freelance, estudian o se dedican a proyectos artísticos.

Pros y contras de un trabajo que no es tal

Circulo, el club de cannabis más popular de Barcelona, está en el barrio del Born. (Foto: cannabisbcn)

En la mayoría de los casos, las personas que entran a trabajar en los clubes hacen de todo. Para un colaborador normal las actividades suelen consistir (dependiendo del club) en recepción, que es ocuparse de controlar que no ingreses personas no asociadas, controlador documentos, tomar nuevos socies, explicarles las reglas y llevar el control de ingresos y salidas; trabajar en el dispensario, en contacto con el producto dispensando y proveyendo a los socios de lo que quieran consumir; también pueden hacer café o atender la “barra”, que en algunos casos incluye comida y alcohol, pero en general se suele reducir a bebidas sin alcohol calientes y frías; hacer la limpieza del lugar y compras.

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Las pagas varían: en el club donde trabaja Valeria, se paga 50 euros un día normal y 70 los feriados. Por mes, hace entre 1100 y 1200 euros. El club donde trabaja tiene tres salas, dos con sillones y banquetas y una sala de juegas. Existe hace 13 años y tiene más de 2000 socios.

“El sueldo no es un lujo pero en mi situación que todavía no tengo permiso de trabajo, me permite pagar el alquiler de la habitación, servicios, etc y de vez en cuando, un viaje. No tengo vacaciones normales o baja por enfermedad, pero los jefes son flexibles si necesito por algún motivo no venir, con tiempo lo charlamos y le damos para adelante”, dice.

Sobre qué la llevó a ser colaboradora, cuenta: “La flexibilidad laboral y el ambiente que es bastante relajado, la gente viene con buen rollo. El horario también es accesible y tengo dos dias para descansar”. Candela hizo el profesorado de educación física en Argentina, pero al llegar a España los caminos de la vida la llevaron a la aso en la cual hoy es encargada.

El club queda en el barrio de Sants, y es muy vecinal; sin mucha circulación de turistas o de socios ocasionales, es un punto de encuentro para vecinos del barrio, que en muchos casos utilizan el espacio para estudiar o trabajar en la computadora.

Lara por su parte suele trabajar 7 horas, cinco veces por semana; en casos especiales, seis. En su aso, como en casi todas, hay turno mañana y turno noche; el turno mañana es de 11 a 18, y el turno noche de 17 a 00. Los turnos y horarios no son fijos sino que van rotando semana a semana. Por eso es la ocupación ideal para quienes busquen una rutina fija o que sólo tengan disponible una de las dos franjas horarias. Se busca un balance entre los horarios de todos los colaboradores::que nadie trabaje más que el otro y que los días de ocio queden repartidos de manera justa.

Lara cuenta que fue tomando cada vez más responsabilidades en el club a medida que fue ganando confianza con sus dueños, y esta forma de trabajar fue precisamente lo que le gustó. Entró a colaborar porque primero fue socia, le gustaba el lugar y el ambiente, y todavía le gusta.

“Yo empecé por el bar, sirviendo comida y bebidas, armando porros. Dejar todo limpio constantemente y levantar las mesas. Luego pasé por la puerta, que estás en un garito de seguridad y tenés que pedir los documentos. Y después al dispensario, que es el trabajo más difícil; tenés que tratar con los socios, siendo buena onda, y a su vez hacer todos los cálculos y sumas necesarias ”. Otra cosa que destaca como punto a favor es que, como consumidora y entusiasta del cannabis, adentro del club aprende muchísimo sobre la planta, el cultivo, variedades y demás.

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Juana es peruana y trabajó durante algunos meses en una aso del barrio barcelonés del Born. Cada semana, cuenta, se asociaban aproximadamente 50 personas, y muchas más en temporada alta, entre ellxs turistas que se asociaban solo por un par de días. Al ser una aso en un lugar tan céntrico, cuenta, y a diferencia del club donde trabaja Candela, no tenían tantos locales entre sus socios.

Juana también comenzó a trabajar en el club porque no tenía papeles y necesitaba dinero. Hablar español, francés, inglés y un poco de catalán le fue de mucha ayuda para conseguir el puesto. “Les interesaba mucho que hable francés porque yo estaba de recepcionista”, cuenta, y hoy en día Barcelona recibe muchísimos turistas del país vecino. Entró haciendo suplencias y luego quedó fija.

El trabajo era sencillo pero, en su caso, las condiciones económicas eran, en sus palabras, “terribles”. Trabajaba 7 horas y cobraba 35 euros por día. Las personas que estaban en sala cobraban 50.

La presencia argentina

El Círculo es sólo para socios y la membresía cuesta 20 euros por mes. (Foto: cannabisbcn)

Para todas las entrevistadas, que haya tanta presencia argentina en las asos no tiene solo que ver con cuestiones de papeles sino con un modo de ser social y una extroversión, así como con una forma de trabajar importado del país.

“Ademas de que no exigen una residencia y tiene flexibilidad horaria, lxs argentinxs en general somos muy chamuyeros y en este mundo se trata mas que nada de hablar y “conectar” con las personas; mucha gente viene a contarte sus problemas del día y en base a eso unx puede recomendarle que usar, y creo que lxs argentinxs somos muy buenos para escuchar y aconsejar”, reflexiona Candela.

Valeria suma: “Los argentinos tenemos una forma de trabajar bastante responsable y cordial, somos resolutivos, y eso se tiene bastante en cuenta creo”.

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“Yo creo que hay tanto argentinos trabajando porque los amigos les pasan la voz”, reflexiona Juana. Ella, por ejemplo, llegó por una amiga argentina. “y entrando en esa aso eran todas argentinas”. Cree que se relaciona también con la cantidad de argentines que hay trabajando en el rubro gastronómico y de hotelería.

Ambiente masculino, labor feminizado

Dr Dou está en el barrio de El Raval y la cuota mensual es de 35 aueros. (Foto: cannabisbcn)

También hay otro embudo implícito y otro eje de contradicciones, que cualquier persona puede notar asistiendo a los clubes o conversando con grupos de amigos: el de las asos es un trabajo absolutamente feminizado. Principalmente, femeneidades cis, aunque hay de todo.

“Si es una realidad que hay mas mujeres colaborando en un dispensario y más hombres jefes y encargados”, dice Candela. Lara sentencia algo similar: “Laburan muchas chicas y van muchos chicos”, cuenta, sin aprobar del todo. Destaca que en el club en el que ella colabora hay muchísimas socias mujeres también, pero en la mayoría de los casos, son ambientes muy masculinos.

“Como mujeres, dentro de la falta de privilegios que tenemos ante el mundo laboral, contamos con el de ser contradas fácilmente por una aso. Que no sé si es un privilegio pero bueno!”, retoma Lara. Y aquí otra de las paradojas: no hay tantos trabajos en España donde ser mujer y latinoamericana sea un punto a favor; pero es dudoso de si éste privilegio se ancla en razones feministas, o siquiera éticas. Tiene más que ver con que el servicio y el cuidado son esferas tradicionalmente feminizadas; no con una política de inclusión.

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“Por suerte en este momento donde estoy colaborando hay la misma cantidad de mujeres que de hombres”, dice Candela. Esto hace que, paradójicamente, aquellos clubes con bajada “inclusiva” son aquellos que contratan más hombres y que alientan a más mujeres a hacerse socias.

Vía Télam.

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ACERCA DEL AUTOR

Entrevistadora y editora en El Planteo, Lola Sasturain es periodista cultural, DJ y guionista.

Puedes encontrar sus notas en Página/12, VICE y, por supuesto, en El Planteo.

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