ENG 🇬🇧
Clubes Cannábicos vs. Gentrificación: Cuando los Turistas se Adueñan de Barcelona

Cannabis

Clubes Cannábicos vs. Gentrificación: Cuando los Turistas se Adueñan de Barcelona

Por Lola Sasturain

Clubes Cannábicos vs. Gentrificación: Cuando los Turistas se Adueñan de Barcelona

✍ 17 September, 2025 - 14:17


¡No te pierdas ni una noticia! Suscríbete a nuestra newsletter GRATUITA y súmate a nuestro canal de Telegram o canal de WhatsApp.

Anuncia en El Planteo, el medio cannábico más leído en el mundo de habla hispana.

Síguenos en redes sociales para más contenido exclusivo: Instagram // Facebook // Twitter


Si hay dos tópicos candentes en la ciudad de Barcelona este verano son el turismo y el futuro de los clubes cannábicos. Dos cuestiones en las que el ayuntamiento es actor e interlocutor clave, por acción —en la razzia contra los clubes encarada desde principio de año—, y por omisión —en la ausencia de políticas que regulen la gentrificación siempre creciente de la ciudad, que encarece los precios y profundiza cada vez más la crisis habitacional.

Muchas veces con un entendible hartazgo ante la desatención de sus reclamos, que los lleva a sentirse progresivamente expulsados de su propia ciudad, y otras por algún tipo de resistencia a los cambios o incluso por una inherente xenofobia, lxs barceloneses originales son lxs principales damnificados —y hartos— de esta situación.

Se supone que los clubes son un secreto a voces de la ciudad, pero la verdad es que son un gran atractivo turístico, y esto lleva a muchos equívocos entre turistas, locales, los clubes de cannabis, la policía y el ayuntamiento.  Y al igual que pasa con el mercado inmobiliario, la oferta cultural y el sector hotelería, los clubes también se ven aggiornados en sus políticas de ingreso, oferta de productos y precios en función a este creciente boom turístico de personas provenientes de países más ricos.

¿Cómo se entrecruzan estas cuestiones desde lo legal, lo político, lo económico y también lo social? ¿Hay alguna relación entre la gentrificación y que los clubes estén cada vez más en peligro? ¿Para quiénes son los clubes cannábicos de Barcelona?

Quiénes pueden ser socios, un eterno malentendido

No hay números oficiales (lo cual es un gran problema), pero se calcula que hay entre 200 y 300 clubes cannábicos en la capital catalana. Se tiende a decir que son sólo para locales y residentes; pero esto no es estrictamente así. Muchos no aceptan personas no empadronadas en Barcelona, pero en  principio cualquier persona con un documento válido, invitación (si el club lo requiere) y dinero en cash para la membresía puede hacerlo. 

  • ¿Te parece importante esta información? Sólo con tu ayuda podemos seguir hablando de cannabis y psicodélicos con responsabilidad y sin estigmas. Apóyanos desde USD 2 al mes. Clic aquí.

Sucede que, en lo que a condiciones legales de existencia de las asos (diminituvo de “asociaciones”, como se les dice coloquialmente en la ciudad) respecta, hay un desfasaje entre lo que la mayoría de la gente -e incluso la policía- cree, y la realidad. Ninguna ley ni ningún manual impide asociar a extranjeros, no residentes o personas no empadronadas. Pero es un tópico que siempre genera controversia. ¿Por qué es tan común este equívoco?

Para entenderlo es necesario explicar cómo funcionaban los clubes años atrás. Alrededor del 2010, cuando el modelo asociativo de clubes empezaba a proliferar, todas las asos funcionaban según la figura de cultivo compartido: producían su propio producto (maría) y lxs socios eran precisamente dueños comunitarios del mismo; estos pagaban por sus propias plantas, de las que podían disponer. Pero este modelo se fue ajustando según lo determinado por lxs jueces en diferentes sentencias históricas.

El Ayuntamiento de Barcelona fue el único de toda España en regular por Ordenanza Municipal los Clubes de Cannabis, determinando dónde podían o no emplazarse, y qué requisitos debían cumplir, como tener un sistema de extracción y extintores. Que haya sido Barcelona no es casual, siendo por lejos el punto más turístico y que más migrantes recibe de todo el país.

Con esta regulación -que daba un marco “legal” a algo que ya existía hace años por todo el país- se multiplicaron los clubes en la ciudad, pero dicha regulación no permitía la dispensación, venta o distribución de cannabis. 

Hoy, el modelo es otro. Actualmente, casi ninguna asociación defiende tener su propio cultivo. Jurídicamente, la mayoría decanta por la figura del espacio de consumo, donde es legal consumir, pero no comprar (por eso adentro se usa el término “retirar”, herencia de la época de los cultivos asociativos). Y, por lo tanto, no hay una ley o un manual que determine, en el modelo actual, quién puede o no asociarse. Queda a criterio de cada club.

Ser socio ya no equivale a ser dueño de plantas, pero muchas personas, a veces ni siquiera la policía, no son conscientes de eso. “Es algo que siempre usan los policías como excusa cuando una aso deja entrar extranjeros, pero la realidad es que la ley no lo prohíbe expresamente. Es una creencia popular”, dice Marta De Luxán Marco, conocida como Marta High, abogada especializada en cannabis y parte del equipo técnico del Observatorio Europeo del Consumo y Cultivo de Cannabis.

En el 2020 los clubes sufrieron un gran golpe que hizo endurecer todas sus políticas de ingreso. El Tribunal Superior de Justicia de Catalunya en su Sentencia 1627/2020, de 2 de junio, dejó sin efecto la Ordenanza que regulaba los Clubes de Consumidores de Cannabis, enviando una carta informativa que decretaba la prohibición de siquiera consumir en los locales; aunque esto nunca se efectivizó.

Pero algo no cambió durante todos estos años: “Dispensar (vender) es ilegal, lo mires como lo mires y en todos los modelos, y eso el tribunal supremo lo ha dejado superclaro. Poner sustancia a disposición de otras personas, da igual si son socias o no, es considerado delito a la salud pública”.

Por qué sí, por qué no

Lo problemático tiene que ver con que muchos turistas desconocen (ni se interesan por saber) qué es realmente un club cannábico y cuál es su funcionamiento: piensan que son como “coffee shops” de Ámsterdam, o como dispensarios californianos, que se puede pasar el dato, ir de a grupos grandes, o incluso comprar otro tipo de sustancias. Asumen que la marihuana es legal, que cualquiera puede comprarla en cualquier cantidad y consumirla en cualquier lado. Y eso puede traer problemas en varios niveles.

Contenido relacionado: Nuevo Estudio Explica el Impacto de los Clubes de Cannabis de Barcelona

Para la abogada no sólo se provoca a la ley, sino que se rompe el espíritu del club con prácticas como promocionarse en la calle, buscar alevosamente clientes turistas o dejar entrar a cualquier persona: precisamente por incentivar el consumo en vez de cuidar una comunidad. “El espíritu de los clubes no es como los coffee shops de holanda, donde cualquier persona puede entrar y comprar marihuana para probar por primera vez”, explica.

Santiago, argentino que estaba de viaje, precisamente tuvo su primer contacto con una aso en 2018, buscando “coffee shop” en maps, donde había un email de contacto. Hasta ahora, todo pareciera ser lo opuesto a lo que una aso tiene que hacer, en términos legales y de códigos implícitos. Le respondieron el mail en inglés, diciéndole que tenía que llevar un ID válido para completar una pequeña entrevista antes de ingresar, y que la cuota anual eran 20 euros. Pero las apariencias lo engañaron. “Pensé que sería una tourist trap, pero cuando llegué me encontré con que yo era el único extranjero. Todos locales. Incluso había un grupo de turistas italianos que estaban en plan ruido y cagarse de risa y los echaron”, cuenta, sorprendido.

Muchas asos no aceptan a nadie que no tenga al menos un NIE (documento de identidad legal y temporal para extranjeros) en trámite. Pero muchas otras, por el contrario, apuntan a turistas y trabajadores golondrina, especialmente lxs provenientes de otros lugares de Europa o América del Norte. ¿Por qué? Porque tienen plata, la gastan sin problemas, no suelen ser blanco del escrutinio policial entre un infinito etcétera que no es novedad para nadie.

Al no haber regulaciones, se especula y se empuja la trampa hasta los límites que lxs responsables consideren: hay algunos clubes que cobran tarifas diferenciales a turistas, por ejemplo. O que tienen membresías especiales para no residentes, mucho más caras.

El límite parece estar en algún lugar entre la ética y los intereses de lxs responsables del club. Esto en muchos casos solo expande la brecha entre las asos “barriales” o “familiares” y las de un perfil turístico. Brecha económica, principalmente. Pareciera otro coletazo de la gentrificación imparable de la ciudad mediterránea.

“Claro que la gentrificación afecta, y afecta porque hay asos enfocadas a turistas y de hecho turistas de países en específico”, dice Marta High.

Políticas de ingreso

Christina es estadounidense, está en Barcelona con una visa, y es miembro de tres asos. Las tres tienen un promedio de membresía de 30 euros, la cual hay que renovar de manera anual. A la primera llegó como turista, sin ninguna documentación que la certifique como empadronada en Barcelona; de todas maneras, cuenta que en los tres casos usó su documento de identidad estadounidense.

“Por lo que veo en las asos de las que yo participo, aceptan tanto turistas como residentes o locales, luego de explicar cuidadosamente las reglas y siempre que paguen la membresía. Y no veo que haga falta entrar con recomendación a ninguna de las tres”. Adentro de la asos los precios son regulares; sin embargo, las membresías (sin ninguna gentileza por ese precio), son más caras e injustificadas que la media.

Federico dispensa en una aso de perfil mucho más barrial y familiar, donde la membresía es tres veces más barata. Ahí se supone que sólo aceptan residentes, y de hecho su “reglamento” así lo dice, pero hoy, incentivados por un contexto cada vez más competitivo y por las ganas de facturar, suelen hacer la vista gorda si un turista, invitado por un socio anterior, viene con pasaporte. 

La política de ingreso con la que sí son intransigentes es la de la recomendación. Solo se puede incorporar un socio nuevo si llega de la mano de otro socio, que firma por él en forma de “aval”. Ésta es otra manera de, hecha la trampa, protegerse de que no entrarán policías de civil o gente potencialmente peligrosa o conflictiva. Venga de donde venga.

Para Marta, como abogada, ¿vale la pena el riesgo de asociar turistas? O mejor dicho ¿es realmente un riesgo? “Depende del modelo de club que seas”, dice. “Hay clubes de barrio, íntimos, y otros con un modelo más corrupto donde todo da igual. En esos casos les compensa, y si se meten en problemas, igual los resuelven y después lo vuelven a hacer. Pero ese no es el modelo asociativo. Eso es aprovecharse de lo que ha hecho el modelo asociativo”. 

“Muchos se creen que esto es holanda”, insiste.

Los códigos de convivencia son bien básicos, pero igual muchas veces no se respetan: no salir fumando, no llamar la atención, no andar con 50 gramos de maría encima son algunos de ellxs. Algunas asos no permiten entrar y salir y obligan a quedarse dentro quince minutos reglamentarios.

La Spannabis, convención anual de cannabis que reúne en España a todo tipo de referentes del tema durante una semana, es un caso en sí mismo: flujo constante de personas no residentes que van de un club a otro, trayendo problemas sobre todo lxs visitantes holandeses, Estadounidenses y Canadienses, acostumbrados a los modus operandi de sus países, entran y salen de los clubes con cantidades enormes de marihuana que superan por varios gramos el consumo personal. El problema se repite, y es la desinformación acerca de la ley española.

Contenido relacionado: La Última Entrevista de Carola Pérez en Mucho Tiempo: Los Motivos del Cierre del Observatorio Español de Cannabis y Su Gran Logro en Materia de Derechos

A Marta una vez le tocó atender el caso de un chico holandés durante Spannabis, a quien demoraron al salir de un club. Ese es un típico procedimiento policial, esperar gente afuera, demorarla y así conseguir finalmente una orden de ingreso al club. Los mossos (policías de la ciudad de Barcelona) consideraron que era ilegal admitir extranjeros no residentes y además supusieron que la ilegalidad la estaba cometiendo el joven, cuando en verdad estas dos posturas en sí mismas se contradicen. El perjudicado llevaba una cantidad para consumo personal, e igualmente lo llevaron a juicio.

Aesthetics de la gentrificación

¿Cómo se puede identificar, a primera vista, a un club del tipo orientado al turismo? 

Hay varias señales: mucha variedad y foco en los edibles (productos comestibles envasados, que no soy muy populares entre lxs consumidores españoles), en la parafernalia, productos cosméticos o en dispensar “verdes” (porros de marihuana pura) prearmados.

El fumón catalán tradicional no es demasiado experimental ni volcado a la parafernalia: consume el porro mezclado con tabaco, su hash o “chocolate”, tal vez sus extracciones.

Siendo España un país donde la cultura de bares y clubes es capital cultural tan arraigado, las asos parecían en un principio ser una extensión de ésta: lugares simples y sin pretensiones que funcionan como puntos de encuentro para pasar el día charlando y viendo a lxs amigos.

También una típica “espectacularización”, tan norteamericana, de la experiencia club es ofrecer mil cosas: juegos, DJs, música en vivo, incluso clases de yoga. Una experiencia más 360, que de alguna manera justifique también los elevados precios de la membresía. Un viraje de un lugar de encuentro a un lugar de entretenimiento. 

Sofía trabaja en un club de impronta barrial, donde aceptan no residentes siempre que vengan acompañadxs de un socio anterior. “Tiene parte buena y mala”, opina. “Entiendo que da más dinero al club, y popularidad” -eso no es necesariamente bueno, aclara- “pero es real que en los clubes donde hay mayoría turistas en general los precios son muy altos y el trato personal no muy bueno”. Ella nunca trabajó en un club de estas características, pero sí que estuvo asociada. Y elige toda la vida las asos barriales, pequeñas, orientadas a locales y residentes: enumera como razones un trato es mejor y más cercano, un ambiente más cálido y precios más bajos.

El dinero no es (y no puede ser) todo

Es el huevo y la gallina: se señala al turismo como culpable de la persecución a los clubes de Barcelona cuando en realidad son las medidas que estos toman para adaptarse al turismo, en muchos casos, las que los terminan exponiendo. “Una ciudad tan enfocada al turismo, con clubes enfocados al turismo, que entonces tienen que ser fáciles de encontrar”, describe Marta High, contraponiendo Barcelona al próspero perfil bajo con el que funcionan las asos del resto del país.

Hoy en día, el ayuntamiento tiene a los clubes entre ceja y ceja y están en uno de sus momentos más complicados desde que empezaron a aparecer; pero hasta hace muy poco, la ciudad catalana era también uno de los lugares más seguros, tranquilos y permisivos para abrir una aso.

“Actualmente, hay al menos 30 clubes con expedientes de cierre abiertos, algunos los han tapiado, la batalla continúa en los Juzgados, y tenemos esperanza de ganarla, pero el Ayuntamiento de Barcelona está en pie de guerra contra los clubes de usuarios de cannabis, siendo su intención acabar con ellos. Mientras se recurre en los Juzgados, algunos Jueces toman la decisión de que el cierre no sea efectivo hasta que se resuelva el recurso, y otros que deben cerrar, una injusticia, que según el Juez en que recaiga tu caso, tu suerte pueda ser tan distinta” explica Marta High.

En el resto de España, confirma la abogada, la inmensa mayoría de los clubes respetan mucho más a rajatabla el modelo de club privado: a medias voces, solo entre conocidos, con la privacidad y el cuidado de la comunidad por encima del lucro económico. No es raro que, yendo de visitante a lugares como Madrid, Galicia o el País Vasco, la impresión sea que “no hay” clubes. Los hay, solo que hay que tener el dato, y se esfuerzan para que siga siendo así.

Agustina es argentina y viaja seguido a España por trabajo. Es socia de una aso en Madrid y de otra en Barcelona. “A la de Madrid voy todos los años y recién este me dejaron recomendar a alguien que viajaba conmigo. Es muy de locales y se siente que hay gente que no está de paso, sino que es frecuente”, cuenta. En la misma, no le hicieron gran historia por no ser residente, solo le pidieron completar datos personales y firmar un documento en el que se hacía responsable si la policía la encontraba con marihuana fuera del club.

A la primera de Barcelona llegó hace varios años a partir de un conocido que hacía las veces de RRPP. Le cobraron una membresía cara, de 50 euros. Y cuando volvió tiempo después, para sorpresa de nadie, el club ya no estaba. Ahora es socia de otra a la que entró por una amiga que trabaja ahí y que la dejo asociarse gratis. “Ésta sí que es más de turistas, siempre veo gringos”, describe. “Y dato no menor, siempre en este ambiente, un gran porcentaje de hombres”.

La importancia de mantener el espíritu “de club” por encima de la perspectiva “de negocios” no solo importa a un nivel romántico, por una nostalgia o un arraigo a valores más simples, o por cierto purismo o resistencia al cambio: sacude la delicada estructura misma que permite la existencia de los clubes que sí, que funcionan como clubes, que están orientados a la comunidad y que existen desde el principio.

Porque es delicado fomentar la imagen de las asos como un atractivo turístico en un país donde vender marihuana no es legal. El equilibrio ético que separa algo necesario y comunitario de un negocio sucio es frágil, y se configura según este tipo de decisiones.

Si se pierde el espíritu asociativo, lo que queda es ganancia no declarada para personas que pueden cobrar lo que quieran por lo que quieran, sin regulaciones, ni sobre el producto que ofrecen ni sobre el dinero acumulado ni sobre las relaciones de trabajo adentro de esos sitios (que dicho sea de paso, en la inmensa mayoría, lxs trabajadores de las asos cobran en efectivo y no están dados de alta, no aportan ni tienen derecho al paro).

Además, si estos espacios se abren al público y por ejemplo se difunden en la calle, o por las redes, hay riesgo de asociar a gente que no puede consumir, gente que no respeta las reglas, gente que no sabe que es ilegal o gente que no se comporta. Y esto trae complicaciones a nivel vecinal, complicaciones con la policía y pone a los clubes cada vez más en la mira como un foco de problemas para la sociedad civil. ¿Y cuáles son las principales víctimas? Obviamente, los clubes más comunitarios, pequeños, aquellos que evitan la corrupción y no mueven significativas sumas de dinero como para poder resolver sus problemas por esa vía. Un círculo vicioso.

Foto por Toniher, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons.

Este artículo fue publicado primero en inglés en High Times.

¿Tienes ideas o comentarios? Puedes contactarnos en info@elplanteo.com

Síguenos en Instagram, Facebook y Twitter.



Todo el material compartido por ElPlanteo.com tiene fines únicamente periodísticos e informativos.

ACERCA DEL AUTOR

Entrevistadora y editora en El Planteo, Lola Sasturain es periodista cultural, DJ y guionista.

Puedes encontrar sus notas en Página/12, VICE y, por supuesto, en El Planteo.