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Conoce al Argentino Detrás de Empresa que Vende Productos de Cannabis a Estados Unidos

Por Hernán Panessi

Conoce al Argentino Detrás de Empresa que Vende Productos de Cannabis a Estados Unidos

✍ 26 May, 2020 - 14:07

Santa Marta, departamento de Magdalena, caribe colombiano. El bioma de bosque tropical seco combina características de zonas selváticas con aquellas de zonas desérticas.

Sí, en gran parte, la locura de este lugar paradisíaco obedece a su singularidad: es selva con desierto. De hecho, la Sierra Nevada de Santa Marta es la máxima altura cercana al mar en el mundo. Estos elementos generan un efecto regulador en el clima, convirtiendo este lugar en uno de los más idóneos para cultivar cannabis en el planeta.

Y ahí fue Lucas Nosiglia, un ejecutivo argentino de 35 años; un tipo formado en el universo de las finanzas que desconocía el paño del cannabis.

Llegó en noviembre de 2017 y no se fue más.

Foto: Lucas Nosiglia poniendo las primeras plantas en el suelo.

Mientras cursaba su maestría en finanzas en Barcelona, se hizo amigo de unos jóvenes que estaban iniciando un proyecto de cannabis en Canadá, en plena ebullición de la marihuana medicinal.

¿La idea que prendió la mecha? “Producir cannabis a escala y venderlo”, dice Lucas, presidente de Avicanna en Latinoamérica y responsable de la operación en la región, desde Santa Marta — a través de las subsidiarias Santa Marta Golden Hemp y Sativa Nativa.

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Federalmente, cultivar cannabis para uso medicinal es una actividad lícita en Colombia.

“Desde el día uno le dimos una impronta de biotecnología enfocada en el desarrollo de cannabinoides”, asoma. Eso les abrió las puertas a nuevos mercados y experiencias. Entonces, en vez de invertir en terreno canadiense (10 veces más caro que en Colombia), decidieron hacerlo en cerebros. Así las cosas, se aliaron con instituciones canadienses y llegaron a acuerdos de cooperación con la Universidad de Toronto. Y en virtud de esta situación, de este escenario favorable, Avicanna llegó a J Labs, una incubadora de la multinacional Johnson & Johnson.

Y todo cambió, todo creció, todo se convirtió en una locura.

“Entrar en esa incubadora fue un hito importante”, asoma Lucas. Inicialmente, sus headquarters estaban en Mars, una mini Silicon Valley de Toronto. Funcionaron allí, lo que aceitó sus relaciones: llegaron la academia y nuevas instituciones. “Empezaron a escucharnos más”, completa.

De su boca: “Cuando hacés productos que tienen estándar farmacéutico o medicinal, tenés que tener estandarizado el producto desde el origen, con la misma genética y todos los extractos seriados. Esa materia prima será usada en un producto final. Entonces, como no había nadie en Canadá que pudiera dar materia prima en serie, decidimos que la empresa tenía que integrarse: producir en el lugar que tenía sentido hacerlo”.

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A partir de ahí, empezaron con el análisis de distintas variables geográficas. Inicialmente vieron a Uruguay, pero el marco legal les resultaba insuficiente. “No estaba contemplada la extracción y si con eso se podían hacer productos”, explica.

En paralelo, surgió Colombia y todo cambió.

Los días tempranos del cultivo en Santa Marta.

De hecho, Santa Marta fue uno de los principales dispensarios de cannabis de los ’70. “Por algo los cultivadores se fueron ahí”, juega. El marco regulatorio les pareció bueno, al igual que las posibilidades de emplazarse dentro de una industria agroexportadora. “Se podía crear una economía para que Colombia pueda exportar cannabis al mundo”.

El Ministerio de Salud de Colombia regula todos los productos finales del cannabis y sus derivados. Y, además, un Comité de Cannabis (conformado por los Ministerios de Salud, Justicia, Cultura y el Fondo Nacional de Estupefacientes) maneja las instancias aprobatorias del sector.

En suma, el espíritu medicinal de Avicanna dialogó al dedillo con estas normativas.

Entretanto, en el trajín de esta compañía de corte internacional pero de estirpe doméstica, Lucas se encarga de las operaciones en Latinoamérica. Egresado de Economía de la Universidad de Buenos Aires y con un MBA en Estados Unidos, Nosiglia sabía que esto no era lo suyo pero, aun así, siempre quiso ir por más. Por eso, cuando no había nada, antes de antes, viajó a Toronto y empezó a hacerlo.

Ahí, junto a dos cultivadores colombianos, Sergio Puerta y José Rafael López, armó una tríada de la que Nosiglia asumió la parte “start-up”.

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Los colombianos ya venían trabajando en Santa Marta y Avicanna les compró su parte generando un “nuevo todo”. Explica Nosiglia: “En la región de Magdalena hay un grupo de pioneros en agricultura orgánica que también se integró al equipo. Somos una mezcla de jóvenes con empuje y profesionales con experiencia en cultivo y banco de semillas”.

El conocimiento acortó caminos y las características bioclimáticas de la región hicieron lo suyo.

Más tarde, se sumó a la aventura otro convoy de argentinos: un bioquímico, un ingeniero en petróleo, dos economistas y un arquitecto. La gran mayoría egresados de la universidad pública.

Foto: seis argentinos en Santa Marta.

El proyecto terminó de funcionar muy bien.

¿El foco? “La investigación”, señala Nosiglia. “Desde la semilla hasta los extractos, pasando por las evaluaciones agronómicas de variedad”. Hoy tienen registradas 30 variedades. Y, de paso, apuestan a un cultivo de autor: “Las características del lugar son excelentes para cultivar cannabis durante todo el año. Hay 12 horas de luz por día”.

Hoy producen materias primas que venden local e internacionalmente, así como distintos derivados de la resina del cannabis. A su vez, extraen aceites y producen destilados de componentes y, además, tienen un programa de desarrollo genético, uno de sus mayores orgullos. “Es un fitomejoramiento de las variedades para que vayan expresando los cannabinoides que queremos”, suma. Para este trabajo, cuentan con un acuerdo con la Universidad de Guelph, en Canadá. Y, dentro de esta iniciativa, mantienen un intercambio de conocimiento con la UBA.

Por estos días, profundizan ese vínculo con la Universidad de Buenos Aires enviándole CBD para hacer ciencia básica.

“Creo en la interdisciplinaridad del cannabis. Es imposible hacer un proyecto sin el saber de los cultivadores y el enfoque científico. También con el sabor de ingenieros y agrónomos. Y gente como yo, que hace que las cosas ocurran”, explica. “De todo eso salió Avicanna”.

Y desde aquí, otro hito en la historia: mediante su gestión en Avicanna, Colombia exporta por primera vez marihuana legal a Estados Unidos.

Se trató de un pedido de 100.000 semillas de cannabis, realizado por la ciudad de Denver.

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Por caso, todo esto también fue posible gracias a que Avicanna cotiza en la Bolsa de Valores de Toronto, que le otorgó validez brindando información pública. “Fuimos la primera empresa que, trabajando con cannabis medicinal, se enlistó como farmacéutica y no como de cannabis”.

Hoy, la empresa de un argentino egresado de la Universidad de Buenos Aires, es referente de biotecnología aplicada al cannabis. De pronto, con planificación y estrategia, pasaron de una finca donde no había nada en la falda de una sierra a cotizar en la bolsa de Canadá.

“La verdadera explosión va a pasar de acá a dos años”, aventura Nosiglia.

Y, apelando a la sinceridad, concluye: “Esto no es oro verde. Si querés empezar un proyecto desde cero tenés que invertir y no acelerar los procesos naturales de la planta. No es tan simple”.

Fotos cortesía o tomadas por Javier Hasse.

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ACERCA DEL AUTOR

Hernán Panessi, editor periodístico en El Planteo, es un periodista especializado en cultura joven. Escribe en las revistas InfoTechnology, Rolling Stone, THC y Lento. Además, en Página/12, El Planeta Urbano, El Cronista y en el periódico uruguayo La Diaria. Colaboró para Revista Ñ, Clarín, La Nación, La Cosa, Playboy, Haciendo Cine, Billboard, Los Inrockuptibles, Forbes, VICEBenzinga, High Times y Yahoo, entre otros.

Hernán escribió los libros Porno Argento! Historia del cine nacional Triple X, Periodismo pop, Una puerta que se abre y Rock en Español. Fue docente en el Centro Cultural Rojas (UBA) donde dictó talleres de periodismo. Además, es programador de la sección VHS del Festival Internacional de Cine de Valdivia, en Chile.

Conduce FAN, programa periodístico sobre cultura, sociedad y vida moderna. Por su parte, también condujo en las FM Delta 90.3 y Nacional Rock 93.7. Asimismo, fue columnista en La Once Diez y Metro 95.1.

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