¿De Dónde Surge Tanta Violencia?
Tengo que admitir que soy una persona bastante desinteresada de lo que pasa en el mundo. Un poco por desapego, otro tanto por egoísmo. Tres días antes de las elecciones me enteré del evento porque mi papá me preguntó a quién iba a votar el domingo; hasta el mediodía del lunes no sabía que Milei había ganado. No tengo claro si terminó la guerra en Ucrania y mi mamá es la encargada de contarme donde está jugando Messi y quién es Bizarrap.
Tampoco sigo mucho lo que hacen mis amigos o la familia. Últimamente no he estado muy presente. Con mi hermano tenemos una buena relación, pero tampoco somos de charlar mucho, menos con mi padre. Mi madre es el ancla de la familia, sin ella quién sabe qué pasaría. Tengo solamente dos sobrinas y en los 9 años que tiene la mayor, no me he involucrado demasiado. Es cierto que la mayor parte de su vida estuvimos en países diferentes, pero parece solo una excusa, con la tecnología uno puede estar presente desde cualquier parte del mundo. Las veces que visito Buenos Aires me gusta estar más pendiente de ellas, pero entre tantas actividades a veces resulta difícil.
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En una ocasión fuimos juntos al cine a ver una película de dibujos animados. Yo seguía teniendo el idílico recuerdo de las películas de Disney que veía cuando era chico. Creo que al día de hoy sigo enamorado de la princesa Jazmín y de las canciones de la película Aladdin; ni hablar de Timón, Pumba y el conmovedor final de El Rey León. En esta oportunidad vimos Los Locos Addams: la calidad y definición de la película son incomparables con las de aquella época, verla en el cine te transporta a otro mundo. Pero lo que me sorprendió no fue eso, sino que la trama de la película giraba alrededor de una guerra entre la familia protagonista contra el resto de la sociedad. Ver un cine repleto de niñxs mirando tanta violencia me hizo reflexionar sobre el hecho de que no somos conscientes del alcance que tiene la violencia en nuestras vidas.
Desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir, alimentamos nuestro cerebro con violencia. A la mañana vemos las noticias sobre los crímenes que ocurren a nuestro alrededor, durante el día nos divertimos con los ataques verbales entre famosos por las redes sociales, nos burlamos de los demás con los memes por WhatsApp, escuchamos música cargada de ira y venganza por Spotify. Como si no fuera suficiente, por la noche y justo antes de irnos a dormir, miramos películas o series que giran alrededor de la muerte o la guerra.
Tenemos un disfrute perverso por el sufrimiento ajeno, nos encanta mirar al muerto en un accidente de auto o jugar a videojuegos donde tenemos que matar personas. Pasamos el día completo absorbiendo imágenes y palabras violentas creyendo que no tiene ningún impacto en nosotros. Creemos que hay una especie de filtro interno que nos permite disfrutar de la violencia sin que nos afecte en lo más mínimo. Pero toda esa separación, agresividad, ira, enojo, rabia, burla y envidia que consumimos, queda guardada en nuestro inconsciente. Aun si no le prestamos atención, es absorbida y queda almacenada en el cerebro para guiar nuestras acciones. Basta con ver los ataques de ira en el trabajo, las reacciones al manejar un auto, la agresividad que expresamos durante los partidos de fútbol (ya sea jugando o como espectador), las constantes malas palabras, las reacciones de los jóvenes en el colegio, los gritos de una persona a otra y tantas otras situaciones diarias.
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Pero el mayor de los problemas que tenemos los seres humanos alrededor de la violencia es que creemos que está fuera de nosotros. Creemos que porque alguien piensa diferente, se viste diferente o es de otra cultura, merece nuestra ira, enfado, burla, discriminación y que es el otro el culpable de la reacción. Justificamos la violencia, en cualquiera de sus formas, por lo que nos hicieron y de esta manera nos separamos de la emoción. No nos damos cuenta de que la violencia está dentro nuestro y el otro es simplemente una excusa que gatilla la reacción que ya está interiorizada. Si esa violencia no estuviera previamente en nosotros, no habría reacción.
Esa misma violencia interior es la que se activa hacia nosotros mismos en nuestros pensamientos. Ahí, donde nadie nos ve, es donde nos menospreciamos, donde no nos valoramos, donde nos comparamos negativamente con el otro, donde nos sentimos feos, gordos, flacos, bajitos, altos o pobres, donde nos limitamos por falta de dinero, trabajo o pareja. En nuestros pensamientos somos violentos hasta con los que llamamos seres queridos. Pero lo escondemos, nos encanta separarnos de la violencia y no hacernos cargo de la parte que nos toca. ¿De dónde surge tanta violencia si no es en cada pensamiento de separación con el otro? ¿De cada imagen de odio que consumimos? ¿De cada crítica que hacemos?
“La violencia no es solo matar a otro. Hay violencia cuando usamos una palabra denigrante, cuando hacemos gestos para despreciar a otra persona, cuando obedecemos porque hay miedo. La violencia es mucho más sutil, mucho más profunda”. – Jiddu Krishnamurti
“No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma”. – Jiddu Krishnamurti
Vía LinkedIn.
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