EEUU: Trump Evalúa Aflojar Restricciones al Cannabis y Reconocer Uso Médico, Pero Sin Legalizarlo
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Donald Trump evalúa avanzar con la reclasificación del cannabis a Lista III a nivel federal, un movimiento que reconocería su valor médico y aliviaría la carga fiscal sobre la industria legal, pero que no implicaría legalización ni despenalización. Aunque podría destrabar un proceso iniciado durante el gobierno de Joe Biden, la medida dejaría intactas muchas de las tensiones centrales del sistema actual, con el cannabis aún ilegal a nivel federal y bajo un control estricto que sigue lejos de una reforma integral.
El presidente Donald Trump parece estar considerando reactivar un proceso largamente estancado en Washington: sacar al cannabis de la categoría más restrictiva del sistema federal de drogas. Según informó The Washington Post, la Casa Blanca evalúa emitir una directiva ejecutiva para avanzar con la reclasificación de la marihuana como sustancia de Lista III bajo la Ley de Sustancias Controladas, aunque funcionarios insisten en que todavía no hay una decisión final.
De concretarse, sería el cambio más relevante en la política federal sobre cannabis en más de medio siglo. Pero llegaría envuelto en contradicciones. El mismo gobierno que ahora evalúa reconocer su valor médico aprobó recientemente una ley presupuestaria que endurece drásticamente las reglas sobre productos de cáñamo con THC a partir de 2026. Avances, sí. Claridad, no tanta.
Qué está evaluando Trump
De acuerdo con el reporte del Post, Trump mantuvo esta semana una reunión en el Salón Oval con ejecutivos de la industria del cannabis, el secretario de Salud Robert F. Kennedy Jr. y Mehmet Oz, director de los Centros de Servicios de Medicare y Medicaid. Durante el encuentro, Trump llamó por teléfono al presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, quien expresó su oposición a la reclasificación. Aunque Trump habría mostrado disposición a avanzar, el propio artículo aclara que el plan aún no está cerrado.
No es la primera vez que el tema aparece en la agenda. En agosto, Trump afirmó públicamente que tomaría una decisión “en las próximas semanas”. Ese plazo pasó sin novedades. La diferencia ahora es que los movimientos vuelven a ser concretos.
Hoy, el cannabis sigue clasificado como sustancia de Lista I, junto a drogas como la heroína o el LSD, una categoría reservada para compuestos sin uso médico aceptado. Pasar a Lista III implicaría un reconocimiento formal de su valor terapéutico y de un menor potencial de abuso, ubicándolo en el mismo nivel regulatorio que fármacos como la ketamina o ciertos analgésicos recetados.
Trump no puede reclasificar el cannabis de forma unilateral. La autoridad legal recae en el Departamento de Justicia, a través de la fiscal general, y suele delegarse en la DEA. Sin embargo, una directiva presidencial podría destrabar el proceso y acelerar la emisión de una norma final, evitando las audiencias administrativas que quedaron empantanadas durante el final del gobierno de Joe Biden.
Lo que cambiaría y lo que no
Uno de los impactos más inmediatos tendría que ver con los impuestos. Mientras el cannabis siga en Lista I o II, la Sección 280E del código fiscal impide a las empresas deducir gastos operativos básicos. Esto ha llevado a tasas impositivas efectivas cercanas al 70% en algunos casos.
Brian Vicente, socio fundador del estudio Vicente LLP, sostuvo que la reclasificación tendría un efecto profundo en el sector. “Este cambio monumental tendrá un impacto masivo y positivo en miles de empresas legales de cannabis en todo el país”, afirmó. El alivio fiscal, dijo, podría marcar la diferencia entre sobrevivir o desaparecer.
Pero el alcance del cambio tiene límites claros. Reclasificar no significa legalizar. El cannabis seguiría siendo ilegal a nivel federal. El comercio interestatal continuaría prohibido. Las sanciones penales federales no desaparecerían. Pacientes, trabajadores y personas migrantes seguirían expuestos a riesgos legales, incluso en estados con mercados regulados.
El acceso a la investigación científica mejoraría, aunque sin una liberalización total. El cannabis seguiría bajo supervisión de la DEA y de la FDA, y la flor de la planta no pasaría automáticamente a ser un medicamento aprobado.
Estos matices no son teóricos. El propio gobierno de Trump acaba de respaldar una redefinición federal del cáñamo que, como explicó El Planteo en su cobertura, podría eliminar gran parte del mercado de cannabinoides derivados del cáñamo tal como existe hoy. Ese giro ya está generando resistencia a nivel estatal y dudas sobre su aplicación real.
Un paso adelante, no el final
Para muchos defensores del cannabis, reconocer su valor médico es una corrección largamente esperada. Shawn Hauser, también socia de Vicente LLP, describió la posible reclasificación como una ruptura con la lógica prohibicionista heredada de la era Nixon. Al mismo tiempo, advirtió que se trataría de una victoria parcial.
La reclasificación aliviaría la presión económica sobre empresas y facilitaría la investigación, pero no resolvería el choque estructural entre leyes federales y estatales. Tampoco abordaría de fondo las deudas pendientes en materia de justicia social, acceso equitativo o libertades individuales.
Ambas cosas pueden ser ciertas al mismo tiempo. Mover al cannabis a Lista III sería un avance real. También dejaría intacta gran parte del andamiaje prohibicionista.
Lo que viene
Si Trump avanza, retomará un proceso iniciado en 2022, cuando el Departamento de Salud concluyó que el cannabis tiene uso médico aceptado y recomendó su reclasificación. Las audiencias administrativas de la DEA llevan meses paralizadas. Una orden desde la Casa Blanca podría destrabar ese cuello de botella.
Incluso así, el debate de fondo seguirá abierto. El cannabis continuaría dentro de la Ley de Sustancias Controladas. El cáñamo enfrentará nuevas restricciones. Y los estados seguirán navegando una zona gris entre regulación local y prohibición federal.
La posible reclasificación puede ser progreso. Incluso progreso significativo. Pero no es legalización, no es desclasificación total y no es el final de la prohibición.
La línea de llegada todavía está bastante más adelante.
Foto: Shutterstock
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