¿Por Qué el Under Ama a Jesse Pungaz?
“Todo esto fue una sorpresa”, dice al toque José Vine, conocido por todo el mundo como Jesse Pungaz, la aparición más sorpresiva, más a contrapelo y más marciana de la escena del freestyle argentino.
Con 24 años, este rapero oriundo de Miramar se enfrentó dos veces en un mes contra Tata, el bicampeón nacional de la Red Bull Batalla de los Gallos. Y en ambas ocasiones le ganó. ¿Quién es y, sobre todo, dónde estaba Jesse Pungaz?
—¿Cómo es vivir en Miramar?
—Si me preguntabas hace 3 meses, te decía que era una cagada.
Desde hace 3 meses que Jesse Pungaz no para de viajar, de presentarse en cuanta competencia haya, de mostrar un “freestyle salmón”: que nada contra la corriente. “Después de estar en tantos lados, me di cuenta que Miramar es hermoso. No sé si tanto en oportunidades laborales, ni musicales, pero está buenísimo igual”, comenta.
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Criado en la pequeña ciudad costera ubicada en el sudeste de la provincia de Buenos Aires, Jesse Pungaz lleva consigo un estilo relajado, reflexivo y sin tanto doblez. “Me han dicho que se nota que soy de la Costa y me dicen que parezco surfista”.
—¿Cómo es la cultura de hip hop en Miramar?
—En contraste a Buenos Aires y a lugares más densos poblacionalmente, noto que somos muy unidos. No hay tanto individualismo. Durante mucho tiempo lo viví como un obstáculo, pero mucho de lo que soy es gracias a haber nacido en Miramar. El hip hop en Miramar es poco, pero tiene mucha calidad. El ambiente es muy puro. Lo que la gente aprecia de mí, supongo que es lo que apreciaría de cualquier miramarense.
Lo que la gente aprecia de él, en un tuit: es un freestyler que no va a la yugular, que no hace ataques furtivos, que prefiere la reflexión al golpe bajo, que no usa su destreza para infligir daño y que, fundamentalmente, prefiere los cyphers a las batallas sangrientas.
La primera vez
Cuando cursaba los últimos años de la primaria, o quizás en los primeros de la secundaria, un amigo empezó a hacer beatbox. “¿Qué es esto?”, le preguntó con asombro. Luego de un par de trucos, su amigo le giró un DVD repleto de videos de beatbox.
Primer logro desbloqueado: sacó “Full Clip” de Gang Starr.
Aunque no tenía idea que eso era “Full Clip”, ni mucho menos quiénes eran los Gang Starr.
“Un día estaba jugando al GTA, me subí a un auto y estaba sonando esa canción. Yo no entendía nada. Fue mi primer acercamiento al hip hop”.
Más tarde, a su hermana le giraron un pendrive lleno de música. Había temas de Nach, también estaba “Full Clip” de Gang Starr. “Ahí empecé a flashear y después me crucé con la película de Eminem por la tele”.
¿Su primer rap? Sin marco teórico: la vez que tradujo “Many Men” de 50 Cent y la rapeaba en castellano. “También, cuando me peleaba con mi vieja, le hacía canciones. Ahí intenté hacer freestyle y me voló la cabeza”.
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La última vez, la mejor vez
Los memoriosos de las batallas de freestyle seguro recordarán el paso de Jesse Pungaz por la edición 2019 de la BDM, en la que cayó contra Sony, y Cruce de Campeones del mismo año, donde fue vencido por Wolf.
“Yo nunca había ido a un evento de esa magnitud. Fue un re logro. Pero perder esas dos batallas fue un golpe muy duro para mí”, se sincera.
Sin embargo, siguió viajando por Tandil, Ayacucho, Necochea y mucho, mucho más. Ganaba eventos por todos lados. “¿Por qué no se me da?”, se preguntó.
Con la llegada de la pandemia, empezó a competir por Discord, pero tampoco ligaba. “Me di cuenta que no era lo mío y me dije: ‘Ya fue, voy a hacer música, que es de lo que aspiro vivir’”.
Desde ahí, el silencio. Un silencio. La nada.
Lo cuenta: “Tuve una ruptura de una relación muy caótica. Me fui a vivir a Mar del Sur, a la casa de un amigo. No teníamos wifi, ni nada. Lo único que había eran 10 pistas y un 25 de paragua asqueroso. En esos días, mi amigo jugaba al LoL y yo rapeaba. Me había olvidado que era tan divertido. Es que antes me había cegado mucho. Yo tengo una teoría sobre el freestyle”.
—¿Cuál es tu teoría sobre el freestyle?
—Creo que llega un momento en el que no podés mejorar más tus técnicas. Lo difícil es encontrar tu personalidad, tu esencia. Al interiorizarme en mí, tuve un pasaje muy zen, muy introspectivo. Me pregunté: ¿qué soy? ¿Qué puedo ser? ¿Qué estoy dispuesto a ser? En ese camino me di cuenta que encontré mi personalidad musical. Fue muy místico.
—¿Y por qué te alejaste en su momento?
—Por la toxicidad del ambiente. Recuperé esa mística de querer ir a todos lados, aunque no pueda. Ahora voy como sea. En algún momento, esa convicción se me apagó pensando que me iban a cagar. Vi toda esa toxicidad, el endiosamiento de los competidores. Me dije: “¿qué onda con todo esto?”
—¿Y qué onda con todo esto?
—Quiero poder devolverle humanidad a las batallas, sin quitarle lo competitivo. Ir y no tener que aplastar o contar que me pagaron para venir. Me lavo el pelo con Plusbelle, tengo las medias rotas, vine a dedo, pero estoy rapeando piola. Es un buen inicio para que el hip hop pegue una vueltita más y demostrar que somos personas normales.
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—¿Cuál te gustaría que fuera tu aporte?
—Y… todo bien con que hoy sea mainstream, pero el freestyle es música. Empecé a dejar de ver la música en las competencias. Y yo quiero ponerle música, esa es mi premisa. No digo que soy un Mesías, ni nada, solo es como yo lo veo. Me gustaría devolverle la musicalidad y la humanidad al freestyle. También entiendo por qué se le quito: por la plata y por la llegada. Pero estamos a tiempo. Personas como Tata y Bnet van por este lado. No estamos solos.
Las dos finales con Tata y el alcance de la viralidad
Durante enero de 2021, un amigo le sugirió viajar a Buenos Aires para competir en la Perros de Calle. No tenían un peso como para viajar en micro. No tenían un peso para nada. No tenían un peso.
“Terminamos viajando en tren y nos costó $600 pesos. Fui por ir y gané. Ahí me crucé con Z3, que rapea zarpado. Antes de competir, hablamos de que queríamos rapear juntos. Yo no estaba con ganas de bardear, porque él rapea muy bien. Gané rapeando como nunca antes se me había ocurrido rapear. Sentí como que la gente estaba conectada. Pude transmitir y competir al mismo tiempo. Siempre fue esto, solo que no lo vi”, revuelve.
Ganó rapeando como nunca antes se le había ocurrido: sin agredir.
Enseguida, participó de la Regional de la Sangre Gaucha, en una barbería de Berazategui. “Parecía que estábamos en el Bronx, en los ’90. Ahí tampoco tenía un peso, pero me dijeron que iba Tata y, como siempre fui su fan, tenía que ir. Lo quería ver en vivo para mostrarle la foto que le pedí en 2010, en Mar del Plata. Los sueños se cumplen”.
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Para sorpresa de todos, después de un cypher cargado de emociones, Jesse Pungaz venció a Tata, su ídolo.
—Ese cypher de la final, ¿fue premeditado?
—No, fue instantáneo. Trato de ser lo menos hipócrita que puedo. Con la admiración que tengo por el chabón, no podía ir y decirle que le iba a aplastar la cabeza. Y me imaginaba que él iba a ir por el mismo lado. Cuando estás con el chabón en el cypher, es muy difícil que no lo hagas bien, porque irradia una energía muy especial.
Una semana después, llegó una nueva fecha de Perros de Calle, en Plaza de los Bomberos, también en Berazategui.
“En la etapa previa a la final con Tata, cuando escuchaba rapear bien a alguien, me daba cagazo. Ahora quiero competir con esos. Y cuando me crucé otra vez en la final con Tata me dije: “¿Enserio? ¡Qué bueno!”
Nuevamente, tras un cypher exquisito en el que ajustaron sus frecuencias, Jesse Pungaz le ganó a su máximo referente.
Y llegó la viralidad, el respeto de los pares, el aval del mismísimo Tata, la avalancha de puntos para disputar el ascenso a la Freestyle Master Series, la liga más importante de improvisación del país.
Asimismo, en su última presentación, en este raid veraniego indestructible, se llevó la Street Warriors tras vencer al cordobés Larrix.
—¿Por qué decidiste adoptar este estilo de no-agresión, más reflexivo y menos combativo?
—Porque el fin no justifica los medios. Quiero ser genuino conmigo mismo. Si no puedo vivir de la música o del freestyle, me chupa un huevo. Pero yo lo voy a intentar. Si no se da, no se da. No soy el hippie del hip hop. Quisiera estar en FMS, tener llegada con mi música, llenar un Luna Park, pero no voy a dejar mi “yo” para eso. Estaría buenísimo que me pague la cena, pero también quiero hacer música cuando quiera.
El ascenso
En un año con el ascenso a FMS muy picado, Jesse Pungaz se encuentra en el noveno puesto, pero con chances matemáticas de ascender.
“Si gano todas las nacionales, haciendo medio la épica, podría llegar a ascender o al menos llegar al play-off. Es difícil, hay pocas probabilidades, pero que haya pocas ya me alcanza”, se ilusiona.
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—¿ Y qué te gustaría que pase?
—Justamente, hacer la heroica, ascender y ser yo en FMS. Y, bueno, si se puede, también competir en Red Bull. Desde guachín que siento que tiene una mística muy rapera, muy old school. Es el escenario a pisar: los toritos y el círculo es para morir.
De aquí en adelante, quedan por disputarse Misión Hip Hop, Sangre Gaucha y Olimpo Freestyle. A la sazón, entre las tres competencias se reparten el tendal de puntos que le darán paso a los próximos talentos que ascenderán a la primera división del freestyle doméstico.
El disco
Desde hace unas semanas que Jesse Pungaz está emplazado en Necochea grabando Wa8, su primer disco.
“Queremos hacer algo diferente. Es un álbum muy mío. Estoy muy metido”.
—¿Qué es Wa8?
—Es una forma de decir “guacho”. Y se le dice “guacho” a los que no tienen padres. Yo tengo madre, pero me gusta pensar cómo los huérfanos buscan sus verdades. Ellos quieren conocer cosas de su identidad. Y yo no conozco un montón de cosas de mí y busco esas verdades con intensidad.
En rigor, Wa8 cuenta con la colaboración de Tomás Anzoategui, su amigo, filmmaker y “ángel de la guarda”, y de Aisaac, el beatmaker encargado de diseñar las pistas. “‘Tengo unos porros, ¿querés venir?’, le dije a Aisaac. Medio que se vino a vivir a mi casa y los dos vomitamos esto. Le metimos unas 10 horas por canción. Él me dio una mano increíble. Yo no tengo plata, ni nada. La música es todo lo que puedo dar. Es un vínculo puro”.
Si todo sale más o menos bien, el álbum estará disponible para mayo.
El porro
“Mi relación con el porro es la de un pobre que le gusta fumar mucho”, bromea.
Su consumo ideal: una sequita y ponerse a rapear. O tomar mate y fumarse uno.
No obstante, asegura que quiere dejar de fumar todos los días. “La marihuana le da el toquecito mágico a las cosas, pero yo soy medio abusivo”, reconoce.
Allá lejos y hace tiempo, en sus primeros porros junto a sus amigos, Jesse Pungaz no se sentía tan bien. Lo atravesaba una inseguridad, una idea deformada de los sentimientos de quienes estaban con él. “Hasta que descubrí que no era por el porro, sino que simplemente eran mis inseguridades las que salían a flote”.
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A partir de ahí, se mentalizó e implementó fumar estando en tiempo presente: ni adelante, ni atrás. Ni qué piensan los demás, ni tormentos injustificados. “Me ayudó a superar inseguridades. Es como un ayudín para mí”, afirma.
—¿Y tenés alguna experiencia con cannabis medicinal?
—Una vez, adopté una perrita que dejaron abandonada en la ruta. Estaba con moquillo nervioso, el veterinario la empastillaba y seguía re nerviosa. Y me dieron para que pruebe con aceite de cannabis: le di y tuvo una mejoría increíble.
Fotos cortesía de Tomás Anzoategui
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