‘Vamos a Cumplir con Nuestro Compromiso Social’: la UNLa se Suma a la Investigación y Producción de Cannabis Medicinal
“Indudablemente es una cuestión que vino desde los sectores populares hacia la academia”, confiesa enseguida Hugo Spinelli, médico pediatra y director del Instituto de Salud Colectiva (ISCo) de la Universidad de Lanús (UNLa), a propósito del laboratorio de producción de cannabis y derivados del cáñamo con fines terapéuticos que inaugurarán oficialmente en noviembre.
Desde la UNLa buscan aportar evidencia científica que respalde las prácticas populares del cannabis. “Ya pusimos la piedra basal del edificio”, adelanta.
Por caso, el proyecto consta de tres patas: una, con base clínica que funcionará a nivel individual y realizará ensayos e investigaciones; otra epidemiológica, vinculada al estudio en poblaciones; y otra más de índole etnográfica. “Lo que vamos a hacer es construir evidencia científica”.
El rol de la universidad pública
El laboratorio colaborará en la producción de soluciones de dolencias concretas a muy bajo costo. “La idea es entregar aceite al sistema público de salud”, cuenta. “Vamos a producir y proveerle a las entidades públicas”, sigue, haciendo referencia al vínculo que articulará su trabajo con el de los ministerios de salud nacionales y provinciales.
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Entretanto, este laboratorio de cannabis medicinal emplazado dentro de una universidad pública como la UNLa se yergue sobre la premisa que define el compromiso social de la institución: “La universidad no es un fin en sí mismo, sino que tiene que colaborar para un fin. Entonces, con el laboratorio, cumpliríamos con este principio de compromiso social”, Spinelli dixit.
Con el rápido aval de la rectora Ana Jaramillo y de todas las autoridades de la universidad, el proyecto avanzó sin prejuicios ni obstáculos. “En poco tiempo se consiguió todo el apoyo”, aclara Spinelli. De hecho, se aprovechó el convenio con el Ministerio de Ciencia y Tecnología para fortalecer a las investigaciones y, en rigor, para transferir parte de ese dinero a la construcción del laboratorio de cannabis medicinal.
“Ya sabemos que el cannabis hace bien, sobre todo en dolores crónicos de adultos y en chicos con dolencias. Hay adultos que consumen medicamentos y antiinflamatorios que cuestan mucho dinero. Buena parte de ellos son importados y producen un gasto importante. Además de las investigaciones y de la evidencia científica, vamos a producir soluciones. Y si la economía del país puede ahorrar plata, en pesos y en dólares, muchísimo mejor aún”.
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Mientras tanto, a partir de la resolución del Consejo Superior, ya están comprando equipos y maquinarias y hasta comenzaron con el diseño de los protocolos de trabajo. A la sazón, en los procesos de producción de aceite, el laboratorio contará con la supervisión del biólogo Luis Acosta, director del proyecto, y de un grupo de profesionales de primera línea.
Manos a la obra
Asimismo, mediante la labor exhaustiva de clínicos, antropólogos y epidemiólogos, el laboratorio pretende robustecer la producción científica de cannabis. “Es un tema muy bueno y hay muy baja investigación sobre el tema. Es asincrónico con la experiencia empírica de los sectores populares”, revela el director del Instituto.
—¿Por qué pensás que hay disponible tan poca producción científica?
—Si bien cada vez hay más, quizás estos procesos entran en conflicto con algunos intereses económicos. ¿Por qué? Y, bueno, hay un asunto más de fondo: por ejemplo, ¿cuál es el beneficio de ser pobre? Ninguno. Y, sin embargo, la pobreza aumenta. La sociedad es un campo de juego, un juego social muy complejo. No todos los actores buscan el beneficio del otro. Si no, no podríamos entender que vivimos en el continente más desigual del planeta. Esta es una pelea, una pulseada que hay que dar. Nosotros somos el Estado. Tomamos el compromiso y acompañamos desde el lugar que entendemos que tiene que tener el Estado.
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—¿Qué demandas atenderá esta iniciativa?
—La gente se organiza con o sin política, con o sin Estado. En Argentina hay un movimiento muy fuerte, como Mamá Cultiva, del que participa el Dr. Carlos Magdalena, que es el asesor médico del laboratorio. Nosotros juntamos a la universidad con gente del Estado Nacional, del Ministerio de Desarrollo, de la Jefatura de Gabinete y tenemos un compromiso de apoyar a los cultivadores. Queremos que se formen organizaciones civiles y cooperativas. Hay una cosa muy bella de esta gente que, en general, no vende el producto. En el mejor de los casos, hacen un trueque. Son mecanismos de solidaridad muy impactantes. A mí me emocionó mucho eso. Y el Estado tiene que tener un rol fuerte al implicarse en eso. Es una cosa muy necesaria. Los problemas de las personas son escuchados por la universidad y por el Estado Nacional. Es un modelo para hacer políticas y habría que pensar si éste no es el camino…
—¿Cuándo comenzarán con el proceso de producción?
—La producción es un proceso muy simple. Es hasta preindustrial. Uno tiende a pensar que la producción se trata de máquinas que echan humo. Y la gente lo hace en sus cocinas: lo hierve y ya lo tienen. Bueno, nosotros le vamos a dar un tratamiento científico y vamos a garantizar que tenga cierto grado de pureza. El aceite se vende muy caro. Al no estar intervenido, en el mercado hay cualquier cosa. La universidad entra para darle un certificado de garantía al asunto.
Presente y futuro
Así las cosas, el Instituto de Salud Colectiva de la Universidad de Lanús cumplió en junio sus primeros 10 años y, en pos de seguir ampliando la discusión científica, dedicaron tres charlas exclusivas al mundo del cannabis medicinal.
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Allí, hubo un conversatorio sobre la producción nacional del cannabis y el rol de las cooperativas, una mesa redonda sobre cannabis terapéutico y la experiencia en otros países desde la ciencia y la clínica y una mesa redonda sobre cannabis terapéutico y las experiencias nacionales.
“Nuestra función es investigar y nuestro nuevo objeto de estudio ahora es el cannabis”, concluye.
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