Movimiento LGBTIQA+: Pionerxs de la Lucha desde el Amor

“En nuestro primer partido, el réferi nos acusó de ladrones de un bolso que luego apareció. Tan equivocado no estaba. Nosotrxs estábamos robando un espacio que nunca se nos dio: estábamos robando la cancha. Desde ese día, nunca dejamos de pisar el campo. Pisamos cada vez más empoderados, empoderadas y empoderades.”

Esas palabras afloraron durante una transmisión en vivo con Caio Varela, quien relató el debut en la cancha de Ciervos Pampas, el primer club de rugby de diversidad sexual de Latinoamérica. Empezaron a jugar en el 2016 en un torneo oficial de la Unión de Rugby de Buenos Aires, que se convirtió en un hito histórico para todo un continente. Hoy es una organización de derechos humanos que tiene al rugby como herramienta para el enfrentamiento a la homo-lesbo-trans-odio y la promoción de la diversidad sexual. Un gran valor agregado.

Apenas transcurrieron microsegundos para que me caiga la ficha: hoy tenemos una sociedad más abierta y libre porque antes otras personas hicieron una lucha con su respectivo logro, que ahora experimentamos con alegría. Disputar un lugar en un mundo tan hostil como este es un trabajo que demanda mucha fuerza, valentía, paciencia y persistencia.

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Otro caso emblemático es el de Jose María Di Bello al convertirse, junto con Alex Freyre, en el primer matrimonio entre personas del mismo sexo de América Latina. Fue a fines del 2009 en Ushuaia, Tierra del Fuego, gracias a una resolución judicial producto de la insistencia en busca de la libertad.

Me comuniqué con ellxs porque son protagonistas de la historia en la conquista de derechos y plataformas de la comunidad LGBTIQA+ en poblaciones opresoras que militan la heteronorma como si fuera la única verdad. En ambos encuentros virtuales hablamos de discriminación, cannabis, e identidad de género, entre otros temas. Su punto en común es el de ser pionerxs en la revolución por la ruptura de cadenas.

 

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Cuando con José hablamos de la sociedad del pasado, vimos que nosotrxs (que tenemos más de 30 años) estabamos subsumidxs en el mismo lodo sin que nos diéramos cuenta. “Unx mismx fue parte de ese proceso de discriminación que había del Estado en el no reconocimiento de nuestras parejas de no poder conformar una institución familiar. Ni se planteaba eso”, admitió. Creo que es más adverso el periodo de aceptación en casos nacidos entre tanto silencio y censura. Por eso, ellx sostiene que “la Ley de Identidad de Género era la ley más urgente, mucho más urgente que el Matrimonio Igualitario, porque particularmente a las compañeras trans se las seguía violando, oprimiendo, castigando en las comisarías”. Qué orgullo es saber que tenemos avances en esos aspectos, pero faltan aún más.

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Al hablar de las conquistas, surgen causas que tenemos que defender, como puede ser la legalización del cannabis en el país. José opina que “estas luchas tienen que ser colectivas” y que todxs “tenemos que sumarnos y entender que mi agenda también es la agenda del otro”. “Tenemos que dejar de ser hipócritas: la utilización de sustancias psicoactivas existe en la humanidad desde que el mundo es mundo. Las drogas son algo que está en nuestras vidas y todxs tenemos que reconocernos como usuarixs, como pasa con el cannabis que lo consumimos por cuestiones que tienen que ver con el bienestar y salud”, confiesa.

Es necesario que no bajemos nunca los brazos para las medidas que amplían derechos. Como dijo Caio: “Hay que crear cada vez más espacios y asumir el protagonismo en todos lados. Es un re laburo, de cada unx de nosotrxs, que asumimos nuestras identidades y que entendemos que asumirse es algo político”. Cuantos más lugares ocupemos, mayor visibilidad y tolerancia habrá. Tenemos que persuadir a la persona que nos tilda de distintxs para que nuestra libertad sea un verdadero hecho insustituible sin armas de fuego. “Tenemos que aceptar que como humanxs somos violentxs. Lo que tenemos que hacer es encarar efectivamente eso. No ese discurso de ‘el violento es otrx’. La otredad como manera de defendernos es lo mismo que lxs heteronormadxs hacen hacia nosotrxs”, afirma -con razón- el jugador de Ciervos Pampas.

Pienso: si planteamos a lo ajeno como componentes de una misma bolsa, el patriarcado y sus decretos morales se ahorran pensamientos profundos con el objetivo de apuntar todo lo que está fuera de su alcance vivencial. Caio argumenta: “Nos acusan y dicen que los pedófilos son putos porque no son parte de la norma. Y lxs que utilizan cannabis también son lxs que no son parte de la norma. Entonces terminamos siendo todxs parte de la ‘otredad’ que utilizan como mecanismo de exclusión, de manutención de sus beneficios”. “Ellxs mismxs son lxs que están utilizando a la pedofilia, son los mismos que ganan mucha plata con la ilegalidad del consumo de cannabis”, denuncia.

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La hipocresía es un factor elemental de la constitución básica de la sociedad. De la mano, viene el odio. El rugbier recuerda todo lo que despertó el origen de un equipo como Ciervos Pampas en un mundo deportivo gobernado por estereotipos. “Creo que nosotrxs, al pisar la cancha, prendimos la alarma. Los chabones tienen que retener su homo-odio. Hemos participado de un partido en especial donde nos dijeron cosas como ‘andá a jugar a las muñecas, acá se juega al rugby’. Nosotrxs respondimos: ‘jugamos a las muñecas, chupamos pijas y jugamos al rugby’.

 

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Tenemos que estar agradecidxs por el activismo del pasado, porque empezar un proyecto de transformación social profunda es una tarea muy difícil. Aprovechemos la oportunidad de tener un legado importante para poder construir sobre las bases sólidas de la lucha de la comunidad LGBTIQA+. Empecemos a conquistar todo lo que nos falta para que algún día las generaciones futuras puedan vivir en un mundo más justo e inclusivo.

Foto: Juliette F.