La Humeante Historia del ‘Banco Pipa’, el Extravagante Cónclave Marihuano de La Paz, Bolivia

Hay veces que la geografía regala algunos glitches profundamente aprovechables. Otras, con su mano y su ingenio, el hombre hace de esa geografía una virtud. Y en el caso del ¡¡¡banco de plaza!!! que protagoniza esta historia se presume directamente la acción de la mano de Dios en virtud del goce del pueblo. En la Plaza Abaroa, en el petitero barrio de Sopocachi, en la ciudad boliviana de La Paz, existió durante años una obra anónima que los vecinos paceños aprovecharon para fumar marihuana al aire libre. Y en comunidad.

Conocido popularmente como “Banco Pipa” o “Banca Comunal”, un asiento de plaza se convirtió en el artefacto de iniciación de un montón de jóvenes en el cosmos de la weed. Allí, durante cientos de tardes y noches 420, ululaban estudiantes universitarios, ejecutivos de grandes compañías, abogados, ingenieros y adultos responsables que le habían tomado el gustito a prender el porro de un costado de esa “banca” e inhalar el humito desde el otro lado. Por eso lo de “Banco Pipa”. Por eso, también, lo de “Banca Comunal”: porque a menos que seas elástico como Reed Richards de Los Cuatro Fantásticos, siempre fue necesaria la asistencia de otra persona para su correcta implementación.

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“¿Qué es el “Banco Pipa”? Era uno de esos bancos antiguos de plazas, no uno de los modernos, que tenía unas maderas transversales. Y en una de esas maderas habían hecho un huequito ahí para fumar quién sabe qué”, ilustra el tiktoker Edu Torrico, mientras pide “un minuto de silencio” por el banquito.

“Unos amigos me llevaron a esa banca, me la enseñaron y luego se me hizo muy normal ir ahí. Si bien agarré el hábito de la pipa propia, todavía la extraño. Siento que cuando reformaron la plaza y la quitaron, perdí a un amigo”, dice Pietro, un barista de la zona, quien fue un frecuente churrero del famoso y hoy extinto “Banco Pipa”.

No se sabe cuándo ni cómo comenzó este mito fundamental del imaginario cannábico paceño, pero sí cuándo terminó su reinado de cannabis comunitario: hace tres años, cuando reformaron el lugar. Fin, ya está, se acabó: taza, taza, cada uno a su casa. “Mi última plaza fue hace cinco años, cuando conseguí mí primera pipa”, continúa Pietro, con cierto anhelo nostálgico. Con saudade, como dicen los brasileros.

Por caso, la legislación boliviana tipifica a la marihuana como una droga prohibida al igual que la cocaína y castiga su posesión (así sea de un gramo) con penas de cárcel de 10 a 25 años. Sin embargo, el “Banco Pipa” o “Banca Comunal” sobrevivió en la clandestinidad y en la absoluta discreción durante años. “Discreción”, decimos, aunque estaba emplazada en medio de una plaza pública, dentro de uno de los barrios más finos de La Paz. Pero, aún así, quienes eran frecuentes circulaban la data entre puros afines, sin perjuicios con la ley.

“Nunca supe cómo comenzó todo, pero siempre agradecí que exista. Lo loco es que no se podía usar de a uno. Siempre necesitabas a otro compañero. Era una cuestión comunal, de compartir con el otro”, señala el fumón Pietro.

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Algunos motivos de su final: a pesar de ser una plaza repleta de juventud y estudiantina y, también, de ungirse como un gran cónclave de skaters y deportistas sobre ruedas, la Plaza Abaroa está ubicada a pasitos nomás de importantes edificios públicos como el Ministerio de Defensa, el Tribunal Departamental Electoral, la Casa Presidencial y -¡atención!- una Estación Policial Integral (EPI) suponiendo un dilema más que evidente para nuestros amigos fumaporros.

De hecho, en la actualidad, ese espacio suele estar en el ojo de la discusión política cotidiana, ya que es ahí donde suelen hacerse los reclamos y marchas de la ciudadanía. “Hoy no va casi nadie. Muchos van al Parque de la Universidad o a la Plaza Olivia. La gente que venía a fumar al Banco Pipa se fue mudando a otras plazas”, explica Pietro. Dicen quienes iban con regularidad que “hoy no es una plaza tan privada, ahora está más abierta, quedás más expuesto. Y como está la EPI de la policía ahí, corrés el riesgo de terminar en el calabozo un par de noches”.

En la actualidad, la Plaza Abaroa recibe a turistas en busca de postales típicas paceñas y ahí, además, se organizan pequeños conciertos y ferias abiertas. “Sigo buscando un lugar así y hasta ahora no he encontrado nada igual en ningún otro sitio”, llora Pietro. Mientras tanto, los skaters siguen fumando porro, un poco más a escondidas, y aún anhelan la presencia mitológica de ese banco de plaza, que más que un banco… fue un amigo.

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