‘¿Y Las Comunidades, Qué?’: El Documental ‘En el Nombre del Litio’ Encara la Problemática del ‘Oro Blanco’ en Argentina
Publicación original: agosto de 2021
Inmensa, la montaña arrastra sus arterias: se arranca las piedras alarmadas, la violencia del metal y el perdón de la nieve. Y ahí anda el salar, ese páramo donde el océano golpea con olas que no hay, con espuma difunta. Sin barcos, sin viento, sin peces, sin pájaros. Y en el calvario, solo la respiración de un hombre con un hacha -como un solazo- dividiendo la sal: vende panes de cementerio, vende los huesos del mar.
“Cuando viajé al salar por primera vez viví un choque cultural y vi una distinta valoración de los recursos naturales”, asume rápido Tian Cartier, codirector de En el nombre del litio junto a Martín Longo, documental criollo que se enhebra como un viaje sensorial y se expande como una herramienta de información a propósito de la explotación del litio, popular elemento químico conocido como “oro blanco”.
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De hecho, el 80% de las reservas mundiales de litio están repartidas entre Bolivia, Chile y nuestro país (en las provincias de Salta, Catamarca y Jujuy), en la zona conocida como “El Triángulo del Litio”.
Formalmente, según estimaciones, se usan 2.000.000 de litros de agua para producir una tonelada de carbonato de litio. Y un dato no menor: el 55% de las exportaciones de litio van a parar a Estados Unidos.
A su vez, por estos días, el oficialismo trabaja en un proyecto de ley para declarar de “interés estratégico” al mineral y, por otra parte, buscan crear una empresa binacional con Bolivia para desarrollar la producción de manera conjunta.
Zona de sacrificio
“Argentina tiene como política exportar materia prima y es permisiva para empresas internacionales. Por eso, las multinacionales vienen y se pueden llevar el litio en muy poco tiempo sin dejar espacio a las comunidades para decidir. El litio es un mineral que va a estar de moda durante un par de años. Entonces, tiene que darse un espacio necesario para el debate político social y ambiental”, revuelve el cineasta.
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Así, con los modelos extractivistas actuales, los salares se convierten en una especie de “zona de sacrificio” para, entre otras cosas, “reducir el calentamiento global”, ya que el litio se utiliza en gran medida para la producción de baterías que almacenan energía renovable.
“El trabajo en las salinas es el más rentable para la extracción de litio. Las empresas hacen una minería extractiva de agua: se perfora, se chupa y se extrae el litio de las salinas, que son una gran cuenca con salmuera y minerales. Se usan unos piletones gigantes y lo vuelcan ahí para que se seque. Extraen el carbonato de litio y lo separan; y el resto de los componentes no vuelven al ecosistema del salar”, explica.
“¿Y las comunidades, qué?”, se pregunta Clemente Flores, uno de los protagonistas del documental y portavoz de la duda coral de su comunidad.
Puntos de vista
“El documental no muestra la solución. Es un tema complejo que tiene que ser analizado desde muchos puntos de vista. No busca decir qué es lo que hay que hacer, sino que apunta a qué es lo que no hay que hacer. Pretende mostrar el espectro lo más amplio posible, por eso suma la mirada de diversos profesionales en la materia”, explica Cartier.
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De movida, el documental no se posiciona “a favor” ni “en contra” de la explotación del litio, sino que deja en evidencia que, ante su demanda urgente y global, resulta necesario fijar pautas de control estatal en las etapas de exploración, explotación y procesamiento del mineral. “Y, por supuesto, darle voz a las comunidades”.
Así las cosas, En el nombre del litio se configura como un trabajo de observación cinematográfica que, asimismo, se enlista detrás de la tradición moderna de la sobredosis de información y los recursos digitales.
“Tenemos que aprovechar las energías renovables, pero también tenemos que evaluar ciertos patrones de conducta”, suma a la discusión.
El nuevo oro
Entretanto, no se erige ni como un manual didáctico ni como un documental abstracto, sino que se mantiene bajo un fino equilibrio entre la data y un relato clásico que pone de manifiesto la siguiente problemática: ¿podrán las salinas escaparle a “la colonización”?
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“Durante varios años, el reclamo de las comunidades fue el de tener algún tipo de representante. Quieren tener participación en la toma de decisiones, ya que es su territorio y se trata de recursos naturales que son de todos. El documental intenta visibilizarlos porque sienten que, desde el Estado, los están invisibilizando”, se explaya.
—¿Por qué dicen que el litio es el “nuevo oro blanco”?
— Se le llama “oro blanco” porque, detrás, está la especulación financiera. En los últimos años, la demanda del litio aumento notablemente. El uso de energías renovables, sea solar o eólica, requiere almacenarse en baterías. Y las que mejor funcionan son las de litio. Con el boom de los autos eléctricos, la demanda mundial creció de golpe. Entonces, para suplir esa demanda, para esa transición energética, se busca el litio. Y, de repente, las especulaciones generaron un boom financiero. Es necesaria una transición energética pero, también, es necesario replantear algunas conductas extractivistas, más allá de si es litio o petróleo.
—¿Qué pueden hacer los estados para proteger los ecosistemas y recursos naturales?
—A nivel ambiental, pueden brindar herramientas necesarias para hacer estudios de impacto ambiental y balance hídrico de las salinas. ¿Para qué? Para redefinir el ritmo minero y de extracción. Las comunidades entienden más que nadie los ciclos de las salinas. Y, ahora, esos estudios los hacen las empresas; por eso, van a decir lo que las empresas quieren. Además, no es lo mismo que en un salar haya una empresa, que dos o tres. El ritmo de vaciamiento es muy difícil de medirlo de manera individual. Y, a nivel social, el Estado debería garantizar el espacio de consulta a las comunidades e involucrarlas en la toma de decisiones.
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—¿Y cómo puede la ciudadanía acompañar estos reclamos?
—Clemente dice: “¿Cómo vienen a destruir esto para salvar lo otro? Somos todos la misma humanidad”. La juventud tiene una visión integral de mundo como un único ecosistema. Son ellos quienes están tomando la acción. Nosotros, desde las ciudades, deberíamos hacer un mea culpa de los niveles de consumo que tenemos: el uso del agua, el reciclaje y el manejo de la naturaleza. Si el cambio no viene de arriba hacia abajo, va a salir al revés: de la gente al Estado. Hay que buscar que el tipo de análisis para la toma de decisiones no sea sólo económico. No es una lucha de una cosmovisión contra otra: tienen que convivir. Hay que valorar las cosmovisiones más ancestrales. De hecho, ahora, el mundo científico y el originario están diciéndole al mundo económico y político que lo que estamos haciendo está mal.
En el sitio enelnombredellitio.org.ar puede encontrarse información ampliada, entrevistas completas, publicaciones y artículos científicos. Y, después de una exhibición online (estuvo disponible, ahora no está pero, con un contacto sencillo, la productora facilita un link), ya preparan su estreno en salas comerciales, Espacios INCAA y Cine.Ar para antes de fin de año.
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