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¿Qué Hace Falta para que España Reconozca el Cannabis como Medicamento? Una Perspectiva Farmacológica

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¿Qué Hace Falta para que España Reconozca el Cannabis como Medicamento? Una Perspectiva Farmacológica

Por El Planteo

¿Qué Hace Falta para que España Reconozca el Cannabis como Medicamento? Una Perspectiva Farmacológica

✍ 5 June, 2025 - 12:52


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La situación legislativa del cannabis en España es ambigua, con importantes diferencias entre su uso recreativo, medicinal e industrial. No está legalmente regulado como medicamento, aunque en teoría se permite su uso bajo ciertas condiciones. Tampoco existe un programa nacional de cannabis medicinal como los que hay en Alemania o Canadá.

Pero lo que despierta curiosidad sobre el contexto actual de la planta en el país es que los españoles tienen investigación, tradición y experiencia en materia cannábica como pocos. Es decir, teniendo todo y más para elaborar una ley con solidez suficiente para regular el uso, no lo han conseguido. Mientras, los pacientes hacen imposibles por seguir con su terapia y los profesionales deambulan sin amparo legal.

¿Es posible terminar con esa inseguridad jurídica y desprotección sanitaria para hacer que avance este sector con alto potencial económico y médico? Tal vez sí, aunque para eso será necesario pensar el cannabis como medicamento y tratar de despojarlo de sus miles de atributos y prejuicios. Algo que no es sencillo de hacer sin la mirada de un profesional. Por eso, El Planteo entrevistó al neurocientífico Guillermo Moreno-Sanz, que lleva más de 20 años trabajando en temas relacionados con la psicofarmacología del cannabis.

Retrato de la farmacología del cannabis en España

Hace 25 años, en la Universidad de Zaragoza, la tercera promoción de bioquímica hablaba de que la biotecnología era el futuro. En el 2000 había “poquísima información sobre cannabis”, recordó Guillermo, para quien “lo interesante de su efecto terapéutico es que, gracias a los numerosos descubrimientos sobre el sistema endocannabinoide, se ha podido confirmar la base fisiológica y farmacológica de efectos clínicos que ya estaban documentados desde hace décadas”.

Durante su doctorado en la Complutense, el entrevistado investigó el potencial de abuso de los cannabinoides. Con la beca Fulbright, viajó a California y se unió al laboratorio del científico Daniele Piomelli, donde trabajó en unas nuevas moléculas: los inhibidores de la FAAH. “Son moléculas que, en lugar de actuar como el THC del cannabis, aumentan la acción de la anandamida, un endocannabinoide que produce nuestro organismo, y que tiene un efecto similar, al menos en ratones”, explicó Moreno-Sanz.

Una de estas moléculas (URB597) ya se había probado por primera vez en humanos en aquella época, lo cual sugería la posibilidad de ensayos clínicos. Trabajando en equipo, el neurocientífico encontró una molécula parecida, llamada URB937, que hacía lo mismo que la anterior, pero no cruzaba la barrera que protege el sistema nervioso de posibles toxinas. “El hecho de que el URB937 fuese igual o mejor analgésico que el URB597 generaba la posibilidad práctica de separar los efectos psicoactivos y analgésicos del cannabis, que habían sido el impedimento tradicional en el desarrollo clínico de los cannabinoides”.

La experiencia de este profesional expone que la farmacología del cannabis tiene trayectoria y sustento, pese a que hay barreras por superar para traducir los avances en tratamientos efectivos para humanos. Sin embargo, aún persiste el gran desafío: convertir los avances científicos en evidencias clínicas concluyentes que permitan su regulación como medicamento.

Hasta dónde llega el cannabis en España

El Congreso aprobó en 2022 una propuesta para regular su uso médico, pero el Ministerio de Sanidad aún no ha implementado esa regulación. Hay solo teorías de por qué eso no ha sucedido hasta el momento. Pero en la práctica los pacientes acceden al cannabis medicinal a través del autocultivo, asociaciones o productos importados. Aunque, todavía, los médicos no pueden prescribir cannabis como tratamiento salvo en productos autorizados muy específicos, lo que deja fuera la mayoría de los formatos más accesibles.

Si bien lo que cada uno hace en espacios privados no está penalizado, el cultivo sigue en un limbo legal: se tolera para autoconsumo, pero si se sospecha que hay distribución, se penaliza. Asimismo, la tenencia en vía pública se sanciona con multas administrativas (no penales) bajo la Ley de Seguridad Ciudadana (o “Ley Mordaza”).

Por otra parte, están las asociaciones cannábicas (o clubs), que se extienden por regiones como Madrid, Barcelona y el País Vasco. Los mismos operan en una zona gris en la que se permite el cultivo colectivo para el consumo privado de socios. Lo que sucede es que, sin una regulación estatal clara, la legalidad depende de interpretaciones judiciales o normativas locales.

Al mismo tiempo, existe una industria en crecimiento, conformada por diversas empresas como Agropharm, que impulsan proyectos vinculados al cannabis medicinal dentro de un marco legal aún difuso, lo que limita su verdadero potencial de expansión en el país.

En cuanto al cáñamo industrial, el país permite el cultivo con menos de 0,2% de THC, pero no está del todo claro si pueden comercializarse sus flores o extractos. En tanto, el mercado de CBD enfrenta complicaciones con la venta de aceites, flores o cosméticos con CBD, por la persecución y las restrictivas normativas de las autoridades sanitarias de España.

La evidencia científica: ¿es suficiente?

“Las indicaciones con eficacia probada son el control de la espasticidad en enfermedades neurodegenerativas, de las crisis epilépticas en canalopatías pediátricas refractarias, las náuseas y vómitos provocadas por la quimio, y la pérdida de peso y apetito en enfermos de cáncer y otros síndromes crónicos”, señaló el entrevistado. También, existen ensayos clínicos que aportan evidencia sobre la eficacia en dolor crónico, aunque haya una mayor controversia pese a lo extendido de su uso.

A su vez, Moreno-Sanz opina sobre la evidencia que: “la última barrera para la investigación clínica con cannabinoides está siendo la salud mental. En Reino Unido se usa ampliamente para trastornos de ansiedad, como la ansiedad generalizada o la ansiedad social. Otras condiciones mentales relacionadas con el control de la impulsividad y la memoria como son el trastorno por estrés post-traumático, el trastorno de personalidad borderline o por déficit de atención e hiperactividad”.

El problema reside en que el diagnóstico de estas condiciones no es sencillo y los pacientes que reclaman un tratamiento con cannabis pueden automedicarse con lo que ofrece el mercado no registrado. “Por desgracia, esto acrecienta el estigma entre los psiquiatras que, en su mayoría, ya considera al cannabis como un factor de riesgo debido a su relación con la psicosis y la esquizofrenia”, expresó.

En España, aún no es legal prescribir y esa es una de las principales barreras, según Guillermo. A la vez, puede que la legalidad venga con muchas restricciones e ignore el aprendizaje acumulado en otros países.

Pero para contrarrestar ese panorama, el trabajo de este profesional del cannabis, como el de tantos otros, consiste en documentar los resultados clínicos de pacientes que usan esta medicación en otros países.

“Tenemos publicaciones en Colombia, cuyo sistema es parecido al que esperamos en España, en Reino Unido y en Alemania. Un caso que no puedo evitar mencionar es el caso de Mike Roberts”, expuso Moreno-Sanz. Mike fue el primer paciente británico que consiguió en 2023 que la seguridad social inglesa, NHS England, le pagase el coste de su tratamiento en cogollos. “Tenía cáncer de colon con metástasis en los pulmones, y el cannabis le ayudó a mantener su humanidad en sus últimos meses de vida. Mike abrió una puerta para que otros pasaran después de él”, transmitió.

Legislación y especialistas motivados

“Ahora mismo, lo que necesitamos en España son médicos especialistas y otros profesionales motivados”, advirtió el neurocientífico. Hay anestesiólogos/as, neurólogos/as, traumatólogos/as, internistas, psiquiatras, ginecólogos/as y muchos más profesionales a los que les faltan soluciones para sus pacientes y quieren explorar un “sistema farmacológico ignoto”. “Cerca del 90% de los pacientes experimenta algún tipo de mejoría con el cannabis oral y, en caso de que los hubiera, los efectos secundarios son normalmente leves y controlables”, dijo haciendo alusión a que la planta puede ser la respuesta indicada.

Los pacientes que llegan al cannabis han probado habitualmente cosas mucho peores, más agresivas y potencialmente adictivas. Ante eso, Moreno-Sanz da un mensaje contundente: “el verdadero reto no es conseguir cannabis legal para los pacientes que ya lo usan y los médicos que ya lo conocen. La verdadera revolución llegará cuando pacientes y médicos que nunca pensaron en el cannabis como medicamento lo utilicen con total normalidad, y que tengan acceso a un producto de calidad y barato”.

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