Muestra: ‘Un Jardín en el Espacio’, de Paul Sende, en Pabellón 4

“Un Jardín en el Espacio” propone un recorrido por diferentes sistemas visuales abstractos que hacen foco en la percepción.

Cada uno de estos universos presenta una técnica distinta, explorando diversos soportes, materialidades y modos de producción, yendo desde esculturas lumínicas, estructuras tridimensionales a serigrafías.

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Estos recursos que a la vez amplían el conocimiento y median la experiencia están dispuestos como una ficción geométrica que, protagonizada por fenómenos físicos, deja a la humanidad en un segundo plano. Mientras las piezas de luz sugieren un paisaje sintético y modular, las obras gráficas proponen una colección de eventos a distintas escalas. En su convivencia articulan un ecosistema que se sitúa en la delgada línea entre lo artificial y lo natural.

Esta muestra se puede visitar de lunes a viernes por cita previa a galeria@pabellon4.com

Cel: 1169080638

Juan Ramirez de Velasco 556 PB Villa Crespo CABA

www.pabellon4.com

Hasta el 22 de Julio Lunes a viernes 14 a 19 hs (consulta otros días y horarios)

Poesía sin humanos

Merlina Rañi, 2021.

Un rayo eléctrico parte el aire con una onda filosa, la percibimos en luz y sonido, en momentos desfasados. Mientras tanto, una brisa microscópica sopla una onda cuadrada, un flujo de electrones se desplaza por un circuito, produce un pulso eléctrico imperceptible hasta que es traducido técnicamente. Hay eventos que pueden ser a la vez naturales y extraños, momentos en los que no llegamos a instalar símbolos, sin embargo los procesamos sensiblemente. Entonces, donde no es posible la narrativa lineal aparece un sistema de estímulos que se propone desafiar a la lógica de fondo, a la idea dada por sentado.

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Si interpretamos las obras de Paul Sende desde esa abstracción, la base de sus elementos más fuertes (la morfología, la implementación de la luz, la composición cromática) son las frecuencias de onda. Existe en ellas una naturaleza física y una naturaleza perceptiva, pero también una idea común sobre la naturaleza, una forma específica de interpretarla que se compromete en cuanto cambia la perspectiva. En la relación simbiótica entre la ciencia y la cultura, las maneras de percibir se fueron ampliando y de alguna forma todo lo que podemos conocer nos pertenece, en un sentido simbólico, somos capaces de incorporarlo como experiencia.

Estos recursos que a la vez amplían el conocimiento y median la experiencia, en las obras están dispuestos como una ficción abstracta que, protagonizada por fenómenos físicos, deja a la humanidad en un segundo plano. Mientras las piezas lumínicas sugieren un paisaje sintético y modular, las obras gráficas proponen una colección de eventos a distintas escalas. En su convivencia articulan un ecosistema que entre ser artificial o natural se declara extraterrestre.

La construcción de esta ficción es estructural, sintáctica, vibratoria, su proceso se inscribe en el ejercicio de la poesía concreta, y a su vez, en la cibernética. Tanto la paleta de colores como el trabajo formal tienden a lo fragmentado y lo múltiple, se organizan a partir de la tensión entre las partes, en la divergencia de sus oscilaciones.

Esta tensión que se repite en distintos niveles de la obra (entre el proceso digital y el analógico, el tratamiento de lo natural o artificial, lo suave y lo rígido de las formas, lo técnico y lo poético en el discurso), aparece como una buena estrategia para abordar lo que no entra en las categorías, lo que por su cantidad de matices es difícil de explicar y por tanto, como objeto de lo misterioso, es desconocido y no nos pertenece.

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Todo eso que no nos pertenece, que vive en su propio sistema —uno exento de humanidad— es fuente de fascinación o terror, pero existe más allá de nuestra impresión. Quizás el misterio pueda despojarse de su drama desde que haya una poética que arriesgue a pensarse por fuera de sí misma, o en el ejercicio de imaginar lo imposible. En la posibilidad virtual de descubrir un ritmo desconocido.

Fotos cortesía