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Personaje Cannábico: Conocé al Chico de los Lillos, el Growshop Ambulante

Por Lola Sasturain

Personaje Cannábico: Conocé al Chico de los Lillos, el Growshop Ambulante

✍ 12 October, 2020 - 16:01

El Chico de los Lillos es un personaje entrañable que camina por la ciudad, y si sos (o eras, pre pandemia) habitué del Parque Centenario o de los bares de Palermo y Villa Crespo es probable que alguna vez te hayas cruzado con su simpatía y con su bolso lleno de magia.

El Chico de los Lillos se llama Matías Díaz, tiene 31 años y es marplatense. Trabaja de vendedor de sedas de todo tipo, picadores, pipas, bongs, tuqueros y todos los elementos imaginables de parafernalia fumona. Es como un caracol que, en vez de llevar su casita a cuestas, lleva un growshop. Y el growshop más divertido, psicodélico y bien curado que haya disponible. También vende a través de Instagram, desde donde recibe pedidos las 24 horas y hace entregas a domicilio.

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“Me vine a Buenos Aires a trabajar. Mardel tiene un clima muy difícil para laburar con el sistema de ventas que yo laburo, que es conocido como vendedor ambulante. Yo prefiero llamarlo tabaquería móvil, me cierra más decirle de otra manera para cambiar un poco ese mal concepto que hay asociado a la venta ambulante”, cuenta Matías.

Y aunque su dinámica de abordar gente que está tomando algo o caminando por la calle puede sonar a un clásico caso de la venta ambulante, basta una pequeña interacción para notar que lo de El Chico de los Lillos es diferente.

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Viveza criolla, mentalidad de negocios o todo junto

El peculiar emprendimiento existe desde hace dos años. Antes de convertirse en El Chico de los Lillos, Matías pensaba hacer un segundo viaje de mochilero: compró en una distribuidora en Buenos Aires y se fue vendiendo sus lillos por gran parte de Sudamérica. Primero fue al norte argentino, después pasó por Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia. Y cuando volvió al país, habiendo probado la efectividad, siguió con el negocio.

A diferencia de cualquier vendendor callejero, Matías considera que, a su manera, hizo una investigación de mercado pensando en qué público iba a puntar, qué tipo de vendedor quería ser y qué diferenciales llevaría como comerciante. “Decidí ser un vendedor tipo Sprayette. Simpático, poniendo vos de locutor, conociendo bien los productos y mostrando para qué sirven. Voy y les ofrezco de una manera divertida, quiero ser ese personaje de vendedor que te pone contentx al verlo. También, mi diferencial es que tengo productos muy originales, porque sé lo que consume la gente: cuando voy al mayorista elijo como consumidor”, explica. “Tener productos innovadores, saber ofrecerlos y tener cierta oratoria crea un ambiente, algo que te distingue de los demás”.

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Con mirar su Instagram, eso queda claro: desde picadores con forma de Pokebola o de Darth Vader a blunts importados saborizados. Su catálogo es ideal para fetichistas del cannabis.

Cuarentena: reinventarse o morir

Para alguien que trabajaba sobre todo pateando las calles y cuyo target era principalmente la gente que salía a los bares los fines de semana por la noche, el inicio de la pandemia fue un golpe duro.

En aquel entonces todavía no le habían cerrado su primera cuenta de Instagram, con la que ganaba seguidores cada día que salía a trabajar, con su carisma, con su increíble oferta y con su pegadizo nombre que recuerda a los dibujitos animados. El Chico de los Lillos advirtió que el futuro (o este mientras tanto) pasa por Internet. Entretanto, se contactó con gente que hacía envíos de manera particular y así, de paso, reactivó su trabajo dándole trabajo también a otros trabajadorxs independientes como él.

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Después del susto inicial, el saldo fue positivo. Tiene sentido: sobre todo en las épocas de cuarentena más rígida, no muchxs se animaban a aventurarse al mundo exterior solo por un paquete de sedas. Ni hablar de pensar en conseguir una buena pipa o un bong. “En pandemia pude ahorrar porque fui uno de los esenciales. Lo digo en chiste, pero realmente la gente consumió muchísima parafernalia fumona en cuarentena”.

Sin embargo, hasta llegar a la (recuperada) estabilidad y prosperidad actual, en la pandemia le pasó de todo. Una vez hizo un sorteo junto a un emprendimiento de brownies cannábicos sin conocer bien los términos y condiciones de Instagram y eso fue una catástrofe: le dieron de baja el sorteo y, horas después, la cuenta entera. Perdió todos los seguidores y todo su contenido.

Ahí acudió a la comunidad cannábica, que lo quiere y lo contiene: cuentas amigas de otrxs vendedores, tiendas online y cuentas de memes cannábicas lo ayudaron con la difusión de su nuevo perfil. El espíritu colaborativo lo es todo: algunxs de estxs amigues cannábicos con los que se hacen el aguante son locosxelcannabis, santatuca o el portal de eventos gratis o económicos casigratix.

A los dos días ya tenía 500 seguidores de nuevo y varios encargos importantes. ¡Y se la volvieron a bajar! La que tiene hoy es la tercera, elchicodeloslillos.oficial, y la segunda que tuvo que crearse durante la pandemia de la Covid-19.

Bussiness developement

“Siempre me fue bien. Llegué a un nivel de que puedo trabajar cuatro horas por día y me rinde mejor que un sueldo de empleado promedio”, cuenta contento.

Hoy la actividad callejera se reactivó y, teniendo todos los recaudos necesarios, El Chico de los Lillos pudo volver a su programación habitual: encarar gente en la calle, identificar fumones y conseguir nuevos clientes de la manera más artesanal posible.

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Pero por desgracia de todxs lxs transeúntes de Palermo y sus inmediaciones, a Matías le gustaría convertirse –en un mediano plazo- en otro tipo de empresario. “Me gustaría que, en un futuro, mi negocio me cree un activo: que no tenga que salir tanto y pueda dedicarme a la venta online”, sentencia.

Foto de portada: Jeff W vía Unsplash

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ACERCA DEL AUTOR

Entrevistadora y editora en El Planteo, Lola Sasturain es periodista cultural, DJ y guionista.

Puedes encontrar sus notas en Página/12, VICE y, por supuesto, en El Planteo.

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