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Producir Cannabis Industrial en Argentina: PYMES Adelantan Avances y Desafíos de ser Pioneras

Producir Cannabis Industrial en Argentina: PYMES Adelantan Avances y Desafíos de ser Pioneras

✍ 27 July, 2022 - 12:05


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La Ley 27.669 que crea un marco regulatorio para la producción de cannabis medicinal e industrial en Argentina prevé la generación de nuevas empresas de cannabis y auxiliares. Es decir, proveedoras de bienes y servicios que contribuyen al funcionamiento de la industria.

Si bien la ley no está reglamentada, ya existen pequeñas empresas (PYMES) argentinas que están haciendo historia como pioneras del cannabis medicinal.

En 2022, estas nuevas unidades productivas han logrado algunos hitos considerables como lograr el registro de genéticas argentinas, mientras que otras han diversificado su propuesta de negocios para adaptarse a los entornos productivos del interior del país y promover la reconversión productiva de las economías regionales.

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La creación de una nueva industria nacional genera interés en los inversores y, a la vez, muchas preguntas: ¿cuánto me rinde una hectárea de cáñamo? ¿Existen los insumos necesarios en Argentina? ¿Cual es el mercado potencial? ¿Me conviene producir flores de cannabis medicinal? ¿Cómo consigo las autorizaciones? Son sólo algunas de las preguntas más comunes que se hacen quienes ven en el cannabis una oportunidad de negocio.

Desde Hemping, una agroconsultora cordobesa enfocada en cannabis y cáñamo industrial, aconsejan que el primer paso para fundar una empresa 420 sea la identificación de un segmento estratégico. “No se puede hacer todo: fibras, plásticos, harinas”, aseguran Fernando Pellegrino y Bernardo Alemanno, dos ingenieros agrónomos detrás del proyecto.

Además, se debe contar con el apoyo de profesionales que permitan transitar la curva de aprendizaje lo más rápido posible.

Producir cáñamo en Argentina

Fernando y Bernardo se propusieron incursionar en un mercado poco conocido, el de los cultivos industriales como el cáñamo. Los ingenieros son parte de la Cámara de Empresarios de Cannabis de Córdoba (CECC), una organización enfocada en la industria y la producción del cannabis y el cáñamo, y se dedican a la dirección técnica de criaderos para fitomejoramiento y el diseño de proyectos.

Al ser una industria en formación, no hay recetas para la formalización de emprendimientos productivos. El servicio de las agroconsultoras dependerá mucho de quién es el inversor, las habilidades que tenga y sus expectativas.

pymes cannabisFoto vía Hemping

“Le ayudamos al cliente a evitar cuellos de botella, adelantamos la demanda y maximizamos el impacto de la inversión. Nos ocupamos de encadenar un eslabón primario de la producción con otras industrias para maximizar la rentabilidad. Para que no suceda lo que pasa en Uruguay, donde la industrialización es menor y las flores se exportan directamente”, explica Bernardo haciendo énfasis en la mayor capacidad argentina para agregar valor al cannabis nacional.

Sanitago Lusquiños es otro ingeniero agrónomo argentino dedicado a la industria del cáñamo industrial y el cannabis medicinal. Tras su paso por la industria del cannabis en Holanda, fundó en la Argentina Genética La Maga, una empresa que apunta a proveer al mercado interno de autocultivadores y cultivadores solidarios con “genéticas de alto valor medicinal”.

Además, La Maga apunta a los grandes productores que podrán comprar clones seleccionados y estables, “variedades estables desarrolladas en los ‘80 por médicos para complementar tratamientos oncológicos”, dice Lusquiños. “En la coyuntura actual, el potencial del cáñamo es que puede diversificar la oferta de economías regionales”, asegura.

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“La producción de cáñamo afronta ciertos desafíos, siendo el principal la conexión del productor primario con el resto del entramado industrial argentino”, dice el ingeniero que forma parte del equipo de organización de la Expocañamo, un evento industrial a realizarse el 2, 3 y 4 de septiembre, en San Luis, con el objetivo de saldar esta brecha.

¿Puede el cáñamo reemplazar a la soja?

Cuando hablamos de cultivar cáñamo en Argentina, donde la soja es el cultivo más difundido, a menudo intentamos trazar paralelos entre ambos. Buscamos hacer comparaciones de rindes, insumos y mercados. Sin embargo, el cáñamo no es un frijol. Tanto la soja como el cáñamo atienden a mercados distintos, usan algunos insumos diferentes y otorgan rindes dispares.

“No cabe la comparación directa”, aclararon al unísono los ingenieros ante la pregunta.

“Puede reemplazar a la soja en la alimentación animal, tiene más proteínas y aceites que el forraje tradicional, tiene mejor calidad nutricional y se puede incorporar a las rotaciones, aunque hablar de reemplazo es muy amplio”, sumó Lusquiños.

“Con la soja usas herbicidas, semillas y máquinas que te permiten tener una producción casi asegurada. Pero después esa soja se va, se exporta. El cáñamo te permite desarrollar más tu producto, darle un packaging y agregarle valor para el consumidor final”, explica Fernando.

Asimismo, aclararon que si bien los costos de reconversión productiva pueden ser altos por los insumos importados, invertir en cáñamo no es invertir en granos. “Se invierte en la posibilidad de entrar en un segmento nuevo”, detallan.

“De hacer trigo, soja, maíz con una paquete de presiembra, que son herbicidas, pasas a hacer un cultivo que te puede recomponer suelo. El ahorro en agroquímicos puede ser sustancial, aunque depende del uso del suelo que haga el productor. Si para la soja el costo del paquete tecnológico es de USD 1000, en el cáñamo es menor, con menor rinde, aproximadamente, 4 a 1 en comparación con la soja”, dijo Fernando.

 


Foto vía Hemping

Lusquiños explicó que el rendimiento promedio por hectárea del cáñamo semillero es de aproximadamente 1.500 kg, 10.000 a 20.000 kg. de fibra industrial, y entre 500 kg y 1.500 kg de flores. Y aseguró que cualquier comparación con otros cultivos tradicionales es compleja. “Del cáñamo se cosechan 3 órganos: la flor y/o la semilla y/o la caña”, aclaró, dando cuenta de la versatilidad del cultivo.

Si bien los costos por hectárea pueden variar, existen estudios en EE.UU. que demuestran que el costo de cultivar una hectárea de cáñamo para fibra es menor que el costo del algodón, que la producción es 4 veces mayor y de mejor calidad, consumiendo menos agua herbicidas, plaguicidas y fertilizantes.

“Con el cáñamo, el valor final del producto cambia. Es un producto preciado por las poblaciones urbanas. El valor final depende del marketing que se le haga, de la cadena de distribución y de la llegada al consumidor directo. Siempre va a tener mayor precio final que un poroto [frijol]”, continuó Bernardo.

“La industria alimentaria es muy interesante porque va a ser un cultivo orgánico o agroecológico que atrae a las generaciones más jóvenes. Hoy se buscan productos más variados y eso no es una moda, es una tendencia social de consumo global. Una ola de alimentación consciente. Por algo Amazon compró Whole Foods Market, el supermercado de productos orgánicos”, sintetizó Fernando.

Equipamiento necesario para el cultivo de cáñamo

En Argentina existe una enorme industria agrícola metalmecánica que produce y exporta cosechadoras, tractores y sembradoras de grano fino como soja o trigo.

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Asimismo, existe la capacidad instalada para adaptar máquinas segadoras para procesar el cáñamo y transformarlo en fibra, y máquinas cosechadoras que puedan cortar al ras del suelo o cabezales que cosechan semillas de cáñamo para hacer harinas, al igual que para el trigo o el sorgo.

Por último, existe el complejo nacional molinero. Molinos que pueden pensar semillas de cáñamo para hacer aceite y harinas. “Son las máquinas que se usan para hacer aceite de soja y de oliva. Además, en cualquier molino de trigo, de avena o cebada se puede hacer harina de cáñamo”, explica Fernando.

“Lo que falta es la cosecha mecanizada de flores en varias hectáreas. Hasta ahora se hace todo de manera manual. Afuera hay prototipos que se podrían desarrollar acá. Hay trimmeadoras nacionales que aportan a la post cosecha, el segmento de la cadena de valor donde hay mayores falencias”, afirma Fernando.

Los ingenieros destacan el tamaño del mercado interno y la complejidad del complejo agroindustrial argentino, que potenciará la flamante industria nacional del cannabis.

“En un comienzo se va a importar maquinarias pero después se va a hacer todo acá, en Marcos Juárez, en Río Tercero, Las Varillas, Las Rosas”, aseguran los ingenieros en referencia a algunos de los clusters agroindustriales argentinos más desarrollados. “Más si hay una necesidad de generar USD e importar menos. Van a adaptar maquinaria para salir al mercado”, afirma Bernardo.

Al mismo tiempo, Lusquiños dejó en claro que sería importante desarrollar en Argentina el cultivo de cáñamo mediante siembra directa, un método eficiente de cultivo desarrollado en el país, que se exporta a todo el mundo.

Producir flores de cannabis medicinal en Argentina

La producción de flores de cannabis medicinal difiere enormemente de la producción de cáñamo, sobre todo por los estándares de producción y certificación que elevan los costos de las empresas. Por ejemplo, los cultivos de flores medicinales certificados con grado farmacológico deben realizarse en invernaderos de metal, contar con riego artificial y condiciones climáticas controladas, por nombrar algunos requisitos básicos.

Fernando y Bernardo afirman que los costos de producir flores de cannabis con grado farmacéutico para la extracción de aceite requieren cumplir con buenas prácticas de cultivo, recolección, manufactura y de laboratorio, lo cual encarece la inversión inicial.


Foto vía Hemping

“El hecho de que la planta retiene metales pesados es un limitante para hacer productos medicinales. El sustrato tiene que estar certificado, el agua tener análisis y hay una paradoja en los cultivos medicinales: si son a cielo abierto o bajo condiciones controladas. Nosotros entendemos que las mejores condiciones son estas últimas en invernadero donde puedas controlar todo el ambiente de la planta pero vemos explotaciones a cielo abierto donde se busca el grado medicinal”, afirma Bernardo.

Los ingenieros entienden que la reglamentación de la Ley de Cannabis Medicinal 27.669 va a definir la estructura de licencias junto con el mercado nacional. “Para no bloquear el acceso de las PyMEs al mercado interno Argentina tiene que poner reglas claras, no demandar GMP a todos los productores”, agrega Fernando.

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“La diferencia con una flor de exportación sin grado medicinal que demanda el mercado suizo, tiene menos del 1% de THC y aspectos como tamaño, color, olor, forma. Los cogollos para fumar se venden entre USD 300 y USD 600 el kilo, los cogollos con grado medicinal certificado pueden costar hasta USD 6000 el kilo. La diferencia con una flor de grado medicinal es abismal. Dependerá de las empresas que certifiquen y de las certificaciones que se emitan en Argentina”, continúa Fernando al paso que piensa un escenario hipotético.

Cree que se pueden pensar dos sistemas: Por un lado, una flor para exportar grado farmacéutico producida en ambiente controlado, con el ciclo productivo medido, bajo GMP. Por otro lado, a campo se pueden hacer flores de exportación sin grado farmacéutico.

“Esa flor también se monitorea. No puede tener metales pesados. Se pueden cultivar a campo sin sustrato certificado. Los materiales no están estrictamente certificados como en el caso del cannabis grado pharma. Algo para consumo interno y algo para exportación. Por eso, nosotros proponemos arrancar por el nicho de mercado. Pensemos juntos quien te va a comprar a vos para arrancar con los lineamientos de producción”, dice Fernando.

Registro de genéticas

Al ser una industria naciente, el cannabis medicinal requiere garantizar la trazabilidad y estabilidad de las semillas. Al frente de este proceso se encuentra el Instituto Nacional de Semillas (INASE) junto a productores nacionales como Félix, un cannabicultor de Tandil que en 2022 pudo registrar dos variedades argentinas de cannabis ante el organismo.

Félix registró las variedades Cali y Chemfire. Hoy tiene registradas el 50% de las variedades del cannabis nacional. Junto a Grupo Pango, una PyME cannábica argentina formada en 2019, Félix estará sembrando sus primeras semillas en Octubre.


Foto vía Hemping

El concepto de las genéticas desarrolladas por el criador argentino busca asemejarse a los efectos del medicamento Sativex, indicado como tratamiento para la mejoría de los síntomas en pacientes adultos con espasticidad moderada o grave debida a la esclerosis múltiple, entre otras patologías.

Félix recomienda registrar genéticas siempre y cuando se tenga una intención comercial, ya que los requerimientos son complejos, y es obligatorio el patrocinio de ingeniero agrónomo en el cumplimiento de las normativas del INASE. Asimismo, es necesario un registro fotográfico. En palabras de Félix: “Pasa en palabras técnicas lo que podemos llegar a relevar los cultivadores, términos botánicos para poder comunicarte con el INASE en los mismos términos”.

“El INASE ofrece un instructivo muy útil. Tienes que estar dado de alta en AFIP. Vas creciendo con las devoluciones y observaciones del INASE. Te envían observaciones por carta y te hacen una auditoría. Después, te confirman si la inspección está acorde a ciertos parámetros que están publicados en YouTube y en la página del INASE, o no. La documentación que requiere el INASE da cuenta de la evolución de la genética, su altura, color, pigmentación, ancho de los cotiledones”, detalla Félix, que ya está trabajando en un proyecto en Trenque Lauquen junto al Grupo Pango.

Apoyo local, plan de negocios e inversores

Bruno Martinez, al frente de Grupo Pango, recomienda que quienes emprenden en cannabis se aseguren de ganar el apoyo de la sociedad para avanzar con un proyecto local de cannabis. Asimismo, tener un plan de negocios bien delineado y una estructura de inversores que les permita tener un horizonte de desarrollo a mediano y largo plazo.

“No recibimos apoyo económico pero sí burocrático y social. Ayudó a que los trámites caminen por la administración pública, evitando que alguien se oponga por resquemores, miedos o prejuicios a una reacción social negativa. Cuando se abre el apoyo público es todo mucho más fácil. La idea de armar el invernadero es posible porque el municipio nos apoyó, se corrió la voz y la gente se interesó”, detalla Bruno.

Entretanto, explica que tener un plan de negocios e inversión fue un factor fundamental en la formación de la pequeña empresa. Sin duda, ese ejemplo serviría como concejo a muchas PYMES de cannabis que buscan instalarse en el mercado nacional.

“Terminamos armando una sociedad anónima con acciones que nos permitió llamar inversores. Les presentamos el proyecto de investigación y de prueba y pedimos fondos para operar durante 1 año y medio, y poder arrancar con la infraestructura. Pusimos el paquete accionario a la venta. Encontramos profesionales liberales, gente netamente del campo de la zona y nosotros que pusimos todo en juego”, agrega Bruno.

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El plan elaborado por Pango contempla el cultivo de 400 plantas para evaluar rindes y estabilidad y poder dar certezas a los inversores con qué materia se cuenta para trabajar. “Después, según las licencias, veremos qué podemos hacer con eso. Veremos qué unidades de negocio permite crear la reglamentación de la Ley de Cannabis Medicinal e Industrial”, suma Bruno que ya sueña con escalar la operación a un invernadero de 600 m2.

“La idea del trabajo con Felix se está delineando. Hoy tenemos la infraestructura y el financiamiento y él tiene las genéticas. El plan de negocios comprende que el proyecto tenga datos de investigación que nos permita asegurar un rinde en un territorio como el noroeste de la Provincia de Buenos Aires”, cierra el emprendedor 420.

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ACERCA DEL AUTOR

Nicolás es Licenciado en Relaciones Internacionales e investigador del Doctorado en Política Pública y Urbana de The New School en la ciudad de Nueva York. En 2014, trabajo para Naciones Unidas en Kosovo y co-fundó la Open Data Kosovo Foundation for Digital Capacity-Building. En 2015 recibió un Master en Asuntos Internacionales y en 2020 un Master en Filosofía. Actualmente se dedica a estudiar la relación entre la industria del cannabis y las políticas de desarrollo económico equitativo, en Argentina, donde conduce su trabajo de campo.