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Opinión

El Amor por el Victimismo

Por Francisco Beazley

El Amor por el Victimismo

✍ 7 July, 2024 - 15:08

Colombia es uno de mis países favoritos: tuve la oportunidad de vivir y viajar por 3 increíbles años, incluyendo el primer año de la pandemia. Cuenta con una variada geografía que te permite disfrutar de playas autóctonas y paradisíacas en la costa caribeña y pacífica, escalar montañas con picos nevados a más de cinco mil metros de altura, caminar por llanuras poco transitadas, adentrarse en la imponente selva amazónica y hasta toparse con un desierto perdido en el medio de tanta vegetación.

Se trata de un país muy rico culturalmente, ya que se entremezclan las costumbres y tradiciones europeas e indígenas. Históricamente, se trata de una población muy hostigada por la violencia: la conquista de América de los españoles arrasó con las culturas que habitaban la zona, seguida por los crímenes, el constante contrabando y hasta por el conflicto interno con las guerrillas que aún perdura.

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A pesar de la continua violencia en que se ha desarrollado el país, el colombiano se caracteriza por su simpatía, amabilidad, positivismo, calidez y alegría. Entre bailes de salsa y vallenato, una amiga del país que había vivido en Argentina me dijo (con su típico acento paisa conquistador): “Me encanta tu país pero ustedes se la pasan quejándose, ya sea por el dólar o la inflación, por Macri o Cristina, por la falta de aire acondicionado en el subte o  por lo que tardó en construirse el metrobús”. En su momento me sentí atacado, y a pesar de que las comparaciones son odiosas y las generalizaciones infundadas, su comentario me hizo reflexionar sobre una verdad atesorada en lo profundo de mi interior: mi amor por el victimismo.

El personaje de víctima tiene un rasgo destacable por el cual es muy fácil distinguirlo y es que siempre se excusa de la responsabilidad de lo que le sucede. Para la víctima, el mundo entero está en su contra y no hay nada que pueda hacer al respecto para cambiarlo. Cuando las cosas no salen como quiere, la responsabilidad la tiene el entorno, la situación o los demás.

La culpa, el arma favorita, suele ser de los familiares, los políticos corruptos, la ineficiencia de las instituciones, la falta de oportunidades del país, la pareja (o el hecho de no tener pareja), la paternidad o maternidad, la economía, la situación social, los planes sociales, la cultura, el sistema, la religión, los problemas físicos, la edad, los genes heredados o las tierras no heredadas, la impuntualidad del transporte público, la comida, el alcohol, la publicidad, la falta de voluntad, el profesor que lo reprobó, el frío del invierno, la humedad del verano, los anticovid, alguna fuerza extraterrestre o hasta los illuminati.

Sin darse cuenta, la víctima carga de culpa a los seres queridos cuando no persigue sus sueños por tener hijos que criar,  por una pareja que lo “ata” o por un familiar enfermo que tiene que cuidar. A la víctima le fascina encontrar una excusa para no asumir los riesgos que implica perseguir el propósito de su vida, dejar la falsa comodidad de una vida vacía para buscar lo que se encuentra más allá de las  limitaciones de los propios sistemas mentales.

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Encontrar un culpable da una sensación de tranquilidad momentánea, una especie de tregua con el vacío existencial que quiere aflorar. Por un rato adormecemos aquello que quiere emerger desde adentro, transfiriendo la culpa interna a los demás. En el fondo sabemos que no estamos haciendo lo que tenemos que hacer y que “eso” nos persigue a donde vamos. De día se expresa en insaciabilidad y de noche en insatisfacción; hasta se apropia de nuestros sueños. Evitamos la soledad con distracciones de todo tipo porque sabemos que “ahí” se encuentra.

El cambio se empieza a dar cuando asumimos la responsabilidad que nos toca, cuando somos honestos con nosotros mismos y observamos que el mundo exterior es solo un reflejo de nuestro mundo interior. Que el personaje de víctima que hemos creado es solo una máscara para esconder nuestros miedos y limitaciones, que ponemos afuera lo que no queremos ver. Exponer nuestro victimismo nos libera, nos da la posibilidad de salir del sufrimiento en el que estamos inmersos.

Si quieres cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo – Mahatma Gandhi.

Vía LinkedIn

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Francisco Beazley

ACERCA DEL AUTOR

Francisco Beazley es el responsable de la administración de El Planteo.

Está recibido como Licenciado en Administración en la UBA y cuenta con una Maestría en Finanzas en la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT). Tiene amplia experiencia en el mundo corporativo como planificador financiero (Ledesma, Tarjeta Shopping y Mercado Libre) y en la industria del cannabis como administrador de proyectos (Avicanna, Santa Marta Golden Hemp).

Es un apasionado mochilero que recorrió durante 7 años más de 30 países en América, Europa, Asia y Oceanía. Su tiempo libre lo dedica a la lectura, la meditación y el autoconocimiento.

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