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Abuso de Drogas y Ausencia Estatal: La Realidad Sin Maquillar de una Madre que Sólo Quiere Salvar a su Hija

Por Lucía Tedesco

Abuso de Drogas y Ausencia Estatal: La Realidad Sin Maquillar de una Madre que Sólo Quiere Salvar a su Hija

✍ 9 January, 2025 - 12:05

En todos los barrios corre la droga y ni el Estado, ni nadie, está cerca de competir en esta carrera. Esta no es una historia de superación personal, sino sobre cómo seguir adelante cuando todo está en tu contra y ves que las personas que querés no pueden dejar de hacerse daño.

Guadalupe Gundin, tejedora, tiktoker y emprendedora full time comenzó a usar las redes para dar a conocer su trabajo, para poder conservar el humor entre la desidia y para descargar algunos sentimientos contenidos. Lo que nunca se imaginó es que iba a hacerse viral por contar la historia de su hija Melisa, que lleva años en idas y vueltas con el consumo problemático de sustancias.

En esta entrevista exclusiva con El Planteo, Guada cuenta cómo hace para seguir al pie del cañón pese a todo, con una Ley de Salud Mental que “no sirve” y un Estado incapaz de estar presente frente al abuso de drogas.

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‘No roba ni mata, sólo se droga’

Melisa llegó a estar varios meses sin hacer abuso de drogas. Ha tenido recaídas. Pero en sus mejores momentos engancha algún laburo y, según su mamá, se pone contenta y se entusiasma. “Es muy importante tener la mente ocupada, pero hasta que eso no pasa, ellos no se dan cuenta tampoco”, dice Guadalupe, hablando de una de las problemáticas de las personas en situación de adicción: no conseguir trabajo.

Cuando se vive con alguien que no tiene control sobre la droga que usa, por más que esté limpia, “la mirás cada vez que entra, la olés todo el tiempo, es como automático”, cuenta la entrevistada. Incluso, uno va viendo cómo con el paso del tiempo esa persona deja de ser la que era.

“Melisa desarrolló una discapacidad psiquiátrica. Tiene psicosis no orgánica, no tiene filtro, ella no piensa lo que dice, directamente lo dice”. El tiempo recorriendo juzgados, pidiendo una internación, sin saber a quién llamar o a quién recurrir, puso un muro frente a Melisa y su mamá.

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“Si no está cometiendo un crimen, ¿por qué hay que llamar a la policía?”, decía Guada en el juzgado. “Pedí que la internaran, aunque sea involuntariamente, y la jueza me dijo, ‘Melisa no mata ni roba, sólo se droga. No pueden internarla contra su voluntad’”.

¿Qué se hace, entonces? En ese momento, Melisa no tenía discapacidad. Pero al no poder frenarla antes, quedó con psicosis por el abuso de drogas.

Una mamá contra el sistema

Por si alguien se lo pregunta no, no hay un papá presente en toda esta cuestión del abuso de drogas. Pero sí, una mamá con su compañero “Pepe” y hermanos que si bien también han sufrido, han sido red y soporte, en la medida de lo posible. Guada habla de sus hijos, Bianca y Hernán, como dos personas fundamentales para afrontar este proceso. Porque, para su caso, los grupos de apoyo no han servido demasiado.

“No creo en los grupos. Si estuve fue porque en cada internación medio que te obligan. Y si de eso depende la internación, ahí estaba yo. Pero siento que ha servido más la terapia particular, cada uno por separado, como el psicólogo”, expresa Guadalupe, y explica que “todos necesitan un ancla. Algunos van al gimnasio, otros van a la iglesia, otros comen, otros hacen TikTok y otros van a los grupos”.

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“No me gusta tampoco una persona que se para enfrente de los padres, de familiares, sólo por el hecho de ser terapeuta en adicciones. Pero no lo vivieron en su reputísima vida el abuso de drogas y te quieren dar herramientas que vos no sólo ya las aprendiste, sino que las viviste y las tuviste que aprender a la fuerza”, señala también.

El sistema de internaciones “es una vergüenza”, dice la entrevistada. Porque cuando el adicto reconoce serlo es un montón. “Pero cuando dice ‘necesito ayuda’ no me vengas a decir ‘te vamos a dar un ambulatorio’ porque a la media hora se está drogando de nuevo”, critica.

Guada habla de “segundos” donde el consumidor es consciente de que necesita ayuda y la pide. Si no se la das en el momento, “lo perdiste”. El problema termina siendo la burocracia: afrontar un proceso y hacer trámites en un contexto donde todo es una urgencia.

En Moreno, donde viven ella y su familia, está todo el tiempo hablando con pibes a los que les dice “¿por qué no te internás?”. “Ya fui ahí, me dijeron que tengo que ir a Capital y a una entrevista”, le respondió uno: “Hasta ahí llegan la mayoría”.

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Mientras, siguen matando pibes con “pastillas y paco”. No hay muchas cosas que sirvan actualmente, el narcotráfico avanza sobre grandes y chicos sin escrúpulos. “Se tienen que morir todos los tranzas”, esboza resignada frente a la idea de pensar soluciones. “Es pura suerte y repetir ‘que aguante un día más’. Así se vive”.

Lo que una madre es capaz de hacer por su hija

Guada ha caminado horas por la villa buscando a su hija, entre personas completamente pasadas. Dice que ha visto cosas que nadie ve, que se le agota la esperanza. Vive con el fantasma de que en cualquier momento tengan que enfrentar otra recaída. “Estuve muchos meses esperando que me venga a buscar un patrullero para ir a reconocer el cuerpo, pensando que podía aparecer muerta en cualquier momento”, revela.

En tiempos de consumo excesivo, Melisa desaparecía, se exponía al frío, no comía, vivía en situación de calle, sin agua, sin comida. Pero un rayo de sol se asomó cuando empezó  aparecer más seguido por su casa, porque su mamá nunca jamás le iba a negar la entrada. “En la condición que esté, siempre, siempre va a venir y se le va a abrir la puerta”, dice Guadalupe como palabra sagrada.

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“Yo a Melisa le he cosido las puñaladas, la he bañado, la he curado, le he ido a buscar porro para que baje. Yo, ¡la antidroga! Me fui a buscar porro. No sabía dónde me estaba metiendo ni que hacía. Pero como ella no sabía cómo bajar, se fumaba un faso. Yo ni idea porque nunca fumé”, revela la entrevistada, que en cuanto a la marihuana opina: “Si estamos hablando de algo que no es sintético, estamos hablando de algo que es totalmente natural, es nada comparada con otro tipo de cosas”.

No existen las super madres que pueden con todo

Cuando se viralizó la historia, muchas mamás les mandaron mensajes contando que sus hijos estaban en la misma situación de abuso de drogas.

“Lo que hago es decirles cómo ahorrar pasos, porque te enterás que consume y te enojás. Pensás ‘¿por qué me hace esto a mí?’ No te lo hace a vos, ahí ya arrancaste mal. Después pasás del enojo al ‘yo te voy a salvar’. Vos sos súper madre y mamá puede con todo. No, no lo vas a salvar porque no sabés un carajo de nada. Después pasás a buscar todo tipo de información y llenarte de información y hablar con miles de personas que estuvieron en consumo para buscar las herramientas que no tenés”, describe Guadalupe. Y arremete: “Se pueden ahorrar esa etapa”.

Entonces, el consejo es: “Si vos tenés un hijo que consume, yo te puedo decir ‘mirá, no te enojes, ahorrate un paso, no te enojes y entendé que no te lo hace a vos’”.

Las vueltas de la vida la llevaron a Guadalupe a charlar con otras mamás, a las que les contó tanto las cosas que hizo “bien”, como lo que hizo “mal”, para que no lo repitan y ha sido de gran ayuda. “Mi mal y el de Melisa produjo el bien para el otro”.

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Gracias a la paciencia y al diálogo que esta madre tuvo con su hija, ella pasó de decir “vos no hiciste nada, a mí me gusta drogarme” a “ya no me gusta drogarme, pero siento que lo necesito porque si no me voy a morir”.

Pero no fue fácil. Guada cuenta que vivir con una persona en consumo es como “dormir con el enemigo”. La incertidumbre nunca desaparece: “Te acostás y pensás ‘¿me olvidé el bolso en el comedor?’ Te levantás a las tres de la mañana y ya no está”. Su hija llegó a vender de todo: “La planchita, la garrafa, toda su ropa, maquillaje, los tres o cuatro pares de zapatillas que tenía… Todo lo vendió”.

La parte de las internaciones también fue difícil. Durante la primera, en Moreno, Melisa aguantó un mes, pero Guada decidió sacarla: “No me cerraba el lugar, algo no me gustaba”. En una segunda comunidad, con 97 personas internadas, Melisa aguantó otro mes y luego se fue. Fue su hermano Hernán, una figura de gran peso para ella, quien la enfrentó: “¿Qué vas a hacer? O te internás o manejate. Ahora estoy yo”. Melisa siente adoración por su hermano, y estas palabras calaron hondo.

Ir a la cárcel te puede salvar la vida

Hernán parecía haber perdido el rumbo y encontró un inesperado punto de inflexión tras ser detenido. Su historia es un recordatorio crudo de cómo las decisiones más difíciles pueden abrir puertas a una segunda oportunidad.

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Su camino hasta allí estuvo marcado por la desesperación de una madre que intentó todo para sacarlo del abismo del consumo. “Hernán, vamos a internarnos”, le pedía Guada, sabiendo que cada día en la calle lo alejaba más de la posibilidad de salir. Pero la respuesta siempre era la misma: “Mañana voy”.

Cuando lo arrestaron, Hernán no entendía qué había pasado. Estaba intoxicado. La primera reacción fue culpar a su madre, creyendo que ella había sido la responsable de su detención.

Sin embargo, esa caída fue lo que finalmente le permitió elegir. Dentro de la cárcel, un lugar que muchos sólo ven como castigo, Hernán encontró a quienes lo ayudaron a dejar de consumir. Aprovechó las oportunidades que tuvo: terminó la secundaria, comenzó la universidad y, más tarde, junto con Zaira, su compañera, lanzaron un emprendimiento que hoy da empleo a 32 personas.

Guada no olvida el sufrimiento que vivió su hijo durante esos años. “Las condiciones eran inhumanas. Pasó hambre, se desmayó varias veces por el calor, convivió con ratas y cucarachas. Su último año fue terrible. Pero él aprendió a valorar todo desde lo más básico. Hoy entiende que, aunque le costó su libertad, eso lo sacó del consumo y le permitió convertirse en quien es ahora”.

La maldita Ley de Salud Mental que no ayuda frente al abuso de drogas

Se supone que la Ley de Salud Mental protege derechos. Pero ha generado un abismo entre la atención requerida y la realidad. “Todo termina en la maldita ley de salud mental”, sentencia, con un dolor que no disimula. Para Guadalupe, la ley no está diseñada para quienes más la necesitan.

La misma establece que nadie puede ser internado contra su voluntad, salvo que sea un peligro para sí mismo o para terceros. Guadalupe ve esto como una trampa mortal. “¿Cuánta voluntad puede llegar a mantener un adicto por sí solo? Lo primero que pierden es eso, las ganas de vivir. No hay otra cosa en su mente que no sea consumir. Y acá todo se reduce a la voluntad. Eso me revuelve el estómago“, expresa con indignación.

Guada cuenta que en el mismo lugar donde querían internar a su hija había “gente senil, personas en consumo y personas que quisieron sacarse la vida”, dando a entender que no existía una atención especializada. Según ella, lo que se necesita es una ley que divida las áreas de salud mental según las necesidades específicas: “No podés meter en el mismo lugar a un esquizofrénico, un adicto y alguien con Alzheimer. Es una falta de respeto y de lógica”.

Además, critica duramente la falta de dispositivos adecuados para las emergencias psiquiátricas. “Si no tenés ambulancias con gente capacitada, pasa lo de Chano. Y esto no es nuevo. Siempre se improvisa, y los pibes, las pibas, pagan con su vida”, afirma.

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A su vez, habla de que las personas que atienden, muchas veces no tienen la preparación necesaria: “Les falta empatía, profesionalismo y, a veces, hasta sentido común”. Para Guada, una reforma es imprescindible para atacar el problema del abuso de drogas. Insiste en que se necesitan protocolos efectivos, dispositivos de emergencia y, sobre todo, un cambio en el enfoque.

Su idea sobre lo que se necesita es clara: atención especializada y acciones concretas, aunque eso implique mentir para salvar vidas. “Melisa estuvo dos meses internada porque le hice creer que no podía salir. La ley dice lo contrario, pero al menos sobrevivió. ¿Por qué no se miente para lo que realmente importa? Acá, hasta para mentir se elige mal”, revela la entrevistada.

La violencia de género siempre metida en el medio

Guadalupe tuvo también una guerra personal marcada por la violencia de género. Su historia desafía cualquier límite. “Yo me agarré a mis cinco hijos y logré irme después de 15 años. Viva. Eso es lo importante: viva”, recuerda.

Sin contacto con su familia ni red de apoyo, su destino fue una plaza en Merlo, donde se sentó con sus hijos y enfrentó la inmensidad de empezar de nuevo. “Venía del campo, de 15 años de aislamiento, de cosas terribles de las que no hablo porque mis hijos pueden llegar a escucharme o leerme. Pero ahí estaba, en una plaza, diciendo ‘¿y ahora?’. Y ahora había que avanzar”.

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Entre el dolor y la incertidumbre, Guadalupe no sólo se ocupó de la supervivencia inmediata —buscar trabajo, alquilar un lugar mejor, garantizar educación para sus hijos— sino también de sanar las heridas invisibles que le dejó esa etapa de su vida. “Tenía que curar lo roto que me quedó adentro. Eso también lleva tiempo y esfuerzo”.

A pesar de todo, bromea con una frase que usa como escudo: “Dios, soy tu guerrera. Pero ya no quiero más tus mejores batallas”. En el humor encontró un refugio, una herramienta para mantenerse a flote, aunque la vida no le permita descanso: “A veces, uno piensa que todo va a caer del cielo, pero no es así. Hay que salir a buscarla. Siempre”.

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ACERCA DEL AUTOR

Lucía Tedesco es redactora de El Planteo. Se recibió de periodista en ETER  y comenzó su carrera cubriendo zonales en el Oeste de Bs As. Escribe sobre sociedad, cultura y tiene gran interés en el mundo audiovisual, lo que la ha llevado a publicar reviews de películas y series en Cinergia Online. Se encuentra estudiando Lic. en Comunicación Audiovisual en la Universidad Nacional de San Martín.