Anacleta Chicle Tira la Posta: 'Sí, Estoy en Narcóticos Anónimos por el Porro, Aunque No lo Crean'
Anacleta Chicle es un personaje que supo conquistar las redes con su creatividad y sentido del humor. Detrás de ese alter ego, se encuentra Sofía Gatica, una joven de 24 años con un corazón atravesado por el arte. Como todo artista, lleva la sensibilidad a flor de piel y, como toda comediante, ríe de sí misma para contar un problema que pocos se animan a enfrentar: la adicción a la marihuana.
En diciembre de 2023, Sofía le dijo a su psiquiatra que no estaba tan en paz con fumar tanto. “En ese momento fumaba, ponele, tres porros por día”, dice la influencer, que también señala que la cantidad aumentó durante 2024.
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“No podía pasar un día sin fumar una seca (…) me desaté completamente”, recuerda y se remonta a abril del año pasado, cuando encontró un tranza por Telegram al que le compró todo el año: “Eran seis gramos cada cuatro o cinco días, y cada vez que me estaba por quedar sin, decía, ‘voy a terminar de fumarlo todo junto, así me quedo sin y dejo de fumar’”. Pero eso no pasaba.
No solo no podía dejar de fumar, sino que empezó a darse cuenta de que estaba pasada todo el día. En el medio de eso apareció la contradicción, porque a la vez sentía que fumarse un porro la ayudaba y le divertía. Además, como estaba blanqueado en redes que fumaba se puso en un lugar de “defensora del porro”, que cuando pensaba en dejar, la hacía sentir “careta”. Tampoco se sentía cómoda con ese papel. Pero fue al sincerarse con ella misma que pudo enfrentar lo que le estaba sucediendo. “El porro, el antidepresivo y todo eso que se va sumando me hacía pensar ‘ya no sé qué soy sin nada’. Ya no me acuerdo de qué era estar en eje directamente”, revela.
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El día que Anacleta Chicle dijo “basta de porro”
Al principio intentó por su cuenta: “dejaba de fumar dos días y volvía”. Pero el punto no retorno llegó el 30 de diciembre pasado. Sofía venía durmiendo mucho, e incluso llegó a faltar al laburo. “Al tener OnlyFans y poder estar sin facturar, sin hacer una verga, me la pasaba todo el día durmiendo, me despertaba a las seis de la tarde, siete de la tarde, me volvía a dormir. Me gustaba despertarme de noche porque sabía que no tenía que hablar con nadie, o sea, estaba como deprimida y el porro me ayudaba a seguir en esa”, contextualiza, y reconoce: “estaba ocultando que me estaba haciendo mal eso, y un poco también fumando socialmente, la mejor con todo. Pero también sumida en una desgracia interior horrible”.
“En fin, el 30 de diciembre mi roommate se fue, me dijo: ‘regame las plantas hasta el 9 que vuelvo. Y te quiero decir que la gata meó la alfombra’. Mi gata tiene un año y medio y todavía no la castré, y claro, cuando una gata no está castrada mea en cualquier lado y yo estaba tan dejada, tan durmiendo todo el día, que ni me enteraba ni nada y por primera vez, porque él es muy amigo mío y obviamente me tuvo paciencia, me dijo ‘cuando vuelvas necesito que hablemos’”, ese breve intercambio llegó hasta lo profundo de su ser porque Sofía dice tener “aversión al conflicto”. Entonces, lo primero que quiso hacer fue ‘tapar el problema’, ‘resolver’ para evitarse esa charla. “Ahí dije, bueno, pará, bajá un toque, claramente estás en cualquiera, claramente algo tiene que cambiar por la gata, por vos, por tu roommate, por todo, yo también pensaba en lo peor”, confiesa.
No obstante, el primero de enero a la noche, después de arrancar el año con mucho porro y alcohol, volvió a su casa a la madrugada y el tranza al que le compraba no estaba disponible. “Sabía que quería dejar, pero estaba sola en casa, no estaba mi roommate y dije ‘voy a comprar porro, ya está’ y hablo con uno de Telegram que, entre una y otra cosa, me caga 130 lucas, que ya me ha pasado, nunca a ese nivel, pero cosas que me han pasado tres o cuatro veces, que me caguen por Telegram por la manija de querer comprar ya. Ahí me agarró un ataque, pero de cagarme a trompadas, como de pegarme cachetazos y decir ‘basta flaca, tenés un problema, te están haciendo eso porque estás desesperada como una falopera’”, dice Anacleta Chicle, que se sentía “una pelotuda”, mientras se decía a sí misma: “no podés ser adicta al porro, dale, tan débil vas a ser, no podés vivirla tanto”.
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Al día siguiente, cuando se pudo poner en contacto con ‘el tranza de confianza’, le dijo: “che, no te voy a pedir más, voy a tratar de no fumar este año, voy a eliminar tu contacto”, un acto inspirado por un stand up de John Mulaney que contó que cuando lo internaron por su adicción lo mandaron a cortar con el tranza. La respuesta que recibió de su proveedor, fue: “es lo mejor que podés hacer, cuídate mucho”.
Como usuaria activa de las redes, compartió ese suceso en su cuenta de X y se viralizó. Al día siguiente, su amigo, Marcelo ‘Cuino’ Scornik, escritor de letras como Sucio Desprolijo y Mil Horas, “un compositor del recarajo”, le dijo: “no estás pudiendo sola”. Ahí fue cuando se presentó la idea de ir a Narcóticos Anónimos (NA).
Cómo es ir a Narcóticos Anónimos
“Cuando llego, era una peli, literal, con las sillas en círculo. Y cuando empiezan a hablar todos, por más de que seguramente haya dos personas que habrán ido por porro en la historia de la humanidad de Narcóticos Anónimos, veía que la relación con la sustancia era la misma que la gente que estaba hablando de otras drogas”. Ella se sintió identificada desde el primer momento, sobre todo, cuando se hablaba de la mentira y las cosas que se habían arruinado por no tener control.
“Había gente hablando de que había quedado en la calle y que había llegado a un fondo mucho más fondo que el que llegué yo, y que eran mucho más grandes. Pero me di cuenta de que todos tenemos algo muy en común y es que nadie te va a entender y a juzgar menos que otro adicto, porque sabe lo difícil que es”, reflexiona la entrevistada, que desde el 2 de enero no fuma ni toma alcohol, dado que es lo que NA recomienda para recuperarse.
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Anacleta Chicle planea sostenerse durante todo el año sin porro. Aunque al mismo tiempo, todos los días le pasa que huele faso y le pide a Dios (o ‘poder superior’, como dicen en NA) “una sequita”. Pero reconoce su comportamiento adictivo cuando su mente dice “voy re bien, podría fumar”, es decir, su propio cuerpo y su propia cabeza se lo piden y le juegan malas pasadas. “Me siento más fuerte cuando paso ese momento. Aunque digo, esto va a costar, va a durar, no es igual que la abstinencia de falopa que estoy temblando en el piso y vomitando. Pero ya no me pasa que lo primero que pienso en el día es eso”.
Cuando el tiempo se mide en porros
Todas las mañanas, ella solía despertarse y lo primero que pensaba en el día era en faso, y en tomar el mate antes para que el faso no la noquee. “Tenía esta idea falsa de que me iba a hacer más creativa, cuando en realidad me quedaba pelotuda, perdón mi francés, y no podía hacer nada”.
“Yo amo el faso, no quiero ser la bandera del antifaso, me encanta, me hizo muy bien, empecé a fumar porque mi vieja se murió y me ayudó a sobrevivir, literal. El tema es que no podía vivir así, estuve tan estúpida el año pasado que me doy cuenta que ahora puedo mantener un hilo de pensamiento que es como una película que va entera, mientras antes eran como retazos de momentos en los que no sé cuándo es hoy ni cuándo es ayer”, expresa casi como una poesía que deja entrever su faceta de escritora.
Asimismo, como reivindica el porro, también admite: “ya me daba vergüenza caer fumada todo el tiempo a todos lados”.
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Lidiar con la opinión ajena, un trabajo de todos los días
Sofía dice que le importa demasiado lo que dicen las demás personas de ella. Pero sabe que son los ‘gajes del oficio’: “es algo que tenés que domar para que puedas ser funcional y hacer que te importe hasta cierto punto. Pero yo llegué a un punto que todas las opiniones me dolían lo mismo”.
De hecho, cuando escribió lo de NA en X y se le viralizó, vio que mucha gente la bancaba. Pero entró a los ‘citados’, cosa que trata de no hacer, y leía: “teatrera de mierda, sos una teatrera, esta mina lo único que sabe hacer es contar las cosas que le pasan”, a lo que responde: “literalmente es lo que hacemos todos en redes, ventilar”. Si bien recuerda todo eso y le duele, cuando se pregunta por qué hace esto, se dice a sí misma: “un poco para ayudar a los demás a darse cuenta que son adictos al porro, y también porque cada vez que comparto algo, me siento obligada a mantenerlo”.
Reconoce que no está para que le fumen al lado todavía. “Me pasa en Blender, que es un lugar en el cual hay alcohol y ahora estoy en un programa con Guille (Aquino), y todos tienen alcohol y yo ya blanqueé esto, me pasó como con OnlyFans lo de Narcóticos Anónimos: yo me quiero ocultar cosas porque me da vergüenza lo que dicen de mí y digo, si yo no me asumo como todo lo que soy me van a comer”, aclara sobre su trabajo en streaming, y lo enfrenta: “no me queda otra”.
Tener Onlyfans le resulta fácil porque lucra con el morbo de ser una figura pública a la que podés ver desnuda. “No hago publicidad, tenés que laburar a los chabones para que te paguen, y así lo mantenés. Pero, en realidad, la verdadera guita viene de lo que mando a Telegram para el contenido personalizado”. A su vez, admite que le gusta calentar y tener el control, “nunca me siento en control con esas cosas y con esto me gusta sentir que lo tengo, incluso me hace sentir que me tienen un poco de miedo. En cuanto a lo que no me gusta, obvio, me pasó algo horrible, que fue que me filtraron todo y tuve que blanquear públicamente”.
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“Estoy en Blender y leo en el chat, que dice que soy una puta de mierda, y todas esas son cosas que yo un poco pienso de mí. Entonces, lo que más te duele es que te digan lo que vos pensás de vos, la confirmación”, destaca.
Sobre cómo habló de su situación en el trabajo, relata: “primero se lo conté a Juan Ruffo, que me dijo ‘contame todo’, y le conté así como por encima, pero en tono risa”. Después, en el clásico ‘birra time’ de Blender, alguien le quiso dar una cerveza. “Me quisieron dar la birra, y le digo ‘no, yo no puedo tomar alcohol, porque estoy en NA’, y me dijeron listo, agua y no fue mucho más que eso”. Afortunadamente, fue algo que se tomó con naturalidad en el espacio laboral y qué importante que así sea.
“En el vivo, había preparado una columna sobre vivos de TikTok. Hice como un viaje por el mundo a través de esta red, que es el lugar donde la humanidad está más condensada en todo internet, lo que me parece fantástico, porque a mí me gusta lo sórdido y lo raro, y ahí dije que ‘el único plan gratis que encontré en Capital para hacer fue Narcóticos Anónimos, y que estaba bueno el café, pero que no me puedo drogar más’”.
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La vida pega más que el faso
La vida todo el tiempo pega cachetazos y, tal vez, un porro o una copa de vino hace que esos golpes duelan menos. Pero nunca es recomendable estar anestesiado constantemente. Hasta lo que más sano parezca puede transformarse en una relación tóxica en la que la gente cae para ‘amortizar’ situaciones difíciles. Todo el mundo es débil frente a algo y la fortaleza está en saber reconocerse vulnerable.
“Sí, estoy en Narcóticos Anónimos por el porro, aunque no lo crean”, afronta Sofía, sin la máscara de Anacleta Chicle. Cuenta que se irrita, que a veces necesita faso y que se mira al espejo y se juzga. Aunque no descarta volver a disfrutar un fasito en el futuro: “Capaz en un tiempo, cuando esté sobria hace rato, sí voy a poder volver a hacerlo. Pero cuando recupere la voluntad de hacer las cosas por mí misma, sin nada que me empuje”.
La entrevistada cierra con una suerte de mensaje a la comunidad cannábica. “Hay gente que dice ‘la planta no es mala, vos sos la que fuma mal, la planta es buena’, y eso es lo que más me molesta los fundamentalistas del porro. Nunca fui fundamentalista, y ahora que estoy de este lado, entiendo que antes no me molestaban, porque eran como ‘mis primos’. Pero ahora que los veo de este lado, digo, entiendo por qué hay gente que odia el faso, y por qué dicen que es la puerta de entrada a otras drogas, porque lo es, en cierta forma”, reflexiona Anacleta Chicle, e invoca la canción Both Sides Now, de Joni Mitchell: “estuve de los dos lados, vi al porro del lado bueno y lo vi del peor lado posible”.
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“Sigo pensando que tiene que ser legal, que es algo que ayuda un montón y que recontra tiene que estar regulado. Pero también reconozco que no se habla de la gente como yo, a la cual le arruina un poco la vida en cierta forma, porque si no tenés autocontrol, si no estás cuidado, si estás solo y vulnerable, y tenés el ingreso como para sostener esa adicción te puede llevar a cualquier lado. He tenido momentos oscuros y hasta pensamientos suicidas”, concluye y dice que sabe que “es re flashero” haber llegado al punto de ir a NA. Pero que escuchar a otros le ayuda a tener un mayor sentido de comunidad, dado que cuando se produjo el último cambio de gobierno en Argentina, cayó en el individualismo y prefiere salir de esa: “Todas las veces que fui a NA me puse a llorar un montón y siempre vino alguien a regalarme un caramelo, o a darme su número de teléfono para hablar, o me mandaron un mensaje de ¿estás bien?”.
Si hay algo que Sofi puede transmitir es que se puede ser artista, divertirse, ser graciosa, reflexiva, creativa y dejar el individualismo de lado, sin tener que estar re loco todo el día. Ella lo está haciendo y va camino a escribir su primer libro. Con lo cual, sin tratar de ‘dar el ejemplo’, ni nada de eso, Anacleta Chicle encara el 2025 con la meta valiente de mantenerse bien consigo misma sin usar porro, ni otras sustancias.
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