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Argentina

Las Mostras Unidas Jamás Serán Vencidas (en la Pasarela): Vistazos sobre la Cultura Ballroom en Buenos Aires

Por Lola Sasturain

Las Mostras Unidas Jamás Serán Vencidas (en la Pasarela): Vistazos sobre la Cultura Ballroom en Buenos Aires

✍ 5 February, 2023 - 13:05

El documental Paris is Burning es un buen punto de partida para entender qué es la cultura ballroom, quiénes son sus sujetos, cómo y dónde inició. La película de Jennie Livingston de 1990, filmada durante varios años a fines de los ‘80, acompaña a una serie de personajes disidentes del underground neoyorkino: gays latinos y afromaericanos, personas de la comunidad trans, cuerpos abyectos que escapan del binarismo. 

Éstxs conforman entre sí una familia elegida y encuentran en la noche y en la dinámica de competencia el espacio donde finalmente ser quiénes son en un contexto social que lxs expulsa. 

Se organizan en competencias de baile, de looks, de caracterización, de pasarela, en el contexto de concursos festivos cargados de dramatismo y con una intención política clara: celebrar la belleza de estos cuerpos y afirmar éstas identidades desde el orgullo mientras se reclama por sus derechos. 

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Eso es, en resumidas cuentas, el ballroom. Un espacio de unión -paradójicamente- a través de la competencia. Una escena nacida del seno del colectivo LGBTTIQ que se inició en Estados Unidos pero que luego se exportó al resto del mundo, absorbiendo las particularidades de cada contexto. Y, que en países como el nuestro, con tantas deudas sociales, tanta desigualdad, adquiere una potencia combativa inimaginable.

El universo del ballroom tiene sus reglas, estructuras y categorías muy marcadas: se organiza en casas o houses, familias elegidas que funcionan como espacio de entrenamiento y que expresan un universo estético particular. 

En la intimidad de las casas, lxs mostras aprenden dentro de las categorías, diseñan sus personajes y sus shows, y compiten en espacios organizados. 

Ir a presenciar un ballroom es ir a ver un espectáculo multidisciplinario donde se cruzan el teatro, la danza, la moda y la caracterización en un certamen despiadado, donde mostras puntúan a otras mostras en busca del desempeño perfecto en cada categoría. No se ahorra en humor ni tampoco en maldad. La búsqueda es la de la real excelencia.

Es un espacio de la técnica, de la competencia y entrenamiento. Las categorías que se disputan son súper específicas y la mayoría tienen nombres en inglés, heredadas de la tradición ballroom norteamericana: runway, lipsync, distintos estilos de baile, también muestran caras, pelos, manos. Todas las categorías tienen también distinciones en tanto si aplican a personas trans, hombres cis dragueados, mujeres caracterizando masculinidades, transmasculinidades, mujeres cis o personas no binarias.

Casa es donde está el corazón

En Argentina, la escena ball da que hablar desde aproximadamente el año 2017. La fiesta porteña Turbo, con sus shows de voguing, tuvo mucho que ver. El éxito del reality RuPaul Drag’s Race, con toda la controversia que puede generar hacia adentro de la escena por su approach comercial, también.   

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La escena en el país todavía es relativamente pequeña al lado de la brasileña o la chilena, pero es un fenómeno que no para de extenderse por toda la región.

Bravia, Tropikália, Berkins y Glorieta son algunas de las houses más grandes y conocidas de Buenos Aires. Pero hay houses por todo el país, y contando. 

Fiordi es marronx, no binarie y es 007 a la hora de recorrer la escena kiki; pero a nivel mainstream es parte de International Royal House of LaBeija, casa histórica estadounidense y la primera de todas, fundada en 1968. Ésta casa fue fundada por la mítica drag queen Crystal LaBeija, recordada entre muchas otras cosas por haber sido la primera drag afrodescendiente en rebelarse ante un jurado blanco. En ese acto funda su propia casa, con categorías que buscan activamente combatir el racismo.

Fiordi ballroom
Fiordi por Ezequiel Spadaro

“Ser 007 es no tener casa o haber decidido no tener una casa”, explica. Es una manera de habitar la escena en soledad, y competir en diferentes casas, contra diferentes personas y ante diferentes jurados. 

“Las personas que están en casas conforman una familia y por lo tanto tienen algo en común: primero un espacio simbólico donde construyen lazos y por otro lado un apellido: Tropikália, Glorieta, Banks, Juicy Couture… En el fondo, lo que se está reconstruyendo es esa familiaridad de la que fuimos expulsadas en la mayoría de nuestros procesos históricos. Se construye un sistema paralelo a la heteronorma en la búsqueda de refugios”, reflexiona.

Tropikália es una casa porteña que existe desde 2019 y es comandada por Mother Laurent Tropikália, artista multiperformática y bailarina de profesión. 

Tropikalia ballroom
Laurent Tropikalía

La casa se formó dentro de una escuela de jóvenes coreógrafxs en la que Laurent era profesora, gracias  al interés de les alumnes. “Desarrollar nuestra conexión afectiva y, más allá de las clases, compartir”, cuenta Laurent sobre las motivaciones. El objetivo es visibilizar estos cuerpos e identidades y desarrollar un lenguaje artístico. 

Esta dualidad entre la contención y el espacio exigente de entrenamiento y de desarrollo artístico es transformador para las vidas de quiénes integran las casas. “Yo arranqué desde muy chica a hacer comedia musical. Siempre fui la gorda que soñaba con ser una estrella y un poco con ballroom lo pude lograr”, cuenta Tati Berkins de House Berkins, bautizada a partir de la leyenda del activismo travesti argentina Lohana Berkins.  Encontrar un espacio que le permitiera desarrollar su vocación la hizo poder abrazar otros aspectos de su persona también: “Durante muchisimos años, dejé la danza y el movimiento de lado. No encontraba la motivación, ya que siempre se me habían cerrado las puertas del mundo de la danza por ser gorda. Porque querramos verlo o no, el mundo de la danza es machista y gordo-odiante. Cuando entré a ballroom tenía una depresión muy grave y ballroom me ayudó sanar muchas cosas, entre ellas el abrazo con mi identidad autopercibida y la muerte de mi madre”. 

Let´s have a kiki

Tropikália es parte de la escena kiki. Kiki son las casas en formación, que buscan un lenguaje propio, con mucha apertura a jóvenes y personas que están empezado y en general de fuerte impronta local. Las llamadas casas mainstream son las históricas y consagradas, y tienen más que ver en muchos casos con la cultura ball en el sentido más clásico, más estadounidense.  

“En la escena kiki se permite más el desarrollo de esa investigación acerca de las necesidades artísticas, sociales y seccionales de nuestro territorio, y hay que comprender que la escena mainstream nació en lugares diferentes a la cultura que hay en cada región”, desarrolla Laurent.

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La escena puja por adaptar las temáticas y el lenguaje del ball al contexto sociopolítico latinoamericano, con sus avances en la materia y también sus limitaciones, con sus luchas así como sus códigos estéticos. Siempre con un respeto y admiración absolutos hacia lxs pionerxs. 

Ésta traducción no tiene que ver sólo con temáticas sino con forma, siendo las nomenclaturas y las categorías una parte fundamental del ballroom. “Existe la fuerza sudaca resistente y resiliente que necesita poner esas palabras sudacas en ballroom. Creo que hay un equilibrio entre las palabras que se respetan ballroom y darle lugar en Sudamérica a las expresiones que nos representan. Por eso hay nombres nuevos de categorías y palabras nuevas para chantear, que se van conociendo y reconociendo”, sigue Laurent.

Entre diferenciales de la escena argentina por sobre la estadounidense, Fiordi menciona principalmente: la fuerte politización y una gran cantidad de personas no binaries, marronas y migrantes. 

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“Estados Unidos es la cuna donde nació todo y no es casual que haya sido ahí porque también es la cuna del racismo. El racismo es fundante de la construcción de su Estado Nación”. Esto lo traspola al caso argentino y su identidad marrón, otro sujeto político que ha sido históricamente invisibilizado en la construcción del “ser nacional”, y que hoy dentro del ball se reivindica.

Agrega Tati Berkins: “Un ejemplo claro es la inclusión de las categorías específicas para personas no binarias. En la kiki, sobre todo en LATAM, están a la orden del día. Pero no así en Estados Unidos o Europa, y más que nada en las balls mainstream. Ballroom está aceptando y entendiendo que la cultura es binaria. Y no está mal admitirlo pero si está mal hacer oídos sordos a un reclamo de la comunidad, porque si en nuestros propios espacios no se nos visibiliza, entonces ¿dónde?”.

Tati Berkins ballroom
Tati Berkins

En Argentina todavía no hay ninguna casa mainstream que haya sido creada en el país. Sí hay casas que tienen orígenes en otros países pero con capítulos (así se les dice a las “sedes”) acá, como por ejemplo la casa Medusa, de México. 

“Mientras en lo mainstream se da por sentado que pertenecés a una gran casa, también se te exige un nivel muy alto de competitividad. Tenés que haber tenido un recorrido muy amplio en el kiki para llegar”, explica Fiordi. La escena kiki, en cambio, es un espacio de entrenamiento y también de activismo en un sentido mucho más concreto. 

Cuenta Fiordi que lo kiki surge al necesitar un espacio al cual puedan asistir menores de edad y así brindarles un espacio y una familia a estos jóvenes, casi niñxs, que también habían sido excluídos de sus contextos familiares. 

“Después estos espacios se extendieron y hoy son las escenas más pequeñas y locales. Tiene  la posibilidad de transformar un montón de cosas. En el mainstream las cosas son más rígidas, no hay mucho lugar para la invención de nuevas cosas”.

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Pero afirma Fiordi que hay una retroalimentación constante entre ambas esferas. Y ejemplifica: muchas de las categorías novedosas fueron originadas en el kiki y escalaron hacia el mainstream. “Pero el ball permite visibilización, sea en el mainstream o el kiki, e implica que hemos sobrevivido. Por eso las dos esferas son tan importantes, son diferentes y son políticas, en mayor o menor medida”.

Obviamente que ser mainstream no es algo malo y a todas las casas les gustaría crecer lo máximo posible; pero sin resignar autenticidad ni compromiso político. “Hay una relación de compartir contenido y experiencias y, a la vez, al menos de mi parte personal, un amor por lo que estamos construyendo en kiki que aún no es algo que “necesite” ser mainstream. La conexión con el mainstream llega”, reflexiona Mother Laurent.

Un llamado a todas las mostras

¿Qué se puede esperar si unx espectadorx externo asiste a una ballroom? ¿Cuál es la forma correcta de encararlo?

Responde Fiordi: “Si vienen a ser espectadorxs la idea es que sean respetuosos de nuestros espacios, no es necesario que se metan en la runway, ese es un lugar para las personas que se la pasan entrenando y dándolo todo, es un espacio para la diversidad y las disidencias que no encuentran otro lugar en este mundo hecho para personas cisblancas hombres hegemónicos”.

Y sigue: “Pero, más allá de eso, que disfruten de nuestra producción artística, de nuestra performance, y que puedan ver la crítica y el llamado a la lucha que hay en nuestras balls. Que vean que para que nosotros estemos ahí arriba del escenario tuvieron que morir muchas personas que lo dieron todísimo antes. Que si no saben cómo colaborar pueden colaborar comprando entradas y socializando la información para que venga más gente. Y si quieren entrenar, vayan a las clases. Vengan a verlo, son bienvenides y es como estar de visita en casa de alguien: uno observa primero y después empieza a interactuar”.

Tati Berkins
Tati Berkins

Berkins, que también es  madrina de la casa cordobesa House of Kenwa, cuenta que está orgullosa de cómo se está expandiendo la cultura ball por todo el país y de como cada casa atiende necesidades locales, no pensando en un público externo. “Si viene alguien que no conoce ballroom, quizás citaría a mi hermana AJ 007 diciendoles de entrada: “No es tu show, es nuestra disidencia”. Que se entienda que no estamos ahí para ser el show de nadie, sino para reivindicar nuestro existir y muchas veces, el orgullo y la alegría que nos da reencontrarnos una vez más con nuestras familias y amigues, y por que no, con nuestres enemigues tambien”, agrega con una risa.

Como todo aquello que nace de una chispa rebelde y que luego trasciende del underground para ponerse de moda, la ball corre el peligro de ser tomada simplemente como una forma y no cualquier espectáculo donde se baile posando es voguing, y mucho menos ballroom. Por eso, el aspecto combativo es fundamental, principalmente en la escena kiki.

La escena en el resto del país crece día a día. Y si se pone de moda, bienvenido sea. Su pulsión rebelde y sanadora no va a perderse; de hecho, la idea es que cada vez llegue a más personas. 

“Es una cultura y un espacio que permite ser lo que queremos ser y brinda herramientas para poder reencontrarnos, rehabitarnos y, a la vez, desarrollarnos en un montón de aristas artísticas. ¿Cómo no vamos a querer que esto no llegue a todos los rincones del mundo donde hay mostres que lo necesitan?”, sigue Laurent.

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Y continúa: “Seguimos trabajando para que se puedan tejer actividades comunitarias para poder apañar a personas del colectivo que lo necesiten, poder tejer esa historicidad de conexiones sobre la cultura del afecto, que entre casas y 007 se forman familias elegidas, porque podamos desarrollar una ESI completa que no pudimos tener en nuestras adolescencias, para romper tabúes y acompañarnos en un montón de cosas… Son cosas que no solo las categorías nos brindan”. 

El ball y las casas son ese espacio donde todes pueden ser quienes quieren ser. No importa dónde la vida les haya hecho nacer, su condición económica, color de piel, tamaño u identidad de género. 

Queda clarísimo en una escena maravillosa de Paris is Burning donde se puede ver un desfile de mostras vestidas de oficina: “En la vida real no podés conseguir un trabajo de ejecutivx salvo que tengas la educación y la oportunidad. El hecho de que no seas una ejecutiva es simplemente una cuestión de posición social. Pero en un ballroom podés ser lo que quieras”, afirma Dorian Corey. “Hay categorías para todes”.

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ACERCA DEL AUTOR

Entrevistadora y editora en El Planteo, Lola Sasturain es periodista cultural, DJ y guionista.

Puedes encontrar sus notas en Página/12, VICE y, por supuesto, en El Planteo.

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