Cáñamo en Malvinas y Patagonia: El Cultivo que la Historia Argentina Olvidó (Hasta Ahora)
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- Archivos históricos confirman cultivo de cáñamo en la Patagonia y Malvinas en el siglo XIX.
- Nicolás Descalzi y Luis Vernet documentaron usos agrícolas y estratégicos de la planta.
- Activistas como Germán Pereira promueven rescatar este legado desde RecetasCañameras.
En tiempos donde el cáñamo empieza a retomar protagonismo en la Argentina, una serie de documentos históricos revela que esta planta formó parte de la trama fundacional del país. Investigaciones recientes —respaldadas por archivos del siglo XIX— señalan que tanto en la Patagonia como en las Islas Malvinas, el cáñamo no solo crecía: se cultivaba activamente, se recolectaba, se usaba.
Las pruebas vienen de la mano de cartas, expediciones y diarios de navegación de personajes clave del período como Nicolás Descalzi y Luis Vernet, cuyo legado cobra hoy una renovada importancia en clave de soberanía, industria y memoria verde.
El ingeniero de Rosas que descubrió cáñamo en el sur
Durante la campaña al desierto de 1833, el entonces gobernador Juan Manuel de Rosas encomendó al ingeniero hidrográfico Nicolás Descalzi una serie de exploraciones por el sur argentino. El resultado fue una travesía que combinó ciencia, geopolítica y botánica.
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Según el Archivo General de la Nación, Descalzi “descubrió minerales, cáñamo y otras riquezas, cuyas muestras remitió a Rosas”. A bordo de su goleta Encarnación, el marino partió desde Patagones y recorrió el curso del río Negro hasta su nacimiento. Allí, además de tomar posesión simbólica de las tierras, recolectó recursos naturales estratégicos, entre ellos la planta de cáñamo.
Este dato, olvidado en muchos relatos escolares, se ancla en un contexto donde el cáñamo era pieza clave de las economías navales y agrícolas: se utilizaba para producir cuerdas, velas, tejidos, papel y lubricantes. Su valor era tan evidente como su posterior invisibilización en la historia oficial.
Malvinas: Cáñamo, colonización y soberanía
En simultáneo, en el extremo del mapa, otra historia crecía. En las Islas Malvinas, el gobernador Luis Vernet —nombrado por el gobierno argentino— dejaba constancia del potencial agrícola del archipiélago, incluyendo cultivos de lino y cáñamo.
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“El lino y cáñamo dan buenas cosechas”, escribió Vernet en una carta reservada enviada el 23 de marzo de 1831 desde Puerto Soledad. Este documento forma parte del Fondo Luis Vernet del AGN y detalla condiciones óptimas para el cultivo, señalando un clima templado, suelo fértil y acceso natural a agua dulce. En ese entorno, según Vernet, “el trigo produce también muy buen grano” y los cultivos “podrían ser un artículo de considerable exportación”.
El registro ofrece una perspectiva estratégica: el cáñamo no era una curiosidad botánica, sino un cultivo con potencial exportador, útil para el abastecimiento naval y rural de una colonia que intentaba consolidarse frente al avance de potencias extranjeras. En ese marco, el desarrollo agrícola formaba parte de la construcción soberana.
De la estopa al calafate
A esta línea de tiempo se suma un dato simbólico y etimológico que aporta Germán Pereira, investigador y promotor del uso del cáñamo desde el proyecto RecetasCañameras. Según relata, el verbo “calafatear”, utilizado en carpintería naval para sellar las juntas de madera en barcos, tiene origen en el uso de estopa de cáñamo y brea. Cuando la planta comenzó a escasear en ciertas regiones del sur, se reemplazó por fibras vegetales de una especie local que hoy conocemos como calafate, la misma que da nombre a la ciudad santacruceña.
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“Se cultivaba cáñamo en tiempos de Rosas… Además, el término ‘calafatear‘ viene del arreglo de las juntas de barcos con estopa de cáñamo y brea. Al faltar esa planta, se empezó a hacer con la especie que ahora se llama Calafate, al igual que la ciudad”, explicó Pereira en diálogo con El Planteo.
Ese vínculo entre planta, historia, lenguaje y geografía expone cómo el cáñamo está más presente en la identidad nacional de lo que muchas veces se reconoce.
Una oportunidad para resignificar
El contexto actual, marcado por un renovado interés en el cáñamo industrial, la sostenibilidad y las economías regionales, ofrece una ventana para resignificar estos antecedentes. Activistas, comunicadores y organizaciones buscan reactivar estos relatos, no solo desde lo productivo, sino también desde lo simbólico.
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“Esto abona la importancia y cultura que existe en el país con la planta”, señaló Pereira. Desde espacios como RecetasCañameras y junto a entidades como la Fundación GEN, se plantean iniciativas colaborativas que vinculen patrimonio, cultivo y comunidad.
Lejos de ser un episodio aislado, el cáñamo argentino del siglo XIX se vuelve una excusa para mirar el presente con otros ojos. Y quizás, como propone Germán, también con otras manos: sembrando otra vez.
Portada: Canva
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