Exclusiva: Ed Rosenthal, el ‘Gurú de la Ganja’, Habla de Autocultivo e Industria del Cannabis
“El gurú de la ganja”, Ed Rosenthal, es una autoridad internacional en horticultura del cannabis, además de autor, educador, activista social y pionero de la legalización.
Cofundador de la revista High Times, Ed es profesor en la Universidad de Oaksterdam, en Oakland, California, y es autor de la guía de cultivo “Ed Rosenthal’s Marijuana Grower’s Handbook“, libro que, desde 1978, ha inspirado a millones de personas a aprender las mejores técnicas de cultivo de marihuana.
En 2002, Ed fue enjuiciado por cultivar marihuana y su caso cambió la opinión pública a favor de las leyes estatales sobre la marihuana medicinal. En 2003, California aprobó la Ley SB420, que reglamenta y formaliza el régimen de autocultivo en el estado y regula por primera vez la industria del cannabis medicinal en los EE.UU.
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A los 77 años, el profesor y autor pone en perspectiva los avances del movimiento por el autocultivo, se plantea algunas cuestiones inherentes a la industria y regala algunas pistas para pensar el futuro de la legalización en Latinoamérica.
Todo el mundo debería tener derecho a cultivar
Desde que Ed comenzó a militar la causa del autocultivo, hace 50 años, el movimiento ha logrado algunos grados de libertad en términos de dónde podemos cultivar nuestro cannabis y bajo qué reglas. Sin embargo, él cree que es una revolución incompleta y que aún quedan cosas por conseguir.
El horticultor explica que existen varias leyes estatales en Estados Unidos que permiten a la gente consumir y comprar, pero no cultivar por su cuenta. Por ejemplo, en el estado de Washington, donde actualmente la gente no puede cultivar, pero sí puede comprar cannabis en los dispensarios habilitados.
Razones para defender el autocultivo
En primer lugar, el autocultivo se trata de una reivindicación de los placeres y del goce colectivo e individual. “Cultivar una planta es un placer”, afirma Rosenthal.
Otra razón para sostener el autocultivo es una cuestión de salud: “Cuando cultivamos sabemos lo que consumimos y así evitamos consumir pesticidas, herbicidas o fertilizantes”.
Y, por último, existen razones de justicia social. “Es muchísimo más barato (y por ende más accesible a todos) cultivar cannabis de modo natural, antes que salir a comprarla”, agrega Ed.
“El uso de la marihuana puede no ser adictivo, pero su cultivo sí lo es. Hay personas que ya no usan la marihuana, pero todavía les gusta cultivar. Cultivar es muy adictivo, y la razón de eso tiene mucho de antropomorfismo: la marihuana es una planta anual y tiene etapas de crecimiento, una etapa vegetativa, una etapa reproductiva y, luego, muere. Y eso es algo así como los seres humanos”.
De ‘marihuana’ a ‘cannabis’: la resignificación de una planta
Desde finales de la década del ‘70, los EE.UU. vieron una explosion del autocultivo y la cultura cannábica se expandió por todo el mundo. En parte, gracias al trabajo de personas como Ed, desde medios de comunicación contraculturales como la revista High Times.
Memoria viva del movimiento, Ed participó de la escena contracultural del condado de Marin y del histórico barrio de Haight-Ashbury, en la ciudad de San Francisco. Por caso, de allí provenían muchos de los primeros cultivadores que arribaron al norte de California para forjar (para bien o para mal) la primera región cannabica ampliamente reconocida en la cultura pop. Región que es considerada como la meca de la autogestión y de la vida por fuera de los conservadores suburbios blancos estadounidenses típicos de la postguerra.
Desde entonces, cambió el modo en que pensamos a la marihuana: pasó de ser una bandera revolucionaria contracultural a convertirse, además, en una medicina potenciadora de la vida en individuos cada vez más productivos, relajados y felices, que acatan las reglas sociales dominantes.
Ed considera que es muy interesante que el cannabis haya pasado de ser un paria, a ser considerado un producto esencial durante la pandemia. Y cree que, en parte, esto se debió a una cuestión de control social: si la gente iba a quedarse en casa, la sociedad entendió que sería mucho más saludable que consumieran marihuana antes que alcohol.
Y, además, Ed destaca la expansión de la cultura cannabica a nivel internacional como impulsor de un cambio global. Algo parecido a lo que sucede en la industria de la música.
“Como con Seth Rogen fumando un porro en la televisión, ¿cómo saber a dónde puede viajar ese chico con su mensaje? ¡Por todas partes, claro! Hay un aspecto internacional en la expansión de nuestro movimiento y también hay un aspecto fuertemente regional”.
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El horticultor experimentado afirma que en distintas zonas se puede cultivar un determinado acervo genético por su resistencia a la enfermedad u otras condiciones ambientales. Las variedades y técnicas de cultivo difieren en cuanto a su rendimiento por zonas y el rendimiento varía según la latitud. En tanto, todos estos aspectos influyen en que cada región desarrolle distintas formas de relacionarse con la planta y que distintas culturas cannábicas contribuyan al avance del movimiento.
La legalización en perspectiva
Ed Rosenthal cree que el avance de la legalización en California avanzó como una cuestión de justicia racial, por un lado; y, por otro, como un cambio cultural que barrió el país entero, a partir de 1974 cuando la marihuana se despenalizó por primera vez en Oregon, y la gente comenzó a familiarizarse con ella.
Y aclara que “en el norte de California, los cultivadores estuvieron notablemente ausentes en el impulso de la legalización, una buena parte de ellos quería que siguiera siendo ilegal para seguir teniendo un mercado con precios inflados por el riesgo de ser atrapados”.
Según Ed, una vez que la marihuana se presentó como una cuestión médica, “más y más personas se familiarizaron con ella porque más personas la estaban usando”. La aceptación general de la marihuana creció y “llegó a la mayoría de los votantes en algún momento a finales de los años 90”.
“Fue a largo plazo, llevó 50 años, pero la sociedad pasó de estar dos tercios en contra a, quizás, dos tercios a favor. Ciertamente una mayoría. Y un buen ejemplo de ello sería Oklahoma, que es un estado muy conservador, votó por Trump la segunda vez, pero también 70% votó a favor de la marihuana medicinal”, analiza Rosenthal.
Lo que muestra cómo, incluso en un estado conservador, el esfuerzo concertado puede hacer el cambio.
“Creo que hay un gran número de empresas internacionales que están tratando de entrar en varios lugares en América del Sur. Esto tiene sus puntos buenos y malos, pero no hay ninguna razón por la que el cannabis tiene que ser nada más que regional”, explica el “Gurú de la Ganja”.
De acuerdo con Ed, no hay ninguna razón por la que no se pueda producir cannabis en cooperativas o tener tanto cultivo casero como producción a pequeña escala.
“Mi principal preocupación es que la gente tenga derecho a cultivar su marihuana. Cuanto más cerca de la flor esté el consumidor, más fácil es que el cannabis se mantenga regional. Por eso, no me importa que haya empresas industriales gigantes de cannabis, mientras la gente tenga derecho a cultivar lo suyo en su casa”.
California: ¿un faro para la industria?
Y si de regiones cannábicas se trata, es imposible no pensar en California. A menudo, el estado se proyecta como el faro de la industria. Sin embargo, Ed mantiene sus reservas en torno a la posibilidad de hacer de California un modelo for-export.
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Lacónico, el septuagenario autor afirma: “No estoy de acuerdo con eso de que California sea un faro de la industria. Tampoco es una receta. Ni, mucho menos, una bala de plata”.
Rosenthal explica que California ha hecho que sea muy difícil entrar en la industria.
En primer lugar, muchos condados no permiten la industria en absoluto y no permiten el cultivo casero en exteriores, mientras que la ley estatal restringe a los cultivadores caseros a seis plantas.
“Así que si quieres cultivar un montón de plantas pequeñas (en California) estás infringiendo la ley, aunque no produzcan mucho. Y hay muchas razones por las que la gente puede querer cultivar plantas pequeñas. Es una cuestión de espacio y se necesita menos tiempo para hacerlo. Además, la gente necesita más variedades para su propio uso”.
Ed nos explica que, además, existe un problema de licencias limitadas, lo que hace que la gente común y las empresas compitan por ellas, y no huelga recalcar que cree que la marihuana “debería ser un mercado abierto”.
A modo de ejemplo, explica que si la gente pasara los requisitos higiénicos y otros requisitos comerciales, “deberían poder abrir una tienda. No creo que todos deban pagar millones por las licencias. Esto crea una situación poco equitativa y hace muy difícil que la gente entre en el mercado”.
Otro problema en California, según Ed, es el recuento de plantas como medida de la cantidad que la gente puede cultivar y considera que “contar la cantidad de plantas es un método totalmente anticientífico, improductivo e inutil que debería ser eliminado”.
“La idea de etiquetar las plantas es ridícula. ¿Te imaginás que hiciéramos eso con el maíz o el trigo o algo así? Estoy seguro de que en el futuro estos métodos serán eliminados porque son estúpidos y frenan el uso industrial de la planta, dispara todos los costos que te imagines y es malo para el medio ambiente”.
Ed explica que, a menudo, en California, la gente se ve obligada a cultivar plantas más grandes que son muy ineficientes y, nuevamente, como buen docente, clarifica con un ejemplo:
“Tomemos una planta típica. Ya sabes, que tiene un metro y medio de altura, digamos. Pasa gran parte de su tiempo vegetando, haciendo crecer un montón de hojas y ramas, que no son cosechadas. Así, pasa mucho tiempo en un estado inútil para nosotros. Las plantas más pequeñas permiten acortar los tiempos de floración y garantizar una provisión casera de cannabis constante para el usuario”.
En torno a cuál es el método de registro y medición de cultivos que él recomienda, Ed aconseja concentrarse en la canopia o dosel arbóreo de las plantas. En conclusión, la sombra que proyecta las copas de las plantas sobre el terreno: “California debería basarse en la ciencia para medir la cantidad de plantas. Es decir, en la cantidad de espacio y la cantidad de luz que recibe en determinadas condiciones ambientales y en la superficie”.
Cannabis, equidad Social y movilidad entre clases sociales
Además de los problemas regulatorios y técnicos, Ed señala que el estado todavía guarda una deuda enorme con las minorias raciales y clases sociales que han sido históricamente criminalizadas por el consumo de cannabis y apunta a los programas de equidad social que buscan habilitar la entrada de pequeños negocios de personas de color en la industria.
“Si hubiera facilidad para entrar en el mercado, no se necesitaría un programa de equidad”.
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En pocas palabras, Ed nos cuenta que si la gente tuviera suficiente dinero para abrir una tienda de cannabis, si pudiera obtener una licencia similar a la de una tienda de comestibles, en general, no sería una situación restringida. Simplemente lo haría. “Pero aquí están diciendo, ‘oh no’, sólo un cierto número de licencias, ‘sorry’, solo tenemos 12 licencias disponibles y no, no, no hay licencia para ti”.
Rosenthal cree que, parte de la razón por la que muchos estados proceden de esta manera, es por una cuestión impositiva, ya que es más fácil grabar a unas pocas grandes corporaciones “que salir a recaudar de muchos pequeños agricultores”.
Ed apunta a “los requisitos burocráticos que están pensados para proteger a la gente que ya está en el negocio y que hacen que sea muy caro abrir una tienda de cannabis”.
De hecho, las licencias pueden costar desde cientos de miles a millones de USD.
Ed Rosenthal llama a estos programas “programa de inequidad social”, a lo que agrega: “En Nevada, por ejemplo, sólo para aplicar, tienes que poner u$s 500.000. Eso es parte del programa de inequidad. Y es una cuestión de clase. Se trata de una diferencia entre clases sociales que los reguladores no entienden”.
Y agrega que, a menudo, la necesidad económica de algunas personas inscritas en los programas de equidad social permite que sean utilizados como fachada por inversores más poderosos que permanecen en las sombras.
“No estoy diciendo que la equidad social sea un montón de mierda, pero sucede que, a veces, se incluyen inversores de minorías raciales que ya están en el negocio, o gente que oportunamente encuentra supuestos socios que haya sido perjudicado por las leyes penales, para armar emprendimientos de supuesta equidad social, para luego comprar su participación tan pronto como sea legalmente posible y dejarles fuera del negocio”.
Para revertir este proceso de “inequidad social”, Rosenthal propone más y mejor formación de la fuerza de trabajo de la industria en el estado: “Si realmente quisieran alcanzar equidad social en esta industria, lo que se debería hacer es financiar programas de pasantías y formación empresarial”.
La idea de Ed no es nueva para Latinoamérica. Básicamente, el profesor plantea que la industria debería servir al ascenso social de los trabajadores de la industria a través de la inversión en educación. Esto, para él, significa equidad social en el cannabis y un aporte a la justicia social que es posible.
“Mi idea es que la gente realmente se mueva entre clases sociales” más allá de seleccionar arbitrariamente “a algunas cuantas personas de minorías raciales a las que se les ha negado la equidad”.
“Si lo que realmente se quiere hacer es que la sociedad en general avance, lo que se debe hacer es que la entrada en el mercado no sea tan ardua y costosa como lo es ahora y dar herramientas a los productores para mejorar su negocio. Esto es un negocio y se debe dar licencia a todos los que quieran tenerla y pagar impuestos”.
Ed se refiere a la concesión de licencias de forma continua como una posible salida al esquema actual.
“Ahora en California han autorizado la cocina casera para que la gente pueda vender productos de panadería o, ya sabes, diferentes cosas. Bueno, ¿por qué no hacer lo mismo entonces para el cannabis?”, suma. Y agrega: “Esto impediría que cuando la gente compre cannabis, una gran parte de ese dinero se fugue de la comunidad y quede dentro de la comunidad de productores”.
Clases sociales y sindicalización en la industria del cannabis
Ed Rosenthal cree que los sindicatos deben tener un lugar en el cannabis, ya que hay mucha mano de obra en el sector.
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“E incluso con la mecanización y la automatización, siempre habrá una cierta cantidad de mano de obra. Y creo que sería bueno tener sindicatos tanto en la fase productiva como en la venta al por menor del cannabis”.
Rosenthal cree que los trabajadores tendrán remuneraciones y condiciones laborales justas, al paso que impediría la explotación laboral de trabajadores migrantes que llegan a California con la ilusión de ganar sumas impensadas en sus países de origen. Pero que, a menudo, se encuentran viviendo en condiciones de explotación, haciendo un trabajo monótono y repetitivo con poco descanso y sin estándares de seguridad e higiene.
Denominaciones de origen en Cannabis: el caso de Mendocino y Humboldt
Una de las estrategias en boga en California, para realzar el valor de los productos regionales de cannabis, son los regímenes de denominación de origen, como con el vino. Los productores de los condados de Humboldt y Mendocino, al norte del estado, están aprontando las regulaciones para hacer de su cannabis un producto distinto, que aproveche la creciente reputación cannabica de la región, para penetrar en nichos del mercado nacional e internacional.
Consultado al respecto, Rosenthal considera al sistema “controversial”. “Porque los productores suelen cambiar el terruño, el suelo autóctono en el que se cultivan las plantas”.
Dado que no utilizan realmente los suelos autóctonos, ¿por qué deberían tener esa denominación?
Por otro lado, Ed afirma que a pesar de lo que la mayoría de los cultivadores piensan, que tienen variedades “autóctonas” (landraces), en realidad no lo son y están constantemente siendo manipuladas.
“La razón por la que los productores arribaron al ‘triángulo esmeralda’, a los condados de Trinity y Humboldt, no fue por el buen suelo o el maravilloso clima, que definitivamente no tienen. Si realmente quieres cultivar un buen cannabis, lo que quieres es mucha luz solar, radiación UV y una buena cantidad de calor. No necesitas venir a Humboldt”.
“No ves a los agricultores corriendo a las montañas del norte del estado para cultivar maíz o verduras. El único motivo por el cual la gente subió allí es la difícil intercepción por parte de la policía. Muchos de ellos han hecho cosas ilegales en lo que respecta al medio ambiente, recortaron las cimas de las montañas, introdujeron nutrientes en el suelo y filtraron combustibles en las napas lo que mata la vegetación nativa”.
Y agrega entre sonrisas: “Esto que acabo de decir me traerá un montón de correos electrónicos cargados de odio”.
El Modelo del Tomate
A propósito del futuro del autocultivo y la evolución de la industria, Rosenthal considera que debería existir lugar para todos. Y explica su estrategia para la producción de cannabis a baja escala, a través de lo que él llama el “Modelo del Tomate”.
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El Gurú explica que “existen empresas internacionales que cultivan tomates y, en paralelo, existen agricultores agrupados en foros regionales, cooperativas, cámaras y agricultores individuales o jardineros que pueden vender sus tomates al costado del camino y pueden competir en el ‘segmento boutique’ con un tomate industrial”.
“Más personas cultivan sus propios tomates en casa para su propio consumo que todos los grupos industriales tomateros combinados. Y creo que, si tuviéramos regulaciones inteligentes, eso es lo que pasaría en el cannabis”, aclara.
Rosenthal afirma que no le importa que haya organizaciones industriales multinacionales que ciertamente contribuyen al progreso de la industria. Pero aclara que “este avance no debe proceder entre restricciones para los individuos y los pequeños cultivadores”.
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