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Del Cyberbullying al Campeonato Mundial de Boxeo: La Historia de Ezequiel, Heredero de la Dinastía Matthysse

Por Hernán Panessi

Del Cyberbullying al Campeonato Mundial de Boxeo: La Historia de Ezequiel, Heredero de la Dinastía Matthysse

✍ 14 September, 2023 - 10:05

Este artículo se publicó por primera vez en El Planteo el 4 de abril de 2022.

Apenas tenía 14 cuando el joven Ezequiel Matthysse decidió que quería dedicarse profesionalmente al boxeo. Ante sus ojos, el entrenamiento feroz, exigente y brutal de Lucas, su tío, preparándose para defender un título mundial. Madrugones, doble turno, maratones kilométricas, guantes, sudor y lágrimas: “Yo quiero esto”, pensó Ezequiel. ¿Cómo le fue a Lucas? Ganó por knock out. Él también quería eso.

Así, Ezequiel empezó a entrenarse duro y parejo. En sintonía con su familia (su tío Lucas y su padre Walter, ambos boxeadores profesionales), el joven púgil mancillaba en su cabecita la idea de meterle a pleno.

Hasta que la posibilidad se convirtió en una certeza. Ring, ring. Un llamado del Team Maidana, el equipo de alto entrenamiento comandado por Marcos el “Chino”, le brindó la chance de mostrarse en las grandes ligas. Maletas, pasaje y adiós.

La experiencia con el Team Maidana

Entonces, abandonó la escuela, dejó el corazón del Valle de Trelew y viajó a Norteamérica, cambiando el frío del sur patagónico por el calor de la Costa Oeste de California. Entrenó, flasheó, vivió el sueño. El sueño del pibe guante.

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En sus palabras: “Fue tremendo. Me acuerdo que estuve dos meses en Buenos Aires esperando por la visa. Me quedé en una especie de villa olímpica. Me gustaba, pero pasaban los días y se me hacía largo. Se me hizo complicado. Hubo que ir aguantando el proceso. Cuando llegué al final, me encontré con terrible paraíso”.

Lo llevaron a ver peleas en Las Vegas, se cruzó con Deontay Wilder, con Adrien Broner y hasta con Floyd Mayweather Jr., se sacó fotos con todos, flasheó la del GTA, quiso pelear ahí: “Ya estaba encaminado a eso”.

Mano a mano

Durante su infancia en el humilde barrio de Las Mil Viviendas, en Trelew, Ezequiel vivió junto a su familia, a pura cumbia villera, travesuras callejeras y una banda de amigos inolvidable.

Su padre, Walter, fue ganando cada vez más respeto y oportunidades en el boxeo y, a partir de ahí, pudieron mudarse a otro barrio. “Ese fue el barrio más tranquilo de mi vida”, cuenta.

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Vía Consejo Mundial de Boxeo

“Cuando era chiquito me portaba recontra mal. En primer grado me cambiaron de turno de lo mal que me portaba. Era medio terrible”, sigue.

De esta manera, su vida fue pasando alegremente hasta que vivió un momento bisagra: un chiste doméstico que escaló y se volvió viral.

Ezequiel tenía 10 años cuando su padre registró con su celular una joda en la que le echaba agua en la jeta mientras el pibe dormía. “Papá, tengo calzoncillos nuevos”, gritaba el nene entre llantos. “Andate, andate”, insistía. En dos días, el video se multiplicó en millones de reproducciones. Y al tiempo, aquella broma se convirtió en un asunto.

El cyberbullying y la niñez

“Cuando tenía 14, me gustaba hacerme el rocho, el de barrio. Era medio así. Bah, ahora también. Para ese momento, todo el mundo había visto el video. Y me cargaban, pero yo trataba de aguantármela. No dar bola. Si jodían, se comían una apurada o un cachetazo. Yo empecé a tener mala junta. Mis viejos estaban en un momento difícil. Yo salía de la escuela y había una plaza donde se juntaban todos y bajaban de todos los barrios. Yo me encontraba con mis amigos ahí y ellos se ponían a tomar y fumar. ‘No tengo ganas de estar acá’, pensé”.

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Sin embargo, Ezequiel creía que, de esa manera, iba a tener una especie de protección. Un talismán ante los riesgos. Un picante que no se come, se ejecuta. “Si andan conmigo no me van a venir a joder”, se dijo.

—¿Te sirvió para que te dejen de hacer bullying por ese video?

—Por las redes todos comentaban cosas. Pero en la escuela nadie nunca más me dijo nada. Sólo una vez. Estaba en el recreo y andaba haciéndome el malo. Era bueno pero me hacía el malo. Terminó el recreo y uno de enfrente de mi aula, uno más grande, empezó a decir la frase del video. “¿Qué andás diciendo vos? No te voy a pegar acá, te voy a pegar a la salida”. Y a la salida, todo el mundo hizo una ronda. Y no sé cómo mis amigos se habían enterado y me fueron a esperar.

—[…]

—Todos mis amigos me decían “andá y pegale”. Y antes de salir de la escuela, empezaron a decir que el chico tenía un problema en la sangre. Que no podía recibir golpes porque podía morirse. Entonces, me le puse delante de la cara y el chabón siguió caminando y se fue. No le iba a pegar. Pero esa situación hizo que todo el colegio me empezara a respetar y me dejaran de cargar por lo del video.

Golpe a golpe

Ya enfocado en el boxeo, Ezequiel sintió una especie de ley de atracción: lo deseó tanto que le llegó. Vino el trip por Estados Unidos, la obsesión por convertirse en profesional. “Eso fue algo que me cambió la vida”.

Incluso estando en Estados Unidos, Ezequiel mascullaba para sus adentros un malestar por el viejo video: no disfrutaba ser objeto de burla por un chiste que protagonizó cuando era apenas una criatura. “Los comentarios me hacían muy mal. Yo de tonto iba y leía todos los comentarios de YouTube. Ese cyberbullying me hacía muy mal”, describe. Los bravos también lloran.

Así las cosas, todo iba más o menos normal en su vida hasta que en el año 2019, la cuenta de Instagram @al__pedo, que se encarga de recopilar la vida de los protagonistas de distintos videos virales, compartió su video. De esta manera, su cuenta personal –que rondaba los 10.000 seguidores- empezó a explotar. Uno, dos, diez, miles de seguidores más.

Segundos afuera: ‘Calzoncillos Nuevos’, segundo round

“Fue re loco, yo estaba re normal. Me empezaron a llegar notificaciones y comentarios. Cuando vi que era por eso, me comuniqué con el chabón. Ahí me dije: ‘Eu, me gustan las redes sociales’. Y comencé a promover mi imagen. Abandoné la vergüenza y empecé a sacarle el jugo. Elegí no esconderme. Elegí aparecer y poner el pecho”, asegura.

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Y hoy, muchos años después, aquel episodio que lo traumó, se convirtió en un chiste también para él. Ya está, basta de fantasmas. Bienvenida la comedia. “Trato de verle el lado bueno a todo”.

Con ese envión, Ezequiel lanzó una canción llamada “Calzoncillos Nuevos” en el que se hace cargo de aquel viral y lo da vuelta como una media.

Allí, habla del bullying en el colegio, de cómo se enfocó en el boxeo y, entre anécdotas personales, también regala un mensaje motivacional: “Quiero que le llegue a la gente. Por ahí parece una pavada que te jodan con algo, pero cuando uno es chico se lo toma muy a pecho”, reflexiona.

Otro round: la historia de su teclado Korg

En su casa, Walter, su padre, siempre se despachaba con largas sesiones frente al teclado. “Tengo clarita esa imagen”, recuerda.

Y esa imagen, también, como sucedió con el boxeo, se convirtió en una especie de legado: él también quería tocarlo, le daba intriga, era algo “de otro mundo”.

Enseguida, empezó a mirar videos de YouTube de distintas personas que tocaban el teclado y, de sopetón, con un órgano que le regaló su abuelo, se metió de lleno a intentar sacar temas de Damas Gratis.

Tecla a tecla, nota a nota, Ezequiel encontró otro berretín: la música. “Estaba chocho. Me empezaron a salir todos los temas. Todos de oído”.

Gracias a esta flamante habilidad, el teclado se convirtió en su nueva herramienta de expresión. Incluso, a los 12 años armó su propio canal de YouTube (con dos suscriptores) en el que tocaba y tocaba. “No cantaba porque me daba vergüenza y en el canal no ponía ni mi nombre”, cuenta.

Una vez en Estados Unidos, aprovechó las mieles del capitalismo para encontrar el teclado de sus sueños, aquel que sonara igual al de Pibes Chorros y Damas Gratis. “Tiene que ser uno profesional”, pensó.

Así, con la ayuda de un amigo músico, se compró el Korg X5d, un teclado sintetizador que disparaba los mismos sonidos que anhelaba de sus bandas favoritas.

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Ya de vuelta en Argentina, se juntó con Alexis Barrientos, de Los Dragones, una de las bandas de cumbia más populares de Chubut, y empezaron a ensayar. Un poco en broma, un poco en serio. Un poco por la anécdota, otro poco para ver qué onda. “Nos mandábamos unas cumbias tremendas”, rememora Matthysse.

Eso le forjó una necesidad imperiosa, unas profundas ganas de destacarse también en el ambiente musical. Pero antes, un poco antes, su ahora, este ahora: una ascendente carrera en el boxeo.

No conoce la lona: su primer campeonato mundial

Los titulares dicen lo siguiente: “Ezequiel Matthysse se coronó campeón mundial amateur”. Sobre su piel, un tatuaje inmarcesible del cinturón de WBC, el Consejo Mundial de Boxeo.

Y su pelea contra el norteamericano Jerry Bradford, que hacía de local en Los Ángeles, lo tuvo como vencedor: El Niño terrible dejaba la vida en el ring y se llevó su primer título internacional. Era 2020, era más pibe que ahora, que este ahora.

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Foto por Nelson Leandro Quispe

“Después de esa pelea, me empezaron a mirar con otros ojos. La gente del boxeo ya se daba cuenta que había algo en mí. Ahora busco ganar un título profesional. Este logro me posicionó mejor para pelear por nuevos títulos. Me gustaría ser campeón del mundo”, tira el menor de la dinastía Matthysse, que ya debutó en el boxeo profesional con un knock out a menos de 2 minutos del primer asalto frente a Dante Cano.

Para eso, dejó su Trelew natal y se instaló en Córdoba junto a su compañera y su entrenador, con el objetivo de seguir afinando sus puñetazos. Sin embargo, este movimiento geográfico tuvo un costo que siente en el cuerpo: “Yo soy re familiero, me cuesta estar lejos”.

En su reverso, esta exigencia también le está rindiendo sus frutos y, en cada entrenamiento, el joven Matthysse está cada vez más afilado. “Un sueño que tengo es que mi nombre quede marcado en la historia del boxeo argentino”.

—¿Sentís la responsabilidad de ser un Matthysse? ¿Hay una exigencia particular por venir de una familia de grandes boxeadores?

—Me pasó cuando estaba por debutar. La prensa mencionaba mucho eso. Tenía prendido el alerta de Google y me llegaban esas notificaciones. Y leía “Matthysse”, que es un apellido especial, que esto y lo otro. No es que sentía que tenía que superar a mi papá y a mi tío, pero sí sentía que tenía que demostrar.

—¿Y qué sentiste después de ese debut?

—Con mi segunda pelea profesional cerré un ciclo. Me dejaron de importar esas cosas y sólo quería enfocarme y superarme. No quiero ser el mejor de los Matthysse. Yo quiero lograr mis cosas. Me di cuenta que tenía que estar orgulloso de ser yo. Yo me llamo como mi viejo, Walter, pero en mi casa todos me dicen Ezequiel. Yo quiero ser conocido como Ezequiel. A mi viejo lo amo pero quiero tener mi nombre. Esas cosas me ayudan a tener la mente en orden.

—¿Cuál será tu próxima pelea?

—En abril, si Dios quiere. Me estoy preparando para esa fecha.

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Una carrera pugilística y musical

Desde 2019 que Ezequiel viene metiéndole a diario, en sus momentos ociosos, a la música. De hecho, el año pasado subió un video a sus redes sociales tocando un tema de Damas Gratis. Y hasta tuvo el aval del mismísimo Pablito Lescano: “Listo, ya tengo un suplente”, le dijo el referente de la música popular argentina.

Su confianza fue creciendo. Y ahora, también, Matthysse Jr. canta. Como lo hizo el viernes 11 de marzo de 2022 en el Casino de Puerto Madero, junto al famoso rapero XXL Irione. “Es un sueño que me den la oportunidad de cantar al lado de Irione”, señala. “Yo sabía que todo esto me iba a pasar”.

Asimismo, también estrenó “Calzoncillos Nuevos” y, apenas unos días después, ya araña las 4.000 reproducciones en YouTube.

“Pensé en el suicidio por culpa de estos atrevidos/ Hasta que me hice más grande y fui ganándome el respeto”, rapea mientras hace el gestito universal de “fajar al que se le ponga adelante”.

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De su boca: “Manny Pacquiao dice que el boxeo es su trabajo y la música, su pasión. Para mí es como un hobby, mi cable a tierra. El boxeo es mi trabajo y la música la uso para despejarme”.

Cercano a los ritmos urbanos, Matthysse tiene una profunda admiración por L-Gante, el referente absoluto de la Cumbia 420, el RKT y los sonidos de los barrios bajos. “Algún día me encantaría hacer un tema con él. Sería un sueño”, confiesa.

—Si pudieras elegir, ¿qué preferirías? ¿Triunfar en el boxeo o triunfar en la música?

Triunfar en el boxeo. No te voy a decir que es fácil. No me gustaría meterle tanto sacrifico al pedo. Me gustaría triunfar en el boxeo y que lo de la música se vaya dando solo. Yo no pierdo tanto tiempo con la música. Practico yendo al gimnasio, media hora de ida y media hora de vuelta. Sueño con estar delante de miles de personas.

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Cortesía de Ezequiel Matthysse

Boxeo, el noble arte

—¿Qué es lo mejor del boxeo?

—Lo mejor es que te enseña disciplina. Eso más que nada. Hasta te ordena los horarios. Te empuja a no faltar ni un solo día. El boxeo te acerca a ciertos valores. Te va enseñando cosas de la vida. Y, además, te permite conocer otros lugares del mundo.

—¿Y lo peor?

—Dejar el lugar donde estás. Si no te movés, no pasa mucho. Uno se tiene que ir. Los futbolistas se van a Europa y para nosotros la meca está en Estados Unidos. Tener que irte y estar lejos de la familia es lo peor. El entrenamiento cuesta pero después es lindo, porque al otro día te recuperaste y tu cuerpo va cambiando. Te sentís en mejor estado. Y cuando llega el día de la pelea, sos una máquina. Está bueno que en las peleas se vean los resultados de tanto entrenamiento.

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—¿Alguna vez probaste el aceite de cannabis para aliviar los golpes y molestias físicas provocados por la alta competencia deportiva?

—Una vuelta, un profesional de la salud me ofreció darme aceite de CBD. Yo tengo problemas para conciliar el sueño. Me cuesta mucho dormirme. Él me contó sobre los beneficios que tenía para entrenar y me dijo que me iba a ayudar con el sueño y que, además, tenía beneficios para el rendimiento deportivo. Tengo que averiguar qué onda.

Portada por Nelson Leandro Quispe.

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ACERCA DEL AUTOR

Hernán Panessi, editor periodístico en El Planteo, es un periodista especializado en cultura joven. Escribe en las revistas InfoTechnology, Rolling Stone, THC y Lento. Además, en Página/12, El Planeta Urbano, El Cronista y en el periódico uruguayo La Diaria. Colaboró para Revista Ñ, Clarín, La Nación, La Cosa, Playboy, Haciendo Cine, Billboard, Los Inrockuptibles, Forbes, VICEBenzinga, High Times y Yahoo, entre otros.

Hernán escribió los libros Porno Argento! Historia del cine nacional Triple X, Periodismo pop, Una puerta que se abre y Rock en Español. Fue docente en el Centro Cultural Rojas (UBA) donde dictó talleres de periodismo. Además, es programador de la sección VHS del Festival Internacional de Cine de Valdivia, en Chile.

Conduce FAN, programa periodístico sobre cultura, sociedad y vida moderna. Por su parte, también condujo en las FM Delta 90.3 y Nacional Rock 93.7. Asimismo, fue columnista en La Once Diez y Metro 95.1.

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