El Género y las Drogas: Otra Experiencia Desigual
La óptica transfeminista en el mundo de las drogas nos invita a repensar qué lugar están teniendo las identidades feminizadas en la lucha contra el prohibicionismo. ¿Qué pasará si el diseño de políticas de drogas y las estrategias de reducción de riesgos siguen siendo pensadas únicamente para identidades masculinizadas? En esta nota analizamos cómo el patriarcado modifica las experiencias de les usuaries de drogas, según el género. También acercamos algunas consideraciones a tener en cuenta a la hora de abordar de manera particular a les usuaries feminizades.
Quizás resulte muy familiar la idea de que las mujeres, futuras madres y cuidadoras del hogar, no pueden ni deben hacer uso de drogas (sobre todo ilegales). En todo caso, si deciden hacerlo, tendrán que hacerlo de manera encubierta, a escondidas, intentando que se note lo menos posible.
Puede que tengamos por demás naturalizada la práctica del autocuidado o el cuidado colectivo en espacios de ocio y nocturnidad, porque en caso de que las identidades feminizadas o disidentes decidamos tener una experiencia psicoactiva interesante, tendremos que “estar atentas” a que nadie se sobrepase o aproveche de nuestro estado de conciencia alterado.
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Por otra parte, cada vez sorprende menos el aumento desmedido de mujeres encarceladas por delitos relacionados al narcomenudeo. Pero ninguno de estos escenarios de violencia estructural y desigualdad histórica se da de manera natural o ingenua.
Girls just wanna have fun
Un informe del Consorcio Internacional de Políticas de drogas, indica que en Latinoamérica las usuarias de drogas representan el 20%. El por qué de esta cifra, reafirma el mismo documento, se explica en que el consumo por parte de las mujeres es objeto de un doble estigma. La libre autodeterminación, la libertad cognitiva y el derecho al goce a través del uso de sustancias, suele estar considerado en detrimento de las funciones reproductivas que históricamente se nos asignaron. Ese mandato de femineidad que nos convierte únicamente en madres, cuidadoras y amas de casa.
Para indagar en cómo se traduce la desigualdad de género en las experiencias que tienen les usuaries de drogas, dialogamos con Lucía Álvarez y Belén Suárez, quienes integran Ni Pega Esto (Bariloche), un espacio que desde hace 9 meses viene sumando voluntaries comprometides con brindar información de calidad sobre reducción de riesgos y daños en el consumo de sustancias psicoactivas (SPAs).
En ese sentido aseguran que “la estigmatización social y los prejuicios que impone la cultura patriarcal se traducen en menor apoyo familiar y social, menor solicitud de ayuda en caso de usos problemáticos y en un mayor temor al reproche y a la exclusión del entorno”. Además, profundizaron en que “el uso de SPAs en mujeres o madres está socialmente vinculado a una menor responsabilidad, al estigma de “mala madre” e incluso a mayor promiscuidad”.
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La Doctora en Feminismos y Estudios del Género e Integrante de la Red Estatal de Género y Drogas de España, Alicia Salamanca Fernández introduce que desde la infancia, a las mujeres se les atribuye una cultura de dependencia con valores como el cuidado y la disposición para atender sin límites a otras personas. “Si la sociedad se encuentra con madres consumidoras, se abre una censura y empieza la búsqueda de la mala madre”. Efectivamente, los juicios y cuestionamientos hacia su labor maternal no tardan en llegar, mientras que esta misma situación no se desarrolla de igual manera cuando se trata de un padre de familia con un grave problema de alcohol, por ejemplo. En estos casos, la sociedad suele ser permisiva y simplemente es considerado algo habitual, porque claro que al ser varón, goza de una menor exigencia de entrega y disponibilidad hacia les demás.
Feminismo antiprohibicionista e interseccional
La guerra contra las drogas es racista, sexista, clasista y heterosexista, es decir que afecta desproporcionadamente a las mujeres de color, jóvenes y mujeres en las comunidades pobres. Así también, las organizaciones sociales y el movimiento transfeminista vienen alertando sobre este fenómeno desde hace varios años.
La violencia estructural y el control social del Estado afecta desproporcionadamente a les usuaries. Las mujeres de color, las minorías étnicas, no binarias o trans, y las personas sin hogar son atacadas particularmente. Es una cadena de violencias sistemáticas: como mencionamos antes, un dato que lo evidencia es que la mayoría de las mujeres en prisión son sentenciadas por delitos no violentos relacionados con las drogas. A su vez, el encarcelamiento en entornos cerrados crea un contexto para el aumento de las violaciones de los derechos humanos, como la violación y la extorsión.
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En este sentido, el 26 de junio de 2015, la campaña internacional Acompañe No Castigue hizo un llamado especial a las agencias de la ONU y a los gobiernos y líderes de la comunidad, a tomar medidas y hacer frente a las consecuencias perjudiciales que la guerra contra las drogas causa en la vida de las mujeres. En el documento presentado ese año, denunciaron que “aunque representen un tercio de la población mundial que usa drogas, sus voces, intereses y necesidades son constantemente descuidadas y marginadas en materia de políticas públicas, programación y servicios de reducción de daños”. Algo que en la mayoría de los países continúa ocurriendo, cinco años más tarde.
Dialogamos con Fer Albornoz, integrante de la Secretaría de Abordaje de Consumos Problemáticos perteneciente a la Federación Argentina LGBT, quien nos aporta un dato importante en relación al escenario actual de nuestro país: “según el último informe del Observatorio Argentino de Drogas, las mujeres tienen una prevalencia en la problemática de consumos muy similar a las de los valores cis. Sin embargo la llegada de estas al tratamiento es llamativamente muy baja en comparación a los varones, ya que se les impone el rol del cuidado, de sus hijes, de sus xadres y de su hogar. Y la inexistencia de espacios que den respuesta a ésto por ejemplo con ingreso con hijes, hace que sea más discriminatorio”..
Sin embargo, Fer explica que si planteamos esto en el marco de la diversidad sexual y sobre todo en población Travesti Trans que sufre la vulneración de acceso a derechos, veremos que este grupo tiene una mayor prevalencia al consumo. “Muchas veces se encuentran el marco del Trabajo Sexual sin regulación. Esto se suma al desconocimiento de los espacios de tratamiento de la Ley de Identidad de género 26.743 y sobre todo su Artículo 12 que establece el trato digno y cómo deberían ser registradas, derivadas e internadas en las comunidades terapéuticas o tratamientos de día. Por ello su adhesión a tratamientos es muy baja, casi nula, remató”.
Nada de nosotres, sin nosotres
En la Declaración de la Red Internacional de Mujeres y Reducción de Daños en el Día Internacional de la Mujer 2019, denuncian que en la actualidad, donde existen servicios de reducción de daños, tienden a ser masculinizados e inaccesibles y no se adaptan a las necesidades y realidades particulares de las mujeres e identidades disidentes. Carecen de sistemas de apoyo estructurados y no están integrados con la salud sexual y reproductiva y otros servicios de apoyo social.
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Desde Ni pega esto refuerzan la necesidad de pensar estrategias de reducción de riesgos y daños basadas en evidencia científica y basadas en el respeto por los derechos humanos. “Creemos que es fundamental conocer y reconocer que el uso de SPAs en la mayoría de los casos no implica dejar de lado responsabilidades y tampoco está asociado a un estereotipo en particular. Es fundamental visibilizar que el uso de SPAs tiene que ver con la libertad de elegir y de gestionar el propio placer. Y la gestión propia del placer sin atender al modelo hegemónico tradicional, es particularmente juzgada en mujeres y disidencias”, concluyeron.
Les usuaries marcan la cancha
Existe una dramática brecha en los datos existentes sobre las y les usuaries de drogas. Para abordarla necesitamos información estratégica para diseñar e implementar respuestas apropiadas y sensibles al género.
La Guía breve para la incorporación de la perspectiva de género en el ámbito de drogas diseñada por el Proyecto Malva nos invita a obtener explicaciones de los factores de inicio, permanencia, riesgo o protección de estos consumos en función del género desde una perspectiva psicosocial y constructivista, evitando el reduccionismo o los esencialismos.
Desde la Secretaría de Abordaje Integral de los Consumos Problemáticos de la Federación Argentina LGBT consideran que “un buen abordaje en esta materia, significa poner sobre la mesa la realidad cotidiana que vive la población disidente, la exclusión del CIS-tema hetero patriarcal les deja sin opciones para generar proyectos de vida y hace que el consumo de sustancias no pueda ser recreativo, espiritual o por decisión personal, por el contrario se termina transformando en una herramienta de supervivencia”.
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Otra cuestión a atender son las consecuencias del sistema sexogenérico en los imaginarios sociales construidos en torno al consumo y especialmente en las percepciones de les profesionales de la salud. Lo mismo ocurre en las lógicas de prevención, atención y tratamiento o reducción de daños.
Necesitamos aplicar análisis que consideren los roles, mandatos, estereotipos y estigmas en torno al género, que consideren las actitudes, creencias y sistemas de valores en función del género, así como dotar de recursos financieros a las acciones específicas y al fomento de la transversalidad de género. Diseñando, ejecutando, monitorizando y evaluando los programas y proyectos.
Y fundamentalmente, las y les usuaries de sustancias son los principales actores, que deberían ser consultades e involucrades en todas las etapas del desarrollo de políticas, programación y prestación de servicios.
Vía Revista Mate.
Ilustración de Catalina Iriarte, vía Revista Mate
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