Glass Half Full: ¿Cómo Hizo una Pareja Norteamericana para Reciclar 1200 Toneladas de Botellas y Convertirlas en Arena?
¿Cuánto tiempo es “mucho tiempo”? ¿Un año parece bastante? Bueno, depende de qué se mida. ¿Y diez años? Para lo que sea, digamos que sí, es bastante. ¿Y qué tal si hablamos de cien años? Eso ya parece un montón. Ahora bien, ¿y un millón de años? Ahí se huele como una barbaridad que no cuadra ni en el flash del más soñador: toda la vida de toda la vida.
Es que, en efecto, para las botellas de vidrio, el destino parece ser la eternidad. Y muchas de esas botellas pasarán a ser desechos durante el largo tramo que dure un millón de años. Efectivamente, no entrarán en descomposición en mucho, mucho tiempo.
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Entonces, como los procesos naturales de esa descomposición harían del mundo un vertedero kilométrico de basura, una pareja norteamericana tomó cartas en el asunto y empezó a “pensar local para impactar global”.
En pocas palabras, mediante modernas técnicas de reciclaje, están “viendo el vaso medio lleno” de la cuestión.
Convertir el vidrio en arena
Así, desde enero de 2020, con un capital inicial de u$s 20.000 que juntaron vía la plataforma de financiamiento GoFundMe, Franziska Trautmann, ingeniera química y biomolecular recibida en la Universidad de Tulane, y Max Steitz, egresado en Desarrollo Internacional por la misma casa de estudios, dedican su tiempo al reciclaje de vidrio para convertirlo en arena y grava.
Juntos llevan adelante Glass Half Full NOLA, el proyecto que pretende menguar el impacto ambiental producido por las botellas de vidrio y, de paso, restaurar la costa de Nueva Orleans, Luisiana, su lugar de residencia.
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“Esperamos poder reciclar todo el vidrio de Luisiana y convertirlo en arena utilizable para combatir la erosión costera. También queremos servir de modelo para que otras comunidades costeras reciclen el vidrio en arena para la restauración y protección del litoral”, dice Franziska a El Planteo.
El destino de la arena
Día tras día, Franziska, Max y todos sus colaboradores, voluntarios y miembros de la comunidad recogen el vidrio proveniente de restaurantes, bares, hoteles y diversos puntos de entrega. “Cualquiera puede venir a traernos su vidrio”, cuenta la responsable de Glass Half Full NOLA.
De esta manera, mediante el trabajo fino de unas máquinas pulverizadoras, las botellas de vino y gaseosa terminan convertidas en arena y grava.
“Utilizamos la mayor parte de nuestra producción para sacos de arena que sirven de ayuda en caso de catástrofes, restauraciones y protección de la costa, jardinería y suelos. También puede utilizarse para la construcción, el arte, la fabricación de vidrio nuevo, el aislamiento con fibra de vidrio y demás”, explica Franziska a propósito del destino del vidrio reciclado.
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Su proyecto se financia a través de servicios de recogida de material y, fundamentalmente, de la venta de arena. Por estos días, ya le dieron una segunda oportunidad a unas 1200 toneladas de botellas.
Las botellas merecen su segunda chance
Por lo demás, el ejemplo de Glass Half Full NOLA ya está motivando a nuevos entusiastas que encararán iniciativas de reciclaje y segunda oportunidad para el vidrio. “Hay proyectos similares que están surgiendo tras enterarse de nuestro éxito”, desliza la emprendedora.
Sin embargo, más allá de las instancias colectivas, el gesto también puede impactar individualmente.
¿Qué puede hacerse? “Comprueba siempre las normas de reciclaje de tu ciudad. Cada ciudad es diferente en cuanto a lo que puede aceptar para el reciclaje. Si tu ciudad acepta el vidrio, ¡recicla! Si hay un programa de entrega en algún lugar para llevar su vidrio, entonces debes participar y ayudar a mantener el vidrio fuera de los vertederos”, se enfunda Franziska en un espíritu nítidamente verde.
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En la actualidad, desde Glass Half Full NOLA continúan trabajando en investigaciones que pretenden ampliar las formas de utilización de la arena de vidrio reciclada en la restauración de la costa.
Asimismo, buscan desarrollar nuevas operaciones para poder reciclar “todo el vidrio de Luisiana”. En ese sentido, tanto Franziska como Max son profundamente optimistas: “Una vez que lo hayamos conseguido, queremos ampliar nuestro negocio a otras ciudades que necesiten programas de reciclajes de vidrio”.
Fotos cortesía
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