La Historia de la FMS, o Freestyle Master Series, Contada por los Creadores de Urban Roosters
Por Hernán Panessi y Javier Hasse
- Urban Roosters transformó el freestyle en un deporte profesional con la creación de la Freestyle Master Series (FMS).
- La FMS, gestionada por Urban Roosters, se ha expandido a varios países, convirtiéndose en un fenómeno mundial.
- Urban Roosters enfrentó desafíos financieros y de competencia, pero logró consolidarse como líder en el freestyle, generando millones en ingresos.
Millones de views, un aluvión de nuevas estrellas, generación de empleos impensados, el rap materializado desde un costado original, un hobby que se transformó en un negocio: el freestyle profesional constituye uno de los fenómenos contemporáneos más alucinantes. “El lanzamiento de la liga fue la consolidación de nuestro discurso de años”, asegura el logroñés Asier Fernández, director y co-fundador de Urban Roosters, la plataforma de freestyle más importante de habla hispana.
Por estos días, Urban Roosters se constituye como líder del mercado de la improvisación en América Latina. Sin embargo, la tarea de Fernández y Pedro Henrique, su socio, no fue sencilla: construyeron un imperio mediático donde había apenas una escena cultural emergente.
¿Su principal vehículo? La Freestyle Master Series, la liga profesional de freestyle que nuclea a los mejores MCs del mundo y que sirvió como salto deportivo: ordenó, sindicó, jerarquizó.
Como una especie de FIFA, Urban Roosters gestiona las FMS de España, Argentina, Brasil, Caribe, Chile, Colombia, México y Perú, además de una versión global, la FMS World Series. Por si esto fuera poco, la organización generó un hilo invisible con las competencias underground: según relevancia, potencia y antigüedad, suman puntos para que sus batalleros puedan ascender a la máxima categoría. Ésta fue una de las claves del éxito de la FMS.
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La FMS y el rap como materia prima
“Tanto mi socio como yo somos raperos”, apura Asier.
Desde los 15 años que Asier y sus amigos son fanáticos del freestyle y, en su costado romántico, sellaron una rutina inquebrantable: los jueves de cada semana improvisaban juntos. “Cuando por trabajo me fui a Madrid, tuve que dejar esa rutina. ¿Por qué no seguir practicando esa afición por Internet?”, cuenta.
Y en esa ausencia, Asier encontró una virtud: diseñó una plataforma online para batallar junto a sus amigos. “Con Pedro trabajábamos en una agencia de publicidad. Lanzamos esta plataforma y, con muchos años en el circuito, nos dimos cuenta que, para desarrollarse, el freestyle tenía que seguir caminos similares al skate, el surf o la UFC”.
—¿Por qué el skate, el surf y la UFC?
—Porque las modas perecen y los deportes, perduran.
Y sigue: “Al trabajar en publicidad, nosotros veníamos de crear campañas para marcas. Ese era nuestro bagaje y no sabíamos nada del mundo empresarial. En 2014 armamos este proyecto como un ‘trucho’ para vender nuestro book y conseguir trabajo”.
Lo ofrecieron entre sus clientes sin éxito y su jefe empezó a mirarlos diferente: “La próxima vez que lo ofrezcan, ¡a la calle!”, les dijo.
Con esa visión de disciplina deportiva, Asier y Pedro erigieron un proyecto que también guardaba una pata cultural: Urban Roosters.
Más quien aguanta es el que existe: “Estábamos convencidos de lo que necesitábamos para ser lo que somos”. Insistieron con otros clientes, se presentaron en incubadoras, cerraron con aceleradoras de startups, tuvieron sinergias con diversas organizaciones.
“Tuvo una buena acogida la competitividad”, recuerda.
Javier Ureña, Isabel Moreno y Asier Fernandez presentan los Premios Emprendedor. 04-04-2016. Miguel Herreros.
En tanto, el grupo de creativos siguió afinando la idea durante los fines de semana. “Nos pusimos cabezones”, sostiene.
Y continúa: “Lo presentamos a un concurso y nos eligieron entre 900 proyectos. Eso nos dio mucha repercusión. Conseguimos un socio capitalista. Fuimos a representar a España al Mundial de Emprendedores. Esos viajes nos explotaron la mente. Nos ayudaron a encarar cómo pensar en el proyecto que teníamos en marcha”.
Los primeros pasos de un negocio fabuloso
Así, con el andar, el fuego del business estaba encendiéndose. “Empezamos a rankear a diferentes competencias. Nos fijábamos si tenían premio en dinero, repercusión, trayectoria. Todo eso lo categorizamos y asignamos puntos”, recuerda. Aquel primer gesto surgió en 2015 y, de ese envión, se erigió la base para la Federación. “Profesionalizamos el sistema”, sigue Fernández.
En suma, la idea de una liga profesional debía concretarse con los mejores. Sin embargo, detectaron que el freestyle tiene una noción subjetiva. Entonces, para ordenar competencias, decidieron innovar con dos elementos que son medulares para el diferencial de su negocio: la votación y el formato.
“Había que objetivizar un poco la disciplina. Con la Freestyle Master Series buscamos un freestyle más completo”, asegura.
De esta manera, lanzaron un primer piloto de la FMS en España y fue, en sus palabras, “la primera que sustentaba convertir a esto en una profesión”. Esta primera liga encendió la mecha aspiracional para miles de jóvenes.
A partir del éxito español, luego vino Argentina. “Al principio nos costó, pero ahora nuestro estandarte”, sostiene.
Al año siguiente llegaron México y Chile. En 2020, se sumó la liga peruana. Luego vinieronla peruana, la colombiana, la brasileña y la internacional.
—¿Cuál fue el punto clave del éxito del negocio?
—La repercusión. Y coincidió en la fase en que estábamos en la aceleradora. Aprendimos a focalizarnos. Lo mejor que tuvimos fue eso: aprender a hacer poco, solo freestyle. Con esto, surgió la FMS y creo que fue un punto clave.
Los desafíos y las nuevas coordenadas de la FMS
Entretanto, las compes profesionales de freestyle se han masificado en todo el mundo. “Las competencias de freestyle existen desde que existe el rap”.
Identifica Asier: “En Japón están igual de desarrollados que nosotros. En Brasil están explotando. Y luego estamos viendo que se está globalizando. En Alemania salió [una liga] con el mismo concepto de FMS. En el fondo, todos compiten por más visualizaciones. A nosotros nos gustaría meter el freestyle competitivo en Estados Unidos”.
Entre los principales desafíos, la FMS pasó por diferentes etapas. La primera, tuvo que ver con crecer en audiencia, alcanzar repercusión y ganar reconocimiento.
Después, llegó la hora de conseguir financiación. “Nos decían: ‘bien, pero ¿cómo lo monetizarán?’” Entonces, llegó la época de validar su proyecto con marcas que pudieran estar interesadas en el freestyle. “En el segundo año de la liga española conseguimos que JD Sports se nos uniera como patrocinador. Eso validó que había marcas que estaban dispuestas”, recuerda.
Por eso, las convenciones del rap callejero y sus estereotipos empezaron a borrarse. Una nueva narrativa de negocios de hip-hop comenzaba a escribirse. “Eso supuso un cambio importante. Otras marcas empezaron a confiar y conseguimos más financiamiento”.
—¿Y qué pasó con los otros jugadores del sector?
—Hemos competido duro con Red Bull porque nuestros recursos son diferentes. Hemos sabido aprovechar esa ola, ponernos a la rueda y generar repercusión con diferentes campañas en diferentes momentos. Tuvimos micro batallas que iban haciendo mella. Ha sido difícil porque Red Bull es un gigante enorme.
—¿Cómo lograron sumar a Red Bull: Batalla de los Gallos, el principal producto de la competencia, a su sistema de puntuación?
—Fue la propia evolución. Red Bull siempre fue la competición por excelencia pero tenía una gran fuga de talentos. Te ofrecía un escaparate pero, como no cobrabas un sueldo, campeonar no invitaba a que volvieras a intentarlo. Hacerlo era perder el prestigio. Nosotros logramos generar una estabilidad para los chicos. Sabíamos que eso iba a tener incidencia en los competidores y en la propia disciplina. Fue estratégicamente de cara a la competencia. Si no hubiera pasado todo eso, hoy no estaríamos aquí. Todo pasó también por la competencia con Red Bull, porque podíamos haber claudicado. Fue un momento duro, pero nos sirvió como gasolina.
Urban Roosters, el verdadero ‘Make It Real’
Hoy por hoy, Urban Roosters mantiene unos cientos de empleos estables, más todos los oscilantes que aparecen con los eventos en vivo.
Durante la pandemia, por la crisis económica, Urban Roosters perdió patrocinadores, dejó de cortar tickets y sucumbió su proyección como modelo de negocios. “Nosotros queríamos dejar de depender del ticketing, pero el 70% de nuestros ingresos como compañía venía de ahí”, reconoce.
En consecuencia, este sacudón los hizo reconvertirse, integrarse con otro tipo de contratos, vender derechos de televisación y generación de contenido. Al respecto, se explaya: “Otros productores ven el negocio a corto plazo. Nosotros, a lo largo. Pero para eso hay que invertir”.
Pese a ser los más grandes del mercado, en comparación a verticales emergentes como los e-sports (otro de los deportes tendencia pero, también, burbuja), las facturaciones no son exorbitantes. Aún así, el crecimiento de Urban Roosters es firme: “En 2016 facturamos $16.000 euros. En 2017, $200.000. Para 2018, $700.000. Y en 2019 unos $2.4 millones”.
—¿Estás feliz?
—Es difícil. Si tengo que decidirme entre más o menos feliz, estoy feliz. Hago lo que quiero. Es complejo estar en una startup. De hecho, estuvimos varias veces a punto de morir, pero nos hemos acostumbrado. Estamos acostumbrados a jugar con el riesgo. Soy feliz con la lengua afuera.
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