Porrerxs Exitosxs: Ignacio Torrejón – Un Creador Multifacético con Aroma a Pizza 420

Este especial fue posible gracias a la Fundación Gabo y el Fondo para investigaciones y nuevas narrativas sobre drogas.

• Ignacio Torrejón
• Fundador Buena Flora
• Chile

Desde lo alto de una torre en Ñuñoa, una comuna residencial al nororiente de Santiago de Chile, sale un aroma a pizza fresca que permea todo el barrio. Los transeúntes y uno que otro conductor que pasa por la zona con sus ventanas abiertas alcanza a antojarse con el aroma que entra sin anunciarse, deleitando a los potenciales comensales, inconscientes de que buscan una pizzería inexistente. Ansiosos, no se dan cuenta de que la masa se hornea y el queso se funde desde la terraza de Ignacio Torrejón, el responsable de perfumar la ciudad que ha sido su hogar desde 2009, año en que dejó su natal Punta Arenas—donde el sol acaricia el Estrecho de Magallanes—para estudiar Diseño Crossmedia, Innovación, y Marketing.

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¿Y las pizzas que prepara en su terraza? Son de Nancy’s Pizza, un hobby pandémico, una pasión por aprender cosas nuevas, por explorar cómo se hace la masa madre perfecta, y una excusa para poder armar una comunidad. En cierta manera también es una manera de camuflar el olor a cannabis que de repente se filtra por las ranuras de su puerta, permeando los corredores de su edificio. Y eso que Ignacio no consume cuando cocina. Tanto en el menester de cocinero como en sus otras actividades diarias (que incluyen crear contenido para su plataforma cannábica, Buena Flora, y ser padre de Celeste, su hija de dos años), Ignacio ha dedicado toda su energía a la hora de desempeñar sus labores responsablemente—dándole suficiente atención a cada acto. Tiene un calendario finamente organizado para darle espacio a cada una de sus pasiones y trabajos, asegurándose de estar completamente presente a la hora de ejercerlos.

Ignacio es un creador multifacético, un personaje ecléctico al que le gusta hacer un poco de todo para evitar el aburrimiento. Debemos imaginarlo como chef, diseñador, y productor de contenido, vestido usualmente al mejor estilo urbano de las subculturas que lo mueven: gorra de skate, buzo grande a lo rapero, zapatillas como las que usan los breakdancers y grafiteros. Al final es un millennial apasionado por la estética y el aprendizaje, un treintañero que sabe que el tiempo es corto, y que hay mucho por hacer. Este sentimiento lo acompañó desde muy temprana edad, cuando el colegio no lograba suplir su necesidad por mantenerse ocupado; su creatividad reprimida se convertía en un desespero que lo acompañó a lo largo de la escuela, una época en la que sufría los embates de salud mental que nunca logró comunicar.

Ilustración cortesía de Chya Taller

Parte de sus crisis emocionales se daban por verse forzado a estudiar temas que no le llamaban la atención. Descubrió la asignatura de Historia del Arte que comenzó a ver el mundo con otros ojos, detonado por los muros coloreados de Punta Arenas, inspiración para que años más tarde fundara la Revista Dope, una publicación impresa y digital dedicada a registrar el arte callejero en Chile (un emprendimiento que terminó mutando para convertirse en Street Kids, un libro para colorear y aprender sobre el graffiti nacional). La creatividad de Ignacio Torrejón viene impulsada por su compañera sentimental, Romina, con quien fundó Estudio Migrante, una productora de diseño y creación de contenido que tomó vuelo y cruzó fronteras: juntos viajaron por los epicentros cannábicos del mundo—California, Oregon y Barcelona—para terminar siendo llamados de vuelta a Santiago, convocados por la vida para ser padres.

Buena Flora, un club para los amantes de la cannabis en toda América Latina, fue creciendo paralelamente. “El cannabis llegó a mí desde muy jóven, pero fui yo quien llegó a la comunidad”, dice Ignacio. “Desde que la posibilidad de usarlo me ayudó a explorarla. Dormía mejor. Estaba más descansado. Con el cannabis me sentía en casa,” me comenta Ignacio. “Entre más lo conocía más me daba cuenta de que había mucho por hacer; me entusiasmó saber que podía aportar al movimiento con lo que sabíamos: producir contenido. Cuando nació Buena Flora no había casi podcast de cannabis en español. Lanzamos con el eslógan: sólo buenas vibras”.

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Rápidamente, el programa audiovisual y su registro de podcast abriría un espacio para cultivadores y usuarios que buscaban contar su historia y conectar con aquellos interesados en redefinir el paradigma frente a la manera como se trata a la planta. El resultado más icónico hasta ahora sería Hablemos de Weed, un espacio donde más de 50 invitados han contribuido con sus historias personales en cuanto a su relación con la planta. (En abril del 2022, Buena Flora pasó a ser registrado oficialmente como Centro Cultural, un modelo que les permite agrupar a todos quienes estén interesados en la cannabis y la creación de una cultura post-prohibición).

Chile aún no cuenta con una regulación de la planta; existe el proyecto de ley que el Congreso Nacional aprobó en 2016, el cual despenaliza el consumo de la cannabis y su uso privado en contextos medicinales, espirituales, y recreativos. Sin embargo, la Ley 20.000 del 2005 aún sigue vigente, prohibiendo el comercio de estupefacientes y sustancias psicotrópicas—castigado con un mínimo de 541 días y hasta cinco años de cárcel—prohibiendo el consumo colectivo. Sin embargo, cabe notar que desde el 2015, bajo el gobierno de Michelle Bachelet, el Ministerio de Salud autorizó la elaboración comercio de medicamentos derivados de la planta.

“Aquí prácticamente todo el mundo fuma”, dice Ignacio con su sonrisa característica, mientras comparte un porro virtual. “Pero no siempre somos abiertos con el consumo. Chile sigue siendo un país muy conservador, a pesar de que estamos avanzando rápidamente hacia el replanteo de nuestras libertades. Y eso que aquí el consumo personal está decriminalizado”, continúa, algo sorprendido de que aún no haya una masa crítica tomando ventaja de sus derechos.

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Ignacio cree haber entendido la forma de lograr que su trabajo en el movimiento tenga mayor impacto: un viaje psicodélico con psilocibina en el 2021 le abrió la mente y le “mostró la necesidad de cuidar la planta; ya no se trata sobre mi relación con ella como consumidor, sino como una forma de proteger la cannabis.” Ese enfoque amparador pudo habérselo dado también el hecho de convertirse en padre, de dar el salto de adulto joven a tener una responsabilidad innegable frente a Celeste.

“La paternidad cannábica conlleva los mismos deberes que tienen los padres consumidores de otras sustancias”, dice Ignacio. “Ella tiene presente que esta flor es mi medicina y que existen espacios y momentos donde la consumo; soy muy consciente de su espacio y procuro usarla en la habitación donde trabajo o en la terraza”. Ese mismo balcón desde donde sale el olor a pizza, le pregunto, a lo cual me aclara que nunca combina ambas. “Parte del éxito a la hora de consumir es saber cuándo hacerlo y cuándo no—es sentirse bien en cada etapa de la vida”.

Ilustración cortesía de Chya Taller

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