La Mercantilización de la Tristeza en la Zona Más Oscura de TikTok: Depresión, Ansiedad y 'Coaching'
Por Daniel Alonso Viña
El video, con más de 800.000 ‘me gusta’ en TikTok y más de 44.000 comentarios, es muy desagradable. Los comentarios son aún peores. En la grabación, un hombre de unos 40 años comienza soltando un mensaje altamente sensible para captar la atención: “Tres formas de suicidarte sin dolor”. Después de una pausa dramática, mira fijamente a la cámara y, como queriendo disuadir de esta idea a quien lo ve, pregunta: “¿Pero qué hacés ahí? Deslizá”. Luego hace una mueca de compasión, con una música triste de fondo, y termina su pequeño discurso: “¿Estás bien? Cansado de caerte, ¿no? Vamos, nos levantamos, levantémonos juntos, de todo se puede salir”.
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El hombre tiene 356.000 seguidores y en su perfil aparece un enlace directo a su página web, en la que se presenta como coach o entrenador de la mente, una definición autoasignada que prolifera en redes, usada por quienes prometen ayudar a otros con problemas de malestar o salud mental sin ningún título oficial que avale su capacitación profesional para abordar estos asuntos. La biografía del señor en cuestión, que está contada en un apartado de su web, tampoco acredita estudios profesionales de Psicología. Lo que sí se puede encontrar allí, por 25 dólares, es el libro en el que relata su ‘proceso de transformación’. También ofrece talleres para la gestión de emociones que cuestan 50 dólares y otros para la gestión y el desarrollo de la “marca personal”.
No es muy difícil llegar a estos videos. Redes sociales como TikTok o Instagram pusieron en marcha barreras en el acceso a menores y los contenidos sensibles, con advertencias y restricciones que se activan cuando el usuario hace búsquedas relacionadas con el suicidio, las autolesiones, retos o actividades potencialmente peligrosas o que puedan inducir a trastornos alimentarios; pero no son suficientes. Al introducir la palabra “suicidio”, la aplicación china muestra una pantalla sin videos y unos enlaces sobre cómo conseguir ayuda profesional. Pero, al escribir otras variables con esta misma idea —que no mencionaremos para no facilitar el acceso a esos contenidos—, el resultado es una serie de videos en los que se habla, de una forma oscura y peligrosa, sobre depresión y otros trastornos de la salud mental.
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Uno de los usuarios que vio el video del hombre mencionado anteriormente solicita en el primer comentario que aparece, y que tiene cientos de ‘me gusta’, esos “consejos” para cometer el acto. Las respuestas son demoledoras porque la gente responde a la petición del usuario. Pero las barreras de moderación de TikTok no llegan tan lejos, y esos comentarios llevan en la aplicación desde el 2022. Entrar en este nicho de contenidos también condiciona el algoritmo, que terminará sumiendo al usuario en una espiral de contenido afín a este. Si la aplicación observa que el usuario se engancha más a ese tipo de videos que a otros más alegres, tenderá a mostrar cada vez más contenido similar. Algo que la Ley de Servicios Digitales (DSA, por sus siglas en inglés), que entró en vigor en la Unión Europea el pasado agosto, está tratando de acotar reclamando a estas plataformas mayor transparencia en sus algoritmos.
El nicho de la tristeza en TikTok y otras redes sociales es vasto y acumula millones de visitas. Con palabras claves como “depresión”, “ansiedad” o “tristeza”, la gente hace videos en los que se muestra llorando, cansada de la vida y aparentemente incapaz de encontrar una salida a su desesperación. También proliferan aquellos con hashtags como “sadboy” (chico triste) o “sadgirl” (chica triste), en los que se mezclan este mismo tipo de videos con otros que recogen fragmentos de películas o series para enmarcar este sentimiento —produciendo una suerte de estetización de la tristeza— y comentarios de ánimo y consejos para superar ese valle de tristeza con otros de gente que está en la misma situación desesperada y busca ayuda.
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“Nos preocupa sinceramente el bienestar de los miembros de nuestra comunidad y deseamos generar felicidad, enriquecimiento y unión”, dice TikTok sobre su política de salud mental. “Trabajamos para asegurarnos de que todo ello tenga lugar en un entorno propicio que no afecte negativamente la salud psicológica de los usuarios”, continúa. Pese a las proclamas, los usuarios siempre encuentran un nuevo lenguaje común para hablar de estos temas. En inglés, en vez de “suicide”, hablan del tema bajo nuevos términos que, como apuntaban desde Wired, están creando un lenguaje paralelo en torno a las ideaciones suicidas. Esos y otros vocablos como “tristeza”, “ansiedad” o “depresión” acumulan centenares de videos sin regular en los que se ofrece un falso apoyo a la persona que los ve o consejos de dudosa calidad que reproducen cada día las personas más vulnerables de la red.
El problema es tan grande que hasta Amnistía Internacional emitió, a principios de este mes, el resultado de una investigación sobre el tema. No es nada alentador. La organización, después de trabajar con el Algorithmic Transparency Institute y AI Forensics, concluyó que “el sistema de recomendación de contenidos de TikTok y sus prácticas invasivas de recolección de datos suponen un peligro para los jóvenes que utilizan la plataforma”. La principal razón: “Amplifican contenidos depresivos y suicidas que podrían empeorar problemas de salud preexistentes”.
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En un perfil similar al mencionado al principio de este artículo, otro usuario comparte contenido sobre salud mental y contesta en sus videos a preguntas como: “¿Por qué lloro?”. Se describe como “coach en PNL” (programación neurolingüística), que él define como la “disciplina que estudia la excelencia humana” después de haber realizado un “máster” online hace unos años que, dice, le “cambió la vida”. Uno de los cursos que ofrece el enlace al que lleva su perfil promete ayudar a “sanar a tu niño interior” y otro ofrece “capacitación” para vivir sin ansiedad. Tampoco parece tener ningún título oficial y como toda formación menciona una habilitación que habría pagado hace unos años con el “coach número uno de Latinoamérica en programación neurolingüística”, asegura a través de mensajes de TikTok.
Este segundo perfil defiende que creó la cuenta “específicamente para aportar valor sin fin lucrativo”, y luego pasa a compartir su teoría de por qué la gente está mal y qué es lo que tienen que hacer para estar bien. “El gran problema de las personas que están pasando por temas de ansiedad o una posición similar es que no están dispuestas a hacerse cargo de sus vidas”, asegura. Tiene un video, con casi 480.000 ‘me gusta’ y 6,3 millones de reproducciones, en el que pretende ayudar a quienes lo ven al otro lado de la pantalla a diagnosticar su ansiedad. Lo peor no es el video, son los comentarios, que varían entre gente que revela que tiene problemas y necesita ayuda —entonces el autor les recomienda otro de sus videos— y aquellos que, a su vez, ‘ayudan’ con consejos. “Buscá en Internet ejercicios de cómo tratarla”, recomienda a una persona que, a partir de su video de dudosa profesionalidad, “acaba de descubrir” que tiene ansiedad.
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“Si hablamos de salud mental, acudir a un coach sin formación puede producir más daños que bienestar en la persona”, opina la psicóloga Sandra Ribeiro a elDiario.es. Y comenta su frustración ante la poca información a la que tiene acceso la ciudadanía sobre los peligros derivados del uso de estas aplicaciones. Ribeiro tiene un centro en Madrid especializado en adolescentes y jóvenes, y observó de cerca el efecto nocivo de las redes sociales en una personalidad que todavía no está completamente formada y no es capaz de discernir la calidad de la información que consume. En su práctica clínica se enfrenta a jóvenes que desarrollan conductas violentas y antisociales cuando sus padres intentan limitar el tiempo que utilizan las redes sociales. “Estamos utilizando una tecnología que no comprendemos y que no controlamos”, añade.
La psicóloga se encontró con casos en los que el joven empieza a desarrollar problemas de salud mental a raíz de su consumo de redes sociales. “A veces el adolescente ve ese contenido y la cantidad de likes que tiene la persona. Eso produce una respuesta social positiva que le lleva a decir: ‘Voy a hablar yo del mismo tema’. Porque piensa que esa persona gusta mucho y, a estas edades, los jóvenes se mueven por imitación, no tienen los recursos psicológicos para no imitar”, cuenta Ribeiro. “Hay adolescentes que vienen con un bagaje complicado, pero también hay otros que aprenden a imitar el comportamiento para conseguir atención”, dice. Eliminar por completo estos dispositivos y aplicaciones de la vida de los jóvenes no es siempre una solución posible o compaginable con los recursos y formas de vida, pero empiezan a surgir grupos de padres que se organizan para ello.
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Cada vez aparecen más famosos (modelos, deportistas, cantantes) que exponen sus problemas de salud mental en las redes. Bella Hadid, una de las modelos más cotizadas del mundo, con un Instagram de apariencia impecable según los cánones, rompió los estándares en 2021 cuando apareció llorando y hablando sobre sus problemas de ansiedad y avisando a sus fans de que “las redes sociales no son reales”. Cuando personas con alta repercusión mediática salen en redes exponiendo sus problemas de salud o salud mental, el efecto que tienen en la sociedad puede ser beneficioso. “Nos ayudan muchísimo a visibilizar el problema y a que la gente aprenda a pedir ayuda”, asegura la psicóloga.
Sin perder de vista que a veces esa visibilización puede ser pervertida o usada como reclamo por parte de algunos usuarios para ganar visitas, la psicóloga apunta que parte de la solución pasa por educar a los adolescentes en los peligros de estas aplicaciones, pero sobre todo a los adultos. “Si yo estoy informada puedo ayudar a mi hijo, educarle para que tenga un pensamiento crítico, activar el control parental en los celulares, exigir el derecho de ver el contenido que consumen nuestros hijos en las redes sociales”, explica Ribeiro. Y sobre todo, huir de la gente que vende servicios de coaching para resolver esos problemas. “En las redes sociales vemos a mucha gente aplicando frases motivacionales que pueden ser totalmente dañinas para personas con cuadros depresivos. La persona se sentirá más incapaz, culpable y presentará altos niveles de estrés”, asegura la psicóloga. No es que la persona no quiera levantarse de la cama, es que no puede. “Pero tenemos que educar a la población en general, solo así podríamos empezar a salir de esto”, concluye.
Vía elDiarioAR.
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