Muerte y Resurrección, Arte y Cannabis con La Valenti
El pasado 3 de noviembre fue la listening party de R Chop, primer álbum de La Valenti. “Fue muy emocionante: estábamos todo el equipo con el que lo produjimos más amigues y demás, 150 personas y pasó algo que no me esperaba: todo el mundo estaba llorando”, cuenta Valentina Soria, aka La Valenti, sobre la presentación de su colección de 7 canciones que van del rap al R&B y de la música folclórica y al jazz.
El nombre del disco, R Chop, está inspirado en el esquema tratamiento de quimioterapia que recibió: un proceso absolutamente destructivo pero que le salvó la vida.
Nacida en Córdoba, criada en Neuquén y radicada en Buenos Aires desde los 17, Valentina Soria se enteró que estaba enferma con linfoma de Hodgkin en 2020. Eso la llevó a tener que volver a vivir con sus xadres en Neuquén mientras atravesaba el (muy invasivo) tratamiento. Al volver a Buenos Aires, con el alta, comenzó el proceso de creación de R Chop, el disco.
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“Para mí es otro nuevo esquema y otra representación de la palabra. Si la buscás en Google ahora solo tiene un significado. Este es mi esquema: mis antídotos, las drogas que yo elegí para que estas canciones sanen. La poesía y la música son los pilares más fuertes”, dice la artista.
Cuando La Valenti se enteró de que tenía cáncer se propuso escribir un libro y terminarlo para cuando le dieran el alta. Quería documentar sus experiencias y hablar de la enfermedad desde un enfoque distinto: ser mujer y estar enferma, ser joven y estar enferma, ser artista y estar enferma, estar enferma en un mundo capitalista y durante una pandemia…
“Nadie habla de la enfermedad, es hablar de la muerte”, cuenta la cantante. “Y si no me daban el alta… bueno, se terminaba conmigo”, agrega con la risita de alguien que sabe que está diciendo algo oscurísimo pero que afortunadamente quedó atrás. Casi todas las letras de R Chop se desprenden de éste libro, que (muy) afortunadamente logró terminar.
Un esquema de sanación propio
El álbum está grabado en vivo con banda y todos los temas salieron en una sola toma. Para ésto, ensayaron durante dos meses todos los días antes de encerrarse a grabar. “Hicimos muchas tomas de cada tema y nos tomamos un día entero para elegir la toma única de cada uno”, cuenta.
Luego siguió un trabajo muy minucioso y artesanal de postproducción y de mezcla: “Eso hace que suene como suena y no como una live session”, explica.
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El álbum viene acompañado de una película, un video por cada tema más una intro y una outro. Ya está disponible a forma de lista en YouTube. “Ella llega a una sala de espera, se pone los auriculares y empieza a vivir todo el tratamiento. Y cuando termina sigue ahí y no sabe si la llamaron o no… Ah, sí, yo siempre hablo de La Valenti en tercera persona”, cuenta Valentina.
Buscar el lugar para poder trabajar de esta manera no fue tarea sencilla. Necesitaban un estudio grande donde pudiera estar la banda tocando en una sala y ella cantando en otra, en simultáneo.
“Volví al lugar donde nací a grabar mi primer disco”, dice La Valenti. Fueron a Sonoramica, un estudio cordobés que quedaba arriba de una montaña de cuarzo blanco. “Veía a la banda en una sala, al percusionista que también estaba separado ,y después, toda la montaña en 360”, recuerda fascinada.
Recluídxs ahí lograron la experiencia emocional inmersiva que Valentina consideraba que el disco necesitaba. “Si queremos que el disco esté vivo y atraviese necesitamos que la experiencia nos atraviese a nosotros”, dice,
“No podemos grabarlo acá en Capital, que estamos todo el día, encerrarnos en un estudio y a la noche irnos a dormir a nuestra casa. Necesitábamos dormir juntos, comer juntos, entrar en una y ver cuál era el resultado”. También grabaron todo el proceso en video y más adelante harán un documental.
El proceso del álbum duró nueve meses: “Fue un proceso de gestación real”, reconoce Valentina. La última semana la vivió como contracciones, con un dolor y una ansiedad tremendas, y ahora se siente liberada pero también haciendo un duelo: “El duelo de algo que ya no me pertenece”.
Todo en R Chop parece atravesado por el cuerpo y sus procesos biológicos. “El disco es escorpianísimo, la trama es escorpianísima”, ríe. El octavo signo del zodíaco es el que rige los procesos de transformación y encarna la muerte pero también la resurrección: el proceso de pasar por lo más doloroso, lo tabú, para resurgir. Sus amigas le regalaron la carta natal del disco: es de escorpio, ascendente en géminis y luna en piscis. A ella la astrología la interpela mucho y es un motivo que aparece más de una vez en sus canciones. La Valenti es “muy pisciana”.
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“Acuaria se llama así porque es una canción que le escribí al Flaco Spinetta”, cuenta sobre uno de los temas de R Chop. Spinetta no sólo es importante para ella como un artista y poeta que admira muchísimo: básicamente gracias a él ella existe, porque sus xadres se conocieron en un recital suyo.
‘El porro me salvó la vida’
A Valentina el cannabis le salvó la vida. O, mejor dicho, la ayudó a seguir teniendo ganas de vivir cuando su existencia era demasiado tortuosa.
La artista ya fumaba cuando se enfermó. Al empezar con la quimioterapia, se sentía ida por todos los medicamentos que estaba consumiendo: “Te dan pastillas para poder comer, para no vomitar, para ir al baño, para tener saliva en la boca… ese es el problema con el cáncer, la única cura que es la quimioterapia, que es un líquido rojo -y por eso todo el disco está atravesado por ese color- es sumamente destructiva. Si se cae al piso el piso se arruina para siempre ¿Entendés? Imagínate cuando entra en tu cuerpo”, cuenta.
A ese líquido, cuenta, le dicen “rubí de la muerte” o “diablo rojo”. “Ni bien entra a tu cuerpo te despersonalizás completamente”, recuerda. “Te dejan de funcionar todos los sentidos. Ves y escuchas peor. No tenés tacto. Los olores no son los mismos y todo tiene sabor a metal. Es una tortura. Pero eso es lo único que se conoce hasta ahora que combate las células cancerígenas”.
La marihuana la ayudó en ese proceso de varias maneras. Primero y principal le sacaba las náuseas que experimentaba casi constantemente. Cualquier olor o sabor le daba ganas de vomitar: y si se deshidrataba podía ser muy peligroso.
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De hecho volvió a fumar -y nunca paró- luego de la segunda jornada de quimio, cuando se deshidrató y terminó internada. “Después de eso llegué a mi casa y dije: ‘Me voy a armar un troncho gigante y me voy a sentar a meditar y a ver qué onda’. Me senté a meditar re loca y entendí todo lo que me estaba pasando”, recuerda. “Esto me va a salvar la vida, pensé, y ahí me dije: ‘voy a fumar todo el día, me voy a suministrar yo el porro y no le voy a contar a nadie, solo a mis papás’”. Se lo administraba como las pastillas: varias veces por día y como un relojito, porque el porro también la ayudaba a tener hambre y poder comer y eso, en la situación en la que estaba, era vital.
“Es lo único que te hace sentir mejor y ningún médico te lo dice”, lamenta. A ella el porro la ayudó a dejar varias de las pastillas que le daban para los síntomas.
El porro también la estimulaba en lo creativo en una época de su vida muy poco estimulante. Cuenta: “En Neuquén me armaba un porro y me iba al río. Y escribía. La canción ‘La Rapla’ la escribí ahí”.
Gracias a la marihuana se pudo mantener activa musicalmente, siguió sacando temas y hasta hizo un video. Y recuerda: “Todos me dijeron que no podía estar 12 horas en un rodaje y yo lo hice igual. Después estuve 3 días en cama, la verdad que mi cuerpo no podía, pero por lo menos lo pudimos hacer”.
Hoy, recuperada, sigue fumando aunque mucho menos. Los primeros dos meses de alta se la pasó fumando como fumaba cuando estaba enferma, hasta que sintió que era mucho. Hoy le gusta fumar a la noche sola en su casa cuando termina el día y ya no le quedan responsabilidades por delante. ¿Y para tocar? No le sirve, pero le encanta ensayar fumada.
Canciones en prosa
“El rap es algo relativamente nuevo para mí”, dice. Se considera, principalmente, una cantora. “Mi columna vertebral es el folclore”, afirma.
Ella comenzó haciendo canciones en la guitarra, luego pasó por una fase más pop y como paso siguiente se volcó a la producción. R Chop, su primer disco junto a su banda, guarda en su eclecticismo un poco de todo este recorrido artístico.
La Valenti encarna también otro formato, acústico, donde canta boleros y tango. “Me gusta mucho la interpretación”, devela, y aporta un dato: nunca estudió música pero sí hizo la carrera de teatro.
Sus canciones van y vienen del rap a la canción, de las estrofas habladas a los estribillos pop. Su proceso compositivo es singular: La Valenti escribe primero en prosa para que le resulte más fácil ubicar las palabras y los versos, después. Luego ve que ritmo le pide esa poesía. “La misma estrofa la puedo hacer rap o copla o una canción melódica”, dice.
Por ejemplo, el primer verso de rap de la canción “La Santa” tiene la misma letra que la última que se llama “Chaca” y es un candombe: misma letra, distintas interpretaciones.
No es de componer con melodías en la cabeza, asegura. Siempre aparecen las palabras antes y le interesa que, lo que quiere decir, quede bien plasmado.
Siendo R Chop un álbum que fue concebido en vivo, es lógico que Valentina sienta la urgencia de interpretarlo en vivo. El lunes 7 lo tocaron en Complejo ArtMedia en el marco del Primavera Sound en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el 23 van a telonear a La Mala Rodríguez en Niceto. En Buenos Aires lo presentarán en marzo y la idea es que lo suceda una gira por el país.
“Este es un disco que se hizo para salir a tocarlo”, se motiva.
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