PampaHemp: ‘Semillas de Futuro’ del Cannabis Argentino
Paulatinamente, al paso en el que avanza la regulación del cannabis en Argentina, el sistema político va advirtiendo la resonancia del tema en la agenda pública.
El futuro de la legalización es imprevisible. Por eso, las políticas de planeamiento buscan “semillas de futuro”. Es decir, hechos históricos, conocimientos y desarrollos tecnológicos disruptivos, que deben ser analizadas en el presente, para pensar escenarios futuros y sus desafíos.
Si de hechos históricos relevantes se trata, por estos días, PampaHemp, la primera empresa privada en firmar un acuerdo para la producción e investigación de cannabis medicinal con el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), recibió el primer envío de semillas desde Colorado, EEUU. Y, además, busca inscribir las propias.
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En un contexto internacional altamente regulado, la trazabilidad de las semillas es fundamental para crear una industria nacional de cannabis, generar empleo, agregar valor en origen, construir marcas regionales de cannabis, crecer y exportar.
Cannabis argentino: una industria que se ‘hace al andar’
PampaHemp es una empresa argentina de biotecnología que busca desarrollar un modelo agro-tecnológico nacional de producción de cannabis de grado farmacéutico.
Pablo Fazio es politólogo y coordinador operativo de PampaHemp. Su socio en PampaHemp, Sebastian Tedesco, es coordinador técnico y diseñador industrial (UBA), artista e investigador (IIAC-UNTREF) y cannabicultor con más de 25 años de experiencia.
Pablo y Sebastián hicieron camino al andar: desde registrar la empresa, hasta alcanzar la importación de semillas desde EEUU. Destacan que el camino no fue fácil y recomiendan, a quienes deseen entrar en la industria, “amigarse con la formalidad del régimen actual y armarse de paciencia, para recorrer los recovecos de la legislación más de una vez”.
“Desde el 2017, que se sancionó la Ley de Cannabis Medicinal, empezamos a tratar de darle vueltas a la posibilidad de de armar un proyecto alrededor del cannabis en Argentina”, comienza a relatar Pablo. “La Ley 27.350 no era la mejor plataforma legal, porque está muy de espaldas a la actividad privada. En aquel momento había una lectura restrictiva sobre la norma y la respuesta era que los privados no podían entrar”, narra Fazio.
“Empezamos a tener reuniones para plantear que en ningún lado, la ley decía que los privados estaban excluidos. Desde el Ministerio de Salud de la Nación nos dijeron que teníamos que hablar con el INTA”, agrega el politólogo.
Y sigue: “Fueron muchos meses de muchísimas reuniones. Nos ofrecieron que la actividad que nosotros queríamos realizar en nuestro campo en Lobos, se llevara adelante en unos invernaderos dentro de la estación experimental del INTA en Pergamino”.
El proyecto pasó por diferentes etapas hasta que, a fin del año pasado, PampaHemp firmó finalmente un convenio con el INTA.
—¿Cuanto tiempo les insumió el proyecto completo?
—¿Como mínimo? Y… como mínimo un año y medio. ¿Tal vez dos años? Desde que nos sentamos con el INTA hasta que firmamos el convenio. Sí, dos años tranquilamente.
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El primer paso de Pablo y Sebastián fue constituir la compañía, “porque si no, no podíamos presentar nada, ni un expediente”.
Entretanto, se ocuparon junto al INTA, de prever las medidas de seguridad para cumplir con los requisitos legales: “Un perímetro alambrado, que tenía que tener un control de acceso, videovigilancia y demás”.
Con respecto al trámite en sí, de importación de semillas, advierten que sólo fue posible después de obtener todas las autorizaciones.
“Esta es la realidad. Si vos no tenés una autorización del Ministerio de Salud, no podes hacer nada”. Además, advierten que las regulaciones fueron cambiando. Por eso, caracterizan esta etapa emprendedora como “avanzar en la incertidumbre”.
“Necesitamos cuatro autorizaciones para importar semillas”. Entre las cuales se encuentran la autorización del Ministerio de Salud de la Nación, que habilita a pedir la autorización en el INASE, donde se deben inscribir en el registro de cultivares, el SENASA, que realiza el análisis de riesgo de plagas y, por último, el ANMAT.
“Ese es un trámite que se hace entre los corresponsales de los servicios agrícolas de Argentina y el país de origen”, agrega Sebastián.
Para el Estado argentino, las semillas son una sustancia sujeta a control especial de acuerdo a lo que establece la JIFE, con lo cual, abundan los trámites burocráticos. “Seba, se ocupa de llevar adelante todos estos trámites y, de hecho, se ha vuelto un experto ‘nivel Harvard’ en hacer trámites online”, cuenta Pablo a El Planteo.
Semillas desde las Montañas Rocosas
Si bien en un principio contactaron con distintos bancos de semillas, Pablo y Sebastián se encontraron con ciertos obstáculos. Encontraron en un banco de semillas de Colorado “un balance entre lo que nosotros buscábamos, el punto de vista agronómico y las posibilidades reales de poder ingresar las semillas al país”.
Trilogene es un banco importante del estado de Colorado, en Estados Unidos, que ya había ingresado material a la Argentina. “De todas formas, las variedades que nosotros trajimos son diferentes a las que se habían traído anteriormente. Son variedades nuevas”, aclara Fazio.
Y agrega: “Siempre te van a pedir un certificado de origen, es decir: que esa genética esté registrada ante la autoridad agrícola del país de origen. Que muchas veces no existe. Hay un equilibrio que hacés al momento de elegir qué semilla traer. Porque, en el mundo, el marco regulatorio del cannabis está en constante adaptación”.
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PampaHemp importó dos variedades ricas en CBD y bajo contenido de THC. Una variedad es fotoperiódica y la otra autofloreciente y, asimismo, están en proceso de registrarlas para poder comercializarlas.
Pergamino y más allá: imaginando encadenamientos
Sebastián entiende que para poder producir bajo estándares farmacológicos, es necesario trabajar con otras empresas. De ahí nacen los encadenamientos productivos en la emergente industria del cannabis.
En sí, el proyecto tiene “una pata de investigación” y “una productiva”. La de “investigación” busca constituir un encadenamiento que genere un modelo nacional nuevo de producción de cannabis medicinal de grado farmacéutico.
Para eso PampaHemp se sirve de las sinergias que genera la estación experimental del INTA en Pergamino, donde funcionan 15 Agencias de Desarrollo Rural. Tanto Pablo como Sebastián destacan “el escenario productivo en Pergamino” porque “hay un montón de empresas de tecnología ligadas al agro” que están empezando a explorar.
Fazio abreva en la idea de articular la integración de soluciones tecnológicas. Internet of Things: un sistema de inteligencia artificial aplicada al cultivo, la automatización de invernaderos, el control de plagas mediante insectos y sistemas de nutrición vegetal, son solo algunas de las soluciones que mencionan.
Además, PampaHemp está trabajando en acuerdos con empresas argentinas con trayectoria en extracciones vegetales.
Las Loberas: potencial nacional para el crecimiento del sector
“Nosotros hemos pedido una autorización para inscribir una cantidad de genéticas con las que Sebastián venía trabajando desde hace 25 años, para poderlas utilizarlas y contar con cepas nativas. Vamos a tener genéticas de origen nacional”, afirma Fazio.
Sebastián se encuentra estudiando cómo estas genéticas, que llaman ”Las Loberas”, se adaptan en la Provincia de Buenos Aires. Asimismo, buscan identificar diferentes composiciones de cannabinoides y de terpenos.
—¿Qué efecto entrega La Lobera?
—¿Qué te puedo decir? Es… Es bastante cómica. ¡Eso! [risas]
El Futuro del Cannabis Argentino
La regulación equitativa del cannabis requiere una discusión informada: pensar los diferentes escenarios posibles, los consensos y los cursos de acción e involucrar a las partes de la industria, del movimiento y sus conocimientos para definir una estrategia colectiva que garantice la libertad de los productores nacionales y su inserción en la industria.
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Fazio cree que, si bien no ha visto un proyecto de legalización del cannabis de uso adulto que le resulte convincente, confía en el potencial de espacios como la Cámara del Cannabis de Argentina. “El debate sobre el uso adulto responsable es un eje vertical de desarrollo económico. No veo ninguna posibilidad de desarrollar una industria desde el punto de vista integral, si no incluimos el tema del consumo adulto responsable, su industrialización, comercialización y demás”.
Hace referencia a los datos de consultoras como Euromonitor, que reflejan el tamaño y la proyección del mercado de uso adulto de cannabis: USD 23 mil millones este año y USD 93 mil millones en 2025.
Sebastián nos explica la diversidad del mercado de uso adulto y su importancia para la economía: “Dentro del uso alto responsable hay segmentos y dentro del segmento premium hay estándares que son tan altos como el segmento medicinal. Entonces es muy interesante lo que se puede desarrollar a partir de la existencia de esa demanda”.
Fazio recomienda que el Estado regule para el crecimiento de la oferta privada de cannabis argentino. Cree que tiene que establecer las condiciones de producción, de seguridad, de trazabilidad, para el desarrollo de emprendedores, PyMes y grandes empresas.
“Sería absurdo pensar en que el ejército argentino produzca cannabis, por ejemplo”, aclara.
A Sebastián le preocupa que las licencias no dejen lugar a los cultivadores argentinos. “Hay todo un debate atrás de eso que tiene que ver con ¿cuántas licencias se van a dar en Argentina? ¿Y en base a qué criterios?”.
—¿Cómo les parece que viene avanzando la regulación del cannabis en Argentina?
—PF: Creo que a veces hay conductas contradictorias. Se quiere ser parte de la industria, pero no se quieren cumplir las reglas. Desde adentro tenés que pelear para que las reglas incluyan al resto, lo que no podemos es tratar de ser parte de una industria sin reglas. Hay una tendencia a querer ir por la banquina todo el tiempo y eso termina generando una colisión.
—ST: Mucha gente que está en el mundo del cannabis mantuvo su actividad a espaldas de la ley. Ahora que empieza a haber regulaciones, muchos se preguntan: ¿por qué ahora tengo que cumplir con las reglas?
—PF: El ejemplo más claro que tenemos es el caso del programa REPROCANN. Hay una cantidad de gente que no se quiere inscribir porque tiene que completar un formulario con datos personales. Creo que esa forma de pensar va a dejar a muchos cultivadores, a mucha gente que sabe mucho de cannabis, afuera de la actividad económica. Hay determinados sectores que tienen la expectativa de que la ley tiene que venir a legalizar lo que ellos vienen haciendo.
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—¿La reivindicación de un modo de vida?
—PF: Claro, ahora que hay ley, lo primero que hay que hacer es legalizar a todos los que vienen cultivando hace 20 años. En vez de decir ‘bueno, voy a adaptarme a las formas en la que la sociedad colectivamente elige ordenarse’. Lo que no podemos es querer que las cosas se adapten a nuestra perspectiva, porque si no, sería imposible construir cualquier tipo de consenso. No sirve desafiar el acuerdo colectivo todo el tiempo. Es una forma de entender cómo funciona el sistema democrático. Con todas sus imperfecciones que están a la vista. Pero tenemos que tratar de apostar a construir colectivamente.
—ST: Creo que está bueno tener siempre cierta insatisfacción, porque si no, tampoco avanzamos. Y eso es lo que vienen marcando los hechos. Primero salió una ley que era bastante parcial, la 27.350, que deja muchísimo que desear. Después, gracias a que eso existía, se pudo trabajar en una nueva reglamentación. Un avance enorme a partir de esa ley incompleta. Ahora estamos hablando de una nueva ley de desarrollo productivo y cáñamo industrial. Que se va a poder modificar y, entonces, empezaremos a hablar del uso adulto responsable. Es una construcción que se dio así, de modo progresivo, ¿no?
Fotos cortesía de PampaHemp
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