Revolución, Mito y Legado: ¿Por Qué Escuchamos a Tupac Shakur?
No hay que revolver mucho para advertir que Tupac se eleva por encima del sello mitológico. Le bastaron apenas 25 años para ser considerado por muchos (desde la revista Rolling Stone hasta la National Public Radio) como el rapero más importante de todos los tiempos.
Rapero, actor, poeta y activista, Tupac provocó y alteró el orden establecido. Y, con sus distintas pieles, siempre fue un paso más allá.
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Por eso, el libro Por qué escuchamos a Tupac Shakur, escrito por la inquieta Bárbara Pistoia (especialista en temáticas vinculadas con el racismo) y editado por Gourmet Musical, busca ahondar en los motivos por los que el artista se volvió esencial, indiscutible y verdaderamente único.
Tupac, el mito
Durante toda su vida, Tupac logró un alto impacto social y cultural. Evocó una nueva fe política y un lenguaje hecho a cuerpo, semejanza y necesidad de los márgenes. “Es un sentido mitológico a fuerza de representación popular”, apura la autora.
“La construcción del mito no solo sucede por fuera de una comprensión temporal y moral, sino que es más bien terrenal, trasciende el sentido poético, porque esos hombres no fueron solo poesía o simbolismos, sino que se hicieron cargo de su condición y de su lugar en la historia, de su punto de partida”, continúa.
Encarnando la idea de “artista comprometido”, Tupac entronizó luchas sociales ligadas a la revolución.
Una revolución heredada por la carne, por la sangre, por su propia familia. “Cuando repasamos el linaje familiar de Tupac entendemos que era inevitable que eso sucediera. Él mismo lo dice de una forma muy hermosa, cuando se refiere a la lucha revolucionaria como ‘lo que le tocó heredar’. Otros heredan mansiones o empresas. Él heredó una visión social profunda e integral”, explica Pistoia.
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Foto por Albert Watsons para la película Juice
Hijo de Afeni Shakur, una de las representantes del partido Pantera Negra en New York, Tupac tuvo una infancia dura e intensa. Incluso escapó de la persecución del FBI, sobrevivió a la extrema pobreza y se crió viendo a sus familiares en los carteles de “más buscados”.
Sin embargo, aún con todos estos vaivenes, a pesar de las ausencias y de los hiatos, mantuvo una relación de comprensión mística junto a su madre y a su hermana Sekyiwa.
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Por caso, su padre, Mutulu Shakur, líder revolucionario, todavía está detenido a pesar de su edad y de estar muy enfermo.
La búsqueda por la justicia social
En medio de la decadencia del presidente Ronald Reagan, de la expansión del crack, del punto más alto de la guerra contra las drogas y del clima de tensiones raciales, Tupac forjó una personalidad sólida, propositiva e inquebrantable. “Aquella no era una Norteamérica muy diferente a la del presente, y ni hablar a la que vimos en 2020”, suma Pistoia.
En su lucha, el sofisticado rapero buscaba la justicia social.
Amplía la autora: “Perseguía una justicia económica y racial, pero a veces hay que aclararlo, subrayarlo y exaltarlo puntualmente, porque son tiempos en los que hay demasiado consumo estético y creencia en lo que se pronuncia más que en lo que se hace”.
Y Tupac se pronunció, pero también hizo. Mucho. Y mucho más.
En distintos pasajes, Por qué escuchamos a Tupac Shakur sostiene que el artista tenía un espíritu feminista y justicialista. “No hay justicialismo si las mujeres permanecen oprimidas y violentadas”, sostiene.
Thug Life
Como la mayoría de los artistas del hip hop, Tupac le escapó a la etiqueta de rap gangsta. “Yo no hice a Estados Unidos así de desigual, yo no inventé el delito, las drogas, la vida en los guetos. Yo sólo nací ahí. El que me dice gánster no me está escuchando, y el que me quiere callar lo hace porque me escuchó y sabe lo que implica que diga lo que estoy diciendo”, dijo con el cuerpo, como todo lo que decía, Tupac Amaru Shakur.
“Quiso resignificar el concepto de ‘matón’. De hecho su código de vida y su plan de organización comunitaria llevaba el nombre de ‘Thug Life’. Lo que él no quería era que, por esas etiquetas y por los conceptos que se instalan a partir de las políticas de criminalización, no escuchen lo que estaba diciendo”, agrega la periodista.
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—Más allá de fumarla, ¿qué opiniones encontraste de Tupac a propósito de la marihuana?
—A diferencia de Redman, Snoop Dogg o Method Man, por nombrar solo algunos, que con los años fueron haciendo una narrativa y militancia ahí, Tupac no tiene un discurso posicionado sobre la marihuana. Sí la fumó y mucho, en exceso, hasta llegar a decir que le hacía mal en los tiempos de ansiedad y paranoia.
Más allá de las canciones y de sus hábitos de consumo, la figura de la marihuana aparece en su obra bajo lecturas, posicionamientos y demandas que se oponían a las políticas racistas de la guerra contra las drogas y al negocio de la encarcelación masiva que promueven esas políticas.
La configuración de su figura política y mediática
El libro no se regodea en sus logros artísticos (cuatro álbumes de estudio, otros tantos póstumos, un tendal de películas entre las que se destaca Poetic Justice, junto a Janet Jackson, récords y mucho, mucho más) ni en detalles googleables, sino que se impulsa a contrapelo de los buscadores de Internet y hace un lúcido close-up sobre la magnitud de su figura política y mediática.
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También, repasa su ADN revolucionario, la fuerza de sus actos, los fantasmas generados a partir de su brutal muerte (pone a Biggie como “víctima” de P. Diddy y no le tiembla la mano para hablar de la protección política y gubernamental de P. Diddy) y, fundamentalmente, se ensancha con la construcción del mito.
Allí, la historia, la música, la identidad y el personaje se funden y confunden.
Entretanto, Por qué escuchamos a Tupac Shakur es un libro necesario porque, en rigor, entiende al dedillo la dimensión del mito, sus urgencias, sus delimitaciones y su legado.
Sobre el legado, una pequeña apostilla de Pistoia: “Sin dudas, es Kendrick Lamar el que toma directamente su legado e inicia el propio partiendo desde donde quedó Tupac”, aventura.
—Siempre falta y falla el lenguaje para definir a los mitos, pero ¿quién fue Tupac?
—Fue el Malcolm X shakesperiano de esa generación que nos preparó para el mundo que nos esperaba en este siglo.
Foto de portada por Ken Nahoum para el disco All Eyez On Me
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