Citas y Cannabis, ¿Fumamos o No? La Respuesta de Este Experto en Seducción Te Sorprenderá

A algunos les da confianza, a otros los infla de miedo. A algunos les suelta la lengua, a otros se las esconde. A algunos les da igual, a otros –para bien o para mal- les cambia todo. La marihuana entró en nuestra cotidianeidad y, por consiguiente, se coló en el mundo del romance, el cortejo y el levante.

Por eso, sin tabúes, caretajes, ni sensibilidades de cristal, hablemos de tener citas fumados. De prender un churro antes de salir a la conquista. De confiar en el porro para disfrutar del viaje. O, por el contrario, de saber qué es lo que le sirve a uno y obrar en consecuencia.

Y el que aparece en la escena es Martín Rieznik, fundador de LevantArte, la primera escuela de coaching de seducción de América Latina, y co-director del documental Una Historia de la Prohibición: La Guerra de las Drogas Como Nunca te la Contaron. Rieznik sabe de levante y sabe de porro.

Amor en tiempos de swipes

Rieznik por H o por B, por T, por H o por C, se vincula cotidianamente con la marihuana. Y sobre el punto en cuestión, dice: “La cultura de las citas cambió muchísimo en estos últimos años. Antes las citas eran más… predecibles. Uno salía con alguien que conocía, al menos un poco: la prima de un amigo, la compañera de cursada, alguien del laburo. Había un contexto, algo previo que te daba cierto margen de seguridad”.

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Pero ahora, porque si hubo un “antes” hay un “ahora”, con la violenta aparición de las aplicaciones de citas y las oportunidades ungidas en los caireles de las redes sociales (que sirven para subir contenido foodie, buscar departamento, sumarse a ponzidemias o pescar con mediomundo en el océano del amor), el panorama es otro.

“La mayoría de las citas son con gente que nunca viste en tu vida. O sea, literal, nunca las viste. Se calcula que el 70% de las parejas hoy se conocen online. Un par de semanas de fueguitos, algún que otro like en Instagram, charlas breves que apenas rayan la superficie y, de pronto, estás frente a una persona que hasta hace cinco minutos era apenas un avatar. Las citas de hoy son un salto al vacío. Un ‘a ver qué pasa’ sin red”, continúa nuestro hombre de confianza.

El cannabis en las citas: ¿relajación o riesgo?

Ante este escenario de imprevisibilidad es lógico que las cabezas, los cuerpos, las mentes y la genitalia generen ciertos niveles de incertidumbre. Y que, en ese contexto, la marihuana se convierta en una tentación.

¿Y si prendo esa tuquita? ¿Y si le doy unas secas? ¿Y si me fumo uno antes de ir a la cita?

“Tiene todo el sentido. Querés relajarte, soltar un poco esa ansiedad que las primeras citas traen consigo… pero ojo con ese impulso porque creo que hay un par de cuestiones a evaluar: la primera es que uno muchas veces no sabe si eso va a relajarte un poco o va a hacer que pierdas la chispa y sobrepienses todo lo que hacés. ¿Cuántas veces fumamos con la intención de relajarnos y lo único que conseguimos fue paranoia y sentirnos observados, juzgados, invadidos por un pensamiento obsesivo de ‘se van a dar cuenta que estoy re loco’?”. Rieznik sabe de lo que habla.

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Vamos a ser honestos, porque para eso hacemos lo que hacemos: por más domada que tengamos la situación, por más que nos asumamos como gourmandises del churro, por más que en nuestra mente nos edifiquemos como Snoop Doggy Dogg, por más que Lord Byron sea nuestro role model, el pegue suele comprimir ciertos niveles de impredecibilidad. Pasa lo que tiene que pasar y no siempre pasa lo que queremos que pase.

“Varía según la persona, el momento, incluso el tipo de marihuana. No es lo mismo una Gorilla Blue Sativa con 25% de THC que un porrito de CBD que apenas te acaricia la mente. Por eso, lo primero es conocerse. Saber cómo te pega y qué tipo de marihuana estás consumiendo. Y aunque te sientas un sommelier del cannabis, convengamos que llegar a una primera cita recontra fumado, con los ojos más chinos que Jackie Chan, no es la mejor estrategia”.

La danza de la seducción

Volvamos al juego de la seducción, que se echa paso como la vida misma, que hasta tiene una arquitectura modélica (una estructura argumental) que responde casi a la lógica de mito griego.

En una cita hay una introducción, un nudo y un desenlace.

“La cita es claramente parte del desarrollo, quiero decir que ya hubo un inicio: algo les gustó o le llamó la atención lo suficiente como para querer pautar ese encuentro. Pero la cita no asegura nada. Es un momento de exploración, de ver si conectan. Y esa conexión tiene que fluir. Si vos llegás fumado y tu cita no, probablemente estén en mambos distintos. Y para que algo funcione, ambos tienen que vibrar en una frecuencia parecida”, identifica Rieznik. Veremos, entonces, qué pasa en el desenlace.

El impacto de las sustancias en la primera cita

Por caso, atención, lo mismo aplica para cualquier otra sustancia. Sigue el experto: “Llegar borracho, de hongos o duro a una cita es un suicidio social. Andá sobrio. Conectá desde ahí. Si después pinta un porrito y a los dos les gusta, genial. Hasta puede ser un buen ritual compartido: buscar un lugar más privado, fumar juntos, reírse, conocerse desde otro lado. Pero siempre de a poco y con cuidado. Nunca sabés cómo le puede pegar a la otra persona, y un mal viaje puede arruinar la noche”.

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¿Y qué pasa si a tu cita no le gusta la marihuana? Bueno, hay que tantear el escenario y es mejor saberlo antes. Si sabemos preguntar o inducir lo correcto, esta instancia no debería ser tan dramática de divisar.

“Es bueno indagar previamente en los gustos y hábitos de tu cita, para eso se encontraron, para conocerse. Una buena charla previa puede resolverte ese dilema: ‘¿Así que sos más del vino que de la birra? ¿Y con la María, cómo te llevás?’  Si le gusta ya sabrás cuál es tu próximo movimiento esa noche y si resulta que es más careta que el Doctor Miroli… bueno, evidentemente no es por ahí que van a conectar”.

Cómo el cannabis puede influir en la conexión

¿Y qué pasa en la intimidad? Acá, de nuevo, “el consejo es conocerse” (Rieznik dixit). “Si el porro te ayuda a relajarte y te pone en modo sensual, puede sumar. Pero andá de a poco, especialmente con alguien nuevo. En general, las sativas son mejores para conectar, charlar, reír. Las índicas, más para el momento del relax o el sexo. Pero, otra vez, todo depende de quién seas y quién tengas enfrente”.

Como con lo que canchereás, como con lo que decidís no alardear, como con ese dato que decidís guardarte para una segunda cita, como con lo que elegís deliberadamente para sorprender, como con la pilcha que elegís ponerte, como con todo (o sea, digamos), la clave en una buena cita es ser meridiano y, fundamentalmente, encontrar el equilibrio justo.

“No se trata de qué fumás, tomás o hacés. Se trata de conectar, de fluir juntos. Lo demás, si pinta, es un bonus”, corona el especialista.

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