Sexo, Drogas y Millennials: Eurotrip y la Ámsterdam de los 2000

A mediados de la década pasada, el cine norteamericano tuvo un fructífero renacer en la comedia. Y si nos posicionamos en el año 2004, la lista es sumamente amplia: Los Fockers, El reportero: la leyenda de Ron Burgundy, Team America: World Police, entre otras gemas.

En ese convoy de producciones jocosas, y antes del comienzo de lo que luego se conoció como Nueva Comedia Norteamericana, se encontraba un tipo de cine más ácido, por momentos extremo y con un sentido del humor alejado del “buen gusto”.

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Entre esos films que se erigían como una propuesta muy hot para la televisión, Eurotrip se posicionó como una de las películas más picantes de su época.

¿Se acuerdan de Eurotrip?

Producida por los mismos responsables de Road Trip, pero sin ser una secuela de esta, el espíritu de Porky’s (1981) y de American Pie (1999) se entroniza en Eurotrip, producción que decidió reflejar la relación de los jóvenes con el turismo y los excesos.

¿Visitar la Torre Eiffel, el Big Ben y los tulipanes holandeses? Nada de eso. Francia promete playas nudistas, Inglaterra borracheras y los Países Bajos, el barrio rojo, los coffee shops y el consumo de alguna que otra sustancia.

Esta pelícual codirigida por Jeff Schaffer (Seinfeld, Curb Your Enthusiasm), Alec Berg (Barry, Silicon Valley) y David Mandel (Veep) narra la historia de Scott, un prolífico estudiante que cultiva una amistad epistolar a través de correos electrónicos con Mieke, un joven alemán.

Algunas puntas de la historia (sí, había ‘droguita’)

El amigo de Scott termina realizándole una propuesta indecente, lo que decanta en una peculiar ruptura a la distancia. ¿Y las drogas? ¡Ya vamos!

Los sinsabores no terminan allí para el principal personaje: en plena graduación, su novia elige dejarlo, entre otras cosas, “por ser muy predecible”. Pero la tortura, tristemente, continúa horas más tarde.

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En plena fiesta de egresados, la banda invitada para la ocasión, interpreta una canción llamada “Scotty doesn’t know” (“Scotty no lo sabe”), en la que se revela que la ex del bueno de Scott fue engañado por su novia con el cantante del grupo.

Sin embargo, entre tanta crisis pre universidad, Scotty empieza a toparse con objetivos que levantarán su ánimo. Horas más tarde, se devela que el amigo por correspondencia es una muchacha alemana muy bonita. Un motivo suficiente para emprender un viaje a Europa junto a su mejor amigo Cooper y los gemelos Jamie y Jenny.

Los clichés europeos: el alcohol, las sustancias y livin’ la vida loca

Es así como el grupo encara un viaje en el que se toparán con diversos personajes que llevan a lo absurdo los estereotipos europeos.

Los ingleses ebrios y fanáticos del Manchester United provocando desmanes en las calles, un italiano excesivamente fogoso que abusa de la confianza del grupo, bebidas psicotrópicas en Berlín, comportamientos herejes en Roma y una descontrolada visita al célebre Barrio Rojo de Ámsterdam, en donde la oferta sexual y el consumo de sustancias está legalizado.

Brownies de chocolate y ‘algo más’

Allí, en un coffee shop sirven “groovy cakes”. Y un mozo con un estilo rastafari les ofrece a Jenny y Scott unos brownies que, al parecer, contienen hachís.

La ambientación es más cercana a Kingston que a Ámsterdam y con la canción del jamaiquino Linval Thompson llamada “I Love Marijuana” sonando de fondo, nada podía fallar.

Al cabo de un rato, el colocón comienza su efecto y se puede apreciar como Scotty, impulsado por los efectos del hash, se para arriba de la mesa, comienza a desnudarse y, para exacerbar ese papelón, confiesa a viva voz una serie de situaciones que lo avergonzaron todo este tiempo.

Finalmente, la escena nos revela que esos pastelillos apenas son una de las tantas opciones que ofrece ese espacio, que no es más que una simple panadería danesa ubicada en el punto más picante de la capital de Países Bajos.

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Así, Eurotrip y su plafón, la Nueva Comedia Norteamericana, se permitieron hacer comedia con drogas de forma desfachatada, exagerada y genial.

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