Cannabis e Innovación Científica en Tiempos de Desfinanciamiento de la Universidad Pública
Más de un millón y medio de personas participaron de la Segunda Marcha Federal Universitaria. El país entero se movilizó al tiempo que el presidente Javier Milei vetaba la Ley de Financiamiento Universitario. El descontento de la comunidad educativa, sindical y todos los que velan por derechos humanos fue total.
Miles de estudiantes, docentes, y representantes de diversos sectores se reunieron frente al Congreso en una manifestación masiva que puso en el centro del debate la necesidad de proteger y fortalecer la educación pública en Argentina.
En este contexto de ajuste y recortes, la educación pública sigue siendo un semillero de proyectos científicos con reconocimiento internacional.
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Uno de estos es liderado por Florencia Jerez, ingeniera química y becaria del CONICET, quien junto a su equipo trabaja en un innovador proyecto que utiliza residuos de cannabis para fabricar supercapacitores, dispositivos que almacenan energía de alta potencia.
Esto supone un avance para la ciencia, la sostenibilidad y la revalorización de los residuos vegetales de Argentina, un país que tiene todo para ser una potencia ecológica. Pero los fondos para la investigación no paran de ser recortados.
Directamente desde la universidad pública: cannabis y supercapacitores que transforman residuos en energía
El proyecto se desarrolla en colaboración con la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires y la Universidad Nacional de San Juan.
Desde 2019, el equipo ha trabajado en la valorización de residuos vegetales para producir biocarbón aplicable en supercapacitores. Con la reglamentación del cannabis medicinal en Argentina, los residuos generados por los cultivos de esta planta se convirtieron en una nueva oportunidad de experimentación.
“Con el auge de su cultivo, el cannabis genera residuos como hojas, tallos y raíces. Vimos una oportunidad para probar los procesos que ya habíamos desarrollado con otros materiales, como yerba mate o cerveza“, explicó Jerez.
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“Tuvimos buenos resultados. Los carbones obtenidos del cannabis superaron en calidad a algunos carbones activados comerciales, mostrando un gran potencial para los supercapacitores”, dijo, y también aclaró que los otros procesos que han dado buenos resultados fueron los que se hicieron con “poda de olivo, algo característico de la provincia de San Juan”, donde tienen mucha experiencia en valorización de residuos.
El biocarbón de cannabis tiene aplicaciones de gran impacto en áreas críticas. Uno de sus usos más prometedores es en el almacenamiento de energía, donde este biocarbón se utiliza para fabricar supercapacitores, que permiten una carga y descarga rápida en dispositivos de alta potencia.
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Además, este material tiene un enorme potencial en la remoción de contaminantes del medio ambiente. Puede ser empleado en la creación de filtros capaces de eliminar plomo, arsénico y otros contaminantes presentes en el agua. Incluso, se ha mostrado eficaz para la captura de dióxido de carbono (CO₂), contribuyendo a mitigar los efectos del cambio climático y mejorando la calidad del aire y del agua.
Haciendo de todo para que un proyecto prometedor no quede en el olvido
Hubo un tiempo pasado en que había interés en darle valor agregado al cannabis, “había políticas que ponían el foco en lo medioambiental. Ahora parece que eso no interesa nada”, señaló la entrevistada haciendo una retrospectiva de la situación.
En ese momento, tuvieron la chance de que los financiaran y todo parecía posible. El año pasado armaron un proceso productivo rentable, ganaron un proyecto a nivel nacional, iban a montar la primera planta piloto bonaerense para producir carbón activado con residuos de cannabis. Estuvieron un año en proceso de evaluación. Eran $10 millones de pesos y no vieron ni uno. Incluso había empresas privadas interesadas. Todo se volvió insostenible.
“Estamos desde principios de año luchando por nuestro salario”, expresó la ingeniera. Los proyectos están paralizados: “No tenemos plata, nos estamos rebuscando con lo que tenemos. El año pasado estábamos con objetivos de montar la primera planta en LATAM de supercapacitores”. Lo que fue quedando en el olvido en el afán de buscar nuevas maneras de que el proyecto subsista y prevalezca en la facultad, en el CONICET y en el equipo científico que lo hizo posible.
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Si bien hicieron alianzas y brindaron información, no es la idea que lo construido con financiamiento público, obtenido gracias al prestigio y reconocimiento de un proyecto gestado a partir de profesionales de universidades nacionales, quede 100% en manos de entidades privadas.
“Antes queríamos crecer y pensar fuera de la caja y ahora no podemos comprar papel higiénico”, lamentó la profesional, que hoy apunta a lo que todo argentino recurre en tiempo de crisis: la colaboración.
“La ciencia en Argentina existe, hay laboratorios y centros de investigación. Hacemos trueques y convenios e igualmente es difícil”, reveló.
Un dato no menor también contado por la científica fue: “Nos cortaron hasta el acceso al repositorio donde hay artículos científicos a nivel mundial. Se pagaba una cuota que nos daba acceso a las comunicaciones novedosas, contactos, bibliografía, cosas básicas para los científicos y ahora no tenemos acceso a información reciente de desarrollo. Entonces querés contextualizar tu trabajo, tu experimento y no tenés información. Estamos cada vez más aislados”.
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La desconexión entre estos recursos y los científicos argentinos los deja en una clara desventaja y retrasa la innovación en áreas importantes, como el desarrollo de nuevas tecnologías y soluciones sostenibles.
Ciencia con bajos recursos, resultados de alto impacto
La problemática que más ocupa a este equipo científico es estar compitiendo en esta temática con “países de primer mundo” con una infraestructura que es menos que básica. “Con las tres chauchas y palitos que tenemos, logramos excelentes resultados”, destacó Jerez. Pero es estresante estar sometido a eso, porque es enfrentarse a una cumbre más empinada que la del resto.
“Cuando no tenés los recursos para avanzar, corrés el riesgo de que se pierda la novedad. Después, un chino lo descubre, el avance lo hace otro, te vas quedando atrás y lo que estabas haciendo ya lo perfeccionaron”, manifestó la profesional.
Lo peor de todo es que los avances de este equipo que trabaja en el campus de Olavarría no han pasado desapercibidos: “A nivel internacional, hemos recibido mucho interés y sorpresa por lo que logramos con tan pocos recursos”.
La universidad pública no debería estar en riesgo
La continuidad de estas investigaciones corre peligro. Por lo que la científica remarcó un mensaje más que importante al respecto: “Somos docentes también y queremos seguir valorizando la educación pública, las políticas de estado, todos estos proyectos nacionales y nuestras becas que acompañan la formación de los profesionales. Todo este proyecto que se ve maravilloso no es más que educación pública”.
La precarización de la educación pública y la falta de apoyo estatal perturban a la comunidad científica, que no saben cuánto más van a poder aguantar si los siguen recortando de todos lados. “La gente tiene otras preocupaciones y se entiende, uno no se puede poner muy exigente”, señaló la entrevistada en referencia a que no solo la ciencia y la educación son los sectores en peligro.
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La falta de financiamiento no afecta únicamente al desarrollo de investigaciones, sino que también amenaza el prestigio que los científicos argentinos han ganado a nivel internacional.
“Siempre estamos trabajando en cosas novedosas y con resultados positivos. Haber desarrollado un proceso diferente de lo que se hace en el mundo es algo importante, y lo hemos diseñado para que se pueda producir con equipamiento argentino para no depender de importaciones”, subrayó esta profesional salida del semillero de la universidad pública, al igual que el resto del equipo.
Y cierra: “Acá hay ingenieros, profesores, profesionales de química, todos de la universidad pública, el trabajo depende de eso y está basado en eso”.
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