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Cultura

Catnapp: Un Alien de Ningún Lugar

Por Lola Sasturain

Catnapp: Un Alien de Ningún Lugar

✍ 3 January, 2021 - 15:22

Amparo Battaglia pasa los 30 por poco, es argentina, se dedica a la música electrónica hace diez años y, luego de cansarse de tocar en la noche porteña, conquistó la escena club de Berlín. Ella es la productora, cantante y compositora mejor conocida como Catnapp.

Con una buena colección de álbumes, EPs y singles a su haber, hoy su música que no se parece a nada es parte del catálogo de Monkeytown Records, el sello de Modselektor, una de las leyendas de la electrónica berlinesa.

Y aquellxs que no tuvieron la suerte de verla en vivo en Buenos Aires, en Europa o de descubrirla investigando en Internet, posiblemente la hayan conocido por su aparición en la serie Unorthodox, estrenada en Netflix durante este año.

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La aventura raver de Catnapp comezó con los breakbeats y las ganas de divertirse, siguió por la exploración sonora y la introspección y hoy, del otro lado del océano, encarna todas las Catnapp a la vez: clubera, experimental, bailable, disonante y catártica.  

Catnapp es una de las artistas más interesantes oriundas de nuestro país, aunque siempre fue internacional y, a su vez, de otro planeta.

¿Cuáles son las claves del sonido Catnapp, siempre ecléctico pero reconocible? “Un beat pesado, una melodía punzante y vocales tiernas mezcladas con vocales agresivas. Una bipolaridad total entre cuteness y agresividad”, define ella misma.

Quién es esa chica

Corría el año 2010, la movida bass y los dúos electrónicos copaban la escena y una joven Amparo estudiaba producción de música electrónica y formaba parte de un grupo de electropop.

Haciendo una sesión de fotos en el club porteño Bahrein, el mismo día que sucedía la legendaria fiesta de drum and bass y breakbeats +160, fue la primera vez que escuchó esos breaks a volumen boliche, y le volaron la cabeza.

Le encantaban esos géneros, aunque en ese momento producía fundamentalmente todo techno y electro: “Ahí dije: quiero hacer esto, o por lo menos tratar de hacer esto y fusionarlo con vocales y encontrarle la vuelta”, rememora la artista.

Ahí comenzó a crear otro tipo de beats, en sus palabras “más M.I.A” y a experimentar dentro de las sonoridades del bass: del drum and bass y el jungle hasta el dubstep. En algún lugar entre el pop, el punk y una MC, siempre cantó en inglés.

El formato de bases electrónicas más cantante todavía no estaba tan explotado en la escena under como ahora y su propuesta era aventurera. Para resolver cómo tocar esta música en vivo,  se alió con DJ Loder. Y salió nomás a tocar, dentro de una escena electrónica porteña que pujaba cada vez más: desde su iniciática +160 a la Undertones en Niceto Club.

Su primer EP estuvo muy enfocado en el drum and bass y en una actitud bardera (de hecho su segundo EP se llamó Bardo), con letras sencillas sobre la fiesta y la noche.

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A Cliff in an Eyeblink, su tercer álbum de 2014, fue el quiebre: llegó en un momento en donde estaba muy fanatizada con la artista sueca Fever Ray y significó el viraje a un lado más melódico, mucho más oscuro y hasta incluso, por momentos, lento.

A Amparo le interesaba ser fiel a sí misma sin pensar en la reacción del público y, de paso, dejar en claro que Catnapp era un proyecto en constante evolución sonora.

Luego de ese álbum, consagratorio, se fue a Berlín.

Un bicho raro en la ciudad de los bichos raros

Me sumergí en otra cultura y recibí un montón de input de la música que se escucha acá, de las producciones de otras personas que conocí y que son de otros países. Porque hasta ese entonces yo vivía en Argentina en donde casi todas las personas son de ese mismo país y casi todos teníamos influencias parecidas”, cuenta sobre el shock, positivo pero intenso, que significó.

Tardó dos años en la capital alemana para establecerse y finalmente volver a producir: ahí vino su EP Back.

Foto: En Berghain, boliche histórico de Berlín

Con el EP Fear debutó en Monkeytown, el sello de Modselektor.

Conseguir un buen sello era uno de sus objetivos. Les mandó una colección de demos y les gustaron. Así, sin más, comenzaron a trabajar juntxs. “Ellos son súper piolas y trabajan como una familia”, dice sobre el icónico dúo.

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El año pasado los acompañó en un tour como artista soporte y pasó casi todo el año viajando con ellos y su equipo en un bus de gira por Europa. Estar girando en ese micro de tour, cuenta, fue como un sueño hecho realidad.

Desde el sello le dan total libertad creativa y confían en su criterio. Ella sigue produciendo y eligiendo junto a quién quiere producir su música inclasificable. Con dos álbumes (Break y Damage) y algunos lanzamientos más en el sello, Catnapp está coqueteando con el pulso del reggaetón, el trap y el funk carioca pero con un approaching completamente corrosivo. Y anda cantándole a puro grito distorsionado a los demonios que tiene adentro.

Cada álbum que saco es una recolección de todo lo anterior más cosas nuevas. Y es al día de hoy que estoy muy feliz de haber sacado A Cliff in an Eyeblink porque me da la posibilidad de tener un show súper variado. Que se sepa que puede haber un momento súper agresivo y después uno tranquilo, y eso está bien”, cuenta la artista de las trencitas, mirando hacia atrás.

En el vivo, hoy la acompaña la dj Mayte Stevani (@_m_a_a_y).

Ya hace cinco años que vive en Berlín. Pero la música que hace no es latina ni del todo europea. Es música de Internet: géneros impuros y deconstruídos, múltiples influencias de múltiples lugares, de Soundcloud y de la escena club global y a veces en colaboración con artistas de otros países a los que tal vez ni siquiera conoce personalmente.

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Entonces cabe preguntar ¿De dónde se siente Catnapp? ¿Es un proyecto argentino trasladado a Berlín? ¿Es una música y productora de Berlín que casualmente nació y creció en Buenos Aires?

“Es una respuesta difícil. Cuando te vas y pasás tanto tiempo en otro lugar, de repente no entendés de donde sos. Estando acá digo ‘Qué ganas de estar en casa’ y cuando estoy allá digo ‘Qué ganas de estar en casa’”, explica.

catnapp

El ser inmigrante parece ser una categoría en sí misma. Por eso, Catnapp afirma que se siente más como un alien de ningún lugar. Lamenta que, después de tanto tiempo, que a veces no le salgan las palabras en español: “No conozco el slang, ¡uso el slang de hace cinco años!”, ríe.

Esta condición de alien de ningún lugar la lleva muchas veces a reflexionar: ¿Si uno deja su lugar de nacimiento hace muchos años, deja de ser de ahí? ¿Qué pasa cuando ya no te sentís cien por ciento representada por el lugar que dejaste atrás, pero nunca vas a pertenecer realmente al lugar en el que estás?

Sobreviviendo al 2020

Catnapp cuenta que Berlín nunca entró en lockdown total y que a ella el 2020 le vino bien a nivel psicológico. “Venía tan de gira, tocando tanto, que venía muy cansada y necesitaba parar. ¡Y si no hubiera sido porque pasó una catástrofe mundial no hubiera parado!”, dice.

La situación le sirvió para frenar en todo sentido, tener un período de introspección, analizar algunas cuestiones personales y estar tranquila. No se obligó a hacer streamings ni a producir nueva música.

En agosto lanzó una experiencia interactiva llamada Damage Experience, presentando precisamente su último EP, Damage. Una propuesta fuerte, visceral y ultra novedosa donde una cámara subjetiva hace las veces de los ojos del espectador que, conectado en la ficción a un software que interpreta las zonas más oscuras de su cerebro en imágenes a partir de disparadores, llega al show y se topa con monstruos y diferentes encarnaciones de traumas de la infancia.

En septiembre dio su primer show presencial en Erfurt, Alemania. Y fue increíble. “Sucedió en un boliche, con muy poco público a setenta metros del escenario, todo muy cuidado pero fue increíble. Esas personas tampoco iban a un show hace trescientos años”, exagera.

En octubre volvió a tocar en vivo en Berlín y ese show se sintió raro porque eran 90 personas sentadas, muy separadas en un lugar enorme. Y la energía de Catnapp en vivo no tiene mucho que ver con ese formato.

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Recientemente dio otro concierto en España, también para gente sentada, pero ya habiendo aprendido de la experiencia y habiendo pensado el show para ser disfrutado de esa manera.

“La verdad que tocar menos me hace disfrutarlo más y preparar cada show con más amor”, reflexiona la cantante.

¿Y Unorthodox? Su aparición en la serie le trajo muchas reproducciones y mucha atención de repente, cosa que nunca le había pasado en la vida. En una de las escenas más icónicas de la serie, la joven Esti, judía ortodoxa que decide dejar esa vida atrás y se escapa a Berlín, entra por primera vez a un club y todo es trance y magia. Y en esa escena, toca Catnapp en vivo. La canción es “Thunder”, de su EP Break. Casi como un videoclip, la canción suena casi entera mientras Catnapp revolea sus trenzas y sus brazos desde el escenario.

Fue un boom, pero no le cambió la vida.

“Estuvo re bueno y me re sirvió para que mucha gente escuche mi música. Pero mantener eso no es fácil y más si sos yo, que hago música rara y que no todas mis canciones están en series de Netflix”, dice sin encandilarse.

Los claroscuros de la fantasía techno

Amparo no fuma marihuana. Pero sí pertenece a una de las escenas donde las drogas en general circulan con más libertad del mundo entero: la rave berlinesa. La ciudad es sede de los clubes más legendarios del mundo y su movida nocturna es un capital cultural muy importante. Y parte importante de ese capital es que los clubes no cierran y que se consumen toneladas industriales de droga de una forma casi legal.

Después de varios años viéndolo de cerca, a Catnapp le parece un poco excesivo. “Al principio parece divertido pero después de unos años de verlo desde adentro se torna un poco tóxico y un poco mucho”, dice.

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También la preocupa el creciente consumo de drogas realmente peligrosas, aún consumidas con cuidado. El GHB, por ejemplo: muy de moda en Alemania, es potencialmente letal.

“Cada vez que veo a la gente consumirla como si fuera jugo de naranja se me encoge un poquito el alma. No tengo ganas de estar en un lugar donde la gente está al filo de la muerte”, se lamenta.

Berlín es la meca de muchos jóvenes de todo el mundo que, como ella, quieren vivir el sueño de la música electrónica en su capital global. Pero perderse es muy fácil y hacerla bien y sostenerlo en el tiempo, muy difícil. Todo está muy al alcance de la mano, vivir es barato y seguramente nadie te juzgue por estar de fiesta 24/7.

La fantasía techno es real, podés venir acá y vivirla y es re divertida. Podés salir todos los días, conocer gente todos los días, tocar en los lugares en los que querías tocar y tal vez entrar en un sello. Pero en un momento se abre un vórtex y tenés que elegir: o querés pegártela hasta morir o querés perseguir una meta. Para mí, lo más importante es aferrarse a esa meta”, reflexiona.

De tanto salir, y sobre todo de tanto tocar, Amparo ya casi no tiene ganas de concurrir a raves. Otra razón por la cual la cuarentena le pegó bien.

“Amo la cultura club y amo la música fuerte, pero me encanta quedarme en mi casa con mi grupo de amigos tomando cerveza, escuchando música de los ‘90 y cagándonos de risa de nuestros chistes. Siento que es una combinación entre la edad y touring”.

¿A qué música de los ‘90 se refiere? “A Thousand Miles” de Vanessa Carlton, Blink 182 y discos enteros de los Backstreet Boys.

De ahora en más

A principios del año que viene sale un EP de remixes de Damage y más adelante un álbum. Este incluirá su primera canción hecha –a la distancia- con su hermano de veinte años, Wilo. También hay posibilidades de otra colaboración con una joven promesa: el productor argentino Kattie, de 18 años, a quien conoció a través de Soundcloud y la dejó pasmada.

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Y detrás de su último lanzamiento, una reversión de “Lengua” (originalmente de su disco Break), hay una historia adorable. Una noche del principio de la cuarentena, su amiga inseparable Flor le escribió desde Argentina diciéndole “Escuchá este audio ya”: ella estaba mirando una película pero le hizo caso. Era una amiga suya tocando “Lengua” en un piano de cola.

“Estaba grabado del celular pero sonaba tan hermoso que se me puso la piel de gallina”, rememora. “Apagué el proyector, prendí el micrófono y la placa y grabé las voces de la canción sobre el piano y se lo remandé a Flor, diciéndole: ‘¡Ya mandale a tu amiga!’”.

Su amiga Tetis se ocupó de grabar a su amiga Charis al piano y esa fue la versión final.

Entretanto, durante este verano Amparo está de visita en su tierra natal. Además de tomarse unas merecidas vacaciones rodeada de su familia y de sus amigos (y bien bien lejos del crudo invierno alemán), también brindará una fecha en Buenos Aires el próximo 17 de enero, en el Hipódromo de Palermo junto a The Real Chita, Lara 91k y Taichu.

Fotos por Sylvie Weber

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ACERCA DEL AUTOR

Entrevistadora y editora en El Planteo, Lola Sasturain es periodista cultural, DJ y guionista.

Puedes encontrar sus notas en Página/12, VICE y, por supuesto, en El Planteo.