Échele Cabeza: Reducción de Daños, Alertas Sobre Drogas Truchas y Motivos para un Consumo Responsable

Fecha de publicación original: julio de 2021

La cuestión de las drogas en América Latina fue y sigue siendo históricamente tratada desde un enfoque punitivista. En materia de reducción de daños, la región recién está dando sus primeros pasos, muchas veces de la mano de organismos autogestionados con poco o nulo apoyo estatal.

En este contexto, Échele Cabeza, con base en Bogotá, Colombia, es un proyecto pionero en lo que atañe a tecnologías y articulación con el estado en América del Sur.  Desde su (completísima) web así como en los stands de intervención que montan en diversos eventos, fiestas y festivales, buscan generar y difundir información sobre sustancias psicoactivas a la juventud consumidora, promoviendo su capacidad de decisión y respuesta y disminuyendo los daños que un consumo irresponsable puedan ocasionar. 

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En la web pueden encontrarse no solamente datos puntuales sobre efectos, dosis e interacciones de prácticamente cualquier droga psicoactiva de uso recreacional, sino también informes a partir de estudios de campo, artículos de índole político, infografías y mucha más información científica y, en sus palabras, “libre de sesgos”. También difunden constantemente, a través de su web y redes, alertas sobre drogas “truchas” que circulan en el momento, con enunciados pragmáticos y sin vueltas dirigidos directamente al consumidor: por ejemplo, “Pastilla Phillip Plane rosada vendida como éxtasis es metanfetamina”.

En lo que tiene que ver con acción directa, también cuentan con un sistema de análisis instantáneo de pastillas y polvos en sus stands en fiestas y festivales, que permite determinar qué compuestos se encuentran en las sustancias que las personas piensan consumir.

Un poco de historia

“Echele Cabeza” es un proyecto desprendido de la Acción Técnica Social de Colombia que nace en el 2010. Hoy el equipo está integrado por trece personas y cuenta con una fuerte presencia femenina. Está integrado por profesionales de diferentes áreas: Julián Quintero y Vanessa Morris, director y coordinadora, son sociólogos. Hay psicólogues, relaciones internacionales, politólogues, biólogues, geólogues, químicos farmacéuticos, fotógrafes, entre otres. “Es un equipo súper multidisciplinario compuesto por personas de diferentes franjas etarias”, describe Morris, destacando la importancia de una perspectiva transgeneracional al abordar este tipo de cuestiones.

Por estos días, son la única organización en latinoamérica que cuenta con el permiso, otorgado en Colombia por el Fondo Nacional de Estupefacientes, para manejar sustancias de control, por lo cual pueden llevar a cabo análisis químico de sustancias de manera libre. Un tipo de dispositivo muy popular en eventos europeos desde hace varios años, que es una tecnología sencilla, efectiva y su implementación acarrea enormes beneficios. Las complicaciones para su implementación siempre tienen que ver con trabas burocráticas y legales, producto del prohibicionismo, más que en la dificultad de ejecución: “En Latinoamérica hay algunas personas que lo hacen lamentablemente de manera ilegal, en algunos países como Argentina, México, Uruguay o Chile. En Colombia tuvimos la suerte de ser pioneros y tener el respaldo institucional con esta medida”, explica la socióloga. 

El ejemplo de Échele Cabeza pone en evidencia cuán fundamental es el trabajo conjunto y el respaldo de instituciones estatales a la hora de llevar adelante este tipo de iniciativas. Éstas instituciones garantizan la seriedad científica, el acceso a las tecnologías y los hacen posibles, lisa y llanamente, ya que poseer y manipular drogas es, por fuera del contexto institucional científico o de seguridad, ilegal. 

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Échele Cabeza también colabora con el Observatorio Nacional de Drogas en Colombia, una entidad del Ministerio de Justicia de ese país: “Es la entidad que emite este tipo de alertas tempranas en el país: qué sustancias llegan, cuáles son sus riesgos, etcétera”, dice Morris. Ellos han podido colaborar con este observatorio facilitándoles algunas muestras que les llegan de festivales o fiestas. 

Desde su web actualizan constantemente dos números que sirven para medir el alcance del proyecto: al momento de esta nota [julio de 2021], 102.000 personas fueron impactadas directamente y 7955 muestras fueron analizadas.

Análisis químico instantáneo: qué es y porqué no se hace en todos lados

 El análisis de sustancias es una estrategia complementaria dentro de los stands informativos de Échele Cabeza. Durante la pandemia, obviamente su presencia en eventos y festivales disminuyó porque estos mismos disminuyeron.

El servicio de análisis sirve para que las personas puedan corroborar qué es lo que les vendieron; saber sobre la composición, si es la sustancia que pretende ser o no. Y, una vez sabiendo qué contiene, poder informarse sobre efectos, riesgos y dosis indicadas. Y si se encuentran sustancias no identificadas claramente es una alerta: “Esto sirve para evitar identificaciones, sobredosis y malos viajes. Le aporta no solamente a las personas sino a los eventos en sí, ya que les permite prevenir situaciones de riesgo y cuidar a la gente que asiste”, desarrolla.

Los tipos de análisis que pueden desarrollarse de manera instantánea son dos: los colorimétricos, cuya tecnología consiste en aplicar reactivos que indican con colores la presencia o ausencia de una sustancia; y la cromatografía, que permite identificar que otras sustancias o adulterantes contiene la muestra. 

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“Hay máquinas más precisas y más profesionales, pero esas sí que están restringidas a espacios académicos y científicos. Por suerte hemos tenido acceso a ellas en colaboración con esos organismos”, cuenta la coordinadora.

Datos, no opinión

¿Tienen acceso a números oficiales sobre consumos en su país? “Siempre rankean el alcohol, la marihuana y la cocaína”, afirma Vanessa Morris. Pero en estudios universitarios, distingue, han encontrado un incremento en el consumo del éxtasis y el LSD.

Desde el equipo tienen acceso a Estudios Nacionales de Consumo, a nivel país, y los estudios distritales que son a nivel doméstico (Bogotá). Pero también generan sus propias encuestas y números que han recopilado y clasificado a lo largo de todos estos años. Sus últimos informes fueron “Chem Sex Colombia”, una mirada exploratoria al uso de drogas en prácticas sexuales, y “De drogas en cuarentena”, un estudio sobre usos, consumos y también el tráfico de drogas durante la pandemia. Todo esto está disponible en su sitio, de acceso totalmente libre.

Morris no demoniza a priori ninguna sustancia. “Creo que todas las sustancias pueden ser usadas con responsabilidad en la medida que se conozcan efectos, riesgos y se respeten dosificaciones. Lo que nosotros promovemos al hablar de usos responsables es precisamente que la gente se informe sobre estos puntos”, afirma.

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Y destaca que la legalidad o no, no es indicadora del riesgo. “De nada sirve que uses una sustancia cuyos beneficios están comprobados médicamente si también abusás de ella”. Pasa con el azúcar, con el café y con los psicofármacos legales, ejemplifica.

Siendo parte de una región del continente muy atravesada por el narcotráfico, desde donde se producen y exportan enormes cantidades de droga al resto del mundo (yéndose siempre la de mayor calidad a países más ricos y quedando para consumo interno la de calidad media o baja) y con altos índices de desigualdad, crimen y violencia, llevar adelante un dispositivo así no es lo mismo que hacerlo en los clubes techno alemanes. Las problemáticas sociales, el imaginario colectivo sobre el tema, los prejuicios, la relación con las fuerzas de seguridad, el impacto político, todo es diferente, controvertido y muy complejo. 

Desde Échele Cabeza saben que erradicar la droga es imposible y la gran víctima de la “guerra contra las drogas” no son les narcotraficantes sino les usuaries. Éstes no solamente pueden ver su salud comprometida por el consumo de sustancias no reguladas, sino que pueden exponerse a violencia o terminar injustamente en la cárcel. Y así será mientras los gobiernos impulsen medidas represivas y criminalizantes y no se destinen recursos a la investigación, educación y concientización sobre el tema, no solamente de los profesionales sino de la población en general.

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¿Llevar adelante una política de reducción de daños en un país latinoamericano es, entonces, un reto muy grande? “Totalmente. Nuestros países han sido muy golpeados por todas las consecuencias de las medidas represivas de la guerra contra las drogas. Colombia ha sido totalmente víctima del fracaso de esta guerra, y es muy duro montar una estrategia de este tipo cuando el gobierno nacional y los políticos corruptos de siempre están a favor de ‘acabar con las drogas’ y no en dar una respuesta ante este problema. Pero lo venimos haciendo y, últimamente, estamos promoviendo convivir en paz con las drogas”, concluye.

Fotos, gráficas e infografías: cortesía de Échele Cabeza