Entrevista al Economista Jan Eeckhout: 'Los Trabajadores Crean Mucha Más Riqueza de la que Reciben'
Por Neus Tomàs
Jan Eeckhout ha sido profesor en la Universidad de Pensilvania, en la University College de Londres, en la de Princeton y en la de Nueva York. Actualmente vive en Barcelona, donde ejerce como profesor de Investigación y Estudios Avanzados en la Universidad Pompeu Fabra (UPF). Ha publicado numerosos artículos en medios como el New York Times, el Wall Street Journal, el Economist y el Financial Times y es autor de La paradoja del beneficio (Taurus), un estudio que con datos e historias reales busca provocar y abrir ojos.
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Su investigación demuestra cómo los beneficios derivados del progreso no han repercutido en una mejora del mercado laboral. Las “superestrellas” de las grandes compañías cobran cada vez más mientras que los salarios de la mayor parte de los empleados siguen igual o peor en términos reales desde hace décadas. Una de las consecuencias más evidentes y preocupantes es la de una sociedad con mayor desigualdad.
Tendemos a aceptar que cuando las empresas van bien, la economía va bien y esto no es así. ¿Esa es la paradoja del beneficio?
Sí, es un poco más sutil en el sentido de que está bien que las empresas obtengan beneficios porque ese es su objetivo, pero lo que vemos es que hay un exceso de beneficio para algunas empresas que en realidad son pocas. Mundialmente son unas 500. Son empresas que parecen superexitosas cuando miras sus beneficios pero no porque hagan crecer la economía sino porque les falta competencia.
Por eso destaca en el libro que los empresarios exitosos siempre buscan mercados en los que la competencia sea reducida.
Exacto. O también intentan innovar para ofrecer un producto nuevo o de mayor calidad que la competencia, pero una vez lo consiguen también reducen la competencia. Además, en los últimos años estamos viendo cómo las empresas que están en el ámbito de las nuevas tecnologías se benefician mucho de las economías de escala. En estos casos la inversión inicial para desarrollar una app puede ser muy alta pero después el coste de producción es bajo. Se acaban generando monopolios naturales. Pasa con las redes sociales. La gente quiere estar en las que hay más usuarios. Puede que haya muy buenas alternativas pero no entras si no conoces a nadie que esté.
Muchos de los problemas que se observan en los datos sobre el empleo tienen su origen en la tecnología, y aunque el cambio tecnológico suele ser la causa, también es la solución.
Por eso la solución nunca va a ser reducir las tecnologías sino regularlas. Son las que nos dan el crecimiento, la mejora de los servicios o la calidad de los productos. Lo que necesitamos es que en las economías de escala haya más competencia entre las empresas porque tiene consecuencias para el mercado laboral, las empresas pequeñas y las startups.
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Respecto al mercado laboral, una de las conclusiones del libro es que a los trabajadores hoy les va peor en comparación con la riqueza que generan.
Crean mucha más de la que reciben. Por eso los salarios de los que están en los sectores de servicios o en la producción se han quedado estancados en términos reales. Ahora bajando aún más por la inflación. Desde los 80 han estado constantes aunque no haya afectado a todos por igual.
¿Eso es porque a quienes les va peor son los que cobran menos mientras los sueldos altos aguantan e incluso han subido?
Claro. Y los salarios de las superestrellas están también relacionados con el poder de mercado. Cuando una empresa tiene una posición dominante y genera tantos beneficios busca al mejor CEO, a abogados capaces de conseguir grandes contratos o aquellos que pueden actuar mejor como lobbies con los políticos. Les pagan mucho para que consigan mantener esta situación de dominio de la empresa. El CEO de Appel, Tim Cook, gana 88 millones de dólares al año por algo. Y ese algo es, entre otras cosas, conseguir que su empresa no tenga competencia. Es bueno para su empresa pero las ganancias que obtiene van a pocos.
Los estudios también influyen. Califica de “drástico aumento de la brecha salarial” la que se produce a partir de la década de los 80 entre quienes tienen una formación universitaria completa y los que no.
En los 80 si habías completado una formación universitaria ganabas de promedio un 40% más que los que no habían estudiado una carrera. Ahora esta diferencia ha aumentado y puede llegar al 100%. En parte es por el cambio tecnológico. Hay muchos trabajos en los que se necesita una persona pero no hacen falta muchos requisitos, en los que no se tienen que tomar decisiones.
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Pero en España siempre se habla de la necesidad de mejorar la formación profesional para disponer de trabajadores cualificados en determinados sectores.
Sí, pero también faltan porque en muchos de esos sectores los sueldos son muy bajos.
El libro desmonta varios mitos. Por ejemplo, el de que cada vez hay más startups. Explica que en Estados Unidos, justo antes de 1980, la tasa de creación de startups era del 14% y en el 2018 era del 8%. ¿En Europa pasa lo mismo? ¿A qué lo atribuye?
Sí, en Europa es similar y es porque como las empresas grandes son cada vez más dominantes muchas veces solo sobreviven las que a ellos les conviene. A menudo las compran para que no puedan trabajar con otras empresas o incluso a veces las adquieren para dejarlas morir. Las grandes cada vez son más grandes y a las pequeñas no les queda casi mercado para vivir.
También desmonta la idea del llamado reloj de oro (el regalo que hacían algunas empresas para premiar la antigüedad), porque la duración de los empleos ha aumentado. En promedio, los empleos que podemos considerar como estables duran hoy un año más que en la década de 1980. ¿Por qué la gente no cambia de trabajo tan rápido como antes pese a que podamos tener la percepción que no es así?
Las empresas se comportan de manera distinta cuando se producen cambios en el entorno. Imaginemos que tenemos dos empresas que venden gasolina y baja el precio del petróleo. Eso significa que baja el precio de la gasolina y si ambas empresas están cerca, como son competencia, la que no lo haga saldrá perdiendo. Ahora bien, si una está en un pueblo y la otra a unos cuantos kilómetros, no ajustan tanto los precios en función del cambio en el coste.
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Pongo este ejemplo para explicar la importancia de los costes y la variabilidad del entorno no solo en los precios sino también en la producción. Eso afecta a la contratación de trabajadores, a su promoción y a su movilidad. Que los trabajos duren más no significa que sean mejores porque al no haber más promociones tampoco se suben los salarios.
Esto último, la movilidad laboral, parece ser también otro mito. Cita que la probabilidad de cambiar de empleo en un mismo mes, si descontamos fórmulas como los temporales que había hasta hace poco en España, es en países como Estados Unidos un 31% menor que en 1994.
Y en Europa no es tan distinto porque al final estamos hablando de las mismas grandes empresas. Porque aunque su código postal está allí lo que importa es dónde están sus consumidores y los trabajadores que lo producen. Que no haya movilidad no es necesariamente positivo: está bien tener seguridad, pero otra cosa es cuando es sinónimo de estancamiento. La movilidad, en los casos de los empleos estables, significa que se generan oportunidades.
Además del diagnóstico, el libro apunta por dónde deberían pasar las soluciones. Una sería la que resume cómo recuperar la confianza en la defensa de la competencia.
La gente a veces tiene la idea de que el mercado libre funciona por sí mismo y es así para algunas cosas, para determinados productos. Pero en el ámbito de la tecnología digital, con las economías de escala enormes que antes citaba, es donde está el problema y la solución. Para que funcione un mercado hay que ajustar las reglas y que puedan entrar otras empresas.
Voy a poner un ejemplo del ámbito de las telecomunicaciones. La regulación europea señala que si eres una empresa de aquí que dispone de antenas tienes la obligación de permitir a otras empresas que puedan utilizar tu red a cambio de un alquiler. Si viene una empresa polaca o holandesa puede llamar a Movistar y en base a la regulación europea puede acceder a su red y paga por usarla. Eso genera competencia y bajan los precios de todas. Mi plan en Estados Unidos me cuesta el triple que el que tengo en España. La tecnología es idéntica pero allí hay tres proveedores y en Europa son 150.
También propone romper el vínculo que existe entre el poder de mercado y el poder político.
A las empresas de telefonía de aquí o a Renfe cuando se permite que entre competencia en la alta velocidad no les hace ninguna gracia. Las grandes empresas que tienen poder de mercado usan parte de su beneficio para hacer de lobby con los políticos para conseguir regulaciones favorables a sus intereses.
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Puede parecer una paradoja, pero más competencia implica más redistribución de la riqueza porque suben los salarios. El poder político debe fomentar la competencia para que se note en los salarios. Además, baja la concentración de la riqueza en manos de unos pocos y además esa empresa tendrá que competir para ofrecer un servicio más barato al consumidor.
Lo que pasa es que a veces algunas de estas grandes empresas tienen más poder que los políticos.
Totalmente. En Estados Unidos existe un consenso entre demócratas y republicanos en que tienen que hacer algo, después ya se verá si es así, para resolver la situación dominante de las grandes empresas. Lo piensan por motivos muy distintos. Los demócratas por los efectos adversos que hemos comentado y los republicanos porque tienen miedo a perder su parcela de poder y que un Facebook pueda tener más influencia en el resultado electoral que ellos mismos.
Aunque señale las soluciones para revertir este escenario, viendo los gráficos que aparecen en el libro sobre el mercado laboral y la concentración empresarial no parece que estemos en el camino correcto.
Tenemos que hacer un cambio porque nos queda aún mucho recorrido en los avances tecnológicos. No sabemos qué va a pasar en el ámbito de los datos, la inteligencia artificial y otros avances y que son mecanismos para que las empresas puedan controlar más el mercado. Sectores como el transporte, la electricidad o el petróleo ahora están muy regulados y es lo que requiere el sector tecnológico.
Vía elDiarioAR.
Foto por Kike Rincón, cortesía de elDiarioAR
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