¿Por qué Argentina Necesita de la Sabiduría Popular del Cannabis para Construir Conocimiento Científico y Políticas Públicas?
Argentina se prepara para la Marcha de la Marihuana este 04 de mayo y, como todos los años, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y las plazas de todo el país recibirán a cientos de personas que van a manifestarse por una causa común: el acceso al cannabis.
¿Se han puesto a pensar cómo han cambiado los pedidos y el público de la marcha y de la comunidad cannábica en general?
A lo largo de la historia, el conocimiento sobre la planta se ha construido en la clandestinidad. Pero, en la actualidad, con leyes que la avalan como medicina y como generadora de una industria, la ciencia pudo introducirse de lleno para impulsar el conocimiento académico, que es una pata necesaria para sostener lo que se está desarrollando.
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Ahora bien, la ciencia sobre el cannabis no solo la han hecho científicos, sino que hay que saber valorar el trabajo de las ‘manos expertas’, que durante años vienen abriendo caminos e impulsando desde el boca en boca, para llegar a lo que hoy se conoce.
Sería casi como ese pasaje de la oralidad a la escritura, que constituye un registro tangible de lo que han enseñado los cultivadores en épocas en las que era impensado lo que está sucediendo hoy en día en el país.
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Lo que pasó en Argentina con el Cannabis no pasa en el resto del mundo
Para explicar el rol de la sabiduría popular en la ciencia del cannabis, la socióloga e investigadora del CONICET, Lucía Romero, habló con El Planteo acerca de los hallazgos de dos trabajos en los que participó: “Coproducción de activismos, experticias y redes en la regulación del cannabis medicinal en Argentina” y “Cannabis Medicinal: Investigaciones colaborativas de las Ciencias Sociales”.
La Comisión de Ciencias Sociales de la Red de Cannabis de Uso Medicinal e Industrial del CONICET (RACME) estudió los usos medicinales del cannabis entre 2020 y 2022. Los principales resultados se asocian a ese contexto particular, donde la principal forma de acceso a la planta fue el autocultivo, individual y colectivo. “Lo interesante es que el acceso a la planta fue mediante el cultivo doméstico y no en el mercado ilegal. Es una señal importante para mostrar la masa de trabajo y tradiciones que existen en la sociedad acerca del cultivo, en un contexto donde el REPROCANN recién estaba surgiendo”, explicó Lucía Romero.
Esto no sucede en el resto del mundo. “El cannabis medicinal suele ser explotado por vías industriales, aunque también hay experiencias de organizaciones sociales. Pero no como en Argentina, donde la presión y la lucha por la regulación integral es muy fuerte”, reveló la entrevistada sobre cómo las organizaciones influyeron desde el primer momento en el modelo actual.
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El surgimiento, en aquellos inicios, de un nuevo activismo cannábico fue impulsado por lo terapéutico, de la mano de madres con hijos que tenían cuadros de epilepsia grave o autismo, entre otras afecciones, y adultos mayores con enfermedades.
Lo que generó una demanda a la que el ‘viejo activismo’ se sumó. Estos grupos sociales no eran los que clásicamente demandaban por la planta y, con el uso terapéutico, dieron la vuelta de tuerca que faltaba: “El resultado es una ley de cannabis medicinal, antes de una regulación integral o industrial, al revés que Uruguay, lo que muestra la particularidad de Argentina”.
El movimiento tradicional apoyó mucho a este “activismo sui generis”. Detrás de esa población vulnerable que incursionó en el cannabis medicinal, hubo cultivadores que les trasmitieron su saber y les enseñaron en base a su necesidad terapéutica.
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El crossover más esperado: la ciencia y la sabiduría popular
Mientras la prohibición reinaba en su totalidad, el conocimiento estuvo en manos de “no expertos”. Es decir, de personas con conocimientos no acreditados en una institución de educación superior. Ellos eran quienes cultivaban, usaban la planta y esos que tenían la experiencia empírica.
“Ese conocimiento, que no estaba monopolizado por ningún grupo social, era algo socialmente distribuido y popular. Eran saberes que se transmitían de boca en boca, en un contexto de clandestinidad, donde estas prácticas se reforzaron en la informalidad, a través de la co-presencia”, expuso la socióloga. Todo eso generó una comunidad con conocimiento oral, informal, sin demasiado registro escrito: “Los registros son las propias plantas”.
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“Las organizaciones e individuos mantienen variedades o cepas hace más de 15 años, preservando el material de una forma doméstica, artesanal. Hacen fitomejoramiento de forma casera, conservan la materia vegetal a través de esquejes”, reflexionó la entrevistada.
Son todos recursos que el movimiento cannábico tradicional ha transmitido desde aquel Siglo XX en el que los conocimientos de cultivo y de los efectos pasaron por sitios informales, sin registro escrito. “Este conocimiento no experto es complejo, rico, voluminoso y popular. Es una tradición de cultivo”, subrayó.
Con el tiempo y las nuevas leyes aprobadas por el gobierno, todo eso se fue tecnificando, porque estas personas y organizaciones también recurrieron a bibliotecas, a aprender algo de química o botánica.
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“Este proceso de expertización fue en aumento cuando surgió el fenómeno medicinal o terapéutico, y se hace tan fuerte que desarrolla una línea académica: con diplomas en universidades y dispositivos clínicos que albergan profesionales de la salud, médicos, bioquímicos, etcétera”, remarcó Lucía Romero sobre la transformación del conocimiento empírico y tradicional.
Incluso, existe hoy en día una negociación de conocimientos que es permanente, porque “el cannabis rompe las jerarquías cognitivas entre lo que es un científico acreditado y un cultivador que conoce la planta hace 10 años”. Lo empírico arroja cuestiones relevantes para el mundo de la ciencia.
Según Lucía Romero, en la política también es necesaria este tipo de interacción
A nivel político, el conocimiento experto y no experto interactúan para moldear políticas públicas. Por ejemplo, el Programa Nacional de Cannabis en el Ministerio de Salud, entre 2019 y 2023, dirigido por Marcelo Morante, donde nace el Consejo Consultivo Honorario, que incluyeseis organizaciones cannábicas,un juego interesante entre académicos y sabiduría popular.
“El consejo se constituyó de agrupaciones llenas de personas con conocimiento de cultivo, de organización social, de comunicación y más áreas. Mi hipótesis es que ese conocimiento no acreditado tuvo un rol importante en el diseño del REPROCANN. La creación del registro no la hubiese podido lograr el Estado solamente. Esta presencia de la sociedad civil organizada empujó una política pública como el REPROCANN”, adelantó la entrevistada sobre su próxima investigación.
Y destacó: “Esto casi no se encuentra en el mundo”. Por caso, esta cooperación hace políticas más justas y a medida de la demanda social, es participativa y no debería pasar solo en esta temática sino en otras: “Para la ciencia y la política, las organizaciones sociales son fundamentales”.
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Caminando hacia el futuro del cannabis en Argentina
No obstante, aún existen obstáculos que enfrentan las personas que necesitan acceder al cannabis medicinal en Argentina. Llámese, la vigencia de la Ley Penal y la Ley de Drogas que se superpone con las leyes del cannabis y el marco normativo actual.
“El acceso ha mejorado muchísimo en muy pocos años. Hay pocos obstáculos más allá del marco normativo, que podrían ser los brazos del Estado que no conocen la ley. Es decir, parte del sistema judicial y policial que sigue sembrando miedo”, reconoció la socióloga, que indicó que lo más propicio sería “encarar una regulación integral para mejorar el acceso y salir del marco regulatorio contradictorio”.
Si bien hay una necesidad de seguir generando conocimiento y contribuir a las políticas públicas en la materia, las corrientes más conservadoras no pierden la oportunidad de meter sus narices en las libertades y derechos del resto.
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Aunque la gestión actual haya descartado la eliminación del REPROCANN, la famosa “motosierra” alcanzó al registro y hay intenciones de reducirlo a tan solo nueve condiciones por falta de “evidencia científica”, una fuerte restricción que asusta a los usuarios que temen volver a la clandestinidad.
En este borrador que está en proceso y que reformaría el registro, no solo quedarían afuera enfermedades y patologías como el Parkinson y el insomnio, para las cuales el cannabis ha sido verdaderamente significativo, sino también todas las afecciones que tienen que ver con salud mental.
Lo curioso es que en la investigación colaborativa de la que participa Lucía Romero, los resultados indicaron que “el uso del cannabis prevalece en lo que tiene que ver con dolor crónico, ansiedad, estrés y problemas para dormir”, dicho en sus propias palabras.
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Entonces, ¿cuál es la vara con la que el gobierno actual medirá el REPROCANN? Aún no se sabe. Pero hay dos cosas de las que la comunidad cannábica puede estar segura. La primera es que las organizaciones sociales están en diálogo con el gobierno para no restringir a los cultivadores y la segunda es que el conocimiento del cannabis se construye entre todos y por más que uno no sea un científico experto, es parte de una cultura que se prepara para marchar el próximo 4 de mayo.
Y si algo ha demostrado la sabiduría popular en esta área es que no se necesitan solamente títulos universitarios para conseguir ser escuchados por el Estado.
Foto: Cortesía de Lucía Romero
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