'Luz Verde a la Libertad': la Crónica que Cuenta Cómo Es Estar Preso por Cannabis, con Prólogo de Steve DeAngelo
El editor Felipe Ibáñez (ibanezdesign.com/bio) proyecta la publicación de Luz verde a la libertad, el primer libro escrito por Albert Tió y Víctor Segués. Una crónica a dos voces que narran desde la prisión la génesis de una propuesta política, inspirándonos con el grito de la libertad.
Los autores, como es mediáticamente conocido, fueron condenados a 5 años de prisión como represalia política por su implicación en la causa de la regulación del uso del cannabis y su compromiso con el aprovechamiento de esta planta para la salud pública.
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Luz verde a la libertad está compuesto por los diarios que ambos autores han escrito durante su confinamiento en el centro penitenciario de Lledoners, donde fueron condenados a 5 años de prisión en represalia a su compromiso con la causa de la regulación sanitaria del cannabis y contra el narcotráfico.
A continuación, te dejamos algunos extractos:
Del prólogo de Steve DeAngelo
Los seres humanos hemos estado usando cannabis desde que nos convertimos en humanos. Encontramos la planta por primera vez en Asia Central, poco después de nuestra marcha primigenia fuera de África. Probablemente estaba al lado de un río. En las sociedades de cazadores-recolectores, los peces de los ríos proporcionaban una fuente de alimento relativamente fiable y permitían que los grupos nómadas se detuvieran y descansaran un rato. Para moverse por estos asentamientos, nuestros primeros antepasados despejaron las orillas de los ríos de árboles y arbustos, creando el tipo de tierra recientemente escampada en la que prospera el cannabis.
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De la introducción del editor, Felipe Ibáñez
El 18 de noviembre de 2020 ambos activistas ingresaron en el penal de Lledoners, acompañados por más de treinta amigos, compañeros y familiares, quienes aplaudiendo llegaron hasta la última reja mientras Albert y Víctor parecían ser quienes levantaban el ánimo de quienes quedaban del lado de afuera. Al ingresar ellos, desde fuera se oyeron gritos de amor y amistad, al tiempo que se cerraban los pesados barrotes alejando a todos de las siempre bondadosas sonrisas de Albert y la ternura que caracteriza a Víctor. Nadie sabía si volverían a ver la calle en menos de cinco años, una auténtica condena brutal.
De los diarios de Albert Tió
Espero seguir tan fuerte como hoy durante mucho tiempo, a poder ser, toda mi estancia, aunque soy humano y puede que pase algún momento de bajón, pero me gustaría poder evitarlo. Víctor está más afectado y seguro de que todo es más traumático para él, pero voy a intentar animarle para que no se venga abajo.
El Movimiento Asociativo Cannábico, una realidad socialmente aceptada y administrativamente tolerada, según las propias palabras del Tribunal que nos condenó, ha conseguido integrarse en la sociedad gracias a la valentía de muchas personas usuarias que se han atrevido a dar un paso adelante, dando la cara, apuntándose a sus juntas directivas, conscientes del riesgo que supone para ellas, para su libertad y proyecto vital.
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Si es así es porque hemos creído en este proyecto y en los beneficios que aportaba, tanto a las personas usuarias en concreto, como a la sociedad en general. Nos hemos movido siempre sobre una delgada línea que separa lo legal de lo ilegal. Muchas veces descrita por juristas como una actividad «alegal» o atípica, que se somete a la interpretación del Sistema Judicial, que es el que decide en definitiva, cuando le llega algún caso, si un cultivo se destina para el consumo privado individual o colectivo. En muchos casos, los jueces y fiscales han entendido que era así, ya que los códigos de buenas prácticas determinan unos protocolos de actuación, como la previsión de consumo de los socios y el peritaje de los cultivos para que se corresponda la producción con dicha previsión y se garantice en todo momento que la producción y distribución es exclusivamente para el consumo de los socios de la asociación y en ningún caso debe llegar a terceros fuera de ese círculo cerrado.
De los diarios de Víctor Segués
Aún no entendemos por qué en el siglo XXI, y con la legalización a las puertas, están atacando a cultivadores amparados por un reglamento de cultivo colectivo, de una asociación legalmente constituída.
No nos callarán. Encarcelándonos galvanizan aún más la unión entre nuestro colectivo, en lugar de dividirnos que es lo que pretenden.
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Nos apartan de la manada pero no podrán ponernos un bozal. Y llegaremos hasta donde sea para alcanzar nuestros objetivos. El futuro no depende de los recursos mal distribuidos, sino de la capacidad para profundizar en el conocimiento de las cosas. Y han de meterse a resolver un problema que ellos mismos han provocado, porque si bien es cierto que en el código penal figuran nuestros hechos como delito ¿por qué dan licencias a las asociaciones cannábicas para funcionar y cultivar colectivamente? ¿Por qué «asociación ilícita» por cultivar para un grupo de personas que ratificaron en una asamblea el repartirse, dependiendo de la cantidad de consumo individual de cada uno? ¿Qué pasa con todos los socios medicinales que han perdido su posibilidad de adquirir su medicina?
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