¿Duki Es Otaku? Una Mirada Profunda al Fandom del Manga y el Animé
La categoría “otaku” es un objeto de conflicto permanente entre los fans del manga y del animé. Incluso, dentro del fandom, hay quienes critican el uso del término porque lo vinculan estrechamente con sus orígenes japoneses (¿cuáles? ¡paciencia!) y hay quienes lo reivindican con orgullo porque lo relacionan con los consumos que los apasionan.
El libro Otakus, de Federico Álvarez Gandolfi, bucea en esa intersección. Y después de una década de investigación sobre la cultura manganimé, Álvarez Gandolfi reflexiona sobre las causas de expansión del fenómeno y analiza las representaciones sobre los fans, sus interacciones en eventos (y en redes sociales, by the way) y despliega una serie de entrevistas a referentes y personajes de la movida.
Ahora sí: ¿qué es ser un “otaku” entre los otakus? La noción original japonesa se utiliza para hacer referencia a un “fan obsesivo” de –literalmente- cualquier cosa, no sólo de manga y animé. Y, por caso, estos otakus llevan su fanatismo al extremo. Acá no hay pose, ni búsqueda de pertenencia: realmente la viven.
Otakus: explorando la identidad del fandom
“Uno de los hallazgos que se problematizan en el libro consiste en que no puede establecerse una relación lineal entre prácticas e identificaciones: por ejemplo, ver animé no necesariamente te convierte en otaku, así como tampoco disfrutar de los videojuegos o del cosplay te hace automáticamente ser un gamer o un cosplayer”, cuenta Álvarez Gandolfi a El Planteo.
El autor, Doctor en Ciencias Sociales y con un CV académico robusto ligado a investigaciones del palo, tomó contacto con el fandom otaku en 2013 cuando estaba buscando un tema de investigación para la tesina de su licenciatura. Un año antes cursó el Seminario de Cultura Popular y Cultura en la UBA, donde conoció a Libertad Borda y a Pablo Alabarces, sus directores.
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Dice: “Uno de los tantos disparadores que me quedaron de esa cursada fue pensar que los fenómenos vinculados con lo popular y lo masivo, sean las series, la música, el deporte o, en este caso, las historietas y las animaciones japonesas, nos permiten comprender muchos aspectos de las sociedades en las que vivimos”.
Nostalgia y fascinación
Al mismo tiempo, se interesó en el tema porque durante su infancia había sido consumidor de animé. Nombra, obviamente, a Magic Kids y a Locomotion, los grandes valores del minué retronostálgico.
“Cuando me reencontré con esas imágenes que de chico me habían llamado tanto la atención, casi fortuitamente pasando por una comiquería que tenía un poster promocional de un evento de animé en la puerta, me empecé a adentrar más en ese universo”.
A la sazón, el patrón que sustenta la fascinación por la cultura de masas japonesa es el valor diferencial que se le da a sus narrativas y a sus estéticas. En boca del autor: “La mayoría de fans con quienes conversé rescatan que, en productos como el manga y el animé, encuentran historias e imágenes que les resultan novedosas cuando las contrastan con productos occidentales”.
Duki, un campeón del mundo y los valores colectivos
Asimismo, el manga y el animé navega y promueve una oferta mediática y cultural alternativa. “Sus seguidores subrayan que aprenden valores que relacionan con lo colectivo, el esfuerzo o el respeto, o además valoran las temáticas que se tratan, entre otras vinculadas con la espiritualidad y las artes marciales o la naturaleza y la tecnología, y las actitudes de personajes complejos e imperfectos que consideran como realistas por no ser idealizadas ni inocentes”.
Si bien son pocos los estudios específicos sobre esta cultura en América Latina, en contraste con la expansión del fenómeno, Álvarez Gandolfi logró identificar algunas mañas nítidamente argentinas. Por ejemplo, a diferencia de Japón, señala que en Argentina el objeto de deseo & consumo & fascinación se convierte en un factor de sociabilización.
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Y si en Japón se “evaden” las presiones sociales a pura nerdencia, en estas pampas el culto al manga y animé deriva en herramientas de conexión y sociabilización. Incluso, haciendo close-up, emergen nombres propios que ponen en tensión la idea de “consumo alternativo”.
Lean: Nicolás Tagliafico, campeón del mundo con la Selección Argentina, es un auténtico otaking; y Duki, el artista urbano más importante de América Latina, es un fanático confeso del animé y su crew, SSJ, remite directamente a los Super Saiyajines de Dragon Ball Z.
Otro datito pour la galerie es que, en este 2024, se cumplen 30 años desde que los fanáticos argentinos se autoperciben como “otakus”, tras aquella primera mención en el fanzine RAN, piedra fundacional del fandom nac & pop.
La verdadera cara del fandom
Sin embargo, aún con el paso del tiempo y aún con el fluir de los desprejuicios, los medios tradicionales aún se yerguen torpes para abrazar a estos consumos resbaladizos. ¿Qué pasa? Sigue un prejuicio, fundamentalmente en el mainstream: es el público infantil el que consume “dibujitos”. “Estas representaciones no contemplan la complejidad del fenómeno”, apunta y dispara el autor.
Álvarez Gandolfi dice que sí, que en este envión conoció a verdaderos otakings, fanáticos que poseen una infinidad de material de manga y animé y aglutinan una enorme cantidad de saberes.
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Y, posiblemente, todos estos insight lo llevaron a cocinar una investigación más transversal: “El libro puede interesar no sólo a los propios fans del manga y el animé, sino también a personas que estén alejadas de este universo y que quieran tener una visión sobre sus lógicas y dinámicas para entenderlo”.
Otakus, de Federico Álvarez Gandolfi, editado por Prometeo, se presentará en sociedad el viernes 4 de octubre en el Museo Nacional de Arte Oriental (Viamonte 525 2 piso, Ciudad Autónoma de Buenos Aires).
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