‘Seamos como los Hongos’: Un Libro Explora el Inabarcable Universo Micélico (Y Deja Algunas Enseñanzas al Respecto)
Primero, una verdad: durante los últimos años, el interés por el cosmos fungi viene creciendo a pasos agigantados. Charlas TEDx, discusiones en foros internacionales, eventos, el cánon de la ciencia echándole un ojo, documentales llenos de razón y controversia, literatura fúngica de alto valor proteico como Los Hongos del Fin del Mundo y Seamos como los Hongos, ambos libros editados en Argentina por el sello Caja Negra.
Por caso, el foco, hoy, se posa sobre la obra de la holandesa-mexicana Yasmine Ostendorf-Rodríguez, cuya estimulante investigación Seamos como los Hongos revuelve ideas y metodologías sobre el inacabable entramado micélico. Y, de paso, ensancha su curiosidad abrazándose al punchline “El arte y las enseñanzas del micelio”.
“El libro es una multiplicidad de cosas en sí mismo: es un diario, una meditación, un homenaje, una guía de supervivencia, un cuaderno de viaje, una invitación, una entrevista… pero sobre todo es una forma de pensar y de hacer”, sugiere la investigadora y curadora a El Planteo.
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La Internet del bosque
En ese sentido, Seamos como los Hongos se configura como un formato abierto para “conectar, desaprender y repensar cómo los humanos pueden intercambiar con los no-humanos y, de este modo, transformarse mutuamente”.
Con la voz de guardianes de la sabiduría indígena, colectivos de artistas, ambientalistas, feministas, micólogos y movimientos por la defensa de la tierra, este libro carece de protagonistas. Más bien, se yergue como un cúmulo de voces que se entrelazan subterráneamente como –sí- el micelio. Y, en tal caso, irrumpe con su naturaleza metodológica para acercarse al reino fungi con amabilidad y curiosidad.
Fue Suzanne Simard, bióloga y profesora de ecología forestal, quien habló por primera vez de la comunidad de árboles y hongos: aquello que se ha dado en llamar “la Internet del bosque”. Una especie de red de redes, digamos, interconectada, en la que árboles y hongos son capaces de comunicarse entre sí. Una idea que fue rescatada, a su vez, por la socióloga, traductora y docente Helen Torres en el prólogo del libro, quien aboga en la teoría de “colaboradores” más que de “protagonistas”.
Conexiones miceliales
“La primera enseñanza que me dejaron los hongos y posiblemente también la más importante fue entenderme a mí misma como micelio. Entender que el micelio no es una cosa, sino un proceso”, cuenta.
Bajo esta visión, reconoce en estos 15 años de trabajos, alianzas y redes la construcción de un ecosistema. “He trabajado en diferentes ámbitos, en instituciones artísticas, movimientos de base (grassroots movements), granjas, residencias, activismo, pero nunca tuve las palabras o los conceptos adecuados para describir cómo se relacionaban todas estas cosas”, devela.
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Sus movimientos siempre fueron intuitivos encarados por fuera de una “carrera lineal”. Y reconoce a ese gesto como “micélico”. De hecho, dice, “soy micelio, trabajo de forma micelial, escribo de forma micelial”.
Así las cosas, tejió hilos y estableció conexiones entre personas, disciplinas y continentes. Y en ese envión, encontró enseñanzas en cómo ser como los hongos, cómo revisar nuestra memoria colectiva, cómo organizarse como un micelio, cómo repensar la podredumbre y la descomposición, cómo entender la cercanía de la toxicidad, entre otros devenires.
El lenguaje de los hongos
“Me encanta tomar palabras del mundo de la micología para explicar procesos para los que carezco de las palabras adecuadas. Pero también aprendí que está bien no entender siempre todo y dejarlo estar. Disfrutar de lo desconocido”, Yasmine Ostendorf-Rodríguez dixit.
—¿Pensás que quienes se relacionan con los hongos terminan adaptando sus modos y sus costumbres?
—Si son como yo, sí. Y todas las personas con las que he hablado para el libro, pensaban lo mismo. Los hongos te cambian: cambian tu forma de ver el mundo. Cómo te relacionas contigo mismo, con tu metabolismo y cómo entiendes tu cuerpo y todas las bacterias y hongos que viven en él. Cómo vuelves a conectar con tus sentidos. Oler se ha convertido en algo mucho más importante en mi vida. Sentí –con este libro- como si los hongos me hubieran elegido como portavoz. Ni siquiera siento realmente que lo haya escrito yo.
La democracia del conocimiento micológico
Por estos días, estamos atravesando un pico de nuevos conocimientos sobre el mundo de los hongos y también vivimos una poderosa democracia informacional entre el público general. “Cada vez hay más gente interesada y entusiasmada en los hongos”, advierte la autora. “Y esto es maravilloso”.
Durante mucho tiempo, la micología ha sido una ciencia muy poco representada y, en la actualidad, se está discutiendo en profundidad su importancia. ¿Tiene un reverso? “Sí, el lado negativo es que cuando algo llega a un público más amplio, también hay gente que quiere sacar provecho de ese interés. Son muchas las empresas que se aprovechan de la posibilidad de ganar dinero rápido”, embiste.
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Y se infla nombrando a “empresas que buscan materiales de micelio, a la industria farmacéutica que busca patentes y a empresas de súper alimentos que comercializan hongos ‘como algo que te hará estar más concentrado y ser más eficiente’… todo sigue con la misma mentalidad capitalista”.
Hacia un bienestar colectivo
A la sazón, Seamos como los Hongos también puede leerse como un libro de viajes, con un buen tendal de coordenadas mexicanas, sudamericanas y caribeñas. “Quería invitar a la gente a que hiciera este viaje conmigo, desde su sofá”.
Y hacia adelante, Ostendorf-Rodríguez planea seguir trabajando con los hongos, aunque sabe bien dónde no meterse: “Como respuesta a este libro, mucha gente se me acercó y me dijo ‘¡a mí también me interesan los hongos!’ y resultó que consumían psilocibina para divertirse o melena de león para trabajar aún más. No los juzgo, pero no es así como a mí me interesan los hongos”.
Por lo demás, le escapa al “egoísmo” del “bienestar personal” y, posiblemente, su nuevo libro verse sobre “un bienestar más complejo y colectivo”. De hecho, cierra la conversación apoyándose en esa idea fuerza: “No sólo mi bienestar está relacionado con el tuyo, sino también con el de la flora, la fauna y el reino fungi. Quiero defender el bienestar entre especies”.
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